Rodenkirchen, 9.7.
Mi pie derecho me ha estado dando guerra en los últimos días, pero hoy amaneció en son de paz. Pienso de todos modos pedirle a mi médico de cabecera que me visite y vea el estado en que se encuentran mis piernas, las noto envaradas, como atrofiadas, y creo que el dolor en el pie derecho (a veces como si un estilete me lo atravesara, de tobillo a tobillo; otras veces como el mordisco de un perro enrabietado) es una secuela del golpazo que me di en el bus cayendo al suelo y golpeándome la cabeza, una rodilla y el pubis pero con toda seguridad también la pierna derecha. Eso fue el 25 de abril, pero no es raro que las secuelas se presenten a medio plazo. Joderse y aguantarse.
Oskar se nos unió en el Steep’s y almorzamos juntos. Diny un Flamenkuchen, “la pizza alsaciana”, como yo los llamo, y Oskar y yo respectivos escalopes de ternera à la vienesa, con pommes frites y mermelada para rematarlos como postre. Nos cuenta de su viaje a Barcelona y que está pensando irse por un par de meses a España, aunque no a Barcelona, el idioma catalán no le va.
Hace un calor infernal y alrededor de las 2 pm truena y amenaza lluvia, pero no llueve y el aire casi se masca. De todos modos bajamos al jardín para nuestro paseo diario. Sólo hay tres personas en él, están sentadas jugando a las cartas en la mesa de la glorieta techada del centro del jardín: son una residente de nuestra edad y una pareja joven. Me entretengo haciendo conjeturas: ¿dos nietos? ¿una nieta con su novio? ¿un nieto con su novia? Casi estoy por preguntarles.
En su Córdoba argentina, la buena de Gra –lectora impenitente de mi Diario– me escribió un email con una anécdota final que me divirtió mucho: «En tu diario hablás de tomar helado, y del calor… y aquí está tu amiga, emponchada y moqueando. Hace unas noches me había puesto encima de la ropa una bata de peluche, grandota y muy abrigada, pero creo que parecía el abominable hombre de las nieves porque cuando salí a llamar a la gata para entrarla se asomó desde el fondo una de mis perras y aunque la llamé varias veces por su nombre y la animé a venir no hubo caso, me desconoció, me miraba ladeando la cabeza y cuando la volví a llamar, ¡se fue corriendo!»
Rodenkirchen, 10.7.
Anoche estuve viendo de nuevo Al servicio de las damas, en el metraje original pero coloreado hace algunos años. Sabía de la existancia de estas versiones coloreadas, pero no había visto ninguna todavía y me picó la avispa de la curiosidad. Me prometí solemnemente no volver a ver ninguna, nunca más. La sola idea de ver Casablanca, Pygmalion, Sucedió una noche, Perdición, Vacaciones en Roma, Marty… coloreadas, me provoca escalofríos y desordena mi encefalograma.
Hemos solicitado de la Asistencia Social que eleven el nivel de asistencia a Diny, del 3+ al 4 (de una escala de 5) y hoy nos visita una funcionaria de la comisión que decide estos casos y me recuerda mucho la visita que nos hizo otra el 27 de julio de año pasado. A decir verdad, y al igual que esa vez pasada, el interrogatorio fue tan exhaustivo que volví a echar de menos la pregunta de si entraba en nuestros planes asesinar al presidente de la República. Pero Rebeca, que llegó ½ hora antes, estuvo de nuevo a la altura (y hasta por encima) de las circunstancias, aunque el resultado no lo sabremos hasta dentro de tres semanas. Tenemos una cierta confianza en conseguir el grado 4 cuando se valoren el hecho de haber causado el incendio que nos trajo acá, así como también que tenga ya fallos garrafales de la memoria; por ejemplo, en una foto de nuestros tres hijos, cuando eran niños, ha escrito Rebeca encima de la cabeza de Rebeca y Chico encima de la de Ricardo, pero encima de la de Montse escribió Henri. Cuando la funcionaria se fue, Rebeca respiró aliviada, estuvo nerviosa todo el tiempo y una vez a punto de llorar, se dominó pero su voz la traicionó. Esta hija mía es un tesoro.
