Con motivo de mis vacaciones, y siendo esa una ocasión en la que me distancio al máximo de las computadoras, durante las tres semanas que estaré fuera aparecen acá viejas entradas de mi diario, agrupadas de manera temática. Hoy le toca el turno a unas estampas madrileñas.
Calle de las Huertas, una de mis preferidas : La han convertido en zona peatonal y han incrustado citas y versos en el suelo: de Galdós, Echegaray, Lope, Calderón, Quevedo, Góngora, Bécquer, Espronceda…, y descubro esta atrocidad:
“¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla y se respira
mejor?”
Me imagino a Zorrilla temblando de santa indignación en su tumba.
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En el Café Comercial de la glorieta de Bilbao, el único que sigue mereciendo la pena visitar y quedarse un par de horas en él : Reencuentro con Tomás Segovia, joven viejo tan adorable, que nos habla de su tercer infarto y nos regala cariñosamente dedicado un ejemplar de su último libro, Salir con vida, escrito a raíz de ese maldito golpe del destino, que sobrelleva con una lucidez y una valentía impares.
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Hemos pasado la tarde con Pili. Es la primera vez que estamos en Madrid con alguien de la familia de Huelva. Ya era hora. Nos vino a buscar a nuestra buhardilla en Pontejos 1, en la casa de la Jacinta de Pérez Galdós*, y le encantó el panorama del reloj de la Puerta de Sol al alcance de la mano con el de la Telefónica inmediatamente detrás. Luego la llevamos paseando hasta Las Vistillas, y tuvimos la suerte de asistir a un crepúsculo de los velazqueños. Caída la noche, siempre paseando, recalamos después en la Taberna del Rey: solomillitos y berberechos. Quería regresar al hotel en un taxi pero la convencí para que tomase el autobús, que va largo trecho por la Castellana y es una verdadera fiesta de colores ver ese Madrid nocturno.
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* “Jacinta, que acostumbraba pararse a ver las novedades, no se detuvo en ninguna parte. Al llegar a la esquina de la plazuela de Pontejos y cuando iba a atravesar la calle para entrar en el portal de su casa, que estaba enfrente, oyó algo que la detuvo”. (Fortunata y Jacinta, de Pérez Galdós)
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Una cosa que me divierte mucho en el Metro, es cuando la anunciadora dice por los altavoces: “Atención, estación en curva: al salir tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén”. Lo dice con tanta seriedad y tal convencimiento como si estuviese enunciando el teorema de Pitágoras.
Por la noche : Informe para una Academia en el teatro de La Abadía. Cuando uno ve actuando a José Luis Gómez, se siente irremediablemente en presencia de alguien que es superior a nosotros en energía mental y en ductilidad corporal. Si además, como en este caso, interpreta a un mono, confirma de una manera superior las elucubraciones de Darwin. Por desgracia, no todos los humanos han evolucionado tan bien como Pepe Luis a partir del simio.
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La Avenida de Asturias se convierte, durante los domingos, en el Rastro del norte de la ciudad. En uno de los puestos compro el DVD de una película de mi idolatrada Wendy Hiller que no tengo registrada en su filmografía: Su mejor amigo, sobre la relación de amistad y de admiración mutua que unió a Bernard Shaw con una monja benedictina.
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Hay en la TV una serie cómica de mucho éxito titulada Aquí no hay quien viva, sobre las venturas y desventuras de los habitantes de un inquilinato madrileño que en la ficción se ubica en la calle Desengaño n° 21. Le prometí a mi sobrina Ana que le enviaría una foto del edificio, y hoy hemos recorrido Diny y yo la calle de cabo a rabo, pero los números impares sólo llegan hasta el 15. Bastante menos que el número de putas que flanquean esquinas y portales de la dichosa calle. Espero que no les deparen a sus clientes un servicio homologable con el nombre de su lugar de trabajo.
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Museo Cerralbo : Una celadora me informa de que el marqués era carlista, y se queda muy asombrada cuando le digo que no importa, que Valle-Inclán también lo era. Resulta que ella ha sido secretaria del nieto de V-I. en el Reina Sofía, según me dice. Y en el sótano del museo un descubrimiento en la lista de invitados para una fiesta del marqués el año 1902. Está en una vitrina esa lista de invitados, y la página de la izquierda explicita los signos convencionales, uno de los cuales me apasiona. Dice así:
«● : el Señor y la persona se tutean».
