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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 29 / 2011

De mi Diario : Semana 29 / 2011


Weiß/Colonia, 17.7., primeras horas del día

Después de ver Spanglish zapeé para el canal Arte, donde pasaban una nueva puesta en escena de La Traviata, transmitida en vivo desde el Théâtre de l’Archevêché en Aix-en-Provence, con nadie menos que Natalie Dessay en la Violetta. Una gozada. Que prolongué trasnochando para ver Sacramento. Son las 3.03 a.m. y sereno. Pero que me quiten lo bailao. 

 

Weiß/Colonia, 17.7. (1)

Siempre que me acuerdo de Li Wan, de la joven china que quiso suicidarse vestida de novia, arrojándose por la ventana de un 7° piso porque su novio la dejó plantada por otra, casi al pie del altar, o de donde sea que se casen los chinos; siempre que veo la foto de cómo el socorrista la tiene suspendida por el cuello y está echándole mano al brazo izquierdo para izarla de regreso a este mundo cruel que quería abandonar todas las veces me digo que ahora sólo nos queda esperar de Hollywood la filmación de la vida de Li Wan (encarnada por Tang Wei), donde al  final terminará casándose con Guo Zhongfan, el socorrista que la salvó (encarnado por Toni Leung), y desde luego que la peli sería dirigida por Ang Lee. En fin, el mismo castin de Lust, Caution. Y la moraleja: que ambos fueron felices y comieron hartos nidos de salangana hasta el fin de sus días, y colorín colorao (porque en China todo debe ser rojo), este cuento s’acabao. 

 

Weiß/Colonia, 17.7. (2)

Me escribe Juan Tomás, mi colega ecuatoguineano en los blogs de Fronterad, a propósito del último The Twitter’s Digest: «Con lo de los tuits, a pesar de su inutilidad, me doy cuenta de que no sólo de pan vive el hombre». Le contesto que «la frase «No sólo de pan vive el hombre» fue probablemente el primer anuncio subliminal de McDonald’s que le debemos a Jesús. Otro, mudo, sería el de la multiplicación de los panes y los peces, Y el más imperecedero, el de la sugestión colectiva de tomar agua creyéndola vino». Ese, por cierto, hizo escuela.

 

Weiß/Colonia, 17.7. (3)

En un artículo del magazín del diario leo que el hecho de que en Pizzo/Calabria se inventase el mejor helado del mundo, el Tartufo, se debe a una visita que hizo a aquel lugar el último rey de Italia, Humberto II, «en algún momento hacia fines del siglo XVIII». Reconozcamos que no es pequeña hazaña cronológica para alguien que nació en 1904.

 

Weiß/Colonia, 18.7., primeras horas del día (eufemismo por las 3.40 a.m.)

Final USA vs. Japón del mundial femenino de fútbol. Todos esos funcionarios del balompié (hablo de aquellos a quienes otros llaman jugadores –y hago la excepción de Messi, porque el pobrecito es un zombie doblado de robot que no sirve para otra cosa sino para jugar al fútbol–), todos esos maricas, pues, que se han rascado los huevos en Argentina, en la Copa América, tendrían que ver esta final para aprender cómo es que se gana un partido (¡una final mundial!) a fuerza de puros ovarios. Y de Kung Fu, porque el primero de la tanda de penalties lo atajó la arquera japonesa como si estuviese filmando El tigre y el dragón. Viva el Japón, carajo.

 

Weiß/Colonia, 18.7. (1)

Anteayer, no, el viernes, tuve de nuevo un fortísimo calambre en la pantorrilla derecha, antes de levantarme de la cama, por la mañana. Y lo cierto es que el sábado, yendo al centro, y ayer, sin moverme de la casa, seguí sintiendo dolor en ese sitio cada vez que apoyaba la pierna en el suelo al caminar. Veremos hoy, que tengo que ir a la oficina postal y a la farmacia, con la bici, ojalá que no me dé calambre pedaleando. Estos achaques cada vez me joden más. Sospecho que si al final decidiera suicidarme arrojándome al Rhin (sería una manera de devolverle a ese río querido un poco de lo mucho que le debo), me tendrían que llevar en una silla de ruedas hasta lo alto del puente de la autopista en Rodenkirchen, y luego auparme hasta la barandilla con las piernas colgando hacia fuera, y bueh, el resto ya no sería nada más que mirar hacia abajo, porque con el vértigo que padezco no hay otra, me caería de todas todas. No me daría tiempo a pensar, ni mucho menos a decir, aquello del chiste con el tipo asomado al pretil de un puente del Sena, en París, susurrando: «Cuanto más me demore, más fría estará el agua». Ah, menos mal que no pierdo el sentido del humor: «Negro», añadiría tras 1” el impertérrito locutor de Les Luthiers.

