Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoDe mi Diario : Semana 21 / 2012

De mi Diario : Semana 21 / 2012


 

Weiß/Colonia, 20.5.

He olvidado por completo consignar en el diario que estamos sin tele desde que regresamos el sábado 12 por la noche. Están instalando unos nuevos cables, con motivo de la digitalización 100% del sistema, y no terminarán los trabajos hasta mediados de la siguiente semana. Así es que tenemos desde el sábado unas jornadas nocturnas dedicadas a la escritura y la lectura, si bien me resiento de estar tantos días sin ver pelis. Sea lo que fuere, y como ayer terminé todo a tiempo, decidí concederme una pausa y me fui a casa de Montse para ver la final en Múnich de la Champions League. Y aunque el Bayern le cae mal a todo el mundo en Alemania, menos a los propios hinchas, yo deseaba que ganase, porque jugaba en su casa y ningún equipo logró hasta ahora la hazaña de alzarse con el título a domicilio, y sobre todo porque el Chelsea no es otra cosa que la propiedad privada de un ruso que sólo los dioses proserpinos saben cómo fue que consiguió hacerse multimillonario. Oskar aguantó hasta el final del tiempo reglamentario, pero se negó a ver la prórroga, aunque bajó luego como un rayo para no perderse los penaltis. Y yo, en el bus de regreso a casa, estuve dándole vueltas a la cabeza a un tuit que esta mañana tempranito le ofrecí a mi querido y admirado Alberto Salcedo, y él ha subido ipso fuckto a su cuenta Twitter: «Desde el ZenithSanPetersburgo [2008] ningún equipo de la ex Unión Soviética ganaba un título europeo: hasta ayer el Chelsea. (Ricardo Bada)».

 

Weiß/Colonia, 21.5. (1)

Montse tiene que salir de compras y me llama para saber si puedo hacerme cargo de Henri una hora (una hora de Montse logra alcanzar fácil los 180 minutos). Le digo que sí y que lo sacaré a pasear al Rhin, pero al llegar me lo encuentro en el jardinzote de la casa, pateando balones de fútbol y no hay manera de convencerlo de que salgamos de paseo. Así es que nos quedamos allí y aprovecho para irle enseñando alguna que otra palabra, en alemán: Farn, Rose, Hängematte [helecho, rosa, hamaca]. Me alegra sobre todo que aprenda tan rápidamente la tetrasílaba, así es que lleno de orgullo, al regresar su madre, le señalo la hamaca a Henri y le pregunto: «¿Cómo se llama esto?» «Hänge–matte!» responde Henri. Y Montse: «Sí, se la enseñó Oskar, que se tiende muchas veces con él en ella». Mi gozo en un pozo, más dura será la caída, trágame tierra, etc.

 

Weiß/Colonia, 21.5. (2)

De lo de Montse voy con el bus a Rodenkirchen, al fotógrafo. Es un negocio nuevo, no conozco al dueño, alto y fornido y con un cuidado mostacho en forma de manillar de bici. «Necesito una foto biométrica para renovar mi pasaporte», le digo, después de saludar. Me mira y no contesta altiro. Finalmente me pregunta: «¿Y quiere usted que se la haga?» Tengo que reírme y le ruego: «Por favor». Y él: «Es que de su formulación no se desprendía claramente». Humor coloniense. 

 

Weiß/Colonia, 21.5. (3)

