Home Mientras tanto De mi Diario : Semana 27 /2012

De mi Diario : Semana 27 /2012

 

Weiß/Colonia, 1°.7., primeras horas del día

Pasan la peli alemana basada en The River Line [en español Camino secreto, en alemán Santo y seña: Garza; ambas versiones son admisibles a partir del argumento de la novela original]. Es un relato de Charles Morgan, de 1949, que me apasionó cuando lo leí por primera vez, y me sigue apasionando como peli. Morgan mismo lo adaptó para el teatro en 1952, y una sala de Londres exhumó su versión en octubre del año pasado, con gran éxito: los años no le habían hecho mella, ni a su eficacia escénica. Hoy a Morgan no lo lee nadie. Yo sigo leyéndolo. No porque me guste ir contra corriente, sino porque soy fiel a mis amores de antaño. Y de hogaño casi no tengo. 

 

Weiß/Colonia, 1°.7.

Resulta que a lo mejor he sido el único español que no ha visto la final España vs. Italia, pero me llueven emails y llamadas telefónicas para felicitarme. Les contesto a todos que muchas gracias, pero la verdad es que de lo único que me alegro no es porque la selección española haya ganado, sino porque la escuadra burra ha perdido (y además de una manera incuestionable), y eso es algo tan, pero tan poco deportivo, que al final me da tanta, tanta vergüenza, que prefiero callarme. Porque también es verdad que los tanos me dan pena. (Otra vez Don Quijote cabalgando, ay, nunca aprendremos a ser hijueputas sin tacha). Pero haciendo balance me digo que con este letal 4:0 quedan ya más o menos saldadas (casi) tanto la deuda del infame 1934 como la del no menos avergonzante 1994. Y pensar que Italia es EL país, porque el resto tan sólo son imitaciones…

 

Weiß/Colonia, 2.7.

Nos encontramos, Carlitos y yo, con Anacrís y Jerry, a las 12.30 en punto delante de la catedral. Pero como tienen que regresar a las 2.15 p.m. a Krefeld no nos da tiempo de ir a almorzar en La Modicana, tampoco esta vez. Anacrís me trae como regalo suyo la reedición ampliada de El oro y la oscuridad, de Alberto, dedicada súper generosamente por él. Y un CD con el programa de radio que pergeñó a partir de la entrevista que me hizo el 3.1. en la cafetería del Museo Ludwig, que hoy, lunes, está cerrado, de manera que Jerry se queda sin verlo. Almorzamos en Sion, nuestra cervecería favorita. Como quieren especialidades locales encargo ¼ m de salchicha para Jerry y un codillo a repartir entre Anacrís y Carlitos: y cuando llega el codillo, mi Anacrís querida sabe sin que deba explicárselo por qué le aconsejé que lo compartiera con Carlitos. Después vamos paseando hasta la fuente de los laboriosos enanitos de Colonia, cuya leyenda les cuenta Carlitos con todo lujo de detalles, y terminamos el encuentro entrando a la catedral para admirar una vez más el prodigioso vitral de Gerhard Richter. Ellos, además, el relicario donde dizque reposan los restos de tres personas que nunca existieron, unos tales Reyes Magos. Ah, el catolicismo… Pero, eso sí, aunque su propio libro de cabecera es uno que relata la vida de alguien que resucitaba a los muertos, convertía el agua en vino y multiplicaba los panes y los peces, el Vaticano condena a Henry Potter porque infunde a los niños la creencia en los poderes mágicos. Amos anda.

 

Weiß/Colonia, 3.7., primera hora del día

Pasan AzulOscuroCasiNegro, peli española que no conocía, y a pesar de que está doblada me agarra desde el primer momento (está muy bien doblada, todo hay que decirlo) y me la jalo sin respirar. El miércoles, cuando vaya a Saturn, tengo que comprar el DVD con la versión original.

 

Weiß/Colonia, 3.7. (1)

Viene Carlitos cargado con dos magnetofones de los más sofisticados para la grabación que me ha pedido Christian Oquendo desde Quito, acerca del cuento “La carta inconclusa”, de Javier Vásconez, autor tan lamentablemente desconocido entre los lectores no ecuatorianos. Decido incorporar a este diario mis respuestas. Así al menos, a través de la publicación en Fronterad, servirá para dar a conocer el nombre y la obra de JV a un mayor número de lectores.

 

«Ofrézcame su sinopsis personal del cuento “La carta inconclusa”. 

La verdad es que me resulta harto difícil hacer una sinopsis de un cuento como este, donde la anécdota no importa demasiado. A mí me da la impresión de que a Vásconez le ha importado más la creación de una atmósfera, de un ambiente, o mejor dicho su recreación. Rescatar desde el presente un pasado sin futuro, esa podría ser mi sinopsis de la intención del cuento, al menos desde mi punto de vista. 


