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De mi Diario : Semana 2 / 2023

Rodenkirchen, 8.1.

Me llegaron muchos emails a causa de la primera semana del 2023 de mi Diario en Fronterad. Y desde Medellín me señala Óscar un gazapo: rebauticé como Carlos a Jorge Valdano. Que los dioses del fútbol me guiñen el ojo.

Escribí al Seguro de Asistencia Social para enviarles las (espero) últimas facturas de la Diaconía, diez, por un importe total de 5.852,62 €. A tenor de las liquidaciones recibidas, la atención diocesana me ha costado un buen pellizco al presupuesto. Espero que las del servicio ambulante del Maternus sean más económicas, porque si no, deberé empezar a vender las joyas de la corona.

Descubrí Sabrina, la buena, la de Sydney Pollack, en una versión en español, que no conocía, y la he vuelto a ver esta noche. Me ha parecido que tiene un buen doblaje y volví a enamorarme como un quinto de Julia Ormond, que en esta peli se presenta comestible a besos.

Rodenkirchen, 9.1.

Tal día como hoy, hace cien años, murió Katherine Mansfield. Algunas de las horas más felices de lectura que he tenido en mi vida se las debo a ella y a sus cuentos tan distintos de los cuentos de los demás autores. Ella, Chéjov, Chesterton, Faulkner, Borges, Cortázar, Julio Ramón Ribeyro son mis cuentistas preferidos, sin olvidarme de Böll ni de Somerset Maugham ni de Saki.

Hoy pasó a buscarme Luciano con su novia alemana, Theresia. En el piso de Weiß estaban Rebeca y Montse, las di a conocer a las tres entre sí; a Luciano ya lo conocían. Theresia estaba interesada en los libros de arte, y apartó ya una cantidad que aumentará el miércoles. Y pasó algo muy simpático. Rebeca me recordó que Chico había subido del sótano las botellas de vino que comencé a coleccionar junto con los de añadas de sus respectivos años de nacimiento, y apartaron las de los suyos, 1967, 1968 y 1970. Yo hice un cálculo mental rápido: Luciano me dijo el año pasado que ese año había cumplido 51, de manera que nació en 1971. Le pedí a Rebeca que mirase si había alguna botella de ese año ¡y sí que lo había! Se puso contento cuando se la entregué, y creo que algo emocionado. Entonces Montse quiso saber en qué año nació Theresia, que nos había caído rebién a los tres. Nació en 1987. ¡¡Y sí que también había una botella de esa añada!! Por supuesto, se la regalamos y ella tan contenta, porque, me explicó, su padre es algo así como un experto en añadas antiguas. Además le regalé uno de mis tres grabados de Marie Marcks. Otro se lo llevó Willy a su nieta marroquí, Jana, y el tercero, con la visión apocalíptica de un Heidelberg devorado por el tráfico veremos a quien se lo entrego. Creo que a Vincent, para su cuarto de estudiante en Kassel.

Rodenkirchen, 10.1.

En días como este, y no son pocos, el implacable sol del invierno me ha obligado a aprender una tarea nueva: bajar por control remoto el toldo del balcón. El último toldo que recuerdo haber bajado/subido en mi vida, y a mano, es en la segunda tienda de calzado de los Bada, en la calle que ahora se llama, según veo en el plano de Huelva, Arquitecto Pérez Carasa, y antes (creo) de las Señas. Hace años de eso. Nada menos que unos 70.

Fui con Luciano al piso de Weiß. Él llenó una media docena de bolsas grandes de Ikea, todo libros en español, pienso que terminará rebañando el plato o poco menos. Yo puse aparte, porque no pude encontrar ningún cartón vacío, los archivadores que contienen mis publicaciones en Odiel hasta los primeros años en Alemania, amén de los que guardan –oro en paño– mi correspondencia con gente como Cortázar, Scorza, Manuel Puig, Cela, Ernst Jünger, Ignácio de Loyola Brandão, Jorge Amado, Eduardo Arroyo e tutti quanti. Además, los manuscritos de las dos novelas fallidas que escribí en Madrid, 1961/62, durante mi servicio militar. Todo ello lo destinaré, en cláusula añadida a mi testamento, a aquella institución cultural de Huelva que se quiera hacer cargo de ese material, ojalá sea el Aula. Encontré además pequeños tesoros, como fotos de Diny en el estudio de Dieter Masuhr; la invitación a la fiesta de los 50 años de nuestra queridísima Beatrice, muerta tan joven; una carta de Aurora Bernárdez pidiéndome permiso para la inclusión de mi correspondencia con Julio en esos cinco tomos que se han salvado gracias a Luciano Pero me canso enseguida, hora y media de permanencia en esa atmósfera como de Pompeya me acortan el aliento. Pude comprobarlo ayer cuando Theresia y Luciano se fueron y ayudé a Rebeca a hacer la selección de los DVD que me quiero traer al Maternus. Fueron dos horas más añadidas a la hora y media seleccionando libros, y al final estaba exhausto.

