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Mientras tantoDe mi diario : Semana 20 / 2018

De mi diario : Semana 20 / 2018


 

Weiß/Colonia, 13.5.

La serie de Candice Renoir ayer, y la del joven Morse hoy, ambas alrededor de las 6:30 pm, como si los programadores quisieran decirnos subliminalmente que son series menores, de la serie B o poco menos. Y en realidad son bastante mejores que muchas de las que se anuncian a bombo y platillo para las horas–punta. Por cierto que la responsable del sector científico de la policía de Sète se llama Pascale Ibarrruri: ¿un guiño a la historia de la guerra civil española?

 

Viene mi Fígaro particular, mi Oskar de mi alma, con quien echo una larga parrafada en torno a sus estudios, porque los últimos boletines acusan un descenso en picada de sus prestaciones escolares. La semana que comienza mañana le toca el examen final, oral, de español, y me dice que el nuevo profesor (o profesora, no lo tengo en claro) le tomó ojeriza, porque su español es de lo mejor, como cuando tenía un profesor distinto. Pero que de cualquier modo, me dice, todos (sus padres, nosotros) nos estamos preocupando en exceso, él está seguro de que va a sacar adelante el año y el bachillerato. Oremus.

 

Guillermo me envía desde Copenhague el pdf con la maqueta provisional de El Canto XXV. Luego de repasarlo me llevo mentalmente las manos a la cabeza viendo la cantidad de erratas cometidas por mí y que han pasado directamente de mi manuscrito al pdf.

 

Weiß/Colonia, 14.5.

En una de las esquelas fúnebres del diario, hoy, un epígrafe que me hace sonreír: «”No hay amor sin dolor”, dijo la liebre y abrazó al erizo». El difunto, que en agosto habría cumplido 50 años, debió ser una persona de buen humor, y hasta me atrevo a suponer que ese epígrafe será una de sus frases famosas entre sus amigos. Algo así como si los míos, cuando me muera, me dedicasen una esquela en la que se leyese: «Hasta la Victoria (la de Samotracia) siempre».

 

Debo confesar que a causa de la publicación de El Canto XXV en Copenhague he tenido que leer tres veces el texto de la novela, y al final resulta que hasta me ha llegado a gustar. Tiene un sabor de autenticidad, es decir, de congruencia con la época en que transcurre, que no hubiese sido capaz de rescatar escribiendo sobre los mismos hechos (de los cuales son bastantes los que ocurrieron así) si lo hubiera intentado diez años más tarde, y no digamos ya casi sesenta. Así pues, y aunque solo fuese como testimonio de una época, creo que vale la pena publicarla.

 

Me llega el libro de Jesús Castañón, que debo leer y reseñar cuánto antes mejor, el Mundial de Rusia empieza dentro de un mes y un libro como este, sobre el lenguaje del fútbol, no puede ir a remolque del acontecimiento, debe precederlo.

 

Weiß/Colonia, 15.5.

2:00 am : Pasaron los dos primeros episodios de una miniserie inglesa, In the Dark. Me gusta, pero sabe a poco. Veremos quá pasa con los dos siguientes, que la cierran, el próximo lunes.

 

En La Modicana, casi a la hora del cierre, ya no nos esperaban. Pero es que Carlitos tenía un fuerte dolor de cabeza y se acostó un rato para ver si se le pasaba, y despertó recién a la 1:30 pm, cuando ya deberíamos estar en LM. Encargamos un plato del menú del día, espaguetis con sepia y salmón, para no joder al cocinero con un pedido extemporáneo. Y mientras esperamos le cuento a Carlitos lo de la esquela que vi ayer, y el epígrafe [«”No hay amor sin dolor”, dijo la liebre y abrazó al erizo»] y me comenta que le suena a dicho popular suabo. Apenas regreso a casa programo la frase en la máquina de busca de doña Hortensia Google, y en 0,34” me ofrece 513.000 resultados. ¡Adiós a mi conjetura de que fuese una frase propia del finado! Si acaso, una que repetía mucho. Como mi abuela Remedios, que cuando alguien decía, resignado, «¡Así es la vida!» acostumbraba apostillar: «Y al que más se quiere más pronto se olvida».

