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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 22 / 2010

De mi Diario : Semana 22 / 2010


Weiß/Colonia, 30.5.

Comprobación a posteriori, tan exacta como dolorosa: los nietos necesitan (o al menos acuden) mucho más a las abuelas que a los abuelos. Es un proceso que se inicia subconscientemente en ellos desde el preciso instante del primer cambio de pañal. Y es porque reconocen, asimismo al primer golpe, la eficacia de una limpiada de culo “profesional”. Qué cabrones.

 

Weiß/Colonia, 31.5. (1)

Clint Eastwood cumple hoy 80 años. No sabría decir lo que yo diera por cumplir 71 el próximo 10 de junio (o sea, que la cosa está a la vuelta de la esquina), con la vigésima parte de élan vital –Bergson dixit!– de este californiano incombustible.

 

Weiß/Colonia, 31.5. (2)

Termino de leer el libro de cuentos de BE que Amalia me entregó en la redacción el lunes pasado, en Madrid, diciéndome que si le enviase la reseña durante esta semana, sería posible incluirla en el número de julio/agosto. Estoy tentado de ponerle un correo anunciándole que renuncio al dudoso honor de reseñarlo, pero luego recapacito en términos económicos y me digo que tengo que capitalizar el tiempo lastimosamente perdido en leerlo. A mis años, el time tiene que ser ya, ineluctablemente, money, porque si noqué carajo podría ser si no

 

Weiß/Colonia, 31.5. (3)

La noticia del día en Alemania es la dimisión inesperada e irrevocable del presidente federal. El segundo canal de TV reacciona con una panorámica de los presidentes habidos desde 1949. Retengo en especial dos anécdotas de Johannes Rau. Al buen Rau (bien apodado “el Hermano Juan”, por su campechanía de fraile medieval) le encantaba platicar y contar cuentos, y eso hacía que se demorase en sus citas. Una vez, de visita oficial en Brasil, se demoró tanto que el jefe de protocolo tuvo que llamarle la atención: «Señor presidente, tenemos que irnos, Lula lo está esperando», a lo cual le contestó Rau: «¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un jefe de protocolo y un terrorista?» «No» «Que con un terrorista se puede negociar». Y en cierta ocasión, hablando del perro de la familia, que se les había perdido y reapareció como el hijo pródigo, dicen que dijo: «Como perro es una catástrofe, pero como ser humano es magnífico».

 

Weiß/Colonia, 1°.6.

He almorzado en casa de Montse, y al final del almuerzo, como si estuviera sobre aviso, se ha despertado Henri y lo he tenido media hora sentado en mi regazo. Está hermoso, rozagante, y no me ha extrañado nada, e incluso se ha sonreído benévolamente al preguntarle yo que cómo hace el caballo, y chasquear con la lengua en el paladar como si pasara uno trotando por la calle. Es mi seña personal de identificación (¡con él!) y parece que no la había olvidado. La próxima vez, a solas, le cantaré la balada de Mackie Messer. Hoy había demasiado público y me dio corte.

 

Weiß/Colonia, 2.6. (1)

La buena Gerwin no logra encontrarme una vena para extraer sangre, así que debo concertar otra cita para el miércoles próximo, cuando esté mi buen Dr. Ruppert, por cierto que a punto de convertirse en padre, y de gemelos (o mellizos) esta vez. De la consulta me voy al despacho de la Western Union, en la estación central, a cobrar una transferencia que me revela del deterioro del euro frente al dólar, lo que me viene muy bien por las colaboraciones que me pagan allende el Atlántico, pero no compensa ni de lejos lo que pierdo en las que cobro aquende. Sea. Invierto el inesperado superávit en una rica sopa de pescado con pincho de gambas, «e un vaso de bon vino», como hubiera dicho Gonzalo de Berceo. Cuando regreso a casa, una llamada de Oskar. Que si se puede venir a quedar con nosotros desde esta noche hasta el viernes (mañana, Corpus Christi, es día festivo en Alemania). Y qué decirle sino que sí a mi Oskar querido.

 

Weiß/Colonia, 2.6. (2)

Mi estafeta virtual cayó en barrena, es urgente la renovación total del software de mi compu, pero sobre todo la ampliación de su capacidad de archivo. Con la cantidad de correspondencia que me llega y despacho, necesito varios gigabytes. Quien mejor me puede ayudar en tamaño apuro es Jorge Luis, que aparte de ser un excelentísimo cuentista (¡y bueno, llamándose así, noblesse oblige!), es un crack para todo lo que tiene que ver con este mundo virtual tan ancho y tan ajeno  Lo llamo, pues, para que venga a casa el viernes, diagnostique y recete lo que hace falta, y vayamos a comprarlo, amén de un monitor extraplano que me quiere regalar Diny por mi cumpleaños. Entretanto, contesto mails vía Internet Explorer y le doy gracias a los dioses porque aún me queda ese cordón umbilical con el mundo.

