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Mientras tantoDe mi diario : Semana 21 / 2019

De mi diario : Semana 21 / 2019


 

Weiß/Colonia, 19.5.

Pasó a visitarnos Rebeca, para despedirse. El 28 vuela a Mallorca con Montse, de vacaciones. Con el tiempo, las dos hermanas han establecido una relación bastante estrecha, reflejo de la que hubo un tiempo entre Montse y Chico, que no es que se haya roto, pero no tiene ya aquel carácter simbiótico que tuvo durante años y les llevó incluso a compartir un apartamento en la Apostelnstrasse, mi primera calle “laboral” en Colonia, allá estaba en 1965 la redacción de la Deutsche Welle, en el mero mero cogollo del centro de la ciudad.

 

Después de leer mi diario, Carmen Hernández Pinzón me escribe para decirme: «El vermut de Sáenz dicen que es uno de los mejores de España. Y del vino de naranja ni te digo». A vuelta de correos le contesto: «Claro que sé lo que son el vermut de Moguer, y el vino naranja. Es por eso que los amigos me consienten con tales regalos. Sobre todo con el vermut moguereño, al que Xavier Domingo le dedicó lo más parecido a un madrigal que puede salir de la pluma de un gastrónomo». Según él, los vermuts huelvanos son «de granel fragantes».

 

Gran parte de la tarde la ha dedicado a la contabilidad doméstica, rellenar los formularios para las transferencias pagando facturas médicas, una tarea apabullante cuando los médicos no te envían las facturas con los formularios ya rellenos y sólo a falta de tu firma. Los números IBAN son una pesadilla para transcribirlos. La recontrarremilputa madre que parió al que los inventó.

 

Weiß/Colonia, 20.5.

Voy a la sucursal del Kommerzbank de Rodenkirchen, para despachar las transferencias que fueron mi tarea de ayer, y una de 2.500 € para Oskar, como anticipo a su seguro de vida, el que le liquidaremos cuando cumpla 20 ó 21 años. A mí me parece una trochería que se gaste tanto dinero en sus vacaciones de 15 días en Barcelona, pero los padres estàn conformes (llamé ayer a Montse para confirmar este punto) y el dinero es suyo, así es que puede hacer de su capa un sayo y más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena, muy cierto, amigo Sancho Panza.

 

Descubro en el blog de Carla un post dedicado a deseos y consejos librescos, entre ellos el de la robinsonada de Gerhart Hauptmann, La prodigiosa Isla de las Damas, dándome el crédito de que fui yo, con mi artículo en Nexos, quien le llamó la atención acerca de esa novela.

 

Weiß/Colonia, 21.5.

Anoche me quedé dormido delante del televisor, me desperté a las 2:50 am y al ver que estaban pasando un episodio de la serie Spooks me di cuenta de mi dormidera enmedio de un episodio del inspector Banks. Después de felicitar a Cinta por su cumpleaños me fui derechito al catre. Y ahora, al levantarme a las 10;38, me encuentro el ventanal del dormitorio tacbonado por la lluvia, y con que no nos llegó el Kölner Stadt Anzeiger. Llamo para reclamar y me dan una excusa que me deja patidifuso, estupefacto y cariacontecido, como se leía en los tebeos de mi infancia: el paquete con los ejemplares para distribución en este sector ha sido robado durante la noche. ¡¿Pero quién roba un paquete de ejemplares de un diario?! La única explicación que se me ocurre es que se trata de un acto de vandalismo. El imperio de los sin ley crece y crece. Yo entendería que robasen una cántara de leche, una cesta llena de pan, un jamón, unas cajas con botellas de agua mineral o de cerveza ¿pero un atado con cien ejemplares de un diario? ¿Para qué, para venderlos a mitad de precio? ¿Dónde? La policía aparecería por allí ¼ de hora después, alertada por el primer comprador con conciencia cívica. Quedan algunos.