¿Qué significaba esto para el mayordomo, que le debía servir una doble porción de canapés y champagne a los agraciados?
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El miércoles pasado, cuando salimos a buscar el inexistente n° 21 de la calle Desengaño, también traté de reencontrar, para fotografiarla bien, la esquina de la farmacia con la fachada de azulejos a dos calles. Hoy lo conseguí. Es la esquina noroeste del cruce entre las calles de San Vicente Ferrer y la de San Andrés, con nueve cuadros de azulejos proclamando las bondades de las especialidades Juanse que venden en esta botica, entre ellas los EMPLASTOS POROSOS ROJOS EL ELEFANTE. Una esquina ésta que es un regalo para la vista.
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Museo Thyssen-Bornemisza : Al Martha McKeen, de la matrícula de Wellfleet, una de esas maravillas de Hopper, inesperadamente te lo encuentras navegando al salir del fondo de un pasillo a cuyos lados están unos servicios.
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Cita con Mercedes en The Irish Pub James Joyce, donde estuvo el clásico Lion, Alcalá frente al Palacio de Comunicaciones. Apenas llegar, Mercedes descubre a Matthew, el dueño del pub, un irlandés avant la lettre. Y un fanático de Joyce, así que pegamos la hebra durante una hora hablando nada más que de Dublín y de los dos 16 de junio (1979 y 2004) que he vivido allá.
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San Isidro, fiesta en Madrid. Diny y yo salimos a pasear por Lavapiés (con el habitual saludo al Flaco, que sigue fumando su eterno cigarrillo sobre el zócalo donde campea la letra de su chotis inmortal).
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¡Cómo cambia el público en determinadas líneas del Metro! En la vieja línea de Diego de León a Argüelles, atravesando el barrio de Salamanca, casi huele a Chanel n° 5.
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Remontando el Paseo del Prado (…) descubrimos la existencia del Forum de la Caixa, inaugurado hace poco y que nos causa muy buena impresión, esa combinación entre la selva vertical que han plantado en la pared perpendicular al Paseo, y el edificio en sí, que mis escasos conocimientos de arquitectura no pueden adscribir sino al cubismo. Hay ahí en estos momentos una exposición dedicada a los princípes etruscos, y entramos, pero la muchedumbre es tanta que recorremos las salas a paso de carga y decidimos volver otro día, con mayor tranquilidad. Con todo, la buena impresión exterior se refuerza dentro del edificio.
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En la plaza de Pontejos el siempre renovado misterio de que la tienda Los Tejidos de la Maja se anuncie con la imagen de la maja desnuda, y no de la vestida.
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Nuestro barrio preferido es Chamberí, siempre lo visitamos cuando venimos a Madrid, y nos perdemos en sus calles que una y otra vez me recuerdan lecturas de Max Aub y Rosa Chacel. Por cierto que el piso donde ella vivió está encima de una huevería con fachada de azulejos, lindante con la maravillosa farmacia de larguísima fachada asimismo de azulejos que hay en la esquina de San Vicente Ferrer con San Andrés. Y otra esquina que siempre repetimos es la de Divino Pastor (donde algún tiempo vivió Tomás Segovia, el nómada urbano por antonomasia) y Ruiz, la esquina de la taberna El Pico. Nos encanta esta taberna que parece salida de alguna página de Galdós, así como sus parroquianos. No está el viejo detrás del mostrador, sino una sudamericana de quien dudo que sea colombiana, y ello me da la respuesta: es ecuatoriana y se llama Patricia. Colombiana es su compañera, y se llama Mónica Patricia. Le digo que siempre que venimos a Madrid acudimos ahí a tomar un vermú de grifo. «Pues hoy van a ser dos», nos dice, y vuelve a llenar las copas. Además nos trae de tapa dos tazas de caldo, pero yo paso, que dentro de una hora tenemos cocido en Lhardy. Entretanto he descubierto que el viejo dueño se ha jubilado, pero se reúne con los amigos en la mesa al lado del mostrador, con vino y tapas que él mismo va a buscar a la cocina: como la mía, una jubilosa jubilación.
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Los escaparates de Casa Mira en la Carrera de San Jerónimo, y este de Jofer en Santa Engracia, son como un pequeño festín de Baltasar, o unas bodas de Camacho, al alcance de (los ojos de) todos los españoles, como en el noticiero cinematográfico franquista, el No8Do, en su época
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La estatuta de Felipe IV en la plaza de Oriente, pasada ya la puesta de sol : La luz cabalga la sombra.
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