Leverkusen, 6.6.
Inauguración en el Museo Morsbroich de la exposición “El teatro está en la calle”, dedicada a Wolf Vostell, y que luego, en octubre, se trasladará a Malpartida de Cáceres, al Museo Vostell que tienen allá. Esta es la exposición con un catálogo bilingüe del que se me encargó traducir al español la mayor parte del mismo, una tarea que me dejó exhausto entre los meses de marzo y abril. Ver el catálogo, hojearlo, perderme en él, eso sí, me hace saber que el trabajo valió la pena. Con todo, lo que yo más ansiaba en este evento de hoy era poder conocer personalmente a Josefa Cortés Morillo, la técnico de Arte de la Fundación Vostell Malpartida, con quien en esos dos meses mantuve una media docena larga de pláticas telefónicas, chequeando hasta el más mínimo detalle de mis traducciones. Sin apearnos nunca del “usted”, creo que los dos sentimos nacer una simpatía mutua que manaba, sin duda, del descubrimiento asimismo mutuo del valor que le concedemos ambos al trabajo bien hecho, y a elegir siempre de común acuerdo la mejor solución para la tarea común, dejando a un lado las preferencias personales; y eso sí que puede ser el principio de una buena amistad. Acompañado del curador de la exposición, a quien le he pedido que me la presente, ella me ve llegar desde lejos, en la terraza del restaurante del Museo donde está sentada con unos amigos. Y en la decisión con que se levanta, sonríe y acude a recibirme, y en la sonrisa con que me apercibo de todo ello (y ella lo percibe), los dos sabemos, sin necesidad de decirlo con palabras, que nos hemos reconocido al primer golpe de vista. Me siento un rato con el grupo, y al poco se nos une Mercedes, la viuda de Vostell. Tengo que prometerles que iré a Malpartida en noviembre, cuando regresemos a España, y lo prometo con mucho gusto y fina voluntad, como decía mi abuela Remedios, que era extremeña, igual que Josefa y Mercedes.
Weiß/Colonia, 7.6.
Hay quienes usan el derecho a la libertad de expresión de una manera que hacen añorar una buena dictadura en la materia. Primero fue el impresentable Maradona declarando que «Si salimos campeones, me paso en bolas por el Obelisco», espectáculo tan vomitivo de tan solo imaginarlo, que tal vez fuese mejor que la albiceleste jugase el Mundial tratando de no pasar de la primera fase. Pero es que, de momento, Maradona parece haberle contagiado el virus de la chabacanería nada menos que a la persona que debería vigilarlo para que no cayera en ella, a Carlos Bilardo, quien dizque ha dicho que “Si salimos campeones, que me haga la colita quien marque un gol en la final”. Y la verdad es que ya lo decía una vieja rima pornográfica española, «que si las ganas de follar aprietan, / ni las tumbas de los muertos se respetan», pero no diría yo que los jugadores argentinos anden faltos de otras perspectivas sexuales más placenteras y de más alto standing estético que sodomizar a Bilardo. Hay gente que se pregunta si es que los responsables del once argentino creen que sus muchachos necesitan algún tipo de exorcismo sexual, o es que la proximidad del torneo les ha subido la líbido. Yo pienso más bien que se están curando en salud y prometiendo cosas que saben que no van a tener que cumplir.
Weiß/Colonia, 8.6.
Noche terrorífica después de la agotadora jornada de ayer, con Jorge Luis instalando el nuevo sistema en la compu. Desde las casi 3 de la tarde hasta medianoche, de nuevo se marchó con el último bus. A las 5 de la madrugada me levanté para tomar un digestivo que me calmase el estómago, y a las 6.30 me levanté de nuevo para endosarme un Paracetamol, a ver si acababa de una puta vez con el resfriado feroz que me banqué la noche del viernes, acudiendo a despedir a Jorge Luis en la parada del bus: lo hice al darme cuenta de que se había olvidado de su botella de agua, pero de lo que no me di cuenta es de que salí de estampida, en camiseta y pantalones de pijama, y harto empapado en sudor, y afuera hacía bastante relente. Para más inri, y como soy así y no de más carnes, se me ocurrió pensar que, de repente, el autobús no llegara a pasar (de la compañٌía de transportes públicos de Colonia puede esperarse cualquier barrabasada en cualquier momento), en cuyo caso debería pedir un taxi para Jorge Luis. O sea, que me quedé con él unos 10 minutos aguardando al bus, y así fue que me agarré un resfriado de la chingada bien chingada. En fin, parece que el Paracetamol surtió su efecto, y que sudé el tal resfriado, del que sólo me resta una tos perruna que no me gusta nada. Sea como fuere, hoy hemos reanudado Carlitos y yo, al cabo de más de un mes, nuestros tradicionales almuerzos en La Modicana.