¿Cómo concibe Vásconez a Quito y Barcelona? ¿Puede comparar su interpretación literaria de estas ciudades?  

Yo no sé si él las interpreta literariamente; es más, a Quito ni siquiera la nombra por su nombre, aunque los lectores estemos seguros de que está hablando de ella. Pero lo que pasa es que los lectores que estamos seguros de que está hablando de ella somos también quienes sabemos que Vásconez es quiteño y que sus relatos están ambientados en esa ciudad; pero un lector coreano del cuento, ¿cómo y por qué se tendría que figurar que le están hablando de Quito y no de una ciudad que también podría ser La Paz boliviana, o Bogotá, por ejemplo, o bien una ciudad abstracta de la que sólo se nos dice que los protagonistas le inventan un río que no tiene? Después de aclarar esto, lo que sí llama la atención es que nombre a Barcelona por su nombre. ¿Ha querido Vásconez decirnos algo subliminalmente con ello, cuando escamotea el nombre de Quito? No lo sé y no voy a especular con ello. Lo cierto es que aun cuando conozco Quito por una estancia de unos cinco días, en 1983, y también conozco Barcelona, por un par de viajes, no estoy en condiciones de emitir una opinión sobre su interpretación literaria en este cuento, al menos la de Quito. De Barcelona podría decir que su descripción me parece un tanto lastrada por algunos clichés, pero eso puede tener su explicación lógica en el hecho de que Barcelona es bastante cliché, en cuyo caso, además, Vásconez habría dado en el clavo describiéndola así. A lo mejor hasta sin querer, quién sabe. 


¿De qué manera “La carta inconclusa” se conecta con otras obras de Vásconez? ¿Hay mapas  y genealogías comunes entre este texto y otros? 

A esta pregunta, honestamente, no podría responder sin releer, aunque sólo sea diagonalmente, la obra de Vásconez, que la conozco, eso sí, pero no con la profundidad necesaria como para emitir una opinión digamos contextualizadora de este cuento en el ámbito de su narrativa. Lo que sí encuentro es una, cómo diría, una cierta familiaridad de tono con el resto de lo suyo que he leído. Vásconez dispone de un arsenal idiomático que usa de una manera muy característica. Algunos dirían que recuerda la de Onetti, pero a mí no me lo parece. Me recuerda bastante más a algunos cuentos de don Ángel Felicísimo Rojas, o a la prosa de Donoso, el chileno, o Helio Vera, el paraguayo, es decir, todos esos que son grandes autores con un lenguaje propio, a pesar de lo mucho que se los desconoce más allá de sus fronteras. Y por supuesto no se me escapa que hay refracciones de otros textos suyos, del propio Vásconez,  en este cuento, pero ¿en qué autor de una obra unitaria y con tantas autorreferencias como la de Vásconez no sucede lo mismo?».   

 

Weiß/Colonia, 3.7. (2)

Tras la grabación vamos a nuestro habitual almuerzo de los martes en La Modicana y la signora Giuseppina, apenas nos ve llegar, saluda con un sonoro y sincero «Evivva l’Spagna!». Jugaron mejor y merecieron ganar, nos dice, y nos sirve unos canelones de lujo. Luego, al salir, pasamos como siempre por Aldi, para las compras de la semana. Después de dejarlas en el asiento trasero, devuelvo el carrito a su lugar y Carlitos se da cuenta de que me quedo quieto mirando algo sin entrar a su Citroën, y cuando finalmente lo hago me pregunta qué era. Y era la mujer que estaba en la cola de la caja detrás de nosotros, una señora diminuta y elegante que también sacaba las compras de su carrito para meterlas en el baúl de su auto, y como iba vestida con una túnica muy holgada, cuando se inclinaba hacia el carrito se le podían ver hasta los zapatos, y de ahí mi admiración, porque con toda certeza ya habrá cumplido los 50, pero iba sin sostén, y como sus pechos son chiquiticos se mantenían requetebién erguidos, y amén de eso sólo vestía una tanga. ¡Qué carajo, algo así, pasados los 50, es casi como ir pidiendo guerra! Aux armes, citoyens!

 

Weiß/Colonia, 3.7. (3)

Estaba anunciada Once [Una vez], que se hizo con un presupuesto de 180.000 euros y es más digna de verse y reverse que docenas y docenas de blockbusters hechos a base de millones de dólares. Pero cambiaron el programa, y ahora me consuelo esperando que pasen después de la medianoche Absence of Malice , una de las pelis de Pollock que más me gustan. ¿Por qué habrán traducido su título de manera tan pedestre, Ausencia de malicia, en vez de Sin mala intención, que es bastante más irónico y más en el contexto del argumento de la peli?

