Weiß/Colonia, 29.5.
2:00 am : Acaban de pasar While We’re Young, Mientras seamos jóvenes se titula en español, pero en alemán Sentirse como teniendo 25 años, y eso provocó que no me llamase la atención, hasta que me di cuenta de que la interpretaba mi bienamada Naomi Watts acompañada por Ben Stiller, que es una buena compañía, y la banda sonora la firmaba David Bowie, pero la agarré ya casi por la mitad. Me perdí la cita, al comienzo del film, del final del Acto I de El maestro de obras Sollness, de Ibsen. Por cierto que he cotejado la cita inglesa con la traducción española, y difieren bastante. A saber qué es lo que realmente escribió don Henrik, uno de mis mayores amores escandinavos.
Después de leer mi diario, me escribe UQ: «Mi padre nació en Valladolid, vivió en Segovia, Madrid, São Paulo y Caracas. Siempre dijo que era venezolano hasta el tuétano, pero era españolísimo. Yo nací en Caracas, tengo la nacionalidad venezolana y la española, pero donde más a gusto me siento es en el UK. Para los españoles soy una sudaca, para los venezolanos una española y para los britons una hispanic. Mis amigos mexicanos dicen que soy una chilanga de corazón y los argentinos que soy una porteña honoraria. Si tengo alguna nacionalidad real (no legal) es el sentirme extranjera. Me encantaría tener pasaporte británico y también gringo, pero solamente para que los viajes sean lo más fáciles posible.Todo esto es, obviamente, porque eso de “¿Para qué quieres otra nacionalidad?” me dejó patidifusa. Pensé que eras alemán desde hacía siglos, o neerlandés por parte de Diny. La patria no existe, existen las naciones que uno quiere y odia con la misma intensidad, esas son las de una». Le contesto que tiene más razón que un santo razonable (haylos irracionales), y añado: «Entretanto la cuestión se ha resuelto en mi caso de la manera más inesperada. Le pregunté a mis hijos que si ya tenían ellos la nacionalidad alemana y los tres me respondieron lo mismo: que no, que para qué, que la española sólo les costaba un viaje a Düsseldorf, antes cada cinco, ahora cada diez años, y desembolsar 30 €, mientras que solicitar la alemana implicaba un montón de burocracia y papeleo (documentos con fe notarial, nada barata) amén de un desembolso de casi 600 €, sólo por el hecho de poseer un pasaporte que es tan bueno como lo es el español. Me convencieron. Además de que, según parece, a causa de la pandemia, nuestros pasaportes se prolongan automáticamente un año. En esas estamos, pues. Tengo un año por delante para renovar mi pasaporte, que seguramente será la última vez que lo haga, y si me muero antes de hacerlo me habré ahorrado el viaje a Düsseldorf y 30 €».
El Museo Ludwig, en Colonia, es una de las mecas, si es que no La Meca, del arte contemporáneo. Pero si algún día se evaluase en su valor fehaciente toda la mierda que el matrimonio Ludwig pagó a peso de oro para convertirse en los mecenas de dicho dizque arte, sospecho que las tasas del seguro de dicho “tesoro” se reducirían notablemente. ¿A quién le importa que se queme un Andy Wahrol? ¿O una docena dellos, como decimos los clásicos? ¿O todos, si vamos al caso?
Un nuevo episodio de la serie policial neocelandesa Brokenwood, en la tesitura de los anteriores, es decir, bueno +, y a renglón seguido Tres días en Quiberón, la peli sobre Romy Schneider (grandiosa interpretación de Marie Bäumer) cuando en ese balneario de la Bretaña la visitan un redactor y un fotógrafo de la revista alemana Stern, y la entrevista es una especie de anagnórisis, al mismo tiempo que una catarsis de la vida de la actriz. Todas las veces que la he visto (tres, con esta) lo he hecho con el corazón en un puño, tan convincentes son el film y, sobre todo, la actuación de Marie Bäumer.
Weiß/Colonia, 30.5.
0:05 am : En el ultimo telediario de la ARD, el primer canal, una información acerca del estado de las elecciones presidenciales en Colombia. El anchorman habla del presidente actual, Ívan Duqué, y pasa la conexión a la corresponsal en Bogóta. Menos mal que la corresponsal no estaba en Medéllin. O en Calí. A mí me gustaría ver la cara que los telespectadores alemanes pondrían cuando un corresponsal colombiano en Alemania enviase su crónica desde Bérlin o Janobér.
