Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoDe mi Diario: Semana 28 / 2013

De mi Diario: Semana 28 / 2013


 

He podido comprobar, por las preguntas que me llegan vía email, que son pocos los lectores de este diario que se dan cuenta de que está sembrado de hipervínculos que amplían o ejempllifican lo dicho en el texto. Me cuesta harto trabajo buscar los correspondientes enlaces e implementarlos. No me dejen la impresión de que aro en el mar. Vale, y gracias.

 

Beek de Montferland, 7.7.

2:00 am: The Baker [El panadero, aunque no encuentro referencia alguna de que se estrenase en español, con este o con otro título], una comedia a ½ negra y a ½ rosa, inglesa hasta el mero tuétano. Divertida para cerrar el día, y con una escena de amor en la cocina que le pondría los pelos de punta a cualquier gastrónomo que se precie. O quién sabe si todo lo contrario.

 

Diny también está leyendo mucho, terminó La elegancia del erizo, que le regalé después de que viésemos juntos la peli en TV, y ahora la emprendió con una novela de un neerlandés llamado Kuun y dizque autobiográfica: Komt een vrouw bij de dokter [Una mujer acude al médico], donde un hombre cuenta la historia de su esposa muerta de cáncer, muy joven, a los 36 años. Es lo que le sucedió al narrador, quien después del bestseller que fue su primer libro publicó la continuación Der weduwnaar [El viudo], e incluso –según la contraportada– un libro de orientación sexual: Help, ik hen mijn vrouw zwanger gemaakt! [¡Socorro, he dejado preñada a mi mujer!]  Esto me recuerda cómo muchas latinoamericanas detestan ese adjetivo, “preñada”, uno que Unamuno me enseñó a saber usar hasta en contextos de lo más espirituales. Sea como fuere, no pienso leer ninguno de los libros de Kuun. Para abismarme en el dolor de quien pierde a su pareja joven me basta releer Turks fruit [Delicias turcas], que es de 1969, o volver a ver la peli, maravillosa, de 1973, con una entonces desconocida Monique van de Ven.

 

Conato de polémica con Santi, por email, sólo porque le recomendé a una amiga la lectura del epistolario Hannah Arendt/Mary MacCartthy como lo mejor que conozco de la obra de HA, y enseguida saltó Santi a las barricadas y me leyó la cartilla de pe a pa. Por dicha nuestra amistad puede soportar no ya conatos de polémicas, sino polémicas con toda la barba, y en este caso lo dejé desarmado cuando le recordé, a) que soy muy bruto; b) que no leo obras de pensamiento, por la sencilla razón de que siendo tan bruto no las entiendo; y c) que nunca pierda de vista que la literatura me importa un carajo y sólo leo para distraerme o para estar más cerca de quienes escriben, cuando los autores de aquello que leo son mis amigos. Como él, sin ir más lejos.

 

Beek de Montferland, 8.7.

0:15 am : Contre toi [En sus manos] pudo haber sido una gran película. Casi lo es, una gran película “de cámara” (como cuando se habla de teatro o música de cámara). Prácticamente sólo dos actores, y ¾ partes de la acción encerrados entre cuatro paredes. La prestación de Kristin Scott Thomas es grandiosa, sólo por ella merece la pena ver la peli una vez más, a pesar de su final para nada convincente, casi hasta un pelín políticamente correcto. Era prescindible.

 

Alrededor del mediodía llama Esther desde Berlín. Estamos en el jardín, oyendo los pájaros y leyendo, es lo que le decimos cuando nos pregunta, primero a Diny, luego a mí. Le platico de Babbitt y la intereso en leer a Sinclair Lewis, a quien aún desconoce de lectura. Por cierto, me dice que este domingo mi diario en Fronterad ha sido más breve que en semanas anteriores, le contesto que creo que no, que el molde aproximado son cuatro páginas Din A4 por semana y esta vez también me parece que me quedé en él, cosa que luego confirmo. La más lisonjera de las hipótesis, para mí, que es a Esther le guste tanto lo que escribo, que todo lo que lee mío le sepa a poco. Pero no la tengo por tan masoquista, ni se lo deseo, por el bien de su alma.

 

Después de la llamada de Esther vamos al supermercado y descubro una botella de Carménère 2010 y le echo mano inmediatamente, porque es la última, le digo a Diny, y quiero reservarla por si  Jana y Julio nos visitasen este fin de semana. Pero Diny arguye que seguramente les quedan más, la agarra y se va a hablar con el encargado principal; y vuelve con la mala noticia de que sí es la última que les queda, y con la buena noticia de que por ser la última, y nosotros buenos catadores, nos hace un 35% de descuento. Ventajas de vivir en la Holanda fropunda.