Diny fue con Rebeca al comedor del Maternus, después vino Frau Lindemann –la ergoterapeuta– vestida muy veraniega y tan linda como siempre, y luego fueron Diny y Rebeca de compras a ReWe y de allí me trajo Rebeca tres lonchas de rosbif y un pancito. Pero yo estaba en ese momento conversando con uno de los doctores del consultorio de mi médico de cabecera, que recién regresa el lunes de la próxima semana y ya no podía aguantar más los dolores en el pie derecho. Este doctor me decía que no tenía inconveniente en hacerme una visita en el Maternus, pero considerando el cuadro que le presentábamos Rebeca –a quien hice intervenir en el diálogo– y yo era preferible que yo acudiese al consultorio porque allí disponían de los aparatos para detectar si padezco una trombosis. Le dije que pasaría por allí mañana, a las 10 am. Pero luego recordé que el consultorio está abierto de las 2 pm a las 6 pm y no quise dilatar más la espera hasta saber si lo que tengo es una trombosis. Me despedí de Rebeca hasta el sábado próximo y me subí al primer bus que pasó camino de Sürth.
Sirio Galvani es el cuarto médico del consultorio que conozco y ha sido un gratísimo descubrimiento. Habla español con mucha soltura y lo descubrí cuando le consulté no recuerdo qué y me contestó «Por supuesto». Le pregunté si leía libros, novelas, me dijo que sí. Le pregunté si le decía algo el nombre de García Márquez, y claro que sí le decía. Le conté que la dedicatoria de El amor en los tiempos del cóleta era «A Mercedes, por supuesto» y que la de uno de mis libros es «A Diny, por su puesto». Le hizo gracia y me dijo: «Es usted un romántico» a lo cual le respondí: «No, soy un realista, el romántico era García Márquez». Me pidió que le dijese algunos de mis títulos para comprar los libros y leerlos. Le contesté que al día siguiente le haría llegar un ejemplar de mi último publicado en soporte papel: La bufanda de Cambridge. «Pero dedicado, por favor», me dijo. Luego le echó una mirada a mi historial médico (es la primera vez que me trata), me hizo tenderme sin zapatos ni pantalones en una de esas mesas típicas de consultorios médicos y tras diversas aplicaciones de un endoscopio impregnado en una substancia viscosa, me dijo que no había ni rastro de trombosis, tan solo un poco de agua, y que lo que me está amargando la vida es una neurodermitis. Llamó a su colega Schröder, quien fue el primero que me trató en este consultorio (en noviembre 2021) y el colega confirmó su diagnóstico y le pidió a Galvani que extendiera una receta de Rivanol, un líquido que debo aplicarme dos veces al día. Ambos me aconsejaron que lo hiciera con alguna prenda vieja porque despìnta bastante.
Al despedirnos, Galvani me entregó una botella de agua mineral para el camino, y es que hoy ha vuelto el calor asfixiante, hay que beber agua, mucha. Al regresar a casa saqué del armario un ejemplar de La bufanda…, y con la ayuda de www.deepl/translator le escribí en la página de guarda mi dedicatoria: «Al dottore magistrale Sirio Galvani, con i miei ringraziamenti e la frase finale di Casablanca: «Credo che questo possa essere l’inizio di una bella amicizia». Sinceramente» (y mi firma).
Rodenkirchen, 11.7.
Estuve viendo por no sé cuánta vez My Man Godfrey [Al servicio de las damas], pero esta vez ya sólo en inglés, en su idioma original, y puedo seguir con comodidad los diálogos chispeantes y admirar a Carole Lombard, su gracia espontánea, su absoluto dominio fraseando el idioma.
Camino de La Modicana hicimos un pequeño desvío para dejar en el consultorio de mis médicos de cabecera (entretanto son cuatro) el ejemplar dedicado a Sirio Galvani de La bufanda de Cambridge. El consultorio estaba cerrado a cal y canto. Metí el libro en el buzón a la entrada, y al regresar al Maternus telefoneo el consultorio para avisarles de que abran el buzón. Sé que soy un perfeccionista pero es que no me gusta dar puntadas sin hilo.
En La Modicana, hoy, Ulli & Carlitos sendas ensaladas con higos y unas tiras de pechuga de faisán, yo espaguetis con salmón, pulpitos y almejas, y después de un riguroso fare la escarpetta dejé el plato listo para el aparador sin pasar por el lavavajillas. Cuando regresamos al auto, Ulli consulta el termómetro que marca la temperatura interior del mismo: 41º, nada más y nada menos.
Bajé solo al jardín, para mi paseo vespertino, y me encontré a la jardinera regando el cantero más cerca de la entrada. Me saludó como a un viejo conocido y me dijo que ayer conoció a mi hija (Rebeca bajó ayer al jardín mientras yo estaba en el consultorio, en Sürth). Le contesté que en realidad conoció a nuestra hija mayor, porque tenemos dos. Quiso saber si también habían leído el libro de Thomas Mann del que le hablé la vez pasada y de cuyo título no se acordaba; Der Zauberberg, le dije, y que no me constaba que ninguno de mis hijos lo hubiese leído, pero sí que lo hizo Vincent, nuestro tercer nieto. Es un libro de muchas páginas, dijo ella. No tantas como Don Quijote, le contesté. Pero me temo que sólo conozca la palabra alemana “donquichotterie [=quijotada]” o la frase hecha «gegen die Windmühlen kämpfen [=combatir contra los molinos de viento]” sin saber de dónde proceden.