Continúo y termino mi relectura de la autobiografía de Stuart Mill, donde entre otras páginas para el recuerdo se encuentran una formidable defensa del feminismo muy adelantada para su época, y una lección de honestidad política al describir cómo es que fue elegido para la Cámara de los Comunes. Era un gran tipo. Y un escritor admirable, cuánto he aprendido leyéndole esta vez. Pero esta vez lo he aprendido de manera consciente, con todos los sentidos puestos en la lectura, lo que no sucedió en la primera de hace unos 60 años, porque entonces mi living interno no estaba amueblado para recibir visitas como la suya.
Weiß/Colonia, 31.5.
2:10 am : Había una peli de Tarantino que en principio podría interesarme, Once Upon a Time… in Hollywood [Érase una vez en… Hollywood], pero estuve viendo unos 10’ y sentí un aburrimiento soberano del que no culpo al film sino a mi estado de ánimo, así es que cambié a otro canal donde pasaban un documental titulado “SS–Geheimkommando 1005” [Orden secreta 1005 de las SS]”. Tan pronto como a fines de 1942, las SS ya tenían claro que Alemania perdería la guerra, de manera que enviaron destacamentos especiales a los lugares donde habían cometido masacres y enterrado a los muertos en fosas comunes, para exhumar sus restos y quemarlos, es decir, no dejar rastro de su paso por este valle de lágrimas, es decir, no dejar pruebas de los crímenes de guerra cometidos por las SS. Menos mal que muchas de esas masacres pudieron documentarse y algunos de sus responsales fueron condenados (varios de ellos a muerte, y ahorcados), lo que me pregunto es cuántos sobrevivieron sin que la Justicia pudiera echarles mano por falta de pruebas. Unas pruebas destruidas por ellos mismos. Siempre dije que apenas los nazis subieron al poder, sin excluir prácticamente a ninguno, empezando por la cúpula, demostraron qué es lo que eran en realidad: delincuentes comunes.
Diny tuvo que ir a Rodenkirchen por mor de unas medias de compresión que le recetó el ortopeda, y que quedó a almorzar allí, en el Bistro Verde, con Rebeca y Montse. En La Modicana, hoy sin Gaby & Carlo, la pareja asimétrica, Ulli encargó una lasaña vegetariana, Carlos una ensalada gigante que fue anunciada por la persianita como pequeña por ser un entremés (¿cómo será la versión “més” sin “entre”?), y yo mis spaghetti pescatore. Salute!
En principio habíamos pensado festejar el domingo 12 mi cumpleaños y el de Vincent (que es al día siguiente) y hacerlo aquí, en casa, con café y pasteles. Pero Montse arguye que eso sería demasiado trabajo para Diny, quien ya no está para esos trotes, y además Angie y Vincent tienen programado el domingo 12 con una amiga de ella que recién se casa. Quedamos pues en cenar con ellos el viernes 10, y festejar en petit comité nuestro doble cumpleaños, y festejar el mío el domingo 12 con el resto de la familia en la heladería de Sürth. Menos mal que es una heladería de las que hacen ellos mismos el helado que venden y tienen un surtido que me gusta por las sorpresas que ofrecen a veces. Ojalá y esta vez tengan el helado de higo chumbo, el que más me gusta. Sería mi regalo de cumpleaños. O de cumplesantos, como dicen en el Perú, y es bastante menos agresivo.
Weiß/Colonia, 1.6.
1:15 am : Curioso paralelismo, las dos pelis de la programación nocturna que podrían interesarme son C’era una volta il West [Hasta que llegó su hora, aunque debió titularse en español Érase una vez en el Far West] y Once Upon a Time… in Hollywood [Érase una vez en… Hollywood], un título inspirado a Tarantino por la obra maestra de Sergio Leone. Pero ésta termina a las 2:45 am, y la de Tarantino a las 3:30, y «mi cuerpo enfermo no resiste más», veré algún documental de 45’ en el canal ZDF Neo y me iré a dormir. No sin apercibirme de que no es que mi cuerpo enfermo no resista más, es mi alma la que me pide imperiosamente descanso, para no desplomarme síquicamente. Vivo los últimos tiempos como un arco tensado pero sin flecha que disparar y sin fuerzas ni siquiera para soltarlo.
