Home Mientras tanto De mi Diario : Semana 25 / 2012

De mi Diario : Semana 25 / 2012

 

Weiß/Colonia, 17.6., primera hora del día

Leo en la cuenta T de una tuitera de Neuquén, Ivana Espina (a) @LaPeces: «Un epitafio que diga: nieva, che». Y recuerdo la inscripción en la lápida de la tumba de César Vallejo, firmada por Georgette: «He nevado tanto para que duermas». Me gustaría conseguir una dirección de Ivana Espina para hacerle llegar ese epitafio, pero a través de su cuenta T es imposible.

 

Weiß/Colonia, 17.6.

Me escribe Fernando desde Lima comentando el diario de mi viaje a París, una ciudad que si la conozco tan requetebién es gracias a él, y le explico algo cuya lectura lo asombró: «Por lo que se refiere a la recuperación de mi billetera, te diré que es una deuda que tengo con Robert Bresson. No sé si conoces su peli Pickpocket, de 1959. Fue una de las primeras que vi en Alemania, el año 1963, a poco de llegar acá, en uno de esos cines de la cadena Die Lupe, que sólo daban pelis de alta graduación artística. Me dejó totalmente impresionado. Ello ha hecho que desde la primera vez que viajé a París, allá por abril 1965, siempre que me monté en el Métro o en un bus haya ido, siempre, pendiente de mi billetera. Siempre. Me he descuidado en cambio alguna vez fuera de los transportes públicos; no sé si recordarás aquella en que me la robaron del bolsillo interior de mi saco, colgado en el respaldo de mi asiento, en el bistró de la esquina de la rue St. Jacques con la rue Bûcherie; casi un anticipo exacto del que fui víctima este año, el 23 de febrero, acá en Colonia. Y te diré más: no eres el único asombrado por la recuperación de mi billetera, según acabo de constatar abriendo los emails que me llegaron mientras dormía, pero puedes tener la completa seguridad de que los más asombrados somos Diny y yo. El salto que pegué al salir del bus siguiendo al carterista y mi decisión irremisible de no dejarme robar por él iba además súper motivado por mi cabreo con él por no haberme dejado pasar hasta el fondo del bus para poder descansar en el asiento que me había conseguido Diny. Se juntó todo, pues: mi aprendizaje lejano de la lección de Bresson, la amarga experiencia del 23 de febrero y ese cabreo de que te hablo. Pobre hombre. Fue casi humilde su gesto de extender el brazo hacia atrás con la cartera, sin querer mirarme a la cara. Una derrota en toda la línea, su lenguaje corporal lo denunciaba».

 

Weiß/Colonia, 18.6., primera hora de la noche

Hay un canal que pasó esta noche la 1ª peli de la 1ª temporada de la saga del inspector Lynley con la sargento Heavers, y veo que la programan completa. Yuuuuuuuuuupi, porque esta es una serie de la que desconocía cómo se inició. Y es una ley que no sé si alguien ya la ha formulado, pero en toda serie la cronología es el criterio decisivo. Como en la vida. Reducido a términos más simples: la vida es una telenovela, pero una tan seria que si no has visto el primer capítulo, el resto carece de importancia porque es igual en todas.

 

Weiß/Colonia, 18.6. (1)

El cardiólogo me certifica un 100% de conformidad con los resultados del chequeo anterior, lo cual, dicho en cristiano, significa que ninguno de los valores a considerar ha cambiado para peor y, por lo tanto, debo contar con no sé cuántos años más en este mundo de miércoles.

 

Weiß/Colonia, 18.6. (2)

Le regalé a Otraparte un tuit [«Mickey Mouse es el parto de los montes»], y José María, desde su Cielorroto, me reviró lo siguiente: «Según eso, ¿Disneylandia sería la montaña mágica? ¿Qué diría Thomas Mann a todas estas? (Pregunta para Ricardo Bada)». A lo cual le he respondido que «mientras Walt Disney colaboró con el FBI como agente especial, en la época de la caza de brujas del infame McCarthy, el autor de La montaña mágica se fue del país, asqueado a causa de la misma. Creo que Disneylandia no existía entonces, pero a los perspicaces ojos de Thomas Mann seguramente no hubiera pasado de ser nada más que una metástasis en Technicolor de su Mario y el mago, de su tan certera parábola acerca del fascismo. Vale».