Al regresar al Maternus me preguntó Diny cómo ir al ReWe, quería comprar un champú especial para lavar mi pulóver gris claro. Le dije que nunca la dejaría salir sola del Maternus. Enojada me espetó que se había convertido en una esclava. Conteniéndome, pero firme y terminante le dije que sus tres hijos, su ex nuera, su nueva nuera, su yerno, sus nietos, yo mismo, un par de amistades y todo el personal del Maternus estamos a su disposición. Nosotros somos sus esclavos. Lo malo es que ya mañana lo habrá olvidado. Pero esta noche se despidió sin el beso de costumbre. Y no fue olvido.

Rodenkirchen, 11.1.

En el guion de Sabrina 1995 perviven frases de la Sabrina 1954; «Nunca llovía las noches de fiesta de los Larrabee. Los Larrabee no lo habrían permitido». Eso es puro Billy Wilder. Pero la descripción de Linus como «El único donante de corazón que sigue vivo» no hubiera sido posible en 1954, fue en 1967 cuando tuvo lugar el primer trasplante de corazón, por Christiaan Barnard, en el hospìtal Groote Schuur [=El gran cobertizo] de Ciudad del Cabo. Gran guion el de esta Sabina en la era del Concorde, no desmerece de su predecesor.

Desde las 11 am hasta casi las 4 pm en el piso de Weiß. Primero con Theresia y Luciano. A Theresia, para su padre, le regalé 11 botellas de los vinos viejos y me quedé con una de 1966, año de mi boda, y otra de 1968 para Frank, aunque él nació en marzo del 69, pero en fin, lo encargaron a París el año anterior, el más parisino de los años. Se llevaron además como seis sacas grandes de libros y mañana volverán. Cuando me quedé solo estuve separando libros españoles de alemanes en tres bibliotecas atípicas: el suelo y los dos sillones de mi cuarto de trabajo, donde nunca se sentó nadie, eran “casas tomadas” por los libros. Después me dediqué a expurgar mi colección de sobres de cartas de todo el mundo en las que a mí y al Pflasterhofweg se nos nombra de las más inopinadas maneras. Será tema para alguna de mis Cartas desde Alemania. Al final estaba extenuado, pedí un taxi para regresar al Maternus. Al llegar me tomé un vaso de leche y dormí una hora, mientras Diny seguía viendo su televisión, sólo inquieta por el hecho de que no he comido nada desde el desayuno. Y la verdad es que no tengo ni hambre ni apetito.

Después cancelé por email tres de mis donaciones anuales a otras tantas instituciones benéficas y el contrato con la compañía de energía eléctrica: aquí la paga el Maternus, y yo a través de mi alquiler. Mi porvenir económico no es nada rosado, tengo que trabajar como un poseso para continuar en el mismo nivel de calidad de vida de antes del malhadado 28.11.

Rodenkirchen, 12.1.

Diny se puso a ver la tele a las 6 am y me despertó. A las 7 tuve que levantarme para pedirle que, por favor, apagase el televisor, pero ya no pude conciliar el sueño.

Como mañana nos traerán los muebles y los libros, quiero dejar completa la tarea de empacar los que deseo traer acá, amén de muchos materiales en carpetas y que sólo contienen escritos míos en soporte papel, y desde luego mi archivo fotográfico: sólo del muro de Berlín poseo más de 200 graffitis en no menos de una docena de idiomas. Así es que me puse en camino para tomar el bus a Weiß a las 11:33. Llegué puntual por culpa de un lío en los ascensores del Maternus, siempre a rebosar con gente con andadores o en sillas de ruedas. Y además de los tres hay uno averiado desde el 2022. Pero si yo fui puntual, el bus venía 5’ retrasado, me senté en el banco de la parada. Y el bus de las 11:33 se retrasó hasta las 12:05. La puta que lo requetecontrarremilparió. No es la primera ni será la única vez que afirmo en este diario que la KVB es la peor compañía de transportes públicos que conozco, y conozco muchas. Desde Berlín a Buenos Aires.

