Rodenkirchen, 18.6.
Encontré alojamiento para Oskar en Huelva, estará en casa de Mónica, que chamulla el inglés, y Nuria lo está estudiando. Me hace realmente feliz esta relación de Oskar con Huelva, que comenzó en el 2016, cuando lo acompañamos a visitar a su familia onubense, como él mismo nos explicó que deseaba hacerlo, y de paso tuvo ocasión de conocer un espectáculo mágico y gratuito: la Semana Santa andaluza. Quedó muy impresionado.
Almorzamos con Angie y Vincent en Steep’s. Llegaron ayer de regreso de su viaje a Valencia y Mallorca, donde en la isla se encontraron con Beate y Wolfgang. Vienen felices y con deseos de regresar, aunque a Angie le sigue costando un gran vencimiento lo de montarse en un avión. Les impresionó muchísimo el descenso al aeropuerto de Valencia, no veían sino naranjos, miles y miles de naranjos. Les hablo de las naranjas y de los helados valencianos, los dos únicos lujos que nos permitíamos en los años del primer franquismo, “los años del hambre”, y nos los podíamos permitir porque no estaban racionados, como sí lo estaba casi todo el resto de la canasta. Y les llamó la atención que, al menos donde la comieron, la paella valenciana se hace sin mariscos, con carne de conejo o de pollo. Les cuento que un amigo mío catalán, gran cocinero él, me dijo un día algo que va a misa y es un corte de mangas a las recetas más encopetadas de los cocineros con más estrellas Michelin: «Una paella se hace con arroz y lo que haya en la alacena o la nevera». Nos acompañaron hasta el Maternus luego, Diny y Angie estuvieron de palique en el balcón, y yo le busqué a Vincent, en la pantalla de la compu, la escena de Otoño en Nueva York, donde Will le dice a Charlotte que no puede ofrecerle nada más que lo que tienen, una relación y nada más, que como pareja no tienen futuro, y Charlotte lo mira intensamente y al cabo le dice que lo sabe, porque ella está desahuciada, nadie se explica cómo es que pudo cumplir 22 años. La escena sólo dura dos minutos y seis segundos, del conteo 26’22” al 28’28”: «Esta escena es donde comienza realmente la peli», le digo a Vincent, y èl me contesta que piensa verla posiblemente hoy mismo. Recién cuando se han ido me doy cuenta de que me olvidé de entregarle nuestro regalo de cumpleaños. Tan luego yo, que me considero [casi] tan memorioso como Funes.
Rodenkirchen, 19.6.
Vino Montse a visitarnos y almorzamos con ella en Steep’s. Por cierto que se sorprendió al ver que el camarero nos trajo la gaseosa de manzana para Diny y la copa de Grauburgunder para mí, sin haberlas encargado. Diny pidió un Flamenkuchen clásico, con tocino de jamón picadito, Montse un burger vegano y yo un escalope sencillo a la vienesa, con pommes frites. Ellas se fueron de vuelta al Maternus y yo me acerqué al consultorio de Radiologie360º para que me entregaran el CD con mi tomografía hecha hace un par de semanas. Al regresar al Maternus me cruzo en el pasillo con Frau Lindemann, la ergoterapeuta, y vuelvo a decirme que qué lindísima es esta mujer, mare mía de mi arma.
A las 5:30 pm salgo camino del neumólogo, el Dr. Dornaika me pidió el lunes pasado que lo visitara hoy poco antes de las 6, cuando termina el horario normal del consultorio, para poder ver con calma el CD con la tomografía. Soy, pues, su último paciente por hoy, y él se toma todo el tiempo del mundo para explicarme sin recurrir al lenguaje cifrado de los médicos, qué es lo que ve en la pantalla. Al cabo, me lo resume diciendo que venga en diciembre para el control (es una cita ya hecha) pero que si los valores no han cambiado, la próxima vez será dentro de un año. Que no debo tener ningún motivo de preocupación porque el valor que más le interesa en mi caso es uno que me lo señala en pantalla, era 68 hace cinco años y es 67 ahora. Un 1% en cinco años no es nada. Como veinte en el tango, me digo para mí. Le doy las gracias y vuelvo de a deveras aliviado al Maternus.