 

Weiß/Colonia, 18.6. (3)

Zack and Miri Make a Porno es como When Harry met Sally sólo que en borde (y al borde). Distrae, sí, y tiene un par de chistes visuales y verbales bastante buenos, pero lo que me hace volverla a ver son los ojos de Elizabeth Banks. Soy un romántico en estado terminal. Desde siempre. Lo cual no deja de ser una paradoja.

 

Weiß/Colonia, 19.6.

Voy con Carlitos a Düsseldorf (¡cruzar el Rhin, internarnos en Siberia, oh dioses!) para retirar en el consulado mi nuevo pasaporte y el de Rebeca. Al llegar a un semáforo le señalo la furgoneta estacionada delante de su Citroën y en cuya puerta trasera se lee “Kranken–Beförderung”. Nos reimos de buena gana porque “Beförderung” es una palabra que no puede ser más ambigua y aunque aquí está empleada claramente en el sentido de “transporte” –en este caso de enfermos–, de manera involuntaria piensa uno en la acepción más habitual, relacionada con los funcionarios públicos, y la traduce como “ascenso, promoción”: «El enfermo Jürgen Schmidt, resfriado, ha sido ascendido a tuberculoso». ¿Qué tal? De regreso en Colonia, almorzamos en La Modicana y vamos después a hacer compras a Aldi, y le pido a Carlitos que no baje del auto porque tiene un ataque de lumbago, pero le pregunto si necesita alguna cosa y me contesta que sí, que una espalda nueva: humor de patíbulo. Antes habíamos pasado por el almacén del turco para hacer yo provisión de agua mineral, y le pregunté por el partido del viernes, Grecia vs. Alemania, que tiene más morbo que ver a la Venus de Milo tratando de masturbarse. Pero el turco qué me va a decir, que espera que ganen los alemanes. Y cuando volvemos a casa, otra vez me tengo que reír cuando descubro que en el # 1 de mi calle han desplegado sobre la fachada una bandera tamaño sábana. Que de qué me río, pregunta Carlitos, y le explico que justamente enfrente del # 1 del Pflasterhofweg, a ambos lados de la callecita que va al cementerio, viven dos familias griegas. ¡Ah, este viernes va a ser la guerra de Troya! Y Alemania tiene su talón de Aquiles.

 

Weiß/Colonia, 20.6. (1)

La glosa del diario está dedicada hoy a la única victoria conseguida por Grecia contra Alemania en fútbol. Según la estadística de la FIFA, ambas selecciones se han enfrentado ya ocho veces antes del viernes, con un saldo de cinco victorias alemanas y tres empates. Pero la estadística de la FIFA no registra, sin embargo, la victoria de un equipo heleno, por 1:0, nada menos que en el estadio olímpico de Múnich, y pese a la presencia de Beckenbauer en el once germano: desde mi punto de vista, estrictamente personal, la considero premonitoria. ¡Viva Monty Python!

 

Weiß/Colonia, 20.6. (2)

Los actores, cuando son convincentes, nos dejan interiormente no ya avergonzados sino que además anímicamente desmantelados. Viendo sus caras parece como si nos mirásemos en un espejo donde se ven las nuestras a las claras y sin duda alguna, las caras de cretinos, de corderos degollados, que debemos ofrecer a la ecúmene espectadora en algunos momentos homologables.

