Weiß/Colonia, 3.7.
Leo en Norte, de Edmundo Paz Soldán: «Era el padre Joe. Un californiano de casi dos metros de estatura con la nariz y las mejillas rojas –producto de una rosácea galopante–, que en su juventud había trabajado en una refinería en Texas. En aquel tiempo su trabajo lo enviaba cada quince días a Monterrey; a él le encantaba cruzar la línea en busca de alcohol y de putas. Se había enamorado de una de ellas y se quedó en Villa Ahumada, pero ella tenía un novio que la mató de un balazo al enterarse de Joe. Después de concluir que había sido su culpa, Joe prometió disculparse ofrendando su vida al Señor». Bueno, lo de la “rosácea” de repente es un chicanismo por la rubeola o cualquier otra enfermedad de la piel, pero eso de que Joe prometa “disculparse” ofrendando su vida al Señor, una frase que ± rescata la dicción de Corín Tellado, y en verdad en verdad os digo que es de alquilar balcones.
Weiß/Colonia, 4.7., primera hora de la noche
The Yellow Handkerchief, qué bella peli, qué actores, qué paisajes, qué historia, qué humanidad, qué intensidad creciente casi a partir de cero, qué desenlace… Pienso que, curiosamente, lo que estaba leyendo antes de sentarme a gozarla es una visión del norte (los USA) desde el sur (Paz Soldán es boliviano), mientras que en esta peli es una visión del sur (de los USA) desde el este (Udayan Prasad, el director, es indio). Y qué asimetrías tan, tan grandes, a favor del cine y de la geografía… ¡Ah Kipling, quizá no sea cierto que el Este y el Oeste nunca se podrán encontrar! En cuanto al Norte y el Sur, ahí no me queda ninguna duda: esos sí que nunca. Enter.
Weiß/Colonia, 4.7. (1)
Un mail maravilloso de Ángeles donde, después de haber leído mi diario, me dice que no conoce San Sebastián: «Otra asignatura pendiente». Le contesto: «Tienes que prometerme que si alguna vez en tus planes de viaje aparece el nombre de San Sebastián, me avisarás con la antelación suficiente a fin de que Diny y yo estemos allá para pasar contigo los días que puedas estar, y enseñarte nuestra querida Donosti (que es, con Ámsterdam, una de las dos ciudades predilectas de mi mártir, y una de las cuatro mías: las otras dos mías son Madrid y Buenos Aires). La bella Easo, su nombre poético en eusquera, es una ciudad única. Dicho sea de paso, en su cementerio está enterrado aquel médico colombiano amigo de José Asunción Silva que le marcó a este, en el pecho, el lugar exacto bajo el cual latía su corazón: luego, Silva se suicidó disparándose ahí, y su amigo, creyéndose responsable, apenado sin cuento, abandonó Colombia y se fue a establecer en España, donde llegó a ser médico de cabecera de la Reina Madre. que veraneaba todos los años en San Sebastián, y allí vino a morir finalmente el pobre hombre. Mutis te puede contar la historia con más detalles que yo». Aún me acuerdo del día que visitamos Polloe, el cementerio de Donosti, y cómo me quedé alelado ante esa tumba en cuya lápida decía: «Dr. Juan E. Manrique (Colombiano)». Jamás en la maldita vida se me hubiera ocurrido que alguien llevase tan lejos su orgullo patrio como para proclamar su nacionalidad hasta desde el Más Allá. Colombia is different!, me dije.
Weiß/Colonia, 4.7. (2)
También después de leer mi diario, mi tocayo me escribe desde Buenos Aires: «No me alegró el descenso de categoría de River Plate y conste que soy simpatizante de Boca Juniors. River es el club más prestigioso del país, con una gloriosa trayectoria, que fue bastardeada por la dirigencia de los últimos decenios. Desde otro punto de vista River es como una metáfora de la Argentina, un país que también tiene su rico pasado convertido hoy en doloroso presente por causa de los gobiernos ineptos que soporta desde hace 50 años». Ecco!