 

En el sexto episodio de la saga de Gereon Rath, que es el último por ahora, he descubierto tres palabras que no conocía: “direktemang”, adverbio que significa algo así como “[ir] derechito [al grano]”, “Bohei”, en la expresión “ohne Bohei”, aproximadamente “sin andarse por las ramas”, y “Geseier”, poco ± que “jeremiadas”. Es en palabras como estas donde se esconde la madre del idioma, hasta puede que avergonzada de tales hijos, lo que es una mera injusticia, ya que la única lengua válida es la hablada; la escrita es puro código para entenderse leyendo.

 

Un documental que me ha sabido a poco, “Héroes solitarios”, acerca de los alemanes que no se dejaron intimidar por el terror pardo y, con riesgo de sus vidas, escondieron judíos en sus casas durante la persecución nazi. No fueron pocos, y entre ellos hubo incluso un par de miembros del partido: a uno –no, a una, aquí sí vale la precisión genérica– le costó la vida. Y ahora que lo pienso, mientras lo escribo, eso del color pardo (color diarrea, para que nos entendamos), por el de los uniformes de los miembros del partido nazi, me hace recordar que el inferiocre que tuvo a España bajo su bota desde 1936 a 1975 residía en el palacio de El Pardo. ¿Casualidá?

 

Weiß/Colonia, 16.5.

Todo el santo día azacaneado con la puesta al día de la contabilidad doméstica. Y una buena noticia. Cuando mi asesor fiscal me pasó a mediados de febrero la copia de mi declaración de ingresos y gastos durante el 2016, calculaba que esta vez tan sólo tendría que pagar un plus de 444.74 € a Hacienda. Pues no, señor. Doña Hacienda se muestra generosa y me devuelve 49 €,  y no contenta con ello me rebaja en 170 € los anticipos trimestrales. Si lo sumo todo, son más de mil euros los que salgo ahorrando. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.

 

Por un cruce epistolar con Erna, en Graz, me planteo de nuevo el silencio de Rolando, de quien nada sabemos desde hace meses, parece que se lo hubiera tragado la tierra, y empecé a rastrillar su desaparición en la bandeja de entrada de mi estafeta virtual. El 14.11.16, a raíz del ¿triunfo? electoral del payaso del tupé rubio, le escribí: «Me atrevo a felicitarte porque no es es tejano», y me contestó amargamente que «lo lindo de la elección de Mister Trump es que este pinche pueblo tendrá la oportunidad de votar por él otros cuatro años. Pues, sí, los hay con suerte, ¿no?» El 1.12.16 recibió un email colectivo mío con la foto de una casa bombardeada en Aleppo y me acusó recibo diciéndome: «Qué triste, viejo. Lo de siempre, los inocentes son los que sufren». Luego le envié una hermosa tarjeta de felicitación personal por el Año Nuevo, que no respondió, ni tampoco a nuestra felicitación por su 88.º cumpleaños el 21.1.17. Dos meses después, el  25.3., este email mío: «Querido Rolando, llevamos meses sin saber nada de sumercé querida, como decimos en Boyacá. Ni siquiera acusaste recibo a nuestra felicitación por tu cumplesantos, según dicen en el Perú, y es menos agresivo que decir cumpleaños. Como es lógico sentimos inquietud porque lo cierto es que tengo tu dirección en 16 de mis listas de envíos colectivos, lo que significa que recibes no menos de diez envíos semanales (y más) que nunca me llegan devueltos; lo que a su vez significa que tu dirección sigue siendo la misma y lo que pasará, seguramente, es que no te tomas ya la molestia de abrir la estafeta, que aunque no es tan romántica como la de nuestro amado Galdós, tampoco es de desdeñar. Por favor, si lees estas líneas, envíanos un simple email diciéndonos que sigues vivito y coleando, nos dará mucha alegría. Con todo cariño desde tu hogar en Colonia, que lo sigue siendo, y con tu foto colgada en la pared principal del cuarto de los invitados, sendos abrazos de ambos los dos (© by Cantinflas), Diny & Ricardo». Pero recibimos la callada por respuesta.

