Weiß/Colonia, 27.5. (1)
La llamada quincenal a la Nena y el intercambio de los respectivos partes clínicos me ha hecho recordar algo que no consigné en este diario, asediado como estoy por el encargo de Humboldt (a entregar el 1° de junio), la transcripción de mis anotaciones de las tres semanas en Madrid, y el trajín del ir y venir a la casa de Montse por mor de este fin de semana largo, pentescostal. Y es que el jueves me llamó el Dr. Ruppert para comunicarme el resultado del análisis de sangre, con la buena nueva de que mis valores jamás han sido tan buenos como esta vez. ¡Aleluya…! Por más que… ¿aleluya? ¿Es que va a ser necesaria una hemarragia estomacal cada vez que necesite poner up to date esos malditos valores? Toquemos madera. O fierro.
Weiß/Colonia, 27.5. (2)
Me cuenta Diny que los Garske, nuestros vecinos del piso de arriba, se van. Él ha rescindido su contrato con la Bundeswehr, porque ello podría haberle acarreado seis meses en Afganistán, una perspectiva que nos tenía a todos (a ellos y a nosotros, aunque no lo supieran) agarrotados: logró encontrar un nuevo empleo en el sur de Alemania, y eso es además formidable para ellos porque los acerca a los abuelos de Emil, de su hijo, que el 29 del mes próximo cumplirá dos años, y que va a ser una pérdida importante para nosotros, sobre todo para mí, que paso en casa más tiempo del que pasa Diny, y todos los días salgo a la puerta de nuestro piso cuando lo oigo empezar a subir por la escalera: es como una especie de Henri II que tengo diariamente a mano, viéndolo crecer, y él también me reconoce desde hace mucho. No debería uno [no deberíamos] invertir tanto amor en nadie. En nadie. Siempre se termina sufriendo, si sabré de lo que hablo.
Weiß/Colonia, 28.5.
Gran empujón a la transcripción de las anotaciones en mi libretica, del viaje a Madrid. Pero todo ello es porque no se me ocurre cómo meterle mano al encargo que me han hecho de Humboldt, sobre Mafalda en la escuela. ¡Y lo tengo que entregar el viernes, dentro de cinco días!
Weiß/Colonia, 29.5. (1)
En el magazin del diario, hoy, un artículo largo y documentado sobre el estómago y sus nanitas. Diny lo lee, y como descubre que hay bastante similitud con lo que hemos vivido, ella y yo, dos semanas atrás en Madrid, me pide perentoriamente que lo lea yo también. Para que me entere de que detrás de todo esto existe el peligro real de un cáncer, si la hemorragia se repite, algo que le causa un pavor palpable que es al mismo tiempo una expresión de amor inextinguido. Leo todo el artículo asimilando su enseñanza, al mismo tiempo que recuerdo algo que no he reflejado en ninguna de las anotaciones que hice en Madrid y que ya tengo prácticamente todas transcritas a pantalla, sobre todo las relativas a los días 30.4.–6.5., los de mi hospitalización. Y es que tanto los del equipo de urgencias que acudieron a la llamada de Diny, como los de Urgencias dentro del Clínico San Carlos, como los médicos del Servicio de Aparato Digestivo, todos ellos me preguntaron insistentemente acerca de si sentí[a] dolores, y la respuesta siempre fue la misma, la de que en ningún momento sentí dolor. Sentí, sí, cuando me desperté del desmayo después de la hemorragia, que a lo mejor aquel espectáculo sangriento que estaba viendo serían las últimas imágenes que contemplaría en mi vida, pero recuerdo también que deseché el pensamiento por patético y sin sentir miedo de ninguna especie, pero tampoco dolor, en ningún momento dolor. Ni siquiera cuando rememoré el monólogo abrumador de Manolete moribundo mientras sentía que se me dormían las piernas y quedaba insensible de cintura para abajo. ¿Por qué, me pregunto ahora, insistieron tantas veces los médicos preguntándome si sentí dolor? Tendría que habérselo preguntado. No quiero llegar el extremo macabro de decir que así lo haré la próxima vez.
