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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 29 / 2023

De mi Diario : Semana 29 / 2023


Rodenkirchen, 16.7.

Por el calendario de efemérides me entero de que hoy se cumplen 20 años de la muerte de Celia Cruz. La vi cantar en la Waldbühne, el gigantesco anfiteatro en el gran bosque detrás del Estadio Olímpico de Berlín, aquella tarde mágica de mayo 1982, durante el Festival Horizontes, cuando actuaron juntos ella, Mongo Santamaría, Tito Puente, Willie Colón y Rubén Blades, ¿hay quien dé más?  Y pensar que el necio régimen castrista ninguneó a la más grande cantante nacida en Cuba, «¡qué iracundia de yel y sin sentido!», como hubiera dicho Juan Ramón Jiménez.

Hoy a mediodía en el Maternus, de 12:38 a 12:48 la cuarta falsa alarma en casi ocho meses. Cada vez que oigo esos pitidos de los detectores de humo mi mente retrocede a la dramática tarde del 28 de noviembre, al incendio de nuestra cocina y aquel humo espeso, denso, que volvió inhabitable el apartamento donde ese lunes cumplíamos 46 años, 11 meses y ocho días de vivir en él. Creo que nunca me acostumbraré a oír semejante ruido, tan espantable.

Escribí mi columna para EE, rebatiendo las declaraciones de Goran acerca de la paulatina desaparición de las palabras por culpa de las imágenes. La cierro de este modo: «Trato de imaginarme el mundo del que nos pone en guardia Goran, y me pregunto: ¿cómo van a sentenciar los jueces? ¿con emoticones? ¿Un emoticón mostrando un rostro enfurecido, seguido de otro (un puño cerrado con el pulgar apuntando hacia abajo) y un tercero con el pictograma de una horca? ¡Amos, anda!, como dicen los madrileños. // Un gran poeta español, Bécquer, escribió esto: “No digáis que agotado su tesoro, / de asuntos falta, enmudeció la lira. / Podrá no haber poetas, pero siempre / habrá poesía”. Parafraseándolo : podrá no haber escritores, pero siempre habrá palabras».

Lo primero que constato, al bajar al jardín para nuestro paseo vespertino, es que desapareció el móvil que parecía de Calder. Tengo que preguntarle el porqué a Jessica, o a la jardinera, la próxima vez que la vea. Resiento esa desaparición como una pérdida.

Rodenkirchen, 17.7.

Anoche estuve viendo Mi semana con Marilyn en español, y en las leyendas informativas al final se dice que después de filmar en Londres El príncipe y la corista, con Laurence Olivier, Marilyn rodó en Estados Unidos Los caballeros las prefieren rubias sólo que Los caballeros las prefieren rubias es de 1953 y El príncipe y la corista es de 1957. La que filmó después de esta última fue Some Like It Hot [Con faldas y a lo loco en España, Una Eva y dos Adanes en América Latina]y eso es lo que dice la leyenda en el final de la versión original de Mi semana con Marilyn. Cómo es posible que se les haya escapado ese gazapo a los traductores del guion pertenece al reino de lo inefable, en México o Puerto Rico, no sé dónde la han doblado a nuestro idioma. Ahora voy a ver si encuentro el doblaje hecho en España, suponiendo que sea asequible gratis en algún portal. Esta vez me volvió a emocionar el encuentro de Vivien Leigh y Marilyn: «Vivien Leigh: ¡Marilyn, querida! Larry me dice que estás soberbia, soberbia. Estoy loca de celos. Marilyn Monroe: Pero todos dicen que eras una Elsie maravillosa en el escenario. Vivien Leigh: Oh, pero soy demasiado vieja para interpretarla en la película. Larry fue bastante brutal al respecto. La verdad es lo único que le importa. Y por eso todos lo admiramos tanto». Tengo que verla de nuevo en el original, pero luego de la versión española, por si acaso en el diálogo se han deslizado otros gazapos del mismo tonelaje.