Weiß/Colonia, 9.6., primera hora del día
Hay películas que pasan desapercibidas –por mí, quiero decir– cuando se estrenan. Una de ellas ha sido Emmas Glück (La suerte de Emma). Esta noche tenía donde poder elegir en la tele, o bien Emmas Glück o bien The Draughtsman’s Contract. que entretanto casi se la sabe uno de memoria, como la tabla de multiplicar. Me incliné por Emma, nombre siempre prometedor, como todos los de Jane Austen. Y acerté. Es una muy buena peli. Hay espíritus exquisitos que no la aceptaron y hasta dicen de ella estupideces como las que he leído buscando un hipervínculo que le haga honor: son de gente que mira el mundo del amor con las anteojeras del súper man, del “amos, anda” de los chulos madrileños que no han visto nunca más allá del límite del distrito de Lavapiés. Y en cuanto a Jördis Triebel, la protagonista, si pienso que esta fue su primera peli, qué desperdicio de talento para el cine alemán el que, a partir de entonces, casi no haya hecho más que telefilmes. En una serie policial, por cierto, interpreta el papel de un personaje llamado María Hernández. Es una serie que no sigo porque la transmiten en un canal comercial, pero lo de Jördis Triebel=María Hernández es ya motivo suficiente para ver el próximo capítulo.
Weiß/Colonia, 9.6. (1)
Ayer mismo escribí aquí que de la KVB, la compañٌía de transportes públicos de Colonia puede esperarse cualquier barrabasada en cualquier momento, y hoy me lo ha vuelto a demostrar. Tenía cita yo con el Dr. Ruppert, para extracción de sangre, a las 9.30, y salí de casa con tiempo para no perder el bus de las 9.02, que me dejaría puntual en la consulta. A las 9.15 tuve que llamar allá desde la cabina telefónica junto a la parada, explicando lo que pasaba. El autobús llegó por fin a las 9.25, sin que se nos diera la más mínima explicación del porqué del retraso, ni siquiera a una vecina mía que, muy indignada, llamó por su teléfono móvil a la central de la KVB dando pelos y señales de la línea 131, de la parada en que nos hallábamos y del horario transgredido. Y bueno, esto, como me digo, al fin y al cabo es peccata minuta pensando en la pérdida del Archivo Histórico de Colonia y de dos vidas humanas en esa misma catástrofe. Los turistas, porque no tienen necesidad de usarlo, no se dan cuenta del desastroso servicio que nos presta este medio de comunicación urbana, y los colonienses están tan hechos a esta sevicia, que ya casi les pasa desapercibida. Menos a los que tenemos memoria histórica, ya que no archivo.
Weiß/Colonia, 9.6. (2)
Diálogo telefónico hoy, al regresar de la consulta del Dr. Ruppert:
– ¿Herr Bada Díaz?
– Al habla.
– Qué bueno que puedo saludarlo, Herr Bada Díaz. Le estoy llamando desde el servicio de investigación contra la basura telefónica, de todas esas llamadas indeseadas, como aquellas en que se le hacen ofertas de cualquier tipo, y que la mayoría son estafas. Estamos llevando a cabo una encuesta al respecto, ¿me permite preguntarle si recibe usted este tipo de llamadas?
– La suya, entre otras.
– Perdón, no le entendí.
– Dije “La suya, entre otras”.
– Perdone, pero sigo sin entenderle.
– Pues tendré que decírselo en español, ya que no entiende mi alemán.
– No, Herr Bada Díaz, es nada más que no le entendí acústicamente.
(Lo del “akustisch nicht verstanden” es una de las cortesías más discriminatorias que se ha inventado este pueblo contra quienes pronunciamos su idioma con acento extranjero).
– Pues lo que le decía es que su llamada se cuenta también entre las indeseadas.
– Ah, no, pero es muy distinto, Herr Bada Díaz, yo le llamo en nombre de una organización destinada a investigar la basura telefónica y protegerle de ella…
– Sí, pero a través de una llamada que no deseaba y que me roba tiempo. Muchas gracias y muy buenos días.
Y colgué. Luego me dio pena por la pobre chica, que en realidad no hacía otra cosa que ganarse un sueldo en uno de esos dizque call center. Pero siempre pagan justos por pecadores.
Weiß/Colonia, 10.6., recién pasada la medianoche
A las 11.58 p.m., hora de Colonia, sonó el teléfono en el recibidor de la casa y corrí a descolgar para que los timbrazos no despertasen a Diny. Era Ana Carmen, llamándome desde Asunción del Paraguay, para ser la primera en felicitarme en mi cumpleaños. Hablamos dos minutos y el reloj marcó 00:00:00, de manera que entré en el reino de los 71 otoños de la mano y con la voz de Ana Carmen. Se apellida Espinosa, y eso es lo que menos le cuadra a una persona como ella, el amor en persona. Decido tomar mi primer whisky de este nuevo año brindando a su salud. Pero me asalta una duda: ¿cómo se dirá “Cheers!” en guaraní, oh máquina de los dioses?