GNQ me reprocha el envío de un vídeo donde Cela define el renombrado cipote de Archidona: «Ay Ricardo, Ricardo, de modo que despotricas de Sabato, Fuentes o el Che (que, no se olvide, pese a las calumnias de los ricachos de Miami, renunció a un Ministerio de Sanidad para irse a Bolivia a seguir luchando, lo que da, como poco, que pensar) y muestras tu simpatía por las vulgaridades de ese pastichero literario que, además, fue un chivato que vendió a sus amigos a cambio de ser readmitido por el enano dictador. A veces, amigo, no sé qué pensar. Supongo que lo haces para epatar. Pero ya el epate no epata. Ni siquiera empata. Posdata [por un comentario mío]: La cara de la secretaria no es un poema porque evidentemente es todo un montaje, una actuación, vaya». Le respondo a vuelta de correos: «Convengamos en una cosa. Que cuando según tú despotrico contra Sabato, Fuentes o el Che, lo hago siempre argumentando, no despotricando. Y que siempre he añadido, en el caso del Che, que respeto su figura como víctima de sus ideas, aun cuando no las comparta. De manera que ahora, por lo mismo que doy razones cuando argumento contra Sabato, Fuentes o el Che, me considero en el deber de argumentarte que a mí Camilo José Cela me trató siempre, desde el primer momento, con gran afecto y, sin deberme nada de nada, siempre habló de mí en los términos más elogiosos y que, a veces, llegaron a avergonzarme (una vez me dedicó una columna ad hoc). Aparte de eso, que ya sería bastante en razón del puro agradecimiento, me gusta gran parte de lo que escribió y en especial tengo su Viaje a la Alcarria por uno de los clásicos y de las obras maestras del idioma. Y en cuanto a todo lo que se le ha achacado en materia de soplonería, plagios y demás, no pongo en duda que sea cierto, en todo o en parte, pero con ese criterio no leería ni mostraría simpatía alguna por Quevedo, para quedarnos en ejemplos españoles, o por Borges (lee Borges, el libro de Adolfo Bioy Casares), para poner un ejemplo hispanoamericano. Last but not least, es evidente que el dictado se trata de un montaje, pero eso no obsta para que la cara de la secretaria sea un poema. Tú mismo lo dices, es una actuación. Como Carmen Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios, sin ir más lejos: ¿no es su cara también un poema en esa actuación?  En fin, como diría Lutero, aquí me planto y de ahí no me muevo. Si no te gusta, sorry. Ni que decir tiene que eso no le quita ni un ápice de afecto a mi abrazo de despedida».

 

Weiß/Colonia, 22.5. (1)

A las 8.18 am comienza el impacable sonido de los taladros. Los instaladores del nuevo sistema digital de la tele parecen haber mordido granito en el piso del vecino, medianero con el nuestro, y menos mal que a las 10.30 llega Carlitos, con Rebeca, y nos vamos a Düsseldorf, para renovar ella y yo nuestros pasaportes en el consulado. A Rebeca casi no le aceptan la foto que ha traido, porque el fotógrafo le recortó 0,0001 mm del pelo. Pero ella sonríe de tal modo que incluso un funcionario del FBI le habría dado (con esa foto) un pase para visitar la Casa Blanca. Y luego, de Düsseldorf, en la orilla derecha del Rhin, donde ya comienza Siberia, regresamos lo más pronto que podemos a la orilla buena, la nuestra, la izquierda, por el puente de Neuss, y los tres nos vamos a almorzar en La Modicana, de la que faltábamos ya desde hace un mes.

 

Weiß/Colonia, 22.5. (2)

Terminé de leer anoche el 12° caso de Montalbano, el comisario protagonista de la saga que escribe Andrea Camilleri. Una de mis series favoritas entre las policiales. Anoté una escena en la que el comisario pregunta por cierta jockey, Beatrice, y su acompañante le responde que es una puta, que seguro estará echando un polvo en algún lugar con algún caballerizo, como suele hacer siempre antes de una carrera: «Dice que así siente después mejor al caballo. ¿Sabías tú que los corredores de Fórmula 1 también sienten con el trasero cómo están corriendo sus bólidos?  Pues Beatrice igual, dice que siente cómo corre su caballo, si antes»  El comisario la interrumpe, y yo me acordé del mejor arquero de todos los tiempos, de mi tocayo Ricardo Zamora, que decía que la mejor preparación para un partido importante era echar un polvo, que después se saltaba al césped del estadio completamente relajado. Pero cualquiera es capaz de venderle esa teoría a los monstruos frankensteinianos de hoy, los Oliver Kahn, los Buffon, los Cech Quizás a Iker Casillas sí, el muchacho me cae bien a pesar de ser del Real, fue el único que le plantó cara a ese tal Mourinho [=morito] que presume de Cristiano.