Buen trabajo con Montse en Weiß, los libros que me restan por empacar puedo traerlos en una bolsa grande de Ikea la semana próxima, y subirlos acá con un carro de la compra de ReWe, convertido desde que llegamos en nuestro medio de transporte predilecto. A nuestra edad es una bendición contar con ellos para acarrear las compras hasta esta alacena y esta nevera.

Salimos juntos de la casa, Montse y yo, ella se demora en el garaje y yo subo la rampa hasta la calle y, siguiendo mi costumbre (y mi jadeo) me siento en el murito del jardín delantero del # 13, pero no en la esquina misma sino más allá, porque la esquina está súper ocupada por un gigantesco árbol de Navidad que aún no retiró el servicio municipal de limpieza. Montse llega a la calle y se orienta hacia la parada del bus, la llamo y se detiene asombrada, se da vuelta y suelta una carcajada mientras exclama: «¡El emboscado!», y me hace una foto con su cámara digital, que lo demuestra. Parezco un emboscado, entre las ramas desnudas del magnolio y la hojarasca del árbol navideño. Me rio también.

Rodenkirchen, 13.1.

Zafarrancho de amoblaje. [EL diccionario me enseña que existe el verbo “amoblar“ como variante de “amueblar”, pero no la acción que dello se deriva, se diría que los señores académicos se la cogen con papel de fumar]. Todo transcurrió muy rápido, entre las 10 am que llegaron los tres hombres que se encargan de la mudanza desde las 8. Uno desmontó los muebles en el Pflasterhofweg 11a, y él mismo los montó aquí, en el Maternus. Fueron tres armarios blancos, dos para mí y uno para el recibidor con los arreos de la vivienda: el cuarto, que era para Diny, no lo trajeron porque su criterio profesional es que su pared estaba comida por el moho. Trajeron demás uno de los tres cuerpos del armario verde encristalado del living: más no nos podemos permitir en los 47 m² des esta vivienda # 230. Por cierto que es bastante mayor que las dos cámaras y el cuarto de baño de nuestra “cabina del sobrecargo”, a estribor del MSC Venezuela, cuando en diciembre 2001 viajamos desde Bermerhaven a Buenos Aires. La única novedad es que acá vamos a dormir separados, como también lo hicimos en ese carguero de contenedores, aunque allí lo hicimos en las dos camas individuales del dormitorio. Y amén del mueblerío llegaron mi mecedora, la historiada tumbona desplegable y comodísima, que instalan frente al televisor en la habitación de Diny, y ¡viva la madre que los parió!, también me trajeron mi sillón ergométrico para escribir tan cómodo como lo hice 47 años en Weiß. Eso sí, asimismo llegaron una cantidad faraónica de cartones conteniendo mis libros, archivadores y manuscritos en soporte papel salvados de la debacle, conteniendo vajilla y un centenar de cosas que queremos conservar a toda costa. Estuvimos principalmente Montse y yo laburando, metidos de hoz y de coz en el desampaquetado, y yo colocando todos mis tesoros como si fuese algún restaurador de monumentos. Ahora esto ya parece una vivienda humana y no un refugio de nómades. El único problema se planteó con el pago, porque Montse no leyó en el contrato con la empresa de mudanzas que el pago debía ser en efectivo; ella creyó que podíamos hacerlo por transferencia en el Banco, pero como la sucursal del mío está a dos cuadras del Maternus le di mi tarjeta de crédito y la contraseña, y en un cuarto de hora estuvo de vuelta y pude redondear con propina hasta los 800 € el pago del trabajo de estos tres hombres, a cada uno de los cuales les entregamos una botella de agua mineral, porque su desempeño es abrumador. Pero de una profesionalidad ejemplar, ni siquiera un rasguño en ninguno de los muebles. Alrededor de las 4:45 pm acabé de colocar el último de mis libros en su estante (Senos, de Ramón, ilustrado por Leonor Fini), mientras Montse desguazaba todos y cada uno de los cartones que no fuesen de mudanza (los de mudanza los guardamos para el traslado del resto de los libros y los objetos, la semana próxima) y llevó el desguace en un carro de la compra de ReWe al contenedor de basura del Maternus, en las entrañas de esta especie de montaña mágica de Thomas Mann, sólo que acá los residentes no son enfermos de los pulmones, sino de la peor de todas las enfermedades: esa masacre –Philip Roth dixit!– que es la vejez. Registraré por último que Diny, Montse y Chico (quien vigiló en Weiß las operaciones de la mudanza) se fueron a comer al chino. Por mi parte me limité a un vaso grande de leche y un descanso de ½ hora en la cama. Ya desempacaba y colocaba libros y archivadores cuando Montse y Diny regresaron, Chico vendrá mañana para colgar los cuadros, la obra gráfica y las fotos familiares, así como lo hará Rebeca para ayudar a Diny en la cocina (vajilla, cubiertos, etc.) y a ir de compras a ReWe. Acabo de pergeñar estas líneas a las 21:18,  así es que puedo contestarle a Luciano, que me lo preguntó, cuánto tiempo invierto en escribir este diario: hoy han sido 10’30”. Más o menos eso es lo que me ocupa ahora, y es un descanso ver cómo aparecen las letras en la pantalla y darme cuenta de que sigo siendo un cronista fiel de mi vida. De la procesión que llevo por dentro, de eso no quiero hablar. Y me apresuro a pulsar el logo de la pantalla, arriba a la izquierda, en la barra de tareas, para que el texto quede archivado. No me gustaría un pelo que un repentino black out de la corriente eléctrica hiciera que haya trabajado al santo botón.