 

Beek de Montferland, 9.7.

Empecé ayer la relectura de Babbitt (por primera vez en alemán) y no fue bajo los mejores auspicios. Mis reservas comenzaron ya en el prólogo, donde un académico sueco de 1930 explica por qué se le concedió el Nobel ese año a Sinclair Lewis y se congratula de que el autor hubiese querido acudir a Estocolmo para recibirlo, cosa que hasta entonces habia sido la excepción debido las más de las veces a la avanzada edad de los autores. Pero ese no era el caso de Lewis, quien –dice el prologuista– a sus 45 años incluso era más joven que el más joven de todos los galardonados hasta entonces, Rudyard Kipling. Lo que el buen señor parece ignorar es que si Lewis, al recibir el Nobel, tenía 45 años, Kipling tan sólo 41 (cumpliría los 42 el 30.12.1907, veinte días después de recibirlo). Y me dije que si ni siquiera ese error había sido corregido al traducir al alemán el texto del académico sueco, ¡cuántos no habría en la traducción de la novela! Y si siempre soy desconfiado leyendo libros traducidos, en este caso con doble motivo desde el comienzo, y creo que con razón. Porque en el último párrafo del primer capítulo habla Lewis de un edificio de Zenith, en forma de torre, que se perfila contra el cielo de la tarde [«Abendhimmel», en la traducción alemana]… pero eso es imposible, porque Babbitt está saliendo de casa después del desayuno, y ni siquiera en Zenith se desayuna a semejantes horas del día. De manera que consulto a mi amiga Miss Hortensia Google, y con su ayuda encuentro el texto original de Lewis, donde dice «Its shining walls rose against April sky to a simple cornice like a streak of white fire», y hasta mis escasos conocimientos del idioma inglés me permiten discernir que «April sky» [=cielo abrileño] no puede traducirse como «Abendhimmel». Pero carajo. si ya no puede uno fiarse ni de las traducciones alemanas, lo mejor será leer nada más que a Corín Tellado, al menos ahí sabe uno qué terreno es el que pisa, y que es bastante seguro que a diferencia de Bryce Echenique, y otros como él, nunca plagió. Para más inri, al rato me llega un email de Héctor donde me dice que «Babbit era uno de los libros preferidos de mi padre, y yo heredé ese gusto por él. Tengo la novela en inglés y español: «cheerful as the April dawn», “alegres como el alba de abril». dicen el original y la traducción de mis ejemplares. Creo que el traductor alemán, como “dawn” suena un poco como ir hacia abajo (“down”), pensó que el amanecer era el sol poniente». Sí, le respondo, «grazie mille, caro Ettore, aunque la cita que me haces me lleva a pensar que haya dos ediciones distintas de Babbitt. Yo en realidad había pensado que en el original dijese algo así como «sunset sky», suponiendo que «sunset» fuese en inglés tan ambiguo como en español o en alemán y valiese para designar ambos crepúsculos, el matutino y el vespertino. Pero no, en la edición que me apropincuó Miss Hortensia dice claramente «April sky»». Menos mal que Babbitt es tan buena que sale indemne hasta de una mala traducción.

 

Nos visitan Thea & Harry y nos quedamos platicando en el jardín hasta la medianoche. Mayormente de los nietos, de Italia y de los vinos Carménère.

 

Beek de Montferland, 10.7.

Miércoles, día del chiringuito ambulante del pescado; voy con Diny, y a la vista del material expuesto la convenzo, compra platijas para la cena de mañana; no la convenzo, en cambio, para que compartamos hoy en el almuerzo una ración de pescaíto frito, así es que compro sólo dos raciones, una de gambas con gabardina y otra de mejillones rebozados, que devoro luego en casa, en la tesitura del buey solo, el que bien se relame. Hhmmmmmmmmmmmmm…

 

El terreno edificable es tan caro en los Países Bajos que sus habitantes tratan de sacar el mayor provecho posible a los metros² de sus casas. Lo cual se pone de manifiesto, espectacularmente, en la propensión a la perpendicularidad de sus escaleras. La de esta casa puede bajarse –sin peligro– de dos maneras: modus cangrejo, es decir, de costado; o modus pato Donald, es decir, con los pies abiertos en un ángulo bastante mayor a los 90°. Por supuesto que también puede bajarse sentándose uno arriba como en un tobogán y dejándose deslizar, pero corriendo el riesgo, eso sí, de romperse varias costillas, el coxis, y hasta la crisma. Sea como fuere, la consecuencia de andar subiendo y bajando la maldita escalera ha repercutido en mi rodilla izquierda y me duele de una manera insoportable. «Son cosas de la viejez», como dice Diny.