 

Llegó Carlitos a la 1:00 y me trajo el Kölner Stadt Anzeiger de hoy, recién recogido abajo, en nuestro buzón. Así es que llamo de nuevo a Reclamaciones y me atiende la misma chica que hace dos horas; le explico que el diario nos ha llegado aunque tarde, y que por lo mismo anule la bonificación que ya nos había hecho dos horas antes. Pero me contesta que no, que lo va a dejar como está, que lo considere una pequeñita indemnización por la molestia de la no entrega matutina. Esto se llama una forma sana de entender el capitalismo: tener contento al cliente.

 

En La Modicana encarga Carlitos orecchiette con salsa blanca y brócoli, y yo mis espaguettis à le pauvre Jean. Al rato se queja Carlitos de lo mucho que tardan en servirnos, le digo que otras veces hemos esperado más, me replica que es que tiene mucha hambre. Al poco la persianita nos trae nuestros encargos, y al rato se queja Carlitos de lo grande de la porción que le trajo. «Pero si tenías tanta hambre», le arguyo. «Sí, pero se espantó al ver la porción», me contesta. Ay Señor, cómo envidio a esta gente que siempre tiene una respuesta para todo.

 

Concluyo la lectura de la trilogía del comisario Stave entre los escombros del Hamburgo de la posguerra –invierno del 47 a junio del 48– y me deja un buen sabor de boca. Lástima que Cay Rademacher no la siguiese y emprendiera otra saga ambientada en la Provenza, adonde se fue a vivir con su esposa francesa y sus tres hijos, y protagonizada por el capitán Roger Blanc. Voy a comprar la primera entrega y el resto sólo si me hace tilín esa introducción. En la trilogía del  comisario Stave me sigue sorprendiendo la tenacidad en llamar whiskey al whisky, y retengo la escena de la despedida entre el comisario y su ayudante oficial, el teniente MacDonald, de las tropas de ocupación inglesas, a quien destinan a Berlín cuando comienza su bloqueo por parte de la Unión Soviética. El teniente le pide a Stave que no se preocupe por él: «Sobrevolaremos la Puerta de Brandeburgo en una hora». Stave comenta, lacónico: «El tiempo no es bueno». Y MacDonald le replica: «Somos ingleses. Recién empezamos a inquietarnos cuando sale el sol».

 

Weiß/Colonia, 22.5.

Segundo día consecutivo sin el Kölner Stadt Anzeiger, pero hoy sin el final feliz de ayer. Uno ya no sabe qué pensar si recuerda los prejuicios positivos acumulados acerca de la puntualidad y la seriedad de los alemanes.

 

Le escribí a mis hijos para darles un dar de sugerencias acerca de lo que me podrían regalar (si es que me quieren regalar algo, les especifiqué) en  mi 80.º cumplesantos, y como siempre hago en estos casos abrí la página web de DeepL y pergeñé mi texto en la mitad zurda del monitor, que se iba traduciendo automáticamente en la mitad diestra, Entretanto ha mejorado mucho el servicio, aunque aún padezca nanitas como la de confundir el “ustedes” con el “vosotros” y el “tú con el “usted”. Pero eso es peccata minuta y que se arregla fácilmente al editar el texto. Lo que me dejó sorprendido es que mi texto terminase firmada por “Kartoffel”, hasta que me di cuenta de que en el original español lo había firmado como “Papa”, en alemán, y no “Papá”, en español. ¡Kartoffel! Lo que me faltaba. A la vejez, patata.

 

Weiß/Colonia, 23.5.

Me despierto alrededor de las 4:00 am con un dolor lancinante en la espalda, parece el que provocaría una dentellada de caimán que se hubiera abierto camino debajo de mi omoplato derecho. Pese al dolor que me causa, me arrastro de la cama a la compu y le mando un  email a Indira, cancelando la cita que teníamos a las 12. Me arrastro de vuelta a la cama pero el dolor es tan intenso que no puedo conciliar el sueño. Finalmente, cuando Diny se despierta, alrededor de las 6:30, le cuento y me somete a una sesión de masaje y una friega con bálsamo alcanforado de resulta de las cuales quedo groggy y tendido en la cama sin ganas ni deseos de nada, excepto, quizás, de morir. Me hace reflexionar una vez más en la naturaleza del dolor, que no la justifica nada, si se lo contempla aceptando como base la cosmogonía cristiana. ¿Qué Dios puede estar interesado en que sufran sus criaturas?