 

Weiß/Colonia, 4.7. (1)

El diario no estaba en el buzón esta mañana, me avisa Diny antes de salir camino de la estación, así es que llamo al servicio de atención al cliente, para reclamar, y una vez más me asombran la exquisita cortesía y las convincentes explicaciones de las chicas que se desempeñan en él. Casi lamento no tener que reclamar más que un par de veces al año.

 

Weiß/Colonia, 4.7. (2)

En el almanaque del aparador, y en la casilla correspondiente al día de hoy, Diny ha escrito «Holland hier!», y sí, Holanda llega aquí masivamente hoy, en la persona de sus cinco hermanas y Maria, la prima hermana que es casi una hermana, y Rebeca, la más Hansen (y la más Bada) de mis hijos. Diny las ha ido a buscar a la estación, y luego, con Rebeca, a visitar uno de nuestros mejores museos, el Rautenstrauch-Jost, de Etnografía, y llegan a casa justo cuando me levanto de dormir la siesta. Así es que reparto 18 besos (5×3 a mis cuñadas, 1×2 a la Rebecota, 1×1 a Diny), me tomo mi café, y me despido, salgo camino del exilio, a Colonia. Les dejo la mesa bien dispuesta, por Diny, que desde el lunes por la mañana se ha dedicado única y exclusivamente a preparar este encuentro. Sus recepciones tienen que ser las mejores de todas. No en vano, igual que yo soy el patriarca de mi familia, ella es ahora la matriarca de la suya. Laus Deo!

 

Weiß/Colonia, 4.7. (3)

Voy a Saturn, para comprar otro DVD de Pettersson & Findus para Henri, y uno de regalo para Emil, el niño de nuestros vecinos, que ha cumplido dos años. Aprovecho para mercarme el DVD de Once, que le prometí a Diny (¿cuántos “para” llevo escritos en la frase anterior?), y también quise añadir el de azuloscurocasinegro, que me había autoprometido, sólo que si bien incluye la versión original en español, es con subtítulos en el idioma de estos aborígenes, y son de los que no se pueden eliminar durante la proyección (los subtítulos, no los aborígenes). De manera que decido no comprarlo, que mejor lo encargo en España, y en ese momento mi mirada descubre la reedición en DVD de Yellow Submarine, que andaba persiguiendo desde que Jesús todavía era incircunciso, así es que me autoordeno cerrar los ojos y autoengañarme (¡juepucha, es carísimo!), lo compro y ya. Y a vivir, que son dos días, como decía mi pobre tío Laureano.

 

Weiß/Colonia, 5.7. (1)

Salgo a lo de Montse para cuidar de Henri mientras su mamá se va de compras, y cuando llego a la parada del bus, con la espalda como una tabla, me encuentro el espectáculo de una gorda bien gorda que se ha desparramado en el asiento central de los tres del banquito de la parada, con lo cual ha depositado respectivamente media posadera en los asientos 1 y 3, y no contenta con ello se apoya con ambas manos en lo poco que restaba de superficie libre. Alabado sea el santísimo sacramento del altar. Menos mal que el bus es puntual, y al rato estoy jugando con Henri y se me olvidan todos los dolores, los de la espalda y los otros. Y me asombro ante la cantidad de palabras nuevas que domina, ya sabe nombrar infinidad de objetos y animales; hasta aprendió a vocalizar el nombre de Oskar, ya no es más “Óia”. Lo jodido es cuando regresa Montse de las compras y me apresto para regresar a Weiß. La criatura se quiere venir conmigo, repite una vez tras otra «Weiß, Weiß, Weiß!!» y me sigue por el jardín delantero, hasta que la madre tiene que ponerse el bigote pero al mismo tiempo lo consuela diciéndole que el sábado lo pasará en Weiß. Se calma y hasta me despide con la manita. Soy yo el que no se consuela, Henri adorado.

 

Weiß/Colonia, 5.7. (2)