 

Weiß/Colonia, 22.5. (3)

Se tercia el diálogo email, con mi tocayo en Buenos Aires, sobre el tema de la muerte heroica, y me escribe: «Para muerte valerosa, ninguna como la de Aparicio Saravia que se fue a revistar las tropas en el frente todo vestido de blanco y hasta su caballo del mismo color, como desafiando al enemigo». Le contesto: «Lo de Aparicio Saravia fue una gesta. De todos modos, a mí el héroe militar que más me ha impresionado siempre, desde que leí a Tucídides, es Leónidas, el espartano. Sobre todo ese momento cuando el soldado llega y le dice que los persas disparan tantas flechas que tapan el sol, y él responde: “Mejor, así pelearemos a la sombra”. Es como en Trafalgar, el primero de los Episodios Nacionales, de Galdós, donde el verdadero héroe es un inglés. La muerte de Nelson contada por GaldósQué grande era don Benito y qué mal lo trató Cortázar en Rayuela, es una cuenta pendiente que tengo con Julio, y se la pienso cobrar». Me responde mi tocayo: «Para muchos críticos Cortázar ninguneó a don Benito como novelista. Tendría que volver a leer la obra para poder opinar ahora, pero recuerdo que hasta se habló de que los descendientes de Galdós podrían iniciar acciones judiciales. Raro en Cortázar que siempre fue un hombre parco, callado». Le contesto: «Para acciones judiciales no alcanza con ese capítulo de Rayuela, y por otra parte, con la mano en el pecho, como el caballero de El Greco, ¿creés vos que aunque sea todo un señor Cortázar quien lo critique, se empequeñece por eso la obra de don Benito?  ¡Amos, anda!, como dicen los madrileños. A Galdós lo seguirán leyendo los lectores cuando a Cortázar nada más que lo lean los académicos. Y ese es el criterio dirimente. “Lo demás es literatura”, Verlaine dixit!, esto es: Mierda. Bada dixit!»

 

Weiß/Colonia, 23.5. (1)

Leo en el diario el caso del ladrón que asaltó una tienda de material fotográfico de las que están adosadas a la fachada norte de la catedral (¿por qué será que a los mercaderes siempre los han atraido los templos?), se activó la alarma y el hombre tuvo que salir por pies. Pero en vez de huir en dirección a la estación central, o a la Calle Mayor, o al Rhin, hizo lo “más difícil todavía”: saltar al techo plano de la tienda y de allí a un ascensor de los que usan los obreros que trabajan en los andamios restaurando la catedral. Se fugó hacia arriba, como en las pelis, lo cual siempre me ha parecido el colmo de la estupidez y de la falta de profesionalidad. Ahora bien, lo que me pregunto es si se trata de un caso de mímesis, en este del ladrón de Colonia, o es el resultado de un instinto ad hoc y equivocado, que echaría por tierra toda la teoría de Darwin. Aunque si lo pienso bien, y se tratara de mímesis, este ladrón sería todavía más tonto que los personajes de las pelis a los que hubiese imitado: de sobra tendría que saber que arriba no te ayuda ni Dios. Sic.

 

Weiß/Colonia, 23.5. (2)

Me llegan los comentarios más descacharrantes acerca de la grabación vídeo del Cervantes con la entrevista que me hizo Helena en Hamburgo el 15 de marzo, previa a mi conferencia sobre Mafalda. Alguien llega a un gran extremo de desvergüenza (espero y confío en que se trate sólo de una broma) comentando que soy un alemán que habla en español. Hay muchos amigos hechos a través de emails que es la primera vez que me han visto y oído, y todos se han llevado una impresión diferente. Apenas pueda, volveré a regalarme un pase del DVD de Rashomon.

