Weiß/Colonia, 28,4.
Después de leer la última entrega de mi diario, Samuel me escribe desde Caimanópolis, como rebauticé la Barranquilla donde vive. Y me cuenta: «Me ha divertido tu comentario sobre lo que requetecomestible que estaba Linda Kozlowski, a quien se la iba a comer el cocodrilo. En Ciénaga, aquí cerca, celebran las fiestas del caimán, a partir de un hecho real: el caimán correteador que se comió a Tomasita. Los hombres se disfrazan de caimanes y conquistan a las mujeres, para comérselas, un acto que tiene muchas lecturas, como podrás imaginar. De hecho, en la canción “Se va el caimán” se habla de que en la población de Plato, se volvió un hombre caimán, en referencia a las conquistas de mujeres a la orilla del río. Así es que el significado de cocodrilo que se come a la mujer está bien extendido, hasta Australia».
También Jorge ha leído mi diario en Fronterad y me comenta a propósito de lo que cuento sobre la presentación de Chamaco en la Maestranza: «¿Querrás creer que se me hizo un nudo en la garganta? Pues créetelo. Y, te advierto: no soy aficionado. Aunque tuviera la ocasión de ver morir al Yiyo, en Colmenar. Mi pobrecita historia taurina empieza y acaba ahí». Le contesto: «Como no eres taurófilo seguramente no conoces el telón de fondo ante el que se desarrolló. Antonio estaba ligado contractualmente con Pedro Balañá, que encontró en él una mina de oro, pero lo llevaba a las plazas de su propiedad, casi todas en Cataluña, Valencia y Mallorca, y entre las que no se contaban ni Las Ventas ni la Maestranza, que son las dos más importantes de España y las que consagran o hunden a un torero. La maledicencia hizo correr la voz de que Antonio evitaba justamente esas dos porque le faltaba categoría como matador de toros. En Sevilla, en especial, estaban de uñas porque no se trataba de un torero de cualquier parte, sino de Huelva, con la que siempre ha habido una rivalidad grande, y precisamente desde la muerte de Manolete la escena había sido dominada por dos toreros de Huelva, Miguel Báez (a) Litri, y Antonio, uno de Madrid (Luis Miguel Dominguín) y otro de Ronda (Ordóñez). Así las cosas, Antonio anuncia su debut en Sevilla y al rato se habían acabado las entradas. Menos mal que mandaron un contingente a Huelva y mi padre pudo comprar las nuestras. A la expectación se añadía el hecho de que los otros dos toreros del cartel eran sevillanos, y nada malos. Al hacer el paseíllo hubo una gran ovación para los dos, que, buenos compañeros, sacaron a Antonio a saludar con ellos. Y los dos, que encabezaban el cartel, hicieron cada uno una faena buenísima, aclamada por «su» público. Cuando salió el tercer toro se oyó claramente a Antonio decirle a su cuadrilla: «Taparse, taparse». Por poco que sepas de toros, sabrás que cuando salen al albero, el primero que se enfrenta con ellos es el peón de confianza del matador, que les tira unos capotazos para averiguar de qué lado derrotan, si tienen defectos de embestida, etc. y una vez hecho ese «chequeo», del que inforrma al matador, este sale al ruedo y se enfrenta al toro. Pero Antonio había decidido conquistar la Maestranza y por eso se fue derecho al toro, le tiró el capote por el lado derecho y en vez de seguir lanceándolo se envolvió en el capote e hizo lo que cuento en mi diario. Jorge de mi alma, se me pusieron de corbata. A mí y a la Maestranza en pleno y comisión permanente, casi se pudo oír el aire removido por 10.000 personas poniéndose de pie en silencio riguroso, donde se oía nítida la voz de Antonio citando al toro que tenía a sus espaldas. Luego, cuando ejecutó la primera verónica, la ovación fue de lujo. Se había metido al público en el bolsillo, Sevilla se le entregó sin reservas (el público sevillano es uno de los más justos). Mi padre y yo teníamos los ojos húmedos. Como creo que también los tenían todos los onubenses que estaban en la plaza».