 

Cuando Diny se marcha a casa de Angie & Vincent, que quiere que la abuela vuelva a cocinar para él, al rato me levanto, me preparo un té y como un cruasán leyendo el diario y procurando no hacer movimientos que despierten al caimán. Luego llamo por teléfono a Carlitos, que también iba a acudir a la cita con Indira, para avisarle de que no tendrá lugar, y él a cambio me cuenta que vendió su Citroën tiburón, su “obra de arte”, como solía nombrarlo. Hace tiempo (léase años) que se lo venía recomendando, que lo vendiese de una maldita vez, menos mal que al final me hizo caso y hasta le sacó un buen precio –¡se trata de una reliquia de un mundo que ya no existe!–, amén de lo que se ahorra en materia de impuestos y seguros.

 

Después de telefonear con Carlitos busqué entre las cuatro Biblias que hay en esta casa, me decidí por la de Casiodoro de Reina (como hubiera hecho Cortázar) y releí el Libro de Job. Una vez más me sorprende la crueldad de Jehová con alguien que le ama de todo corazón. Es algo de a deveras vomitivo. Acabo de terminar la relectura y cierro los ojos intentando desterrar de mi cine interior las imágenes acumuladas mientras leía. Un Dios hijueputa como Jehová, cuya sola motivación para hacer el mal a sus criaturas parece ser una egomaníaca obsesión por demostrar su omnipotencia, un Dios tan sádico y atrabiliario se lo regalo a los cristianos, como le regalo a la gauche divine su Che Guevara: envuelto en celofán y con un moñito encima.

 

Me escribe Guillermo desde su Orquidiócesis colombiana para decirme que rebauticé a Néstor Almendros como Nelson, en este diario, al hablar de Días del cielo, la peli de Terrence Malik, y me digo que menos mal no lo hice como Almendras, porque me hubieran culpado de homofobia, a mí, que tantos y tan buenos amigos homosexuales he tenido y tengo. Y por cuyos derechos me embanderé siempre frente a machistas homofóbicos como el tal Che Guevara y su feligresía.

 

Hoy hace diez años murió José Miguel, mañana serán 41 de la muerte de mi padre. Pero para mí no se ha muerto ninguno de los dos. Para mí fueron dos faros en mi desempeño en este mundo. De José Miguel admiré la lucidez de su mente y el calor de su amistad, de mi padre su bondad sin tacha y lo que yo llamo la inteligencia del corazón, que ha heredado su nieta Rebeca.

 

Weiß/Colonia, 24.5.

Diny volvió a hacerme un masaje y darme una friega del bálsamo alcanforado antes de irse a dormir anoche. Yo lo hice alrededor de las 3:30 am y he dormido de un tirón, como un lirón, hasta ≠ las 10:30, y al despertarme constato, tras unos instantes de incredulidad, que el caimán se fue para Barranquilla, que es lo suyo. Ha dejado, sí, una cría, un caimancito juguetón que de vez en cuando tira una dentelladita. Me ha hecho recordar aquellas tardes tórridas de los veranos en Huelva, cuando Javier y yo, amodorrados pero impenitentemente en pie de guerra contra «el vulgo municipal y espeso», inventamos tantas cosas. Entre ellas un diccionario heterodoxo en el que definimos al cocodrilo como «una lagartija que ha leído a Nietzsche». Como debe de ser esta que ha encontrado hospedaje transitorio (así lo espero) bajo mi omoplato derecho y antes de leer a Nietzsche. Oremus.