Me levanté a las 7:15 am para llegar a tiempo al consultorio de mis médicos de cabecera (ya son cuatro), me toca extracción de sangre para saber si se ha arreglado el tema de la ausencia de ácido fólico en ella. Al llegar a la recepción lo hago coincidiendo con el doctor Galvani, que viene de su despacho, se alegra de verme y me dice que tiene que hablar conmigo. Me extraen la sangre: como siempre, la dificultad de hallar una vena asequible en el hueco del codo; hasta mi recordado Dr. Ruppert, después de tres lustros de extraerme sangre dos veces al año, tropezaba con esa dificultad. De inmediato me invita Galvani a su despacho y me agradece el ejemplar dedicado de La bufanda de Cambridge. Me dice que lo leerá cuando termine su lectura actual, el Orlando furioso comentado por nadie menos que Italo Calvino. Me suena a golosina y le comento mi afición por la poesía y la narrativa italianas; Petrarca, Montale, Quasimodo, Ungaretti, culposamente me olvidé de Leopardi; y entre los narradores Sciascia y, sobre todo Bassani, en especial Il giardino dei Finzi Contini y sus Historias de Ferrara, que resulta ser donde estudó Galvani; también culposamente olvidé a Moravia, Zavattini y el teatro de Pirandello, una de mis más constantes pasiones. Él me dice que de su bachillerato le quedó el mal recuerdo de d’Annunzio y de Manzoni. Le digo que el primero me disgusta, es pura retórica, «Y bastante fascista», añade él. Le digo que no conozco tanto a Manzoni, pero que Los novios es una gran novela, un gran fresco histórico: «Sí –me dice–, pero demasiada Iglesia». Al final examina el progreso de la tintura en mi pie derecho y me receta algo contra los desequilibrios que padezco en los últimos tiempos, sobre todo en la oscuridad (el producto se llama vistosamente Vertigoheel): me recomienda que acuda a un buen otorrino y me sugiere encontrarnos algún día de estos para tomar café. Desde los lejanos años de mis encuentros con don Plácido no he conocido a ningún otro médico con tanta lectura en su bagaje. ¡Si hasta estuvo el año pasado algún tiempo en Brasil y llegó a leer Grande Sertão : Veredas! Le recomiendo que lea Macunaíma y le pregunto que cuántos idiomas domina: me dice que seis. ¡Cráneo privilegiado!

Rodenkirchen, 18.7.

Como persisten los problemas de locomoción de Ulli y no podemos ir a La Modicana, llevo a Diny a la Maternusplatz con idea de comer de todos modos italiano, en el Galestro, pero me acuerdo a tiempo de su escalera en curva al sótano, para ir a los servicios, y ya que estábamos en la plaza opté por el Palladio, aunque no he tenido experiencias positivas allí en las dos o tres veces que lo he visitado. Tampoco esta. Pedí una bruschetta Sicilia, con anchoas (dos), tomate adobado, alcaparras, aceitunas y albahaca. Y al llegar a mi mesa la tal, recordé que Baroja, creo que en el primer capítulo de su novela El laberinto de las sirenas, dice (cito de memoria) que no entiende cómo es que los italianos, con su constante preocupación estética, pueden comer espaguetis en público: aplica también a las bruschettas. De una manera esta vez definitiva decido no volver más al Palladio.

Nos vino a visitar Chico, que el sábado se va a Córcega con Pia, dos semanas de vacaciones. Mientras está con nosotros me llama il dottore Galvani para decirme que el análisis de mi sangre es positivo, menos los valores hepáticos, y necesita hacerme una ecografía para ir sobre seguro de que no son indicio de una cirrosis. Agendamos el encuentro para el jueves, a las 11:30 am en el consultorio, porque, según me dice, después de eso podríamos ir juntos a comer algo. Es lo que le decía en la dedicatoria del ejemplar de La bufanda de Cambridge que le regalé, citando el final de Casablanca: «Pienso que este puede ser el comienzo de una bella amistad». Cuando terminamos de hablar Chico me felicita por haber encontrado un médico de cabecera con quien me puedo entender en español. Y luego nos despedimos, deseándoles a Pia y a él unas felices vacaciones en la parrilla que debe ser ahora el Mediterráneo.

Gra me ha dejado un comentario al pie de la última entrega de mi Diario: «Ustedes se siguen achicharrando y nosotros por aquí tenemos hasta las neuronas congeladas». Le contesto: «Perdoname si te parece humor negro lo que voy a decirte, pero en mi opinión las neuronas congeladas no son en Argentina producto del invierno: en tu país se inventó ese contradiós llamado ”peronismo”».

Rodenkirchen, 19.7.

Conseguí encontrar por fin la versión en castellano de Mi semana con Marilyn: pero su reproducción se interrumpía tantas veces que decidí dejarla correr muda hasta el final, seguro de que mañana podré verla de corrido. Creo que no es culpa de la peli, sino del  sistema instalado en mi compu y que entretanto me parece del año de Mari Castaña, va siendo hora de que, como ya me aconsejó Arzola, vaya pensando en comprar una compu nueva.