Violeta leyó ayer mi última entrega de este Diario y me mandó un email: «Aquí prendiendo una velita para que lo tuyo no sea nada». Le contesto ahora: «Acabo de regresar del neumólogo. Se tomó tiempo para estudiar la tomografía que le llevé en el CD y me dijo que no hay ningún motivo de mayor preocupación, que vuelva en diciembre para control y basta. Respiré hondo. No me gustaría dejar sola a Diny, ya es bastante con lo que tiene».
Rodenkirchen, 20.6.
Hoy, en La Modicana, después de la escena ya ritualizada con Diny, quien no entiende (o no quiere entender) por qué no puede acompañarnos allá, Ulli encarga un tartar de atún sobre carpaccio de espárrago blanco, Carlitos una pasta con setas, y yo espaguetis con calamares, almejas y un mejillón. Minou nos avisa de que el martes próximo estará cerrado, la signora se va una semana de vacaciones. Mirá vos por dónde resulta que el martes 27 Diny almorzará con nosotros.
Voy de compras a ReWe y después de repartirlas entre los armarios y la nevera, me asomo desde nuestro balcón al gardenparty en el Maternus: en la maldita vida me van a cazar para atronarme los oídos con una tormenta atroz de decibelios. Ya desde el balcón se sienten los bajos como los latidos del corazón de un rinoceronte presa del pánico.
Bajamos al jardín cuando ya ha terminado el party. Y esta vez, en mi acostumbrado paseo a lo largo del recinto, ida y vuelta, descubro una mata de arándanos rojos en el útimo cantero de la derecha, y luego, al volver sobre mis pasos una preciosa de lavanda en el último de la izquierda.
Doña Geranio viene a cambiarle el pañal a Diny y ponerle el pijama, y me dice que ayer no me pudo ver con la guayabera puesta porque estaba donde mi neumólogo. Ella, por su parte, viene hoy tocada con una especie de turbante rosa con aplicaciones metálicas. Le pregunto si es porque ha pasado vacaciones en Turquía y se ríe con esa risa suya de inconfundible estirpe caribeña.
Rodenkirchen, 21.6.
Los miércoles ya los tengo programados para mis Reibekuchen con salmón ahumado en Steep’s, esta vez acompañado por Diny, quien pidió el menú del día: sopa de tomate y tortellini con espinacas en salsa de queso. Noto enseguida que en la primera sala del local, todos somos parroquianos habituales de este día de la semana, a causa de los Reibekuchen. Y cuando pasa a nuestro lado una señora, camino del patio para ver si escampa (empezó a llover), me dice Diny que ella vive frente al campo de fútbol de Weiß, la conoce de verla en la parada del bus. Al volver a su mesa la señora, le pregunto si escampó y si vive frente al campo de fútbol de Weiß, y ahí pegamos la hebra , con el resultado de que el enterarse de que trabajé 35 años en la Deutsche Welle, la señora me dice que su vecino es Foussier, que si lo conozco. Y claro que lo conozco, era el director del servicio en lengua francesa y yo pensaba que al jubilarse había regresado a Francia. Cuando el camarero viene a traer la cuenta y nos pregunta si todo estuvo en orden, le digo que mi mujer tiene una reclamación que hacer, y es que a su juicio me había servido una cantidad excesiva de salmón ahumado, lo que provoca risas en las mesas vecinas. Ya empezamos a echar raíces en este lugar donde nos hemos sentido tan a gusto desde la primera vez.
Mientras esperábamos el almuerzo en Steep’s me llamó al celular Ricardo Ojeda Vera. Estuvo de viaje y al regresar encontró en el contestador automático de llamadas el mensaje que le dejé luego de hablarle de él a Jessica, y que ella descubriera, como yo hace meses, su escasa presencia en internet. Cuando lo llamo desde el Maternus después del almuerzo me la explica diciéndome que hace años decidió prescindir del celular porque a veces se le acumulaban 150 mensajes por día y todo ello a causa de su gran presencia en internet, que fue suprimiendo hasta dejarla en el escueto anuncio de su consulta de medicina alternativa. Me preguntó por Diny, a quien conoció cuando él y yo fuimos miembros del jurado del Festival de Cine Ecológico, en Puerto de la Cruz, en Tenerife, hicieron muy buenas migas, y al contarle ahora lo que estamos pasando, quiere saber de inmediato la medicación que toma y me da un par de consejos al respecto, en especial todo lo que se refiere a la ingesta de la vitamina B. Además me anuncia que hará todo lo posible por venir pronto a Colonia para visitarnos.