Weiß/Colonia, 5.7., primera hora del día
Leyendo Norte anoto esta frase: «La fuerza de la oración sería tanta que lograría el milagro de transformar la realidad en aquello que una quería que fuera». Una. Pero ¿es un “una” que le sale natural a la narradora boliviana, o es un “una” que le sale natural a un escritor boliviano dándole voz a una narradora compatriota suya? Algo más adelante: «Durante el sexo sintió los rasguños de ella en su espalda, cierta desesperación. Ella estaba sentada sobre él; podía ver su rostro concentrado, la melena castaña que a ratos le cubría los ojos». Coño, esas sí que son habilidades de artista de circo: sentada sobre el hombre y rasguñándole la espalda, qué longitud de brazos…
Weiß/Colonia, 5.7. (1)
A las 7.20 a.m. (todavía en la cama, estaba mirando el reloj de la mesita de noche de Diny) me dio de repente un calambre fortísimo en la pantorrilla derecha. Tuve un acceso de pánico que me hizo olvidar la flexión de los dedos del pie, el único remedio conocido y eficaz contra ese puto agarrotamiento. Grité de dolor, acudió Diny, le dije, me preguntó si había flexionado los dedos del pie, recordé, lo hice, el agarrotamiento fue desapareciendo poco a poco dejándome una sensación de bienestar y de relax que sólo conocen quienes han pasado por este maldito trance. Pero toda la mañana sigo sintiendo el fantasma del dolor, la madre que lo trajo.
Weiß/Colonia, 5.7. (2)
Viene Diny a decirme que hay una foto de Chiqui en la portada de El País, de hoy. Y qué foto. Chiqui es un artista, carajo. Y adoro que su página web la encabece un epígrafe de Cortázar.
Weiß/Colonia, 5.7. (3)
Regresando de almorzar en La Modicana, ya casi llegando a casa, un niño nos pregunta qué hora es y no lo entiendo, Diny sí, y le dice que las 2.40 p.m Lo curioso es que cuando yo llegué a Alemania en 1963 y empecé a aprender alemán, con ayuda del diccionario construí la frase ¿Qué hora es? (=Welche Uhr ist es?) y me la corrigieron de inmediato, aunque la entendieron, diciéndome que lo correcto era preguntar Wie spät ist es? (=¿Cuán tarde es?), una lección que aprendí para el resto de mis días. Hasta hoy. ¿Si será que las nuevas generaciones alemanas ya hablan tan mal alemán… suponiendo que sea posible hablar mal un idioma?
Weiß/Colonia, 6.7., primeras horas de la noche
Me pongo a completar Límeri de Bueno Saire, con los barrios que aún falten (y que no sé cuáles serán) y los lugares carismáticos que pienso que también deberían ir en el libro: el Obelisco, la Torre de los Ingleses, Puente Alsina, el Riachuelo, la Casa Rosada… y este me sale como si tan sólo estuviera esperando que la mencionase: «Contemplando la kitsch Casa Rosada / me dijo la Lectora: – Sí, don Bada, / de ese balcón Evita / cantó, según la cita, / aquello de “Don’t cry, qué cagada!”»
Weiß/Colonia, 6.7.
Me acosté pasadas las 3 a.m., caí redondo en la cama y menos mal que me desperté a las 8, hoy tenía cita Diny en lo del dentista y a la misma hora llegó Kohlgraf, para revisar los radiadores de la calefacción. Luego vendrá Oskar y tengo que tener una larga plática con él, acerca de la compu que se quiere comprar. Vamos a ver si lo convenzo de que no sea una como la mía, con pantalla panorámica, según dice Montse que él quiere, sino que sea una portátil, hay una oferta buenísima en Aldi.
[No necesité convencerlo, él quiere una portátil como la de Diny, su mamá está pues bastante atrasada en información filial. El problema es que el padre ha hecho depender la compra de las notas que saque en la escuela. Le pregunto qué tal chance hay de que sí pueda comprarla, y me dice que buenas. Lo que me jode del asunto es que a lo peor, cuando tenga su compu propia, nos deje de visitar un día a la semana, esos días que son ahora los rayos de sol en mi vida].
Weiß/Colonia, 7.7. (1)
Una curiosa esquela en el diario de hoy. Un padre de familia de 60 años. Y la familia le dedica una composición gráfica a la izquierda de la esquela, donde aparece un signo de interrogación compuesto por los verbos de la vida cotidiana: “levantarse, desayunar, reír, llorar, pelearse, hacer las paces, leer el Pato Donald, beber, comer, telefonear, acostarse”… y un largo etcétera. Debajo, el punto correspondiente al signo, formado por los verbos “amar, planear el futuro… ¿vivir?” Puede sonar patético, pero es válido por su intención, el homenaje al que se fue.
Weiß/Colonia, 7.7. (2)
Montse llama a ver si está Diny para saber si guarda algunas hombreras de aquellas que estaban de moda en los ochenta, porque mañana va con Frank a un baile de disfraces en el ambiente de aquellos años. Diny no está pero, le digo, con lo hormiguita que es tu madre, me apuesto mi única corbata de Armani a que sí conserva algunas. Aprovecha Montse entonces para contarme la gran novedad. A Paul lo vino a visitar una amiga, y los dos le pidieron permiso para sacar a pasear a Henri en el cochecito, hasta el Rhin. Me quedo sin habla. Luego, al recuperarla, le suplico que haga una foto de semejante momento histórico: ¡Paul empujando el cochecito…!