 

Weiß/Colonia, 3.6.

Corpus Christi. Fiesta en Alemania. Recuerdo que mi abuela Remedios solía citar siempre en estas fechas una rima que decía: «Tres jueves hay en el año / que relumbran más que el sol: / Jueves Santo, Corpus Christi / y el día de la Ascensión». Hasta donde sé, tan sólo el primero es todavía festivo en España. A quien recuerdo ahora es a Cela, es su Mazurca para dos muertos:

 «–Las costumbres cambian mucho.  

–Es cosa de la aviación».

 

Weiß/Colonia, 4.6., primera hora tras la medianoche

Con el hándicap de la compu semiparalizada por la acumulación de tanto material en tan poco espacio, la transcripción de las anotaciones de mi viaje avanza a paso de tortuga coja, estas mismas anotaciones las escribo con la espada de Damocles suspendida sobre mis dedos, y la reseña del libro de cuentos de BE ni me atrevo a pergeñarla. ¿Qué tal si cuando haga clic en la función “Archivar” me sale alguna criada respondona en forma de ventana virtual diciéndome: «Sonaste, pibe, se agotó el espacio de que disponías, no podemos archivarte ni una pendejada más. Jodete, por boludo»?  Creo que me daría un infarto.

 

Weiß/Colonia, 4.6.

Rolando lee mi columna sobre el secuestro del idioma y me manda esta lección condensada:

«Chicano. Oí la voz por vez primera cuando tendría unos seis o siete años. Pregunté que qué era un chicano, y un señor me dijo «Tú, eso es lo que eres». Pero no arraigó la voz en Texas ya que preferíamos llamarnos mexicanos. En Nuevo México, Arizona, Colorado y California, chicano sí arraigó y se sigue usando, principalmente por la clase privilegiada, es decir, el profesorado y sus estudiantes. En mi Texas, en vez de Mexican nos insultaban pronunciándolo Messican. A ellos, nosotros los llamábamos bolillos, el pan que se cocina con trigo candeal. En los ’70, a los bolillos no les gustaba la voz chicano; debido, creo yo, a que no fueron ellos los que nos bautizaron con esa voz. Pero lée esta retahila de nombres con que nos bautizaron: Latin American, Spanish-speaking American, Mexican-American, American of Mexican descent y Mexican American. Después vinieron Hispanic (en el censo federal) y Latino, debido al uso del periódico Los Angeles Times, dueño del Dallas Times Herald (que ya no existe) y el Chicago Sun Times. En los Estados mencionados antes, a principios de los ’70, con la guerra en Vietnam y el movimiento en pro de los derechos civiles, usaban y usan la voz gabacho sin saber su etimología. Ahora, Latino se usa en grandes partes del país; vengo tomando el censo en mis clases en la universidad desde el ’81 cuando volví a Texas. En inglés, lo que predomina entre ellos es Hispanic; cuando les pregunto que cómo se autoidentifican en español, dicen mexicano. Uno de los errores de nuestros estudiantes en Texas allá cuando reapareció chicano, fue el de llamar vendidos a los que no lo usaban. ¿Te puedes imaginar llamar vendidos a la gente vieja a la que se discriminó por años, que a veces se les vedaba votar, que pizcaban algodón y todas las verduras y frutas bajo ese sol texano, que inmigraban al Mesoeste o donde hubiera trabajo para ganarse la vida, viviendo en viviendas de lo más soez, trabajando en lo que saliera, y llamarlos vendidos porque no se autodenominaban chicanos? Ahora, los hijos de esos estudiantes son estudiantes universitarios debido a los abuelos vendidos». 

 

Weiß/Colonia, 5.6., primera hora del día

Todo el día ocupado –desde desde las 2 p.m.– con el arreglo de la compu. Vino Jorge Luis, estudió las entrañas del monstruo y nos fuimos a Saturn, a comprar el nuevo monitor, y de Saturn a Conrad (que queda allá donde Cristo perdió la gorra de hincha del Maccabi Tel Aviv) para comprar allí el resto de la implementación técnica. Jorge Luis acaba de marcharse, con el último bus de la noche, y yo disfruto de un placer inédito en mi propia casa: una pantalla casi tan grande, si no más, que la del televisor. Por cierto que hubo que hacer palanca para despegar el monitor viejo de su sitio en la mesa, donde parecía haber echado raíces. Y yo me siento ahora un poco –mucho– como el hombre que vivió largo tiempo con una compañera vieja y fiel pero que ha envejecido mal, y de repente un día va y la repudia, y ese mismo día, sin solución de continuidad, introduce en su vida a una nueva compañera jovencísima y reguapa, que ojalá sea tan fiel como la desahuciada. Y envejezca más despacito.

 

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