Diny y yo nos pasamos el día tosiendo, con una tos seca (“perruna”, diría mi abuela Remedios). Mismamente un Concierto de cámara para mezzosoprano y barítono en tos cavernosa mayor.
Weiß/Colonia, 29.4.
0:l5 am : Penúltimo episodio de la serie Requiem de Estocolmo. Una pena que no la hayan pasado en cinco semanas consecutivas. Aunque son casos cerrados en sí mismos, creo que la serie ganaría mucho más transmitiéndola sin pausas, que además no se explica a cuento de qué vienen. Es una excelente serie, espero que filmen pronto la próxima temporada.
Juan Carlos me escribe desde sus Asturias: «Leo tu diario, como todas las semanas y siempre se me abre algún recuerdo añejo tras su lectura. Comentas recuerdos de lecturas de juventud y yo tengo grabados dos: el primero era un librito Lecturas de Oro (¡¡¡hace 65 años!!!) que me aceleró la mente, aunque hoy sería detestado, y otro ya siendo algo mayor: Cuentos del Don (creo que se titula así, de Chéjov). Ambos están en mi minibiblioteca. Ahora le toca el turno a Pérez Galdós, los Episodios nacionales, el n.º 38. Una delicia de lectura. En paralelo y en horas distintas, la Guerra Civil española. En Asturias hay un dicho que viene bien al caso: «Despues de vieyu, gaiteru», pero va bien». Le contesto: «Me encanta la versión astur de «A la vejez, viruelas». Creo que la meteré en mi diario. Ah, y el episodio 38 de los Nacionales galdosianos es uno de los que más me gustan, La vuelta al mundo en la Numancia. Tuve una vez que recurrir a la autoridad de Galdós para que aceptaran mi traducción del texto del diario de viaje de Darwin: El viaje de la Beagle. Los redactores se empeñaban en que debía ser «el Beagle», y yo me apoyé en Galdós, en mi querido don Benito. Y me salí con la mía».
Weiß/Colonia, 30.4.
1:00 am : Acaban de pasar The Hunter’s Prayer [Réquiem por un asesino], una peli de acción que es un simple pasatiempo, donde lo más admirable es volver a constatar la falta de puntería de los asesinos a sueldo cuando disparan con fusil ametrallador. Especialmente si lo hacen en contra de los protagonistas. En cambio los protagonistas casi siempre dan en el blanco. Para los maniqueos como yo, es mejor así, desde luego, pero cuán lejos de la realidad se ambientan estas pelis. Han creado una especie de realidad paralela, abaratando el terror, descafeinándolo.
Me levanto de la cama en medio de la apatía más absoluta. Existe también algo que aprendí en Alemania, y es el llamado “cansancio primaveral”, y podría usarlo como excusa entendible por los demás, pero a mí mismo no me puedo ni me debo (ni me quiero) engañar. Esta procesión que va por dentro es la del silencio, la última, donde ninguno de los penitentes puede hablar, es la Virgen de la Soledad, tan hermosa en su dolor. Es el último círculo del Infierno, uno donde el Dante no quiso aventurarse, y Virgilio lo supo sin que se lo dijese. Falta en La Commedia. Y el que también debe faltar es el de los perezosos, que Borges me preguntó si existía, cuando a mi vez yo le había preguntado a qué círculo del Infierno le gustaría ir.
En La Modicana una vez más los dos solos, todo el restaurante para nosotros. Como mi apatía se traduce además en inapetencia, me conformo con una sopa de tomate. Carlitos encarga una pizza, y antes de que la persianita ponga rumbo a la cocina le pregunto al joven tragaldabas si quiere una pizza grande o pequeña. «Normal», contesta el joven tragaldabas, y la persianita le trae ¼ de hora más tarde una pizza normal, es decir, grande, de la que sólo puede comer la ½ y se hace empacar el resto para comerlo esta noche en casa. Ni siquiera me dan ganas de sonreír.
Weiß/Colonia, 1.5.