Primer día del verano y lluvia. Y siempre que la veo caer, revive en mí ese poema clave de Felipe. De la edición numerada (99 ejemplares) y firmada por Felipe, el ejemplar 1/99 cuelga en la pared a mi derecha y está dedicado: «Para Dini». También Felipe la quería mucho.
En honor de Doña Geranio me quedé con la guayabera puesta al regresar de nuestro paseo vespertino por el jardín. Me hizo la mar de piropos y me prometió que la próxima vez que vaya a Cuba me va a traer una blanca, de hilo. Veremos, como dijo don Paco empujando con el índice sus quevedos sobre su nariz.
Rodenkirchen, 22.6.
Anoche encontré un portal español donde poder ver gratis Dirty Dancing y la volví a ver al cabo de muchos años. Me sigue gustando. Por supuesto el guion no es nada del otro jueves (ni siquiera del otro miércoles) pero tiene escenas impactantes, fulminantes: el último baile, por ejemplo, te electriza. Y por cierto, buscando un hipervínculo con este Diario, encontré una sentida y sensible necrológica de Patrick Swayze en uno de los mejores blogs sobre cine de los que visito: el de la gran periodista gringa Hildy Johnson, cuya vida y crisis emocionales y profesionales recreó de manera deliciosa don Howard Hawks en esa obra maestra de homenaje al periodismo que es Luna nueva.
Mi columna en Árbol Invertido, hablando de mi padre, me ha deparado una verdadera cascada de emails, que he contestado uno por uno con estas o parecidas palabras: «Mi padre era una persona que irradiaba bondad. Y a Diny la quería como si fuese una hija propia. Cuando semanas después de su entierro llegamos de vacaciones, como estaba previsto, cada vez que entrábamos a un bar donde habíamos tomado una copa con él, o a un lugar que hubiésemos visitado juntos, sin poderlo evitar. lo hacíamos con lágrimas en los ojos. Todavía hoy, 45 años después, mis hijos hablan de él con una devoción y un cariño enormes. Ojalá me pareciese a él. Y ojalá mis nietos me recuerden la mitad de lo que mis hijos recuerdan a su abuelo paterno».
Chico también ha leído mi columna dedicada a mi padre y me envía un email: «¿No fuisteis Abuelo y tú a un partido de fútbol contra el Betis en ese viaje? ¿O lo recuerdo mal y estoy confundiendo las cosas?» Le contesto a vuelta de correos: «Sí, recuerdo que estuvimos en el viejo Estadio Colombino, pero no recuerdo contra qué equipo jugaba el Recreativo. Incluso recuerdo que mi amigo Paco Guerrero, al que conocí y con el que compartí piso en Berlín en 1964, estaba a la entrada del estadio repartiendo octavillas de su sindicato. Nos abrazamos en recuerdo de los viejos tiempos. Por cierto que Paco, quien ya había regresado a España, fue quien hizo las primeras fotos de Rebeca en la azotea de nuestro piso en la calle Rábida, esquina W con la de las Señas. Y mientras te escribo recuerdo haberte contado alguna vez que mi padre viajó a Sevilla a ver el derby Betis vs. Sevilla cuando el Betis ascendió a Primera División en 1958. A ese partido fuimos juntos mi padre, el tío Laureano y yo, el partido se celebró en el viejo estadio del Sevilla y ganó el Betis por 1:0, un golazo de Luis del Sol, que le abrió las puertas del Real Madrid».
Rodenkirchen, 23.6.