 

Rolando Hinojosa : Tras el cruce epistolar con Erna le escribí a un amigo de Rolando, también chicano, explicándole que de repente desapareció sin decir oxte ni moxte: «¿Tienes alguna noticia al respecto?  Yo he hecho todas las gestiones posibles, hasta con sus colegas de la Uni de Texas en Austin, y nadie sabe nada de nada, como si se lo hubiese tragado la tierra». Horas más tarde me contestó: «Rolando tiene 89 años pero está muy sano y en sus cabales. Toma café con ellos [Arturo Madrid, de la Trinity University en San Antonio, y Jaime Chahin, de la Texas State University en San Marcos] en Austin una vez al mes. Ya no contesta los correos ni el teléfono. Su hija Clarissa vive al lado de su casa y es por medio de ella como se comunican con él. Jaime me dio su teléfono: 512 296 7073. Háblale y ella te puede pasar a Rolando para que lo saludes». Y le respondí que me quedaba tranquilo al saber que Rolando sigue vivo y coleando, aunque haya roto sus amarras con el dìa a día. Y que no sé si llamaré al teléfono que me ha pasado, a) porque no creo que Clarissa hable español, y yo desde luego no hablo inglés; y b) si Rolando ha elegido ese camino, quiénes somos nosotros para salir corriendo detrás de él. No encaja bien con mi imagen de Rolando esta despedida suya a la francesa, pero bien decía mi abuela Remedios que más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena.

 

Weiß/Colonia, 17.5.

Comentándome la columna de Diego, hoy, en El Colombiano, José María me escribe: «Es paradójico; somos dependientes todos de un patrón, al que consideramos injusto, explotador y muchas otras bellezas. Cuando la rueda de la fortuna nos coloca en posición dominante y tenemos a otros como empleados, queremos sacar ventaja y pagar menos y exigir más a ese que hoy es lo que yo en su momento, y se nos olvida, convenientemente, lo que pensamos sobre el patrón. ¡Qué homos tan estúpidos y olvidadizos somos! Y obvio: algunos al querer romper el paradigma, salen a deberle a la costumbre. En fin: sigamos en la lucha a ver si alguna vez logramos el status de inteligentes». Le contesto: «El homo sapiens está bastante más difundido de lo que teme tu pesimismo. Lo que no tomas en cuenta es que a mayor inteligencia, mayor es el miedo. Porque los especímenes bestiales (es el adjetivo correcto) que también se agrupan nominalmente en ese colectivo, son diestros en algo que el homo sapiens no aprenderá nunca: el arte de depredar al prójimo. Ya que no por la razón, sí por la fuerza. En el escudo nacional de Chile se manejan ambas alternativas, «Por la razón o la fuerza», la segunda encarnada de manera ejemplar por aquel mal bicho que era Pinochet».

 

Weiß/Colonia, 18.5.

0:20 am : Una peli que no conocía, Il Divo, y que me reconcilia con el cine italiano después del fiasco de La grande bellezza. Para mi sorpresa, y al aparecer los títulos de créditos al final (la empecé a ver cuando había empezado, me perdí los primeros 3 o 4 minutos), me doy cuenta de que se trata del mismo director, Paolo Sorrentino. Y bueno, me digo, a veces comes gloria y cagas mierda, y a veces, como con Il Divo, diseccionas sin contemplaciones el pantano de la política italiana, es decir, comes mierda, y cagas gloria. La peli me ha hecho recordar mi deuda pendiente con el teatro italiano, una relectura de Corrupción en el Palacio de Justicia, de Ugo Betti, que es de 1945 y una de las obras que más me han impresionado en mi larga historia de amor con los textos teatrales. Creo poder aventurar la sospecha de que en términos relativos (las obras de teatro suelen ser más breves que las novelas) he leído muchísimo más teatro que novelas, y no sólo eso, sino que Sófocles, Shakespeare, Lope, Calderón, Molière, Schiller, Ibsen y Chéjov, y Pirandello, ¡y Bernard Shaw!, pero también O’Neill, Saroyan, Tennessee Williams, Arthur Miller, incluso Buero Vallejo, y desde luego Camus, Sartre (¡ojo!, el dramaturgo), Lao She, Brecht y Harold Pinter me han influido más que cualesquiera otra lectura. Y creo que se nota bastante cuando se leen mis cuentos y se presta atención a la carpintería de sus diálogos.