Leo en la cuenta Twitter @elcultural, con fecha 26 de abril, que el Gobierno español aprobó, justo antes de las elecciones, la compatibilidad de las pensiones con los ingresos por derechos de autor, uno de los temas clave del Estatuto del Artista. Supongo que mi querido Guelbenzu estará contento, y también el resto de mis amigos autores españoles que ya se hayan jubilado. Era hora de que el Reyno Desunido de la Ex Gran España dejase de ser un país ninguneador de los autores jubilados descontando de sus pensiones los ingresos por royalties. Se necesita flor de desvergüenza en el ministerio de Hacienda para haber legislado semejante contradiós. Y si cito a J.M. es porque fue él quien me desasnó en la materia, en uno de sus últimos emails.
No conocía yo El talentoso Mr. Ripley en la versión de Anthony Minghella. Y acabo de verla y me parece, de lejos, la mejor adaptación de la novela de Patricia Highsmith, mejor que la de René Clément, A pleno sol, e incluso me atrevo a decir que es la mejor de todas las pelis de la saga Ripley. Curiosamente creo que ello se debe a la fidelidad del guión del propio Minghella al original de doña Patricia, y a la extraordinaria química que se desarrolla entre Matt Damon, Jude Law, la estupenda Gwyneth Paltrow y (aunque sea un papel secundario) Philip Seymour Hoffman. Y el paisaje italiano está captado con un mimo propio del prerrafaelismo. Chapeau!
Weiß/Colonia, 2.5.
Me dice Diny, sin levantar la vista de su compu, que el portero español del Oporto (Casillas, claro está) ha sufrido un infarto, y añade que la suya no es edad para un infarto. Veo gracias a Miss Hortensia Google que Casillas cumplirá pronto los 38 y me pregunto: ¿Y cuál es la edad para que te dé un infarto? Yo creo mucho –por fatalista que sea– en una sentencia árabe, la del «Estaba escrito». Estaba escrito que a mi padre lo fulminaría un infarto aquel tristísimo 24 de mayo de 1978. Y cuando a Felipe le dio el primer infarto, el 3.2.1978, y acudí a la clínica de Bonn para visitarlo, él, que era tan acendradamente cristiano, me saludó diciéndome fatalista: «Ahora, dentro de cinco años, el segundo, Y el definitivo». Como así fue: el 3.2.1983 Caronte pasó a buscarle y se lo llevó Rhin abajo, a sus regiones. Al morir, mi padre contaba 66 años; Felipe, 58. ¿Cuál es la edad para que te dé un infarto?
La nipotina romana me manda desde su orilla del Tíber el poema de Leopardi “Amore e morte”, y se lo agradezo ipso fuckto, casi a vuelta de correos, pero amén dello le cuento lo siguiente: «Conozco ese poema desde el bachillerato. Tuve una profesora fabulosa, de Lengua y Literatura Española, de quien era su alumno preferido, y ella me dio a conocer mucho más de lo que exigía el programa lectivo. Así, “Hermanos a la vez creó la suerte / al Amor y a la Muerte” son versos para mi familiares desde la escuela. Esa maestra era la única que nos daba clase en un aula que no poseía el estradillo alto y cerrado (como un púlpito, pero mucho más bajo) que había en las demás. Se sentaba pues a nuestro mismo nivel, tras una mesa normal, y supongo que nunca supo que la facilidad con que a mis condiscípulos se les caían al suelo lápices, libros y papeles era porque al agacharse a recogerlos creaban con su lascivia de adolescentes unos corredores visuales que terminaban en las piernas de ella, generalmente cerradas, pero a veces las cruzaba y tal era el instante mágico del día para el que acertase a estar agachado en ese momento».