Weiß/Colonia, 8.7., primera hora del día
Last Chance Harvey no es una peli como para levantarse del asiento y salir bailando y cantando “I’m singing in the rain”, un evidente indicio de epifanía. La culpa la tienen un montón de cosas que a su vez no tienen nada que ver con el desempeño de Emma Thompson y Dustin Hoffman. Qué portentosos los dos. Me encantó además ver a Gaia, 12 años, la hija de Emma, diciéndole a DH en la escena del banquete de la boda: «¿Sabe usted que esta es la mesa de los niños?» Y a su lado está su madre de a deveras, la de fuera del set. La intrahistoria del cine también es cine.
Weiß/Colonia, 8.7.
Fui a Rodenkirchen a hacer un ingreso y unas transferencias en el banco, desde allí a la oficina postal para despachar correo a San Sebastián (el libro sobre Harnoncourt para Ana, la hija de Mary Carmen y Ángel), y finalmentre entré a hacer compras en Toom. Estando donde los vinos y licores una clienta de unos cuarenta años, estatura llegándome casi al hombro, me pide –por favor– que le alcance un paquete de 10 botellitas de Underberg, del estante superior. Le contesto sin vacilar ni mirar al estante que de 10 no hay, sino de 4, 12 ó 20 (¡si lo sabré yo!) «Bueno, pues bájeme uno de 4 por favor, para sobrellevar el fin de semana espero que alcance»; «Depende del grado de su resaca», le contesto sin entrar al trapo. Y ríe tontamente. Se huele de lejos que anda en celo, está läufig (=cachonda), como dicen en España. Para más pior, ni siquiera es atractiva. Y da la impresión de no haberse duchado desde hace una considerable cantidad de días. Me alejo apenas le entrego el cartón con las 4 botellitas del digestivo resucitamuertos. Vade retro!
Weiß/Colonia, 9.7. (1)
Lindo el anuncio que vi anoche en la tele y me dio pereza venir a anotarlo porque empezaba una policial de Wallander, y luego me olvidé. Es en Alemania, en una taberna, y un parroquiano dice con reverencia: «El mejor futbolista del mundo: Maradona». Se hace un silencio y otro feligrés menea la cabeza denegando y dice simplemente: «Pelé». La taberna se ha quedado en silencio y del fondo llega una voz jubilosa exclamando: «¡Beckenbauer!» Pero de repente alguien arguye: «Prinz». Todos miran extrañados, frunciendo frentes y cejas, al que añade impertérrito: «Birgit Prinz». ¡La capitana del once nacional, dos veces campeón del mundo y que hoy jugará cuartos de final contra Japón, en el primer Mundial femenino de fútbol en Alemania, dispuesto a ganar tres títulos consecutivos! Me encanta este anuncio promocional de la Federación Alemana, que es, no en vano, la mayor organización deportiva de todo el mundo. Noblesse oblige!
[No habrá tercer título consecutivo. A las 11.15 p.m. terminó el alargue del partido contra Japón perdiendo por 1:0. Es el primer partido que pierde Alemania en los Mundiales femeninos desde los cuartos de final de 1999, en Estados Unidos, contra el equipo anfitrión. Me da pena por las jugadoras jóvenes, grandes talentos todas ellas; mientras que Birgit Prinz, Kerstin Garefrekes y quizás también Nadine Angerer (aunque las arqueras siempre aguantan más), al fin y al cabo se retiran de la escena con dos mundiales ganados. En fin, que ahora toca torçer por Brasil].
Weiß/Colonia, 9.7. (3)
Alea iacta est! Concluí el libro, Límeri de Bueno Saire. Serán 111 limericks, porque además de los barrios y los lugares emblemáticos (el teatro Colón, el café Tortoni, la librería El Ateneo), decidí incluir otros no tanto, pero entrañables, como la Casa de Ana Frank, de la que ni Anahí ni Esther tenían noticia de que existiera. Se me ocurre que si tuviese que elegir uno solo, o sólo uno, de los 111, posiblemente me quedara nada más con este: «Camina por Honorio Pueyrredón / la Lectora y me embarga la emoción, / pero si ella el por qué / me pregunta no sé / si pueda darle alguna explicación». Está sobrecargado de sentido, pero al mismo tiempo es puro nonsense: la cuadratura del círculo.
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