 

Weiß/Colonia, 18.7. (2)

Con la bici a la farmacia y a la oficina postal (¡no tuve calambres!), a espacharle libros a Luis Fayad y a Ricardo Silva Romero. Haciendo el segundo paquete me dije que qué pelotudo soy, que un impulso espontáneo me llevaba a desprenderme de un libro muy querido, sólo porque había leído que Paddy Chayefsky era uno de los autores predilectos. de mi tocayo. Pero tocaba joderse, puesto que el ejemplar ya estaba incluso dedicado, así es que cerré los ojos y le envié el paquete. Sólo que seguía mordiéndome el gusano. Y de repente me dije que a lo mejor podía recuperar el libro, y miré en www.iberlibro.com, y ahí estaba, sí, había un ejemplarpero no sólo eso, su aspecto exterior es idéntico al que ya le envié a mi tocayo ¡¡y quizá se encuentra seguramente en la misma librería donde yo compré el mío hace 44 años!!  Qué pensar entonces sino que debió de ser la  única librería que adquirió ejemplares para vender, y tenía reservados esos dos para nosotros. E se non é vero, é ben trovato.

[Addenda el 19 : De la librería de Buenos Aires adonde, claro está, encargué el libro, me llega un mail confirmando la compra, y esta posdata de la librera: «PD: y si resulta, como sospecho, que usted es el Bada de La generación del 39 y Los mejores fandangos, le agradezco como buena lectora cholula que soy su nota «El contestador de Cortázar«. Detrás del monitor donde trabajo tengo un par de afectos enmarcados: mis hijos y el Gran Cronopio». Esto es lo que se llama en billar una carambola a tres bandas. ¡Aleluya!, singular onomatopeya que dizque gritan durante sus orgasmos los testigos de Jehová y los miembros del Opus Dei].

 

Weiß/Colonia, 19.7., primera hora del día

Un incunable de Barbara Stanwyck, The Purchase Price, una de las muy pocas pelis suyas que todavía no había visto. ¡Qué cantidades inconmensurables de sabiduría interpretativa, la cabrona se mueve delante de la cámara como si la cámara no existiese y al mismo tiempo coquetando con ella al hacerlo! Hay poquitas actrices en la historia del cine con semejante don de imagen. Tan poquitas tan poquitas tan poquitas que se pueden contar con los dedos de una sola mano.

 

Weiß/Colonia, 19.7.

Me escribe Lillian que no entiende por qué nos gusta tanto Casablanca, y como un solo hombre salto a la barricada: «Bueno, Casablanca tiene un guión de puta madre; unas interpretaciones prodigiosas de pasión y contención en la pareja protagonista, y que llegan a lo genial hasta en los papeles más «secundarios»; refleja un momento histórico muy grave para la Humanidad en un microcosmos que encierra todos los elementos de ese instante de la Historia (esto es quizás lo más difícil de conseguir); incluye escenas que siguen asombrándonos a pesar de haber visto la peli cerroporrientas veces (el canto coral de La Marsellesa en el bar de Rick siempre pondrá la carne de gallina); es la primera peli que termina sin un final feliz y una pareja de dos hombres;  cámara, música y ambiente son un conjunto indisoluble con la historia que se cuenta (lograr eso es tan difícil como hallar una aguja en un pajar); y en fin, Casablanca enriqueció nuestro ajuar dialéctico con frases inolvidables: «Siempre nos quedará París«, «Detengan a los sospechosos habituales», «Me parece que este puede ser el principio de una buena amistad« ¿Que no te gusta Casablanca? Estás en tu derecho. Pero no me digás, después de lo que acabo de escribir sin ni siquiera entrar a considerar la historia principal (el plot) que cuenta el guión, no me digás que no entendés por qué nos gusta tanto Casablanca. Parece mentira que a alguien a quien le gusta tanto el Quijote no vea ese dúo Bogart/Rains (=Don Quijote/Sancho) ni esa Dulcinea (Bergman); por todos los dioses, si es una de las pelis más quijotescas que se han filmado jamás. Y aún no te he desvelado el mérito principal, para mí, de Casablanca: y es que el tiempo la ha convertido en un trozo de Historia: de ser un movie ha pasado a ser un documental. Así pues, querida Lillian, don’t touch Casablanca, please!»