Weiß/Colonia, 10.6. (1)
Las llamadas telefónicas implacables (mis hijos, mis hermanos, mi deuda estherna, Carlitos, Leonardo, Aída –nada menos que desde Asunción, como Ana Carmen anoche–), los correos electrónicos entrando con una frecuencia casi agobiadora… todo ello me obliga a pensar todo el día en mis 71 otoños recién cumplidos. Por la tarde vienen Rebeca y Montse, esta con los tres nietos, y me traen los regalos de la familia. Una bata casera que es un lujo, pero para alguien bastante más elegante que yo; un pez de tela relleno de caramelos franceses que son un pecado nada venial, y una antología de las últimas palabras pronunciadas por grandes personalidades de la Historia. Aunque mis hijos adoran, como yo, el humor de patíbulo, les pregunto si me lo están regalando para que además me inspiren en el trance que ± pronto me tocará pasar. Y lo pregunto con Henri en los brazos, sonriente y queriéndole echar mano a mi copa de cava, el muy golfo.
Weiß/Colonia, 10.6. (2)
Recibo un correo electrónico de Luis Miguel, de Nexos, para poner en marcha la Operación Campeonato Mundial. A partir de hoy, y hasta el 12 de julio, dispondremos en Nexos de un blog especial en el que, entre otras cosas, comentaré diariamente los avatares del torneo por medio de unas décimas burlonas, como las que me saqué a diario de la manga durante el CM del 98, en mis informativos para América Latina desde la Radio Deutsche Welle. Hay alguna de las de entonces que con toda seguridad podré reciclar. Por ejemplo, ésta:
A los pobres jugadores
les fue, parece, prohibido
que al término del partido
intercambien sus colores,
si no es entre bastidores.
Medidas archidiscretas:
que intercambiar camisetas
sólo prohibir imagino
en el fútbol femenino,
por mor de las muchas… setas.
Weiß/Colonia, 11.6., primera hora del día
¿Cómo es posible que una obra maestra de la literatura se titule La cartuja de Parma? ¿o bien que a un drama justamente célebre se lo conozca como La piel de nuestros dientes? ¿y qué decir de La transformación? (porque lo de La metamorfosis fue un loabilísimo intento de evitar que semejante obra maestra circulase con un título tan pedestre como el que sería su traducción correcta). Con The Three Burials of Melquiades Estrada tengo la impresión de que ese título ha sido su peor enemigo. No me parece que mucha gente se sienta atraida, prima facie, por ver una peli titulada Los tres entierros de Melquiades Estrada, pero tengo para mí que esta del 2005 es el mejor western filmado desde el Unforgiven de Clint Eastwood, de 1992. En cualquier caso, no había margen de duda en cuanto a la elección: entre las caderas de Shakira en el concierto inaugural del Mundial de Sudáfrica, y esta peli de Tommy Lee Jones, mi autorregalo de cumple fueron Los tres entierros… y un whisky de malta, de 16 años.
Weiß/Colonia, 11.6. (1)
Malos por aburridos los dos primeros encuentros del Mundial. Lo único remarcable de ambos ha sido el estruendo insufrible de las vuvuzelas. Si el mensaje subliminal de África al mundo es que desea que nos quedemos sordos, el ensayo les estaría saliendo a las mil maravillas… a no ser por la veta de oro que han encontrado los vendedores callejeros en las cercanías de los estadios, y es que el artículo más solicitado de su oferta para los visitantes extranjeros son unos buenos tapones acústicos con los que evadirse de la tortura vuvudecibélica.
Weiß/Colonia, 11.6. (2)
Repusieron El mundo de Emma en la tele, esta tarde, mientras Francia y Uruguay provocaban el bostezo de los espectadores. Leo en la revista con la programación quincenal de la TV unas declaraciones de Jördis Triebel, que debutó en el cine interpretando a Emma: «El primer día de rodaje tuve que mimar un orgasmo que me venía mientras iba corriendo a tumba abierta con el ciclomotor. Me dije: Qué bueno empezar con eso, así por lo menos desaparecen ya todas las inhibiciones desde el primer momento». Eso se llama realismo. Y un buen sexto sentido para la economía profesional.
Weiß/Colonia, 12.6. (1)
Los antibióticos están empezando a hacer efecto, pero la tos sigue, irreductible a la terapia de gotas de hierbas medicinales y a los caramelos suizos especiales contra catarros. Y expectorar se ha convertido en algo así como mi segunda respiración. Decido no ir a casa de Chico, donde hay una pequeña fiesta familiar por el cumpleaños de Vincent, que fue ayer. No quiero exponer a nadie más al contagio. Nadie más, porque a Diny ya la he contagiado un poco, tanto que esta noche ha dormido en la cama del cuarto de invitados, para huir de mi maléfica proximidad.
Weiß/Colonia, 12.6. (2)
No logró Nigeria sacarse la revancha del 1:0 que le infligió Argentina en el Japón, pero durante el partido me entretuve comparando la indumentaria deportiva del seleccionador sueco de los africanos con el impecable ambo que lucía su colega argentino -cual si estuviese yendo a pedir formalmente la mano de Miss Villa Fiorito-, y pude constatar que aunque Maradona se vista de seda, Maradona se queda.
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