 

Voy con Carlitos donde Arzola, para que me recomponga la compu portátil de Diny, que se ha declarado en huelga de brazos caídos por lo que respecta a su conexión con Internet, y esta vez soy incapaz de componerla yo solito. Le dejamos el aparato y nos vamos a almorzar, ¿dónde?, ¡pues a qué otro lugar sino La Modicana! La persianita, como Carlitos la llama, nos comunica al vernos entrar que es la primera vez que lo hacemos en un viernes. Alguna vez tenía que ser.

 

Compré vía Booklooker Susanne y el Pacífico, de Giraudoux, para regalársela a Suzana en su cumpleaños, y me llegó hoy el ejemplar, con el correo quelonio. Abro el libro y lo primero que veo, en la página de guarda, es la impresión de un sello de caucho donde puede leerse «Aus der Bibliothek von Karlheinz Deschner». Con lo cual me queda claro que este ejemplar me lo voy a quedar yo, y le regalaré a Suzana el mío, que está como nuevo. ¡Tener en mi biblioteca un libro que perteneció a la de uno de mis autores alemanes predilectos! Hosanna in excelsis!

 

Las notas finales de Oskar en la escuela casi no pueden ser peores. Y no quiere repetir un año, como hizo Paul, y le hizo mucho bien. No me consuela ponerme a pensar en las malas notas escolares de tantos genios. A riesgo de asumir una blasfemia, preferiría setenta veces siete unas buenas notas escolares suyas a que fuese un genio.

 

Aunque tarde, llegó recién ahora (10:30 pm) a la página web de EE mi columna de hoy, que de mañanita en Rolópolis ya había aparecido en la edición en soporte papel. Ni qué decir tiene lo que se me ocurriria comentar al respecto, si no fuese por el miedo que le tengo a la venganza de la Cibernética, que no tolera que se le tome el pelo sin darse cuenta de que es calva. Pobre. Y dicho sea de paso, acabo de descubrir que Erwin Dressel, el jovencísimo compositor de la ópera que comento en mi columna, nació como yo un 10 de junio, treinta años antes, en 1909.

 

Weiß/Colonia, 19.5.

La mejor amiga de Diny, desde sus años juveniles, Rieki, en casa con sus dos hijas, Judith y Godelieve. Las estuve esperando hasta casi las 4:00 para saludarlas antes de echarme a dormir la siesta, pero la charla se armó tan entretenida que son las 10:30 y no hemos parado de hablar desde que llegaron, incluso platicamos durante la cena a pesar del excelente festín que preparó Diny: sopa de raíz de apio con fideos a voluntad, enrollado de carne de res a la manera renana, y fresas del lugar, no de Lepe, y todo regado con un Carménère generoso y entrador. Judith siente mucho interés por el Arte (incluso pinta) y se encontró en su salsa con los grabados de Amighetti y de Günter Grass, los óleos de Gerhard Hospers y Nono Carrillo, y se llevó una gran alegría cuando me dijo que amaba la pintura de Paula Modersohn–Becker y como respuesta le presté la formidable biografía de la gran Paula, por Barbara Beuys. Por su parte Godelieve se divirtió de lo lindo con las proezas raperas de Oskar. Y también hablamos largo y tendido del problema del separatismo catalán, lo que me llevó a hablarles de Ibsen y su batalla contra la Lebenslüge. No conocían Casa de muñecas, les digo que tienen que leerla sin falta. Este ha sido un día ganado contra el olvido. A Judith y Godelieve no las veía desde que eran niñas, y creo que en estas casi siete horas hemos recuperado muchos años de no vernos. Si eso no es un regalo de los dioses que gobiernan nuestras horas, es que entiendo muy poca cosa de la más elemental de las economías: la del tiempo de nuestro reloj de arena interno.

 

***************THE END***************

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