 

Weiß/Colonia, 20.7., primeras horas del día

Cena en el apartamento de Marta. Una sabrosísima comida mexicana cocinada por ella. Pero antes, con el aperitivo, una bolsa de papas fritas original mexicana, que sólo Quetzalcoatl debe saber cómo es que llegó indemne desde Ciudad de México a Colonia. Papas fritas con sabor a tres quesos. Nos explica Marta que trajo esa bolsa porque una de las veces pasadas yo reclamé (la mala educación parece ser una de mis señas de identidad) que estábamos acompañando el aperitivo mexicano con unas papas fritas alemanas. No busco el último agujero de la tierra para esconderme porque, como ya dijo mi abuela Remedios, mi vergüenza era verde y se la comió un burro. No sé si Platero. Al menos no me consta.

 

Weiß/Colonia, 20.7.

Leo en el mensual Bibao que la tortilla española por antonomasia (la de papa, o patata, como la llaman en el Reino Desunido de la Exgran España) va a ser propuesta como Patrimonio de la Humanidad. Patrimonio Inmaterial, dice la gacetilla, algo que me lleva a preguntarme en qué consistirá la inmaterialidad de la tortilla, pero sea. Lo cierto es que la asociación creada ad hoc tiene ya su página web creada ex profeso, aunque por el momento se contenta con ser sólo la portada. No sé. Como siga esta moda de peticiones, a lo mejor me animo a fundar una ONG, Fornicadores Sin Fronteras, y pedir a la Unesco, o a la organización que dispense tales títulos, que se canonicen como Patrimonio de la Humanidad la postura del misionero y el glorioso 69.

 

Weiß/Colonia, 21.7., primera hora del día

Esta vez, el regalo de cumpleaños que me hizo Diny son las entradas para Impempe Yomlingo, que es el título en xhosa de La flauta mágica, de Mozart. La ha traido a nuestra Philarmonie el conjunto Isango, de Ciudad del Cabo, que con este montaje ganó el premio Laurence Olivier, una especie de Oscar del teatro. Han sido dos horas y ½ indeciblemente maravillosas. Este Mozart a base de sólo ocho marimbas y una percusión creativas al 100%, es una golosina para el oído. Y la puesta en escena. Y los efectos especiales. Y la luminotecnia. Todo espectacular y al mismo tiempo completamente natural. La mosca en la sopa fue el público. Estos descerebrados que acuden a un espectáculo sólo para aplaudir, como para certificar lo mucho que entienden de música y lo mucho que les gusta, pero interrumpiendo una acción y una música que fueron pensadas para actuarse y oírse sin soluciones de continuidad de los “entusiastas”, la puta que los parió a todos ellos. Para más inri, sospecho que si el conjunto fuese blanco, de Indianápolis, no habrían aplaudido con tanto entusiasmo. Oh sí, en su maldita aplaudería se mezcla bajo la insidiosa forma de la solidaridad, el complejo de culpa frente al África. Qué mierda. Menos mal que el conjunto hizo caso omiso de los aplausos y siguió adelante con la representación, y ya en la segunda parte la cosa mejoró notablemente: sólo se aplaudió al final. Uffffffffffffff…

 

Weiß/Colonia, 21.7.