Rodenkirchen, 14.1.

Mucho correo virtual recibido por mi artículo en El Trujamán, del Centro Virtual Cervantes, y reproducido en Vasos Comunicantes, acerca de Elckerlijc [Cualquiera], la obra maestra del teatro medieval neerlandés. En su momento fue un exito fulminante, y se tradujo tan rápido al inglés que muchos creyeron que Everyman era el original y Elckerlijc su traducción al neerlandés. En aquellos tiempos no se disponía de Internet.

Rebeca llega para poner orden en los roperos y la cocina e ir de compras a ReWe, Chico para colgar los cuadros, la obra gráfica, las fotos, el almanaque de cumpleaños, el calendario 2023 de Paul, un reloj. Yo voy bajo la lluvia a Weiß con Luciano, quien ha traído a su hijo pequeño, creo que se llama José. Cuando llegamos al piso, lo primero que veo, en la mesa del living, es un libro infantil titulado José. Así es que le pregunto al niño que cómo se llama y me dice que José. «Pues acá tienes un libro que se llama como tú, te lo regalo», le entrego el libro, se pone muy contento. Luciana llena varias sacas de libros para el Machado, y yo una de esas grandes de Ikea que me presta y luego me ayuda a llevarla hasta un carrito de la compra de ReWe, donde nos dimos un abrazo de despedida. Recuerdo los versos de Eloy Vaquero, ministro de la República, poeta, exiliado en Nueva York: «Cuando se encuentra un amigo / es que Dios hace un regalo». No creo en Dios pero sí que creo en el Destino, y él me hizo el regalo de Luciano.

Entre Rebeca y Chico han aderezado el piso con todos los chiches que de verlos a diario ni siquiera nos dábamos cuenta de su existencia. Luego Rebeca sale a comprar a ReWe y nos trae bocadillos de rosbif, y yo, con mis manos de trapo, en vez de rotar el salero para picarle sal al rosbif, lo destapo y se derraman ⅔ del contenido sobre la mesa y el suelo. Quiere la casualidad que Rebeca le compró a Diny ayer una aspiradora manual y en santiamén remedian ella y Chico el desparramo de sal. No les digo que en “La Sagrada Cena” de Leonardo, uno de los pormenores más interesantes es el de Judas derramando un salero, y que derramar sal es una superstición negativa bien extendida.Ya es bastante, de sobra, con la mala suerte que nos tocó el 28.11. Para redondear el cuadro de este día registro que prendida con alfileres a la cabecera de mi cama se encuentra la bufanda del Recre.

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