Rodenkirchen, 12.7.
Anoche localicé un portal en el que cual se pueden ver gratis muchas pelis de los años 30 y 40, que son años claves en la historia del cine, me las prometo felices con él y ya programé para mañana El precio de una mujer porque su título original, traducido, es El pecado se va de vacaciones y resulta a decir verdad mucho más sugestivo que el de la versión española.
Vamos a almorzar al Steep’s, y el camarero nos trae sin preguntar la gaseosa de manzana para Diny, la copa de Grauburgunder para mí, y me pregunta si comeré, como todos los miércoles, mis Reibekuchen con salmón ahumado y sin ensalada (asentí sonriendo), mientras que a Diny, que vacila, le sugiere un panqueque con tocino de jamón. Pero el próximo miércoles pienso pedir los Reibekuchen con puré de manzana, aunque sólo sea para variar. Y no descarto tampoco la posibilidad de pedir un Flamenkuchen («la pizza alsaciana» los llamo) con salmón ahumado.
Creí haber descubierto que el animal de cerámica que hay junto con la rana en la fuente de la última rotonda del jardín era un axolote mexicano (¿pleonasmo?), pero Diny dice que se trata de un pez. Mirándolo bien creo que debe ser de una especie entretanto extinguida. Como se extinguirá la nuestra si continúa esta ola de calor asfixiante que estamos padeciendo. La puta que los parió, al efecto invernadero y a los responsables del cambio climático: estoy segurìsimo de que es la misma puta.
Rodenkirchen, 13.7.
Estuve viendo anoche una peli de 1930, Sin Takes A Holiday [El precio de una mujer] protagonizada por Constance Bennett y un Basil Rathbone relativamente joven pero en el que ya se reconocen los rasgos del mejor Sherlock Holmes de mi juventud. Su primera interpretaciòn del personaje es del año en que nací, 1939, El perro de los Baskerville, siendo esa además la primera peli suya que vi, en un programa doble del cine Colón, el cine de verano más próximo a la casa de mis padres. Luego fui viendo el resto de las quince que filmó como el gran detective, hasta Vestida para matar, que es de 1946. Eran números fijos en las programaciones de los cines de verano. En cuanto a El precio de una mujer, lo único que puedo decir es que su valoración (6,1) en su ficha de www.imdb.com me parece desproporcionada hacia arriba: con un 4,5 habría bastado y hasta puede que sobrado.
En principio pensaba ir a almorzar solo en el Galestro, porque ya descubrí el jueves pasado, la primera vez que comí allí, que al igual que a La Modicana y al Delphi tampoco al Galestro puedo llevar a Diny, sus servicios están en un sótano, y la escalera, por si fuera poco, no es derecha sino que hace una curva: el peligro de una caída se acrecienta. Pero al final estaba (y estoy) tan apocado con el tratamiento de la tintura en la zona del tobillo del pie derecho y las gotas de Novalgin para paliar el dolor, que decidí quedarme en el Maternus y esta noche me haré una sopa para acompañar los grandes vasos de gazpacho y leche que me mando a bodega casi a diario.
Un nuevo descubrimiento en el jardín: en el cantero inmediato al del molinillo han colocado un móvil que recuerda los de Calder que vimos Diny y yo hace años en una exposición bellísima, en París. En el que he descubierto hoy en el Maternus identifico uno de los elemenos como el sol: un disco rojo, con un centro amarillo radiante en cuyo centro, a su vez, han colocado una especie de ojo de cristal. Pero el elemento que lo balancea, al otro extremo, no es la luna. ¿Qué podrá ser?
Rodenkirchen, 14.7.
Me sentí mal todo el día. Me levantè tarde y sólo para llevar a Diny a comer al chino. La tintura que me recetó Galvani y que Diny me aplica dos veces al día parece que da resultado, pero el Novalgin para calmar los dolores no, y desde luego no calma la picazón. Para colmo, en la primera página del KStAnz de hoy (del cual estamos recibiendo la suscripción de Montse y Frank mientras están de vacaciones) hay una noticia destacada al pie de la misma, con este titular: «Fuerte incremento de la neurodermitis en Alemania», y por ella me entero de que es una enfermedad incurable, aunque en las personas mayores se suspende la sintomatología en algunas fases. Es exactamente lo que necesitaba para levantarme el ánimo.