Una semana sin Oskar, por la excesiva acumulación de compromisos en nuestra escasa vida social extrafamiliar. Joderse y aguantarse. Y después de la siesta, me pongo a ver por segunda vez esta nueva edición del Tour de France. La semana pasada nada más vi una etapa, con la ascensión al Tourmalet, y hoy la etapa reina, la escalada del Agnel (2.744 m), el Izoard (2.360) y el Galibier (2.645) a lo largo de 200 km. Uno sabe que todos ellos están ± dopados, porque cómo si no serían capaces de semejante hazaña en tales parámetros cronológicos, pero por lo menos en la montaña tienen que sufrir y se les nota el sufrimiento. Dicho de otro modo, el Tour de France, excepto para los retrasados mentales que acuden al escenario de la farsa y corean a los actores, no es nada más que una peli que visionamos en vivo, con los papeles repartidos de tal forma que a lo mejor (peor) hoy te jodiste y te tocó el de perdedor. Más, no hay.

 

Weiß/Colonia, 22.7, primera hora del día

¡Qué bonísima peli es Frost/Nixon! Y uno de sus mayores méritos, que no he visto mencionado en ninguna parte, es que no se le nota para nada que está basada en una obra de teatro. Pocas son las adaptaciones que salen airosas del trance, Frost/Nixon es una. Y otra vez Shakespeare. Es un drama donde se despedazan dialécticamente dos Falstaffs, uno joven y otro viejo, y los dos, en el fondo, más interesados en la imagen que ofrecen que en quiénes son ellos mismos.

 

Weiß/Colonia, 22.7. (1)

Etapa del Tour de France coronando el Alpe d’Huez. Antes y después de la escalada largas conversaciones telefónicas con Marta, que está en el Colegio de Traductores de Straelen, por tres semanas, traduciendo al polaco Papeles inesperados, del Gran Cronopio. Me alegro de haberle podido solventar todas las consultas que me hizo. La única que me sorprendió es que no supiera el significado de “sin solución de continuidad”, pero pensándolo bien, se trata de una expresión más barroca que un 8. Con lo sencillo que es decir “sin interrupción”, “sin detenerse”.

 

Weiß/Colonia, 22.7. (2)

Los atentados de Oslo me ponen la carne de gallina. Y no sólo porque Gunhild y Ulf estaban hoy por allá, de camino a Bergen; esperamos que no les haya pasado nada, ellos llegaban en barco y el atentado fue lejos del puerto. Pero si me ponen la carne de gallina es porque me aterra el terrorismo. Esa ósmosis cualitativa perversa dentro de un dizque homo sapiens, que lo hace pasar sin signos exteriores detectables, de pitecantropus erectus a dios omnipotente, señor de horca y cuchillo, que se arroga el derecho a disponer de la vida de los demás. Ay

 

Weiß/Colonia, 23.7., primera hora del día (1)

Acabo de ver el episodio 20 de Wire in the Blood, la saga de Tony Hill, una de mis favoritas entre las series de TV inglesas, y  en general. “Prayer of the Bone” es un episodio especial, entre la 5ª y la 6ª temporadas de la serie, el único que no transcurre en la ficticia ciudad de Bradfield, del West Yorkshire, sino en Texas. Me encanta cuando Naima Lett (otra actriz a la que es raro ver en pelis de cine, casi sólo en telefilmes) le dice sugestivamente a Tony: «Hasta ahora nunca me acosté con un inglés». Y la respuesta de Tony: «Ya somos dos». Este episodio se rodó en Austin, no sé si Rolando lo sabe, ni si conoce la serie, y estas semanas está inaccesible, en Graz, secuestrado por una universidad austríaca. Pobre mártir, como diría su admirado Julio Cortázar. Por otra parte, me entero de que “Wire in the Blood”, el título de la serie, es de T.S. Eliot, de un poema de sus Cuatro cuartetos. O sea, que la serie tiene nivel desde el vamos.

 

Weiß/Colonia, 23.7.

Hoy, en el diario, por la mañana, mientras desayuno, en la página de chismografía leo una cita divina de una de mis actrices predilectísimas, la Susan Sarandon, ya de 64 años: «¡Me alegra malcriar a mis nietos! A escondidas haré con ellos todo lo que los padres les tengan prohibido». ¡Susan, colega, choca esos cinco!

 

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