 

Weiß/Colonia, 21.6. (1)

Me mandó Luis desde Caracas un pps sobre São Paulo, una especie de Summa Theologica de los superlativos urbanos, y se lo reboté a mis amigos brasileños preguntándoles si Sampa es “um gigante intimista” (como alguna vez lo llamó Loyola)… ¿o intimidatorio? Y Laís me responde: «Ambas as coisas ao mesmo tempo, Ricardo. Uma cidade fascinante, que também assusta e onde a vida não é fácil para seus habitantes». Y yo le contesto: «Viví un mes en Sampa, querida Laís, y sé lo que es esa ciudad. Estuve hasta en algunos de los barrios más peligrosos, pero en la buena compañía de Ignacio de Loyola Brandão, que era mi guardespaldas y mi salvoconducto, todo en uno. Y hasta he viajado de Sampa a Río en trem–leito, que todo el mundo me decía que estaba loco, que lo mejor era volar, que los trenes en Brasil eran uma merda, etc. Pero lo cierto es que ese tren de coches–cama era espléndido, cómodo, limpio, y cuando se puso en marcha (tras dejar casi llorando a mis amigos en la estación) toqué el timbre para llamar al camarero, vino y le encargué una botella de guaraná «muito fria», y le pregunté si tenía whisky, a lo cual me replicó: “O senhor gosta mais de Scotch o de Bourbon?”».

 

Weiß/Colonia, 21.6. (2)

Voy al centro, para una gastroscopia (es la palabreja que campea en la receta del Dr. Ruppert). Me la hacen en un centro clínico entre Neumarkt y la Biblioteca Municipal, y es un asunto tan rápido e indoloro que hasta me pregunto si no lo habré soñado. El Dr. Sommer (=verano), que me la practicó, me asegura que la úlcera ha cicatrizado y que me extrajeron un poco de sangre para verificar que la maldita Helicobacter pylori quedó 100% erradicada. Cuando le pregunto si es en serio que no puedo tomar alcohol hasta mañana me despide campechano diciéndome que nunca me tome al pie de la letra lo que dicen las enfermeras: cumplen con su deber al hacerlo, pero eso es todo. Así es que me voy al Culinarius, la ostería italiana en el piso subterráneo del Karstadt, y encargo mi consabida sopa de pescado, «e un bicchiere de vino rosso» concluye el camarero, que me conoce. Ecco!  Soy el único parroquiano porque la gastroscopia tuvo lugar a las 2:15 p.m. y son las 3:30 y todo el mundo ha almorzado ya, esto no es España. Pero al rato llega un tipo mayor, de unos 50 años, bien vestido, en compañía de una veinteañera vestida con una minifalda vertiginosa, y con un chihuahua en los brazos como si fuese un bebé. Se sientan tres mesas más allá de la mía, y por el trato que le dispensa el camarero al tipo, y por la asimetría de la pareja, induzco que se trata sin duda de un mafioso con su capricho sexual del momento. En el tranvía, de regreso a casa, termino de leer Harraga, una novela irregular como escritura, pero profundamente moral y sin contemplaciones al señalar las metástasis de la sociedad en la frontera entre los llamados Primer y Tercer Mundo. Me gustó bastante.

 

Weiß/Colonia, 21.6. (3)

En el canal Arte estuvieron pasando hasta hoy, en tres jueves consecutivos, a dos por jueves, los seis capítulos de Pride & Prejudice en la versión BBC de 1995. Como el buen vino, gana cada vez que la veo. Y ahora comenzaré a meterme entre pecho y espalda los cinco primeros libros de la saga de Bevilacqua y Chamorro, la pareja de guardias civiles creada por Lorenzo Silva, de la que ya lei el último episodio y me entraron ganas de conocer la saga entera, de manera que me la procuré al alimón entre Visor en Madrid y La Librería en Bonn. Me hago la reflexión de que no sólo es pareja por ser hombre y mujer, sino, sobre todo, por ser de la Benemérita, y me acuerdo de un viejo chiste basado en la ancestral enemistad entre los gitanos y ella. Dos gitanos que se encuentran en la calle, y uno de ellos le dice al otro: «Ahí vengo del cruce a la salida del pueblo, que un camión se salió al arcén y ha matao a un guardia civil». Y el otro: «Pero compadre, ¿esa gente no va siempre en pareja?».