Ni siquiera lo han conseguido las dos copas del excelemte Chardonnay en el chino, donde Diny ha hecho gala de un apetitto excelente, dando buena cuenta del menú # 7 del mediodía: un cuenco de sopa à la manera de Pekín y fideos fritos con carne de pollo, huevo y gérmenes de soja. Yo, para no desconcertar a la camarera, lo mismo que las veces anteriores.
Rodenkirchen, 15.7.
Anoche se me antojó volver a ver My Week with Marilyn [Mi semana con Marilyn], pero en la versión original, sólo conocía la sincronizada en alemán, y volvería a suscribir lo que hace un par de años le dije a mi compadre José María cuando me confesó que al ver la Sabrina buena, la de Sydney Pollack, se había enamorado de Julia Ormond. Le dije: «A Julia Ormond tenés que verla en Mi semana con Marilyn, donde interpreta a un monstruo sagrado, Vivien Leigh: les robó el show a todos (como se lo robó a Harrison Ford y a Greg Kinnear en Sabrina), está sencillamente fabulosa». Pero debo corregirme: ahora que conozco la versión original me doy cuenta de que todo el reparto es un acierto. Kenneth Branagh en el papel de Laurence Olivier consigue el milagro de que a veces no sepamos si es él quien está delante de la cámara o el propio Olivier. Y Eddie Redmayne ya apunta las maeras que le llevaron a ganar el Oscar por su interpretación de Stephen Hawking en La teoría del todo.: me encanta la cara que pone cuando Vivien Leigh [esto es, Julia Ormond] le dice: «Oh, no seas tan niño, tengo 43 años, querido. Nadie me querrá por mucho más tiempo. Ni siquiera tú». Y el encuentro de Vivian Leigh con Marilyn Monroe es un momento grandioso en esta peli, sembrada de aciertos inolvidables. Judi Dench, Zoë Wanamaker, Emma Watson cuajan actuaciones fenomenales, y Michelle Williams es, de lejos, la mejor Marilyn Monroe que hayamos visto en la pantalla, convence 100% y mira tú si no será difícil obtener ese resultado. Creo que volveré a verla muy pronto. Aunque sólo sea para degustar diálogos como este: «Vivien Leigh: No pensé que sería tan hermosa. Oh, ella *brilla* en esa pantalla. Laurence Olivier: Oh, querida. Gatita, no te alteres. Eres diez veces mejor actriz que ella. Vivien Leigh: Oh, si pudieras verte. La forma en que la miras. Sir Laurence Olivier: Pobrecita, te estás imaginando cosas.Vivien Leigh: Espero que te haga la vida imposible».
Casi a punto de salir camino del Bistro Verde se desató una tormenta con lluvia torrencial, relámpagos y truenos cercanos. Y llegó Rebeca. Llamé al BV para avisar de que a lo mejor (a lo peor) llegaríamos con algún retraso. La buena Angelika me tranquilizó al respecto. Luego llamó Paul para saber si íbamos a ir al BV, porque los tranvías hasta Rodenkirchen han sido sustituidos por grandes autobuses ante el temor de una crecida del Rhin. Le digo que venga de todos modos, aunque llegue con algún retraso. Finlamente escampó a tiempo para que pudiéramos abordar el bus de las 11:54, bajarnos en la siguiente parada y entrar en el BV puntualmente a las 12:00: todo un High Noon. Diez minutos después llegó Paul, hicimos los pedidos a Angelika y nos entretuvimos viendo fotos del viaje de Montse, Frank y Henri por el norte de España. Yo creía que se iban a limitar a Euzkadi, pero ya están en Ribadesella. Le pido a Rebeca que le envíe un mensaje a Montse diciéndole que si siguen viaje hacia el oeste, que busquen en el mapa que lleven la aldea llamada Bada, que estará en su camino. Me haría mucha ilusión ver una foto de Montse con el letrero del topónimo que es nuestro apellido y el nombre de la primera reina católica de España, la reina Bada, esposa del rey Recaredo: seguramente era asturiana y de esa aldea.
En mi paseo vespertino por el jardín, esta vez solo, me acerqué a ver más de cerca el móvil que antier me recordó los de Calder. Este lo componen cuatro elementos. A los extremos de una varilla metálica curvada se encuentran el sol, como lo identifiqué antier, y una hoja hiperdimensional de un árbol, que sólo puede ser una sequoya. Lo interesante es que el fiel de la balanza entre ambos elementos es lo que yo pensé que sería una cigarra o una libélula, pero es una mariposa de alas polícromas. Este jardín no deja de depararme sorpresas cada día. No por casualidad se llama (también lo he sabido por casualidad) el Jardín de los Sentidos.
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