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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 29 / 2014

De mi Diario: Semana 29 / 2014


 

Weiß/Colonia, 13.7.

1:15 am : Estaba viendo policiales suecas, así es que acabo de enterarme de que Brasil perdió 3:0 la “pequeña final” contra Holanda, es decir, frente a un contrincante al que no le importaba un carajo perder o ganar porque el partido por el tercer puesto le parecía sencillamente mierda, y por completo prescindible. Esto sí que es el desmontaje definitivo para, cuando menos, cuatro años. Y eso pensándolo con harto optimismo y con los mejores deseos para Brasil. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Brasil mío! ¡Ni sombra de lo que fuiste! Agradécele a Alemania que te evitó la humillación de un segundo maracanazo ¡y esta vez nada menos que contra la Argentina! Quelle horreuuuuuur! Noooossssa! Obrigado, Alemanha, muito, muito obrigado!

 

Voy con Carlitos al aeropuerto, para buscar a Rolando, que viene a visitarnos por una semana, y llega a las cinco de la tarde, casi como en un poema de García Lorca. (En honor a Carlitos añado mi vieja broma de que, Lorca o no Lorca, “eran las cuatro en Canarias”).

 

Weiß/Colonia, 14.7.

Pasada la medianoche : He visto con Rolando la final. En ningún momento tuve miedo de que la perdiese Alemania. Mi única ilusión frustrada es que el gol no lo anotó Klose, pero ¡qué gol el que nos regaló Mario Götze!  Inevitablemente tuve que acordarme de este tuit de @Pokerbeats hace un par de días: «En un concurso de parecido con un hámster, el segundo lugar fue para un hámster. El primero para Mario Götze».

 

En la casa de Ángeles, en el D.F. mexicano, cuando llegan los Mundiales, la sala se convierte en un palco de estadio de fútbol, que ella llama “de San Miguel”, y yo “Gelati”, por el nombre de la calle. Familia y amigos siguen juntos todos y cada uno de los partidos. Desde allá mi querida Arcángeles me cuenta: «Hubiera podido ganar Argentina. Ayer se dijo, en el palco de mi casa, cuando alguien afirmó que no existían los dioses del futbol: «Sí existen, pero son alemanes». Y yo completé: «O son amigos de nuestro Bada, que tiene influencias en todas partes»». 

 

Por la cuenta Twitter de Nosferatucita me entero de que Reggie Kray, un inglés, apostó 5 £ a que Alemania vencería 7:1 a Brasil. Ganó 3.412 £. Eso es profetizar, Nostradamus qué.

 

Rolando no conoce Pride & Prejudice 2003, de manera que le programo el DVD y tan sólo veo parte del mismo porque la peli la tengo requetesabida y además prefiero no andar prejuiciándolo a él con mis anticipos de la acción, que a veces se me escapan.

 

Weiß/Colonia, 15.7.

2:15 am : Hermoso este email que me manda Glauci desde São Paulo: «Querido Ricardo, nadie podía imaginar que el Brasil perdería por 7:1 en su propia casa. La verdad es que todos los brasileños sabíamos que el equipo no era bueno, y Alemania nos lo demostró. Particularmente, yo estaba torçendo por Alemania desde el principio. Ayer vibré muchísimo con la conquista del tetracampeonato. Les tengo mucho cariño a los alemanes por los buenos momentos que viví allí, y me hace feliz que también a ellos les haya gustado mi país. Um grande abraço a você e a Diny! Glauci, brasileira de nascimento, alemã de coração».

 

A La Modicana con Diny & Rolando. En la tele la fiesta en Unter der Linden, con la Puerta de Brandeburgo como centro de gravedad, recibiendo a los tetracampeones. Curiosamente el único que les da la espalda, por la disposición de la mesa, es Carlitos, el único alemán entre nosotros. ¡Qué partido le sacaría a esto un poeta simbolista! Dicho sea de paso, hace bastante tiempo que me pregunto qué quiere decir “simbolista”: ¿tendiendo al símbolo o más bien sin bolas?

 

Llegaron  los dos ejemplares de El misterio de William Martin (uno de ellos para Rolando) que le pedí a Pepa. Si solamente un ⅓ del funcionariado español tuviese la eficacia y el sentido de la responsabilidad que distinguen a Pepa, España podría empezar a considerarse europea. Pero los otros ⅔, pesan, y cómo. África sigue empezando en los Pirineoscon la excepción de Andorra. (Soy tan políticamente incorrecto que en este caso me doy asco, pero no seré hipócrita).

 

Weiß/Colonia, 16.7.