 

Después de leer la columna de Diego en El Colombiano, me escribe José María desde su beatus ille caribe: «Justamente este martes que llegué de Medellín a Arboletes, encontré en el fondo del tacho vacío de la basura un ratoncito medio muerto del susto. Alguna otra vez los ejecuté sin miramientos, ni misericordia. Esta vez no fui capaz. Algo me ha estado diciendo el Universo por estos días y consideré que no soy dueño de la vida de nadie. Si el ratón me visita, es porque encuentra sus razones comestibles para hacerlo, y si no lo quiero en casa, lo más obvio es no dejarle nada a su alcance. Lo liberé. Que siga rebuscando su sustento en los descuidos de otros y que se juegue su vida como lo hacemos todos, buscando alimento, pero en otro lado. Que pase de visita si gusta, no tengo problema. Ni gato». Chapeau! Pero le contesto preguntándole si sabe cuál es el promedio de vida de un ratón. Me responde que ni la más mínima idea. Se lo explico: «En un laboratorio hasta seis meses. Libres, el promedio es un mes: son los bocatti di cardinale de una docena de especies carnívoras depredadoras».

 

Encontrada en una cuenta Twiter esta cita de Simenon: «Maupassant, a mis ojos, se acerca lo máximo posible al artista puro, un poco al modo de Van Gogh, con quien le he encontrado afinidades; pero esto no es más que la opinión de un hombre que se defiende de tener ideas». ¡Grande Simenon! Y qué súper miopìa la de la Academia Sueca al no concederle el Nobel.

 

Weiß/Colonia, 25.5.

2:15 am : Bandolero, otro western en el espacio semanal que presenta el canal bávaro, sólo que esta vez no se trata de una obra maestra sino epigonal. Se barrunta ya en los títulos de crédito, donde el compositor (no retuve su nombre, ni eso importa) trató de seguir las pautas de un tal Ennio Morricone. El reparto es de primera categoría, el guion no es malo, pero hay algo que no funciona en el conjunto. Creo que puedo definirlo diciendo que los western italianos parece que hubiesen sido filmados en el desierto de Nevada, mientras que esta peli gringa se diría que fue rodada en el desierto de Almería. Escrito sea con todos los respetos a Almería y su desierto,

 

Ayer vi en el Kölner Stadt Anzeiger, durante el desayuno, y olvidé anotarlo aquí, la gacetilla sobre una manifestación de maestras de escuela y monitoras de parvularios, reclamando más espacios y mejores emolumentos. En la foto que ilustra el texto, en una pancarta, un texto que no tiene desperdicio: «Los educadoras son como la lencería; calidad superior para un soplo de nada». De la poésie avant toute chose, que diría el compadre Verlaine. 

 

Entre ayer al mediodía y lo que va del día [me levanté a las 11:11 am e hice una siesta de una hora por la tarde], me jalé de dos sentadas el primer episodio de la saga de Roger Blanc, capitán de la Gendarmerie francesa a quien mandan al destierro en un apartado rincón de la Provenza, porque sus investigaciones sobre la corrupción en el aparato estatal le pisan los callos a más de un mandamás parisino. Mentalmente le agradezco a Violeta que me haya descubierto este autor, de quien ya leí la trilogía del inspector Stave en las ruinas del Hamburgo de la posguerra, y de quien quiero leer la saga completa de Roger Blanc. Me ha convencido por completo el primero de sus episodios. Por cierto que descubrí en el texto una errata 100% imperdonable en el país de Beethoven, Brahms, Wagner, Richard Strauss, y es llamar “List” a nadie menos que “Liszt”. Ay. Para compensar, retengo el diálogo entre el capitán RB y el teniente Marius Tonon cuando los presentan. «Un colega del norte nos viene muy bien». «Como parisino es extraño que nos consideren septentrionales». «Para nosotros, todo lo que se encuentra por encima de Lyon es Escandinavia». En Colonia el ejemplo es reproducible. Ya Adenauer, cuando fue alcalde de la ciudad, en los años 20 del siglo pasado, decía que en la otra orilla del Rhin empezaba Siberia.

 

*****************THE END*****************

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