A las 9:50 am pasó a buscar a Diny la dama de casa que reemplaza al enfermo Herr Nicol, para llevarla a la peluquería. A las 11:50 salgo con Diny para ir a almorzar, como todos los miércoles, en el Steep’s, pero en realidad la llevo a la parada del bus para darle la sorpresa de ver bajar de él a Marta, es una sorpresa que quise darle. En verdad yo tenía agendado el encuentro con Marta para ayer en La Modicana, y en ese caso Diny no la habría visto, pero es que Marta se confundió al darme las fechas cuando llegó, me dijo que sus nietos regresaban a Berlín y Barcelona el lunes, y ella a México el miércoles, por eso nos citamos en La Modicana; pero los chicos se fueron ayer y Marta regresa a México mañana. Sea como fuere, hice feliz a Diny y a Marta, que tantísimo se quieren. Vamos al Steep’s y llegamos justo cuando “nuestro” camarero lo abre, a las 12 en punto, y lo primero que le comenta a Diny es «Ya veo que ha ido hoy a la peluquería». ¡Qué ojo, mare mía de mi arma, lo que es por mí habría podido ir al dermatólogo! Luego la que se asombra es Marta cuando lo ve llegar a  nuestra mesa con la gaseosa de manzana para Diny y el Grauburgunder para mí, sin que le hubiésemos encargado nada. Nos ha traído regalos: girasoles para Diny, ejemplares del suplemento de La Jornada para mí (con algunas de mis Cartas desde Alemania), y unos muñequitos de artesanía mexicana para cada uno de los dos. Han sido una hora y ½ de feliz reencuentro con Marta, a quien no veía desde el 12 de julio del año pasado, cuando almorzamos juntos en La Modicana, y en mi Diario hay constancia de que se llevó la mitad de su plato para cenarlo a la noche en su piso. A Diny, por cierto, no la vio entonces, estaba hospitalizada a causa de su caída.

Rodenkirchen, 20.7.

Anoche, esta vez sí, pude ver sin interrupciones la versión en castellano de Mi semana con Marilynen ella no se comete el error de la versión mexicana o puertorriqueña, de traducir en las leyendas finales Some Like It Hot como Los caballeros las prefieren rubias, pero curiosamente la llaman Una Eva y dos Adanes, que fue el título con que se conoció en América Latina, y no Con faldas y a lo loco, que es como se estrenó en España. Y por los títulos de crédito me entero de que los solos de piano que oímos en la banda sonora los toca Lang Lang. Menos mal sólo se le oye, no se le ve, porque verle tocar el piano es casi tan insoportable como ver a Dudamel dirigiendo una orquesta. ¡Uggg!

Fui al consultorio de mis médicos de cabecera, y el buen Galvani me hizo una ecografía del hígado y otros órganos (entre ellos la próstata) constatando que el hìgado acusaba la presencia de cierta grasa (es lo que buen Dr, Ruppert llamaba «el hígado propio de un bebedor habitual») pero nada por lo que tuviera que preocuparme. Luego renovó la proposición de ir a almorzar juntos, pero resulta que olvidé decirle que La Modicana cierra los jueves y que tendríamos que venir a Rodenkirchen, y para eso no le cundía el tiempo. Quedamos en almorzar el próximo viernes en el Bistro Verde y le gustó mucho saber que allá tienen un excelente Lugana, el vino de la región donde nació. También olvidé preguntarle su dirección email, pero lo hice por teléfono, a la tarde, y le envié a ella el enlace con la última entrega de mi Diario, donde hizo su primer paseíllo en esta plaza.

Por el agua de la fuentecita en la última glorieta del jardín podemos saber de dónde ha soplado el viento. Hoy ha soplado acá la Rosa de los Vientos en pleno y comisión permanente, hay un perfecto círculo de humedad en torno a todo el ruedo de la fuentecita. Hace dos días sopló del Sudeste y pensé que el pez (según Diny) de cerámica que adorna su borde occidental se habría sentido en su elemento siempre y cuando, claro está, se trate de un pez de agua dulce.

Rodenkirchen, 21.7.