Estuve viendo anoche Dirty Dancmg en la versión original. La frase crucial de Johnny, «Nobody puts Baby in a corner», es mucho más concisa (10 sílabas) y suena mejor que «No permitiré que nadie te arrincone» (13 sílabas, y falta el “Baby” subsumido en el “te”).
Fuimos a almorzar al chino, yo con la ilusión de comer ración y media de gambas con gabardina, pero al llegar nos encontramos con la mala noticia de que hoy están sin cocinero, de manera que la oferta es harto más reducida de lo que nos imaginamos. Diny se decide por el menú 21 (un cuenco de sopa à la pekinesa y un guiso de pechuga de pollo al horno) mientras que yo encargo una sopa tailandesa de marisco que hace que llore por lo picante que es. Inevitablemente recuerdo a Rolando, que en las temporadas que pasaba con nosotros le ponía cucharadas soperas de picante a todas las delicias que cocinaba Diny y se me hacía muy cuesta arriba, siendo su anfitrión, decirle que aquello era como mentarle la madre a la cocinera. Al despedirnos hoy en el chino le digo a la camarera que el viernes próximo ojalá ya tengan cocinero, me contesta que todo el personal lo anda deseando.
Paseo vespertino por el jardín. Como ha llovido bastante, el aire ha refrescado harto, me hace mucho bien tanta paz, tanto verde, tantas flores a mi alrededor. Al regresar a nuestro apartamento me pregunta Diny si esta noche también vamos a dormir acá. Le contesto: «¿Quieres que lo hagamos en Marruecos?» Y por primera vez en muchos días, Diny sonríe al oírme.
Llegué a la página 515 de La montaña mágica rastreando todas las palabras extranjeras que incluye, de manera que mañana terminaré la tarea y el domingo podré escribir el texto comparando el uso de palabras de otros idiomas en la novela de Thomas Mann y en Platero y yo. Lo quiero ofrecer el lunes en Nexos por si lo quieren publicar el 29, cuando se cumplen 65 años de la muerte de Juan Ramón.
Rodenkirchen, 24.6.
Descubrí anoche una peli francesa cuyo tema me apasiona, pero la descubrí muy tarde, de ponerme a verla habría trasnochado en exceso, así es que la veré esta noche. Se titula Paris–Manhattan y en su ficha en www.imdb.com un espectador brasileño ha resumido así su argumento: «En París, la farmacéutica Alice es una fan obsesionada de Woody Allen desde los quince años, ha visto todas sus películas y habla con él a solas en su habitación. Cuando conoce a Pierre en un club nocturno, descubre que le encanta el jazz y cree que es su príncipe azul. Pero cuando Pierre ve a Hélène, la hermana de Alice, se enamoran inmediatamente y se casan. Años más tarde, Alice es una solterona que administra la farmacia que perteneció a su padre y cree que el cine puede curar muchas enfermedades. Sin embargo, su padre intenta insistentemente encontrarle un marido. Cuando el técnico de alarmas Victor conoce a Alice, ella no ve ninguna relación futura con él. Pero un día, Victor lleva a Alice a conocer a Woody Allen en París y el director le da un consejo». Se comprenderá, pues, que quiera verla con tranquilidad, y le pasaré el dato a Chico, quien es el otro gran fan de Woody en la familia Bada.
Almorzamos en el Bistro Verde, Diny su fricassé de gallina con arroz, yo mi Rösti con salmón en salmuera y sin ensalada: la buena de Angelika me dice que entonces con cuatro en vez de tres Rösti, y así me los trae cuando estoy apurando la primera de mis dos canónicas copas de un Chardonnay fresco y entrador. Mientras almorzamos llamó Chico diciendo que pasará por nuestro apartamento el martes en la tarde, para instalar lo que él llama “el guardarropas” y yo “el perchero”. Iba siendo hora, porque lo trajo hace varios meses y ahí está, muerto de aburrimiento en el recibidor.
Viene la asistenta cubana a quien llamo Doña Geranio, para cambiarle el pañal a Diny y ponerle el pijama, y se queja de la ola de calor que estamos pasando en estos días. Lo hace de forma muy gráfica: «Ya tenemos a Cuba aquí en Alemania».
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