Weiß/Colonia, 29.5. (2)
Programo “Ricardo Bada”, como todos los días, en la máquina de búsqueda de Twitter, y me encuentro con la sorpresa de ver retuiteado un trino mío («Jamás lamentaremos bastante el desgraciado instante en que a uno de los primeros primates se le ocurrió la idea de Dios») que le regalé a Héctor y él lo subió a su cuenta allá por noviembre del año pasado. Ya entonces fue de lo más retuiteado, y ello me autorizó in mente para incluirlo en el The Twitter’s Digest # 110. Así se lo comunico al directorio que recibe con regularidad los envíos de TTD, y mi tocayyyo me escribe desde Buenos Aires: «También podríamos invertir la premisa: Jamás lamentaremos bastante el desgraciado instante en que a Dios se le ocurrió crear al hombre. Como decía Nietzsche, la cuestión es saber si Dios se equivocó al hacer al hombre o es el hombre quien se equivocó con Dios». Le contesto algo que me parece más lógico y natural: «Encontrémonos a medio camino: se equivocaron ambos; quiero decir el hombre y Nietzsche».
Weiß/Colonia, 30.5. (1)
Desde la cama oigo sonar el teléfono alrededor de las 8 am, y antes de que Diny descuelgue ya sé que es de nuevo un SOS de Montse. Sólo que ahora el procedimiento es harto más refinado: hace que se ponga primero al habla con Henri, a quien le basta decir “Oma” para que su abuela quiera salir corriendo a tenerlo en brazos. Ah, la guerra sicológica, gran estratega la Montse…
Weiß/Colonia, 30.5. (2)
Llamé a Isabel para pedirle un aplazamiento en la entrega del texto sobre Mafalda y la escuela, pero no porque no pudiera escribirlo entre hoy y mañana y entregarlo puntualmente el viernes, sino porque se me atravesó una idea que creo que nadie ha tenido respecto de nuestra Mafalda, y es investigar su patente patriotismo, que es anterior a la escolarización y que no sé si no está teñido de un cierto nacionalismo. Isabel encuentra que vale la pena investigar esa dirección y me concede una semana más. Los dioses la bendigan. Ahora me toca repasar de nuevo, una por una, las 1.928 historietas, para tratar de descubrir si mi pálpito es cierto o una fatamorgana.
Weiß/Colonia, 30.5. (3)
Todos pendientes de la salud de Luis, en Berlín. Regresó enfermo de Bogotá y lo tuvieron que operar urgentemente. Nosotros nos enteramos al regresar de Madrid y gracias a un email que nos mandó Charo, a instancias del propio Luis. Pero lo cierto es que ya son cuatro semanas las que lleva hospitalizado y cuatro las veces que han tenido que operarle. Con Esther hemos llegado al acuerdo de que sólo llame uno de los dos (en principio soy yo), para aliviar la carga sicológica que tiene que ser atender al teléfono continuamente, por lo muy querido que es Luis y entonces, por lógica natural, todo el mundo se interesa por su salud. Pero ese incensante telefoneo también se convierte en una tortura, quieras que no. Hoy, sin embargo, me sentí contento de haber sido yo quien llamase porque Charo me contó que ahora no está para lecturas que exijan un esfuerzo de concentración, así es que al irse al hospital se llevó mi libro de los fandangos, y Luis, cuando lo vio, le pidió que le leyera de ahí, y así, oyéndola, poco a poco se fue quedando dormido. Por lo menos ha servido, digo mi libro, para algo útil.
Weiß/Colonia, 31.5. (1)
En la noche del 30 al 31 de mayo de 1942, hoy hace 70 años, se produjo el primer bombardeo masivo de una ciudad alemana: 1.000 aviones aliados estuvieron dejando caer una bomba tras otra sobre Colonia; 1.000 bombas explosivas y 100.000 bombas incendiarias, 450 personas que perdieron la vida, 5.000 heridos, 2.500 incendios, 3.330 casas destruidas, 45.000 colonienses se quedaron sin un techo donde cobijarse; 262 veces se repitió el bombardeo hasta el 2 de marzo de 1945, el último previo a la llegada de los soldados de la US-Army. De 800.000 habitantes que contaba Colonia al comenzar la guerra, quedaban menos de 100.000: la mayoría fugitivos, el resto muertos. Hoy, el diario le dedica al tema las dos páginas centrales del cuaderno local.
Weiß/Colonia, 31.5. (2)
Terminé de leer Or the Bull Kills You [traducida al alemán con un título en español: La Muerte], de Jason Webster. Es una policial apasionante, y de gran calidad para ser el debut del autor. Por lo demás se nota claramente cómo se ha tomado el trabajo de entender en qué consiste el mundo de los toros, cuáles son sus raíces y sus motivaciones más hondas. Y el refranero español lo ha interiorizado muy bien, citándolo siempre en el original. El único lunar que le detecto es eso de que el valenciano sea un dialecto del castellano. ¿No se tratará de un error de traducción (lo que no creo), o más bien de uno de algún “editor” sabelotodo (lo que sí me temo)?