Apareció mi columna en EE y un lector llamado Manuel me dejó el siguiente comentario: «Complicado tema. No olvide: «una imagen vale más que mil palabras”. Complicado tema». Le contesto: «Es un lugar común decir que una imagen vale más que mil palabras, pero si se fija bien, hay que decirlo justamente con palabras». Y una lectora llamada Magdalena también me comentó algo: «No se puede desconocer el imperio del lenguaje icónico sobre el lenguaje verbal en las redes sociales, es un hecho. Además con la IA el ser humano ni siquiera tendrá que escribir, porque las nuevas aplicaciones están programadas para redactar textos. De manera que Goran tiene algo de razón». Le respondo: «No desconozco la existencia del lenguaje icónico  en las redes sociales, como usted muy bien puntualiza. En cuanto a la dizque AI (contradicción en sí) me alegro de no ver el día en que escribirá Don Quijote, o Hamlet. No descarto la posibilidad de que podrá hacerlo, pero como será políticamente correcta, nos perderemos cosas tan sabrosas como «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme» y «Algo huele a podrido en Dinamarca»». El más involucrado, Goran, me escribe desde París: «La diferencia entre el sentido literal y el figurativo, querido Ricardo La idea es que cada vez se lee menos y no que nos quedaremos mudos, ¿no te parece?» No sé qué contestarle porque lo que me parece es que si cree que no nos vamos a quedar mudos, entonces ¿de que desaparición de las palabras estaba hablando? ¿No habrìa sido mejor decir que se nos viene encima la desaparición del soporte “libro”? Aunque, después de todo, pensándolo bien, eso será lo que le contestaré.

Suelo decir, como chiste, que soy tan mal fisonomista que si reconozco a Diny es porque la veo todos los días. Naturalmente se trata de una exageración (no por casualidad soy andaluz), pero encierra su verdad. Hoy, en el chino, en la mesa inmediata a la nuestra, separadas ambas sólo por un estrecho pasillo, estaban Dagmar y Laura y no las reconocí; Diny sí las hubiese reconocido, pero se sentaba de espaldas a ellas. Fueron ellas quienes nos reconocieron. Como tengo que hablar más alto que de costumbre, a causa de la sordera de Diny, ellas se miraron y dijeron unísono: «Esa es la voz de Ricardo». Vinieron  a saludarnos y cuando terminamos de comer nos pasamos a su mesa, que era de 4 plazas. A Laura la vimos por última vez en Berlín, el 17.9.2016, en la fiesta del 75.º cumpleaños de Dieter, y a su madre el 28.9.2018, también en Berlín, cuando las honras fúnebres de nuestro querido Dieter. Hoy nos hemos quedado una ½ hora de sobremesa, recordando tantas cosas buenas que hemos vivido juntos.

Rodenkirchen, 22.7.

Fuimos a almorzar al Bistro Verde, a las 12:00 en punto, y al rato se nos unió Paul, que venía de Bonn, del laboratorio donde hace revelar siempre sus fotos. Encargamos: Diny una ensalada con tiras de pechuga de pavo asado, Paul los Rösti con salmón adobado y yo una cazuela de gambas. Nos cuenta Paul –por cierto: es la única persona joven hoy en el BV– que está pensando hacer un cursillo de capacitación en otra actividad, para ampliar su espectro de posibilidades laborales. Le pregunto si tiene algo concreto a la vista y me contesta que a lo mejor algo relacionado con la industria editorial. Le digo que contacte con Angie, quien trabaja en una de las editoriales grandes del país, acá en Colonia, y en un puesto responsable; añado que a su primo Vincent, el hijo de Angie, ella le ayudó a conseguir un puesto en esa misma editorial cuando abandonó sus estudios universitarios en Kassel, como él mismo –Paul– también lo hizo con los suyos en Passau: de pura nostalgia de Colonia. Se alegra Paul de oírmelo porque no tenía ni idea de a qué se dedicaban Angie y Vincent. Y nos citamos para el sábado de la primera semana de agosto, también acá, en el Bistro Verde (del que es un fan avant la lettre), ya que la próxima estará en Berlín, con el grupo musical del cuál es el factótum.

Busco en la página web de Nexos la última entrega de mi TTD y veo con el natural estupor que la han subido a la red el día 19, el miércoles. La verdad es que no lo entiendo, porque yo la mandé a la redacción el jueves 20. Esas sorpresas te da la Cibernética, de la que constantemente sostengo que no es una ciencia exacta. Sea como fuere, me ha vuelto a divertir uno de los tuits que seleccioné esta semana: «Mi abuela en el banco: – Quiero sacar 5.000 pesos. – En ventanilla mínimo $20.000, si quiere menos tiene que usar el cajero. – Es que no sé. – Entonces venga otro día y un compañero le enseña. – Buenoooo, deme $20.000. – Acá tiene. ¿Alguna otra operación? – Sí, quiero depositar $15.000. (@Bipolar31555579)» Podría titularse: De cómo el ingenio le saca la lengua a la burocracia.

*******************THE END******************

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