 

Con independencia de la vertiginosa vocación perpendicular de sus escaleras, otra característica de las casas neerlandesas, en la Holanda fropunda, es que se accede a ellas por la puerta trasera. Tras luengos años de observación empírica arribé a la conclusión de que la puerta principal, según parece, la reservan para el caso de que alguna vez la reina visite a la familia.

 

En el canal Arte pasan una tras otra dos pelis de Isabelle Huppert, Copacabana, de 2010, y La dentellière, de 1977. Como las pasan en ese orden, volver a verlas viene a ser algo así como un viaje en el túnel del tiempo. La Isabelle de 24 y la de 57 años, qué poco se parecen; y cómo está de equidistante de ambas la Isabelle de 41, en Amateur, que pasaron hace poco. Estas francesas (Moreau, Deneuve, Ardant, Huppert, Binoche, Bonnaire, Béart, Marceau, Sagnier) son −todas ellas− camaleonas de la mejor especie.

 

Beek de Montferland, 11.7.

Diny anda engolfada en las 776 densas páginas de Gods geuzen [Los gibelinos de Dios], de Jan de Hartog, un clásico de la literatura neerlandesa, que era lectura escolar obligatoria, y odiosa por lo mismo. Por la velocidad a que lo lee me doy cuenta de que es un texto absorbente. Nunca quise hincarle el diente porque la novela histórica no es santo de mi devoción. Ni siquiera Los tres mosqueteros o El conde de Montecristo me gustaron nunca, excepto en el cine. La única novela histórica que soporté, además de los Episodios Nacionales de don Benito, fue Guerra y paz, y porque se trataba de Tolstoi. Pensar en Quo vadis? me produce alergia.

 

Encuentro esta frase de Paul Géraldy («El recuerdo es un poeta, no le hagas historiador») y casi me siento tentado a ponerla como epígrafe de mi diario. Y más adelante, leyendo a mi Ángeles querida, de la manera morosa, envidiosa, sabrosa, golosa, que vengo leyendo su último libro, descubro con ella que «casi ningún recuerdo es del tamaño de una novela: como no sean los de Proust, duran segundos y minutos», ¡y hay que atraparlos!, me digo, y ella me señala, páginas más allá, cuál es el arma para hacerlo: «lo que más me gusta de este oficio: la precisión. Porque sólo la precisión conmueve y sólo conmover importa. Si algo debe sentirse, conseguir que se sienta. Si algo debe verse de cerca, que podamos tocarlo. Si un perro ha de seguir a un hombre, que mueva la cola, y que quien lee, siga el vaivén de esa alegría». Después de lo cual no tuve más remedio que regresar a las páginas 48−52, “Espalda con espalda”, y leerlas por enésima vez en estos once días que llevo acá. Por haber escrito esas cinco páginas daría cualquier cosa. Ellas certifican la frase de Géraldy; en ellas, sin dejar de ser memorialista, Ángeles fue mejor poeta.

 

La campana de la iglesia da el toque de las 3:30 pm, pero el reloj digital de la mesita de noche marca las 3:31; me levanto de la siesta y despierto de la suya a la compu, donde su cronómetro señala las 3:28; bajo a la sala y miro el reloj de péndulo, cuya esfera sugiere que son las 3:33. ¿Cuántos meridianos pasan por Beek, o al menos por esta casa, el # 6 de la St. Martinus straat?

 

 

Beek de Montferland, 12.7.

Me cuenta Mónica desde Huelva que comprando en el supermercado, hace unos días, se cruzó con dos monjas de las de hábito riguroso, que sólo deja visible la cara y las manos, y que Nico, de cuatro años, le preguntó muy sorprendido que quiénes eran, y ella le explicó: «Son monjas. Son mujeres que trabajan en las iglesias». «¿Y de dónde han salido?»  Según Mónica, no cabe duda de que para Nico eran marcianas, por lo menos. Pero yo me pregunto si no será que Nico le presta a la tele más atención de la que Mónica piensa, y lo que en realidad le ha preguntado es que de dónde salieron esas afganas¡en Andalucistán! Y no sin su mijita de razón.