Weiß/Colonia, 1°.6. (1)
Poco a poco, con paciencia y con saliva, como el elefante que desvirgó a la hormiga, he logrado adquirir una destreza especial en el cocinado de “ropa vieja”. Con los restos de las comidas que Diny va reservando en estuches de plástico herméticamente cerrados, organizo unos almuerzos que no le tienen que envidiar nada a la cocina de Lipp. Hoy, por ejemplo, una sopa de arroz con papas y guisantes que estaba pero que de chuparse los dedos. Cosa que hice.
Weiß/Colonia, 1°.6. (2)
A partir de hoy volvemos a tener tele. No es que me ponga a dar saltos de alegría ni tampoco a bailar danzas del condado de Kent, como dijo alguna vez Jardiel Poncela, pero sí que es bueno recuperar varias series policiales escandinavas: por ejemplo, esta noche, la noruega del Lobo.
Weiß/Colonia, 1°.6. (3)
Ana me manda un vídeo muy divertido sobre el amor en los tiempos del WhatsApp, y me la acompaña de una explicación por si acaso no sé todavía que es WhatsApp, y la pura verdad es que no lo sabía. Como fuere, le reboto ese email a un montón de amigos, y entre ellos también a mi sobrina Mónica, quien me dice que como en Andalucía WhatsApp lo pronuncian “guasa”, así como suena, «la primera vez que vi su nombre escrito entré en estado de shock. De verdad, que no me lo podía creer». Le contesto que me recuerda bastante el caso del periódico que puso como pie de foto «Inocencio Díez» bajo una reproducción del retrato que hizo Velázquez del Papa Inocencio X, o el caso de la maestra andaluza que se encontró en algún examen con que un alumno había respondido, a la pregunta por un gran pintor francés, con el nombre de Tululo III. Tras mucho darle vueltas descubrió que el alumno se refería a Toulouse Lautrec. Y que la culpa no era 100% del crío, sino de su propia pronunciación gaditana del nombre: Tululotré.
Weiß/Colonia, 2.6.
Nos traen a Henri para que pase el día con nosotros. Antes del mediodía lo saco a pasear al parque de juegos infantiles, donde se niega en redondo a que lo siente en un columpio y luego se empeña en subir al más alto de los dos toboganes, pero a mitad del camino se dice él mismo que no y empieza a bajar la escalera. Donde mejor se lo pasa es cabalgando la rana y el delfín montados en unos resortes elásticos, y aupado a la rueda en plano inclinado, pero sin quitarle el ojo ni un momento a la madre que juega con su hijo, más pequeño que él, en el tobogán chico, lanzándose ella con el niño sentado sobre su regazo. Cuando regresamos a casa lo hacemos igual que al venir, atravesando el cementerio, y nos encontramos con el buen Wefels, detenido muy pensativo delante de la tumba de su madre; la visita con harta frecuencia y la mantiene mejor cuidada que muchas a su alrededor. Nos acompaña hasta el 11ª del Pflasterhofweg –Wefels es un andarín nato– y como siempre tiene una pregunta que hacerme, que siempre introduce de la misma manera: «Ah Herr Bada, ahora que lo veo, el otro día escuché una cosa y me dije, apenas vea otra vez a Herr Bada… ¿Qué era, qué era? Ah, sí, en una canción escuché “A Dios le pido”, y me dije “Eso tiene que ser español, apenas vez otra vez a Herr Bada le pregunto qué significa». ¿Qué significa, Herr Bada?». Luego, mientras yo duermo la siesta, Diny lleva a Henri a sus dos grandes pasiones, las gabarras del Rhin y los caballos de los potreros a la orilla. Y el resto de la tarde, hasta que pasa Montse a recogerlo, lo invertimos en Pettersson & Findus, primero en mi compu, luego en la portátil de Diny, donde lo dejo solo, sentado en su sillita alta y yo siempre con el oído atento, desde mi despacho, por si reclama algo. De repente me doy cuenta de que se producen interrupciones en el sonido de la peli que está viendo y voy a ver qué es lo que pasa. Y lo que pasa es que el puñetero crío ya ha descubierto cómo se detiene la peli, pulsando la tecla del espaciador, y cómo volverla a dejar correr pulsando de nuevo en la misma tecla, y además eso lo divierte mucho, se ríe solo. Pasado mañana cumplirá dos años y cinco meses. Dentro de un año nos podrá dar clases de cibernética a Diny y a mí, y hasta puede que al lucero del alba.
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