Manu leyó mi diario y me dejó este comentario en su foro: «Agradezco a los dioses del Olimpo que acostarse temprano no ayude a irse de este mundo antes de tiempo». Me mueve a contestarle porque creo que me expresé mal y deseo enmendar mi yerro: «Yo, querida Manu, soy fatalista, “tengo el alma de nardo del árabe español”. Sé que mi hora está escrita en alguna parte y sé que me ha de llegar inexorable, pero nadie me puede negar el derecho a desear que esa hora me llegue cuanto antes».
Espárragos para cenar, con huevos revueltos. Olvidé pedirle a Diny que me los sirviera con salmón ahumado escocés, salmón silvestre, nada de piscifactorías. Quería hacer la prueba de combinar esos dos sabores. A veces me da por hacer alguna que otra extravagancia (subrayado el “extra”).
Weiß/Colonia, 2.6.
2:00 am : Creo que con esta de Maurice Pialat son tres las pelis que he visto cuyo protagonista es van Gogh, y en todas ellas he echado de menos a van Gogh. Cuando Vincent nació, en la casa rectoral de su padre, un año antes había muerto el primogénito de la familia, asimismo llamado Vincent. Por lo que fuere, los padres decidieron bautizar al neófito con el mismo nombre, y así el niño VvG creció jugando en el jardín de la rectoría, colindante con el cementerio del pueblo, y ya sabiendo leer veía todos los días una lápida donde decía que en esa tumba reposaba el niño Vincent van Gogh. El niño que leía todos los días esa lápida falta en todos los libros y todos los films dedicados a su persona.
Celine era antisemita, lo sabemos, pero serlo no le impedía mantener relaciones sexuales con judías, ni ser incluso paternal con ellas. Leo lo que le escribía el 21.6.1932 a la joven Erika Irrgang, su amiga judía alemana: «Tú lo tienes todo para triunfar a pesar de ser pobre, a pesar del estado actual de las cosas, tienes una inteligencia real, viva y profunda, eres bella, eres joven y precoz, eres ardiente y audaz. Debes salir con toda rapidez de la miseria y la confusión. Sìrvete de todas tus armas a la vez, de todas, sexo, teatro, cultura, trabajo… Pero cuida tu salud. Nada de amor sin preservativo, o SI ACASO POR DETRÁS». Esas cursivas y esas mayúsculas suyas, a ello me refiero al decir “paternal”.
No pocas veces me he visto en el trance de tener que contar mi vida y, sobre todo, qué me movió a exiliarme en Alemania. La última vez fue a Claudia, cuando salimos de excursión a Linz del Rhin, hace algunas semanas. Y siempre, cuando llego al hecho de que arribé acá en febrero 1963, y ya en enero 1965 estaba trabajando en una de las tres mayores emisoras de radio internacionales, en la BBC alemana, la Deutsche Welle, suelo decir –la narrativa vive en este caso de la inercia– que en realidad he tenido una gran suerte durante toda mi vida, y en especial en ese momento. Hoy, durante uno de mis safaris en Twitter, a la búsqueda de material para mis The Twitter’s Digest, encuentro esta cita de Séneca: «La suerte es lo que ocurre cuando la preparación coincide con la oportunidad». De repente se me hace muy claro cuál fue el papel que desempeñaron en mi suerte los siete años dedicados a la radio en la Nacional de España en Huelva, en Radio Vida (Sevilla) y en la Popular de Huelva, que la fundamos con el equipo de la revista juvenil de la Nacional. Al llegar a la DW, tenía hecho el rodaje. [Quise colocar un hipervínculo en esta entrada, y descubrí que en una pormenorizada historia de Radio Vida no se me nombra ni una sola vez. Es como si borrasen un año entero de mi biografía. Incluso compañeros la brillantez de cuyos programas dependía en un 50% de mi desempeño en la consola de salida al aire, y trataron de convencerme para que no me fuese a participar en la fundación de la Cope 14 en Huelva. Quién sabe, quizá no me mencionan porque no me convencieron. Vendetta!]
Comienzo la lectura de El cóndor y las vacas, el relato del viaje que Christopher Isherwood, con el fotógrafo William Caskey, emprendió en 1947 yendo en barco desde Nueva York a Cartagena, con escalas en Curaçao, La Guaira y Puerto Cabello, y después desde Barranquilla por el río Magdalena, en uno de los barcos que rememoró García Márquez en la sobrevalorada El amor en los tiempos del cólera. El viaje acabó en Buenos Aires, pero entretanto estoy todavía navegando por el Magdalena. Casi no hay una lectura tan deleitosa como el placer de abismarse en un libro de viajes bien escrito y acompañar al autor.