 

Siempre que tengo que atravesar el bosque de Montferland en auto, siempre, hago abstracción total del vehículo y del asfalto sobre el que corre, me siento animal: corzo, gamo, jabalí. Es uno de los bosques más hermosos del país (no me atrevo a decir que de Europa, para no pecar de maximalismo). Y hoy lo atravesamos camino de Terborg, en el auto de Jan, porque Riet y él nos han invitado a almorzar, y los almuerzos de Riet son siempre una sorpresa delicada. Como hoy, empezando por la baguette hecha al horno con perejil, ajo y mantequilla, para ir abriendo el apetito, y luego esa sopa inefable de hierbas del jardín, con albondiguillas de carne de res, y la salsa de tomate para empujar los camarones y el salmón ahumado. Y todo ello regado con un apacible Tempranillo del 2010.

 

Recién hoy lo registro aunque hace un par de días que lo recuerdo, el primer juego de palabras que aprendí en neerlandés; me lo enseñó Diny en 1965, a los pocos meses de estar de novios y al darse cuenta de cuánto me interesaba su idioma: «Als Rita Hayworth en Aly Khan nicht, Orson Welles», que pronunciado maliciosamente podía oírse como «Als Rita heet wordt en Aly kann nicht, Orson wel’s [=Si Rita se pone caliente y Aly no puede, Orson sí]».

 

Beek de Montferland, 13.7.

Diny compra rosbif, jamón dulce y fuet en la carnicería al lado de casa. Todo ello hecho en la propia carnicería, que es la del pueblo de toda la vida de Dios (y hasta de Sus antepasados). Me encantan esta carne y estos fiambres porque son de absoluta confianza. El fuet, por ejemplo, es un pelín más picante y algo menos seco que el catalán, una pura delicia. [Willy trabajó en ella como ayudante los fines de semana, cuando estudiaba el bachillerato, y cada vez que viene al pueblo compra algunos metros de salchicha para meterla en su congeladora en Ámsterdam, es algo así como un cordón umbilical avant la lettre que le sigue uniendo a Beek]. Y por si todo eso fuese poco, cada vez que Diny va a comprarle la vianda de la semana, el carnicero le regala un buen trozo de paté, también de artesanía casera. Hhmmmmmmmmmmmmm

 

Termino de releer Babbitt. Entiendo ahora mucho mejor por qué Sinclair Lewis no es un autor amado por los gringos. Como también por qué es Galdós odiado por la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Celtíbera. Porque los hicieron hablar con sus propias palabras, lograron que ellos mismos se bajaran en público sus sucios pantalones. Y esas son cosas que no se perdonan.

 

Mi lugar preferido de Beek es ’t Peeske. Siempre recordaré aquel dia de octubre 1965 en que llegué por primera vez acá y Diny me presentó a sus padres y sus diez hermanos, y entre otras cosas la que más me impresionó fue que cuando les expliqué dónde quedaba Huelva y les hablé del Atlántico, de que yo había nacido junto al mar, ellos me replicaron con aboluta seriedad (luego supe que camuflando muchísima socarronería) que también ellos habían nacido junto a unas aguas bastante prestigiosas, las del “meer [=mar o lago, según venga la mano]” llamado ’t Peeske. Al día siguiente Diny me llevó allá, a esa laguna chiquita, hermosa, en un claro de este prodigioso bosque de Montferland, y desde entonces ha sido mi rincón predilecto en Beek. En su restaurante, a lo largo de 48 años, hemos comido muchas veces, en julio 1991 cerramos el local para celebrar en familia los 25 años de nuestra boda, y allí hemos invitado a cenar hoy a Riet y Jan. Ya he mirado la carta, con ayuda de Miss Hortensia Google, y me las prometo muy felices: la sopa de cebolla gratinada a la francesa, esa no la perdono. Después, ya veremos.

 

Repaso las anotaciones de los días anteriores, antes de subirlas a mi blog de Fronterad, y al leer la del primer juego de palabras neerlandés que aprendí me siento de nuevo arrastrado a pergeñar un intermedio lírico a la manera de don Pío Baroja:


Elogio de la lengua materna de Erasmo, Spinoza y Diny

¡Oh lengua que al oírla sin conocerla pareces producto de una enfermedad laringítica! ¡Oh dulcísima lengua en que Hendrickje Stoffels gimiera entre los brazos de Rembrandt, y en la que está escrita la carta que lee la gentildama de Vermeer! ¡Oh lengua bisturí por obra y gracia de Multatuli, el primer europeo en denunciar el colonialismo de su propio país!  ¡Oh lengua adorada a la que fue alzado cual monumento este poema de Jan Hanlo!: «”Een paal! Een paal!» leyó el crío./ ¡Oh idioma mío natal, / cuán bello eres, cuánto amor el mío, // al oír que una criatura, / párvula todavía, / tus palabras, tu música leía!» 

 

***********FIN***********

Más del autor

-publicidad-spot_img