Pasan Venecia en mareTV, un documental de 45’. Como todos los documentales de la fabulosa mareTV, el contenido habla de una Venecia que no es la del turismo. La de los pescadores de marisco de Burano, en la laguna. La de los horticultores de Torcello (de donde provienen los mejores alcauciles de Italia). La de la Policía con lanchas fuera borda de gran octanaje y que ponen multas por mal “aparcamiento” de embarcaciones privadas o mercantiles. La del mundo de las competiciones de gondoleras. Creo que fueron cinco las veces que viajamos a Venecia –una de ella por los carnavales, huyendo del de Colonia con los niños– entre 1981 y 1986. No se me olvidará nunca nuestra primera llegada en tren (coches cama) a la estación de Santa Lucia, y al salir abordar el vaporetto que nos llevaría hasta el embarcadero–parada delante de nuestro hotel, lo que significó todo el Canale Grande hasta la siguiente parada a la de Piazza San Marco. No salíamos de nuestro encantamiento y lo articulé diciéndole a Diny que cómo era posible que hubiésemos estado 42 años sin conocer esta maravilla. Las cinco veces pateamos la ciudad de norte a sur, de este a oeste, visitamos las islas (Murano, Burano, Torcello…) así como el Lido y la tumba de la primera esposa de Multatuli, y las de Ezra Pound y Stravinsky, en la isla–cementerio de San Michele, adonde vimos llegar la fila solemne de las góndolas de algún entierro, seguimos el rastro cartográfico de poemas ambientados en la ciudad para descubrir su grado de concordancia a veces nula con la realidad, leímos una vez más La muerte en Venecia… Ninguna ciudad puede comparársele en singularidad, si acaso Ámsterdam, pero en otra tesitura.
Weiß/Colonia, 3.5.
2:00 am : Empezó a llover mientras cenábamos, a eso de las 6:30 pm de ayer, y sigue lloviendo ahora que me voy a dormir, casi una hora antes que de costumbre, después de haber visto Mamá está en la peluquería, un drama quebecois. Me ha gustado mucho y me ha hecho recordar que días atrás leí una entrevista con Kiefer Sutherland, el hijo del gran Donald, canadiense como él, y una de las preguntas era en qué consistía la diferencia entre los canadienses y los gringos, a lo que KS respondió: «Nosotros somos bastante más educados, pedimos más veces perdón. Por ejemplo, si voy caminando por la calle, conversando con un amigo y tan pendiente de lo que me dice que ¡zas! me tropiezo con un parquímetro…, enseguida le pido perdón… Al parquímetro».
¡Por fin mi columna en El Espectador! Además de enviar el enlace a mis “clientes” fijos, se lo he pasado también a la redacción de L’Osservatore Romano, con estas palabras: «Para que vean que me divierten mucho los dos payasos vivos de vuestra Commedia dell’arte». Y consigno aquí el preñado (Unamuno dixit!) comentario de un lector en el foro de la columna: «¡La hoguera, es lo que merecen todos esos niños perversos que se han tirado a los inocentes servidores de Dios! ¡Tamaño sacrilegio! Según Ratzinger, claro». En el mismo foro le doy las gracias por leerme y le felicito por su ironía, que fue a clavarse en el centro de la diana.
Anoche leí la introducción y hoy le he dedicado un par de horas a la lectura de las memorias de John Le Carré. Es la lectura que elegí para estos días vacíos y que me pesan como plomo en el alma y en los ojos. Y creo que acerté. Para mí Le Carré es un Graham Greene light, y así me lo están demostrando sus memorias, una colección de recuerdos contados a contrapelo del orden cronológico, y que a veces son tan divertidos como los de Esprit de Corps, el delicioso libro de Lawrence Durrell. Gracias a mi amiga Miss Hortensia Google me entero de que hay edición en español, titulada El túnel de las palomas. No sé si es acertado. El recuerdo que guarda Le Carré y que le da título a sus memorias es más bien la descripción del tiro de pichón.
Weiß/Colonia, 4.5.
0:30 am : Pasaron un western atípico, The Wonderful Country [Más allá de Río Grande], y que es un auténtico estreno para mí. Como peli, en conjunto, no vale mucho la pena, pero la maravilla de los paisajes y la soberbia partitura de Alex North hacen que uno se quede con la satisfacción de no haber perdido el tiempo viéndola. Aunque creo que no la volveré a ver.
Los Alliyu, los vecinos nigerianos del piso bajo el nuestro andan de obras en su apartamento. A juzgar por el ritmo del ruido de las máquinas que usan se diría que estuvieran matasellando sobre la pared una inacabable cantidad de cartas franqueadas con dos estampillas, ambas las dos selladas aparte: Toc–toc Toc–toc Toc–toc Toc–toc Toc (¡una sola estampilla!) Toc–toc Toc–toc Toc–toc Toc–toc…
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