Weiß/Colonia, 3.6.
1:20 am : Acabo de ver por segunda vez The Killing of A Sacred Deer [El sacrificio de un ciervo sagrado], y sigo sin entenderla. La veré una tercera vez, y si entonces continúo sin entenderla, se la dejo como regalo a los amantes de los jeroglíficos y los crucigramas. Eso sí, creo que es muy buena peli… hasta donde la he podido entender.
En el canal Arte un reportaje de 45’ sobre la posible explotación de una mina de litio en Cáceres y los problemas que de ello se derivarían para el medio ambiente, e incluso la seguridad del subsuelo de la propia ciudad, que podría quedar socavada… y es herencia cultural de la Humanidad respaldada por su inclusión en el catálogo ad hoc de la UNESCO. Para alguien como yo que nunca ha tenido un auto, el argumento de que el futuro de la industria automotriz es el auto eléctrico, y que estos necesitan sus baterías de litio, se lo pueden ahorrar. La sola idea de una corta como la de Riotinto, pero no a cielo abierto sino subterránea, debajo de Cáceres, me pone la piel de gallina. Con todo y la mucha atención que le presté a los pros y contras del tema, mucha le dediqué también a ver si descubría a mi querida Josefa en las tomas donde aparecían grupos de cacereños. Quién sabe, a lo peor la vi sin reconocerla tras una mascarilla. Y ya que estamos en ello: la que desde luego no vi, en el jaleado Atlas de España que publicó en fascículos el Pasquín de Prisa, es la tantas veces nombrada Sierra de las Moscas, a la verita misma de la ciudad. No me extraña: en un atlas donde brilla por su ausencia la isla de Santa Clara a la entrada de la bahía de San Sebastián, ya es milagro que aparezca Huelva, sin ir más lejos.
Cada vez entiendo más y mejor, es decir, más en profundidad, el verso de santa Teresa, «Que muero porque no muero». Lo que sí suscribiría es aquello de «Ven, muerte, tan escondida / que no te sienta venir», pero en manera alguna lo otro de «porque el placer de morir / no me vuelva a dar la vida». Nanay de la China Popular e islas adyacentes: con esta vida, tengo más que de sobra. Grrrrracias.
Weiß/Colonia, 4.6.
0:18 am : Abro la compu para ver el correo que llegó (ninguno) y de pronto me fijo en el barómetro incorporado, abajo. a la derecha de la pantalla. Leo: 18º Soleado. Miro por el ventanal: Negro que te quiero negro. Inteligencia artificial dizque la llaman. O será el sol del Juicio Final, pero no lo parece. Y regreso a la tele y los documentales sobre pandillas violentas en Guatemala, en Venezuela.. Como diría el profe Pangloss, «Vivimos en el mejor de los mundos posibles».
Ayer salió de casa Diny alrededor de las 11:00 am con la intención de ir a Chlodwigplatz, a una tienda donde venden las medias que ella prefiere. Tardó más de tres horas en volver y ya empezaba yo a inquietarme cuando regresó; no habìa logrado pasar de Rodenkirchen, de donde luego tampoco pudo salir: habían descubierto una bomba inglesa sin explotar en las cercanías, y hasta que los artificieros no la desactivaron se congeló la vida en el centro de Rodenkirchen. Hoy aparece toda la información en la primera página del KStAnz, que leo mientras desayuno: té de menta marroquí y tostada con salmón ahumado escocés. Y la bomba sin explotar, inglesa, en Colonia, la ciudad alemana más italiana al norte de los Alpes. Esto debe ser un epifenómeno de lo que llaman globalización.
He avanzado muy rápido en la lectura del relato de Christopher Isherwood, es un narrador fantástico, da gusto acompañarlo en este viaje por Sudamérica. Me detengo en esta joya cuando habla de Quito: «La parte vieja central de Quito es bastante igual a como me la había imaginado. […] Una belleza como esta es tan convincente de inmediato, que enseguida se la “reconoce”, como si se tratara de una obra maestra famosa que ya se ha visto innumerables veces en reproducciones, y ante la cual ahora se encuentra uno murmurando: “Ah, claro, naturalmente, Quito…”, de la misma manera que se podría murmurar: “Ah, claro, la Mona Lisa…”»
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