1:00 am : Lost in Austen, qué bello título y qué bella miniserie inglesa. Rolando no la conocía y la goza plenamente, para lo cual, claro está, hay que conocer muy bien Pride & Prejudice. Pero lo que verdaderamente hace que esta serie sea extraordinaria es que puede verla y entenderla cualquier desgraciado mortal (lo escribo muy en serio) que nunca haya leído ese libro inmortal, «divino, si encubriese más lo humano», como La Celestina, según cierta autoridad incontestable.

 

Con Rolando a Saturn para comprar Lost in Austen; la tienen pero sólo con el código europeo, no podría verla en Austin. Yo en cambio descubro Lady Chatterley en la versión TV de Ken Russell al precio de 9.99 € cuando en catálogo vale 22.99 €: luego sé por qué, porque le pegaron una etiqueta falsa, como si fuera la Lady Chatterley de Pascale Ferran, maravillosa, que poseo desde hace años. Y por supuesto, no seré yo el buen samaritano que los saque del error, así es que compro la de Ken Russell y con los 13 € que me ahorro también me compro una coreana buenísima, La sirvienta, y una mexicana que no conozco y la tienen en español: Año bisiesto.

 

Después de la cena vemos La ajedrecista, que Rolando no conocía tampoco. Le impresiona. Y cómo no. Luego se mete en su cuarto a seguir leyendo La muerte llegó a Pemberley, que lo tiene apasionado, hasta las 10:30 pm, cuando lo llamo para que vea conmigo los dos episodios que pasan hoy de la 1ª temporada de la serie sueco–danesa El puente. Le impresiona. Y cómo no.

 

Weiß/Colonia, 17.7.

Leyendo los diarios de Raddatz: el final de una estadía infeliz en Costa Rica, con su insufrible hermana, durante las vacaciones de fin de año, y de regreso en Europa, el 17.1.1993 registra la muerte de Nuréjev. Rememora cómo lo conoció, sin saber quién era, en un bar de homosexuales de Ámstderdam, treinta años antes, y que fue Nurejev quien lo abordó: «Después –en el caso de que haya “elegancia” en una cama– fue una noche elegante en su hotel, en el que para sorpresa mía, aquel joven ocupaba una suite de lujo, llena de cestos con orquídeas, golosinas y frutas. Justo ya muy cerca de la mañana, cuando me regaló una entrada y me dijo “Ven esta noche al teatro”, empecé a sospechar algo; hasta entonces habíamos sido “Fritz y Rudólf” (y yo me había deleitado como si fuese un manjar exquisito con su cuerpo en verdad sin mácula, fue sin ternura, sexo puro, pero lleno de gracia) Realmente extasiado quedé recién a la noche, en el ballet, era como si AQUELLO fuese su auténtico erotismo, lo “otro” una especie de acrobacia menor, una tarea corporal como comer y beber, cultivada, pero ajena. Su alma estaba en la danza». Me ha hecho recordar cuando vi a Nuréjev acá, en el teatro, bailando entre otras una coreografía suya, “El pirata”. Ya no era el joven lleno de gracia que conoció Raddatz, incluso bíblicamente, allá por los comienzos de los sesenta, y en un momento determinado resbaló y cayó. Pero se irguió con una furia salvaje ordenando a la orquesta repetir el pasaje y lo bailó desenfrenado como en una bacanal, sin un fallo, haciendo que nos pusiéramos espontáneamente de pie, aclamándolo.

 

Mary and Max, una de las mejores pelis de animación que conozco, Rolando tampoco la había visto ni sabía de ella, y se divirtió con ella con carcajadas casi continuas. Debo confesar que yo tampoco la conocería si no fuese porque mi jirafa predilecta me escribió un día, el 16.9.2012: «Pensando en mis películas preferidas quiero recomendarte esta. Quizá ya la hayas visto, pero seguramente estarás de acuerdo conmigo en que vale la pena repetírsela. A mí, personalmente, me recuerda de alguna forma a un hombre al que quiero mucho y está al otro lado del mar»

 

Weiß/Colonia, 18.7.

0:10 am : La Lady Chatterley de Ken Russell, que acabo de ver con Rolando, me decepciona bastante por comparación con la de Pascale Ferran.  Sufre de un exceso de diálogo y bastante sobreactuación en los papeles de Clifford Chatterley y de Mellors, el guardabosques.

 

12:30 am : Después del desayuno le digo a Rolando que tenemos que ver la Lady Chatterley de Pascale Ferran, y dios de los dioses, claro que es una maravilla, esto sí que es D.H. Lawrence, y no Ken Russell. Y bien que se nota que la ha dirigido una mujer. Chapeau, madame!