 

Weiß/Colonia, 22.6. (1)

A las 8.44 a.m., Henri ante portas, va a pasar el día con nosotros. Ayer compré para él en Saturn un DVD con seis aventuras de Pettersson & Findus, y lo primero que me dice mientras acerca la cara para que le dé un beso, es «Findus». No da puntada sin hilo. Luego, a las 11, me lo llevo de paseo en el cochecito. Pasamos primero por el boliche del griego, en la parada del autobús, para comprar la revista quincenal con el programa de la TV; veo que él y sus vecinos del otro lado de la calle han colgado de sus ventanas, diplomáticamente, banderas griegas y alemanas, lo cual es una bofetada a la bandera alemana tamaño sábana de los alemanes que viven enfrente de ellos, en el # 1 de mi calle. Le pregunto por el partido de esta noche y se muestra harto fatalista, pero le regala un chupachup en forma de balón de fútbol al pequeño germano que me acompaña. Y de allí vamos a la farmacia, y luego bajamos al Rhin, vemos muchos caballos, pero ni una sola gabarra, sólo el ferry que cruza a la otra orilla. Estos paseos con Henri son la alegría de mis años invernales, y la sonrisa de este niño es de una ternura que me pone al borde de las lágrimas.

 

Weiß/Colonia, 22.6. (2)

No quise ver el partido, ni pienso ver ninguno de los que restan, todos tan previsibles. Al menos en el 2008 hubo la lejana posibilidad de una final Rusia vs. Turquía. Esta vez la más inesperada sería Portugal vs. Inglaterra. ¡Qué horror! ¿Quién que no fuese portugués, inglés o masoquista, iría a perder 90 minutos (si es que no 120, y/o los correspondientes a los penalties) en semejante pendejada? Con la cantidad de buenas novelas policiales que me esperan

 

Weiß/Colonia, 22.6. (3)

GBS, mi amigo brasileño que comparte siglas ¡¡y sentido común!! con su homólogo en ellas, George Bernard Shaw, me escribe al respecto de mi viaje de São Paulo a Río: «Los tiempos del tren coches–cama entre Río y São Paulo se acabaron cuando, durante el gobierno del «príncipe de los sociólogos», el inefable Fernando Henrique Cardoso, los ferrocarriles fueron privatizados. Yo también llegué a usar uno de los últimos de esos mismos trenes. Había una cena y un desayuno incluídos en el precio… El único problema era que el vagón donde yo viajaba era el último, y se bamboleaba como loco, por lo que era dificil dormir. Pero tenía una cámara de baño individual, con ducha caliente y fría… Creo que el día siguiente al de la privatización se acabaron los trenes de larga distancia para pasajeros. Hoy sólo hay trenes de carga. Y fueron deselectrificados. Durante años lucharon contra los ladrones de cables. Y luego, de un día para el otro, arrancaron los cables y los dejaron tirados en el suelo. Claro que fueron robados en menos de 24 horas. Hoy los trenes de carga de larga distancia (los pocos que hay) tienen locomotoras diesel, que sueltan un humo pestilento y hacen un ruido horroroso. Además, hubo tanta corrupción en los procesos de privatización, que fueron llamados de «piratización». Hay un libro reciente sobre ese tema». ¿América Latina?  No sé, donde hay pobreza en situación asimétrica con la riqueza, todo esto es pasible de ser contado en kisuaheli, bengalí, francés africano, árabe (aquí con la amenaza de que te amputen las manos por ladrón, si impera la ley islámica)Qué mundo de mierda el nuestro.

 

Weiß/Colonia, 23.6.

Anotado en El lejano país de los estanques, la primera novela de la saga de Bevilacqua & Chamorro, que terminé de leer anoche: «Cuando un hombre tiene que abusar de la mentira para cumplir con su deber, puede estar seguro de que anda equivocado de verdad o de deber». Es el tono de Dalgliesh, y ello me recuerda que debo enterarme de si ya apareció en español o mejor en alemán la novela de P.D. James con los personajes de Pride & Prejudice, de la que ella es una ferviente lectora y admiradora. El lunes preguntaré en la librería, adonde de todos modos debo ir a retirar el ejemplar encargado de La cosa empieza con que falta el punto final: volví a prestar ese libro y estoy seguro de volver a perderlo por tercera vez, pero quisiera atender una consulta de un forista y volver a tenerlo. Palabrita del Niño Jesús que no lo prestaré nunca más.

 

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