 

Weiß/Colonia, 24.5. (1)

Rebeca forma parte de uno de los comités cívicos ad honorem que se encargan de cuidar por la buena fama y el buen aspecto de su barrio, Zollstock, y consiguieron socializarle 1.500 euros a la Caja de Ahorros de Colonia para restaurar y adecentar la fuente del niño cabalgando lo que parece un pez volador, pero es más bien algo a medio camino entre una carpa y un rodaballo, en la Plaza Stephano, donde hasta hace un par de años vivía Javier Salinas. Y ayer fue la entrega oficial del trabajo, con prensa y foto, y la foto (con Rebeca) aparece hoy en el diario, en el cuaderno dedicado a los barrios. Cuando regresa Diny de su gimnasia matinal de los jueves le pregunto si ya la vio, me dice que no, se la muestro, e inmediatamente empieza a salir humo de los teléfonos de la familia Bada-Hansen. Se diría que somos sioux, sin saberlo.

 

Weiß/Colonia, 24.5. (2)

Mientras transcribo las notas de mi viaje a Madrid se me ocurre la siguiente reflexión acerca de lo que en mis tiempos universitarios se llamaba “un caso práctico”. Tres amigos se reúnen para almorzar, dos de ellos acompañados de sus esposas. Cuando piden la cuenta son 150 euros, y el mayor de los amigos, casado, aún anclado en el cliché de la caballerosidad, dice que dividido por tres tocan a 50 cada uno. Pero el amigo sin pareja dice que no, que dividido por cinco son 30, y por lo tanto a cada pareja le toca pagar 60, y a él 30. Es en detalles como estos donde más se pone de manifiesto la crisis. Y lo peor de todo es que el amigo sin pareja tiene toda la razón.

 

Weiß/Colonia, 25.5.

A partir de hoy y hasta el domingo los abuelos se trasladan a vivir a casa de los nietos, porque los padres de los nietos aprovechan el largo fin de semana de Pentecostés para visitar amigos en la provincia (léase Berlín). Y es evidentemente mejor que seamos nosotros quienes nos vayamos a esa linda casa con su jardinzote, que no que los tres temibles tigres trasladen sus cotos de caza a nuestro apartamento. Sobre todo teniendo en cuenta que no acá no dispondrían de tele hasta el jueves de la semana próxima.

 

Weiß/Colonia, 26.5. (1)

Después del desayuno en casa de Montse, y de sacar de su camita a Henri, recién despertado, y tratar de comérmelo a besos dejándole una parte alícuota a Diny, me vengo a casa con el bus, para poder trabajar aquí a mi aire y no al de la compu de Montse, que es de las que funcionan todavía en base al carbón de leña, mientras que su teclado parece programado para el uso de perisodáctilos y no de seres humanos, no sé como es que Montse se las apaña para teclear en él. Yo hice anoche una revisión de un texto y escribi cuatro emails y me quedé con los dedos a la miseria, como si hubiese tocado la parte solista del concierto para violin de Khachaturianpero sin arco.

 

Weiß/Colonia, 26.5. (2)

En Huelva, mi familia, sobre todo mi hermana, que quiere muchísimo a Diny, siempre me llama “Ricaro” cuando ella está presente. Es una burla inocente, pactada y admitida, porque en los oídos andaluces, cuando Diny pronuncia mi nombre suena como “Ricaro”. Tan justamente en los oídos andaluces, especializados en engullir toas las des de tos los participios pasaos y tos los adjetivos terminaos en “ado”. Siempre lo recuerdo cuando, como hoy, al almorzar aquí en casa, saco la servilleta del aro que Diny ha marcado con un “Ricaro” a mi juicio superfluo. Digo yo que superfluo porque sólo son dos servilletas y cada uno de nosotros enrolla la suya de manera distinta, así es que no hay lugar a la confusión. PeroOrdnung muß sein!  El orden, ante todo.

 

***********FIN***********

Más del autor

-publicidad-spot_img