 

Cena mexicana en lo de Marta. Reencuentro con ella y con Celina, conocemos a su marido alemán de ascendencia polaca que ha aportado a la cena un excelente vino húngaro. Llegan así mismo Ulli & Carlitos, Brigitte, un pintor alemán amigo de Marta y que chamuya pasablemente el castellano. Y una pareja más. A los dos los saludo de manera protocolar, alargándoles la mano y presentándome como “Ricardo”, y ella pensó “Bueno,  no me reconoció”. ¡Y es verdad, no la reconocí!, ¡mi maldita falta de memoria fisionómica! ¡¡Es Karina, Karina de la Garza, carajo!!  La única disculpa que tengo es que hace más de quince años que no nos veíamos, desde que se fue con su marido a Inglaterra. Apenas empiezo a relacionar datos, sobre todo viéndola platicar con Carlitos, me repente me cae el vintén: «¡Pero si eres Karina!» Y ahí ya pegamos la hebra y hemos conversado largo y tendido sobre incunables (el tema de su tesis de doctorado), sobre las series policiales inglesas (ella y su marido tienen en DVD todas las temporadas de Lewis, que tanto les recuerdan el Oxford en que vivieron), sobre cómo fue que conocimos a Rolando, sobre mi cuento “La bufanda de Cambridge”, sobre qué sé yo cuántos otros asuntos, teníamos mucho y bueno que contarnos. Qué alegría tan grande haberla reencontrado.

 

En el taxi que nos trae a casa la radio está pasando música latinoamericana y le pregunto al taxista que de qué emisora se trata. «Una peruana», me dice. «La música sí, eso ya lo sé, pero le pregunto por la emisora». «Pues la emisora es El Portal de la Cumbia Peruana». No salgo de mi asombro y, pura deformación profesional, le ametrallo a preguntas. Resulta que hace 28 años el taxista viajó a Perú a visitar a un amigo y recorrió todo el país y quedó prendado de la música peruana, que puede seguir en radios de allá a través de internet, un enlace del cual ha instalado en su auto. Tengo que contárselo a Julio, y tendrá que creerme, porque tengo dos testigos.

 

[“Tengo que”, “tendrá que” y “tengo” en una sola frase de trece palabras. Cero en redacción].

 

Weiß/Colonia, 19.7.

Mi columna del viernes en El Espectador ha desencadenado una fuerte discusión en el foro de la misma. Con independencia de los argumentos esgrimidos por unos y otros, espigo dos frases que alegran mi corazón. Una: «Sólo puedo expresar el bienestar que produce poder interactuar con el autor de la columna, en condiciones de respeto». Dos: «Me pareció lo más de extraño leer a un columnista respondiendo a sus comentaristas. Bueno, no queda más que felicitarlo». Me alegran el corazón porque vengo notando, desde que comencé con esta columna, hace más de seis años, el 23.5.2008, cómo es que el círculo de mis lectores se ha ido autoseleccionando por su propia cuenta, y cómo es que agradecen el hecho de que el columnista no sea alguien que habla ex cáthedra y ahí se pudran, no, sino que sale a saludarlos a la puerta y platica con ellos, les rebate o les acepta sus argumentos, pero siempre en el marco de un respeto y una completa falta de agresividad. Hace meses aún no era así, pero creo que el momento decisivo se produjo el día en que uno de los más tenaces –e insultantes– en su contra hacia mi persona (por ser yo español) reconoció en el propio foro, sin más ni más, que se había equivocado conmigo, y luego siguió participando en el mismo, pero en un tono completamente distinto, incluso amistoso. Es bueno saber que no se aró en el mar. Y para remachar mis argumentos les aconsejo a todos mis foristas que lean la columna de Edgardo Martolio, “Quiero ser alemán”. Dicho por un argentino, casi es una declaración de guerra al nacionalismo chauvinista. Y sin casi. Bravo, Edgardo.

 

Invitamos a Rolando a comer en el chino de Rodenkirchen. El calor es insoportable, menos mal corre un poco de viento. La remilputa que lo parió, al calor. Y al viento, ya que estamos en eso.

 

Después de la cena dejo a Rolando viendo seguidas dos pelis que no conoce tampoco, Trade [El precio de la inocencia] y la irlandesa Once, las dos sé que le van a gustar y son de las pocas que tengo con sonido inglés y Rolando aún no ha visto. Me quedaré con las ganas de pasarle mi peli favorita de los últimos años, Die andere Heimat, pero no puedo obligarlo a mandarse a bodega nada menos que cuatro horas en alemán. ¡Por Dios!, como hubiera dicho Álvaro Mutis.

 

***********FIN***********

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