En el bus, de regreso de la casa de Montse, termino de leer Rosa candida, de Auður Ava Ólafsdóttir. Es muy buena novela, pero voy a tener que releerla en alemán, para poder sacar de ella el jugo que se merece. ¿Por qué tengo que aguantar que llamen “arrastrero” a un pesquero dedicado a la pesca de arrastre; ni que al altramuz se lo llame lupino; ni expresiones tales como “hombres de familia” y “un vestido de flores”; ni que “excarcelen” a alguien de los restos de un auto accidentado; ni que a trabajar en turnos de pesca se lo califique como “trabajando en las mareas”; ni que el protagonista se “introduzca en sus pantalones”; ni a leer algo como “gélido estanque glaciar”, que te congela las ganas de seguir leyendo; ni a tener que frotarte los ojos incrédulos ante una frase como «Levanto el vestido de flores y le quito los leotardos. Luego dos automáticos que pertenecen a una especie de bodi»? Y luego, bueno, la malhadada “guerra del fletán”, en 1995, nos enseñó la existencia de ese pez, pero ¿acaso ha estallado ya la “guerra del eglefino” y estamos obligados a saber que asimismo existe un pez cuyo nombre es ese? Ay… ¿Es que ya nadie se toma el trabajo de leer los manuscritos de los libros, en las editoriales, antes de enviarlos a la imprenta?  ¿O será que yo, como José Alfredo, vengo de un mundo raro?

 

Weiß/Colonia, 6.7.

Día sin historia, despachando correspondencia y leyendo El cuervo blanco, que me apasiona como todo lo que escribe Fernando Vallejo. Para cenar descongelé una bullabesa de Costa enriquecida con 100 gr de gambas peladas y cocidas. Hhmmmmmmmm… Y el postre es como una peli de Hitchcock: Ana María y Berta Lucía se han citado para conocerse (y despellejarme) a las 2 p.m. hora de Manizales, las 9 de la noche acá, y en la cuenta T de @animesa se puede seguir al minuto el desencuentro. A las 8:51 este tuit: «Le estoy cogiendo tanta confianza a eso de citarme con desconocidos que a la de hoy no le pedí que me dijera si traería flor en el ojal». A las 8:56 este: «Todas tienen cara de Berta Lucía». A las 9:34: «Llegó una desconocida pero no era la mía. Nos dimos cuenta después del pico» [=beso]. A las 9:48: «No estoy segura, pero creo que es la primera vez que una mujer me deja con los crespos hechos». Y un email urgente suyo preguntándome: «¿Cómo es ella?». Le mando inmediatamente un enlace donde aparece una foto de Berta Lucía. Al ratito su respuesta: «Sí estaba allá, creo, y ninguna pensó que la otra fuera la otra. Yo ya me fui, estuve hasta las tres :-$, muy sonsas las dos». «Lo más curioso del caso –le comento a Ana María– es que en ese panel de retratos que te mandé, de la feria del libro de Manizales, también estás tú, en la fila de arriba, la segunda por la izquierda, y Berta Lucía en la segunda fila, la primera por la derecha. Ay…». El día sin historia terminó en punta como un capítulo de telenovela del viernes, y hoy es viernes. Quod erat demonstrandum.

 

Weiß/Colonia, 7 de julio, san Fermín, a Pamplona hemos de ir… (1)

En el diario, hoy, entrevistas con Margot Käßmann (la dejo para mañana, con calma) y con Jürgen Becker, que cumple 80 años. Alguna vez hemos almorzado juntos, en la cantina de la emisora, cuando él trabajaba para el Deutschlandfunk [Radio Alemania] y yo para la Deutsche Welle, y la cantina era común. Me caen requetebién su poesía y su modestia. Dice aquí, entre otras cosas, que se siente contento de vivir en una Alemania de la que no tiene que avergonzarse, y que si nunca se ha pronunciado sobre temas políticos, como lo han hecho Böll, Grass, Frisch, Walser, es porque le falta el talento para ello: «Cuando se trata de mi opinión, lo primero que debo hacer es preguntarme cuál es la que tengo en ese momento. Por regla general suelo tener varias opiniones antes de adoptar una posición inequívoca. […] Siempre tengo más preguntas que certezas. Admiro a los colegas que pueden reaccionar rápidamente. […] Conozco a Günter Grass desde hace mucho, la provocación es en él una constante antropológica».

 

Weiß/Colonia, 7.7. (2)

Voy a buscar a Henri, la mamá y Oskar me esperan con él en Sürth, la parada terminal del bus, porque los días sábados y domingos sólo circula cada media hora. Subo el carrito con Henri en el bus, pues, y poco después de llegar a casa cae un diluvio de esos que Gabo llama “bíblicos”, pero Henri está feliz viendo el nuevo DVD de Pettersson & Findus que le compré el miércoles. Luego almorzamos juntos, yo duermo la siesta y Diny lo saca de paseo porque entretando ha salido el sol y el aire parece como lavado por el aguacero. Y a las 17:43 regresamos Henri y yo a Sürth en el bus, y la mamá lo está esperando en la parada a fin de que yo pueda regresar en ese mismo bus, porque (vide supra). Me despido de ellos hasta dentro de tres semanas, el lunes se van de vacaciones. Van a ser tres semanas más aburridas que leer de una sentada diez páginas de El hombre sin atributos, de Musil.

 

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