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De mi Diario : Semana 30 / 2011

Weiß/Colonia, 24.7, primera hora del día

Leo en el blog de Ángeles que a Renato Leduc lo dijeron que no se podía escribir un soneto que rimase en “tiempo”, pero él apostó a que sí y escribió el siguiente:

                             «Sabia virtud de conocer el tiempo;
                             a tiempo amar y desatarse a tiempo;
                             como dice el refrán: dar tiempo al tiempo… 
                             que de amor y dolor alivia el tiempo.
                                  Aquel amor a quien amé a destiempo
                             martirizóme tanto y tanto tiempo
                             que no sentí jamás correr el tiempo 
                             tan acremente como en ese tiempo.
                                  Amar queriendo como en otro tiempo
                             –ignoraba aún que el tiempo es oro–
                             cuánto tiempo perdí –ay– cuánto tiempo.
                                  Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
                             amor de aquellos tiempos, cómo añoro 
                             la dicha inicua de perder el tiempo…»

Es ingenioso, pero recuerda un poco las carambolas que dizque que le ponían a Fernando VII. Por mi parte lo intento de otro modo:

                              «Un soneto escribir que rime en “tiempo”
                              dicen que es doloroso de fraguar, 
                              pero bien lo podemos intentar
                              aunque no sea más que un pasatiempo.
                                   Hasta ahora no veo contratiempo,
                              y si los dos cuartetos pergeñar
                              no resultó tan duro de pelar,
                              los cerramos acá… y no a destiempo. 
                                   Considerando pues que el tiempo es oro
                              y que la primavera es entretiempo, 
                              antes de hacer el mutis por el foro
                                   –y de hacerlo con un pausado tempo– 
                              habrá que convenir que es indoloro
                              un soneto escribir que rime en “tiempo”».

Creo que no está mal, se lo envío a Ángeles.

 

Weiß/Colonia, 24.7. (1)

Día gris y amenazando lluvia. Y leo en El País, acerca del terrorista autor de los atentados en Oslo y la isla de Utøya: «En la feliz Noruega ni la policía tenía noticia particular del ciudadano ejemplar Breivik. En un reciente informe los servicios secretos aseguraban que «los extremistas de derecha e izquierda no constituyen una amenaza seria en 2011 para la sociedad noruega»». Pues al parecer los de derecha, sí. Como en todas partes. Noruega no es “la” excepción.

 

Weiß/Colonia, 24.7. (2)

Comida familiar en el bistró del Velderhof en Pulheim, con vistas al campo de golf. Estamos al completo, ocho adultos, tres nietos mayores, y Henri presidiendo una cabecera de la mesa, con Frank y conmigo flanqueándolo. Qué crío adorable. Y la cocina hace honor a su fama. Además hubo suerte con el vino, tenían en la carta un Rueda Verdejo, que es el blanco que prefiere Diny, y entre ella y yo (y un poco Frank) nos mandamos a bodega una botella, y todo fue semejante a como en el poema “En la plaza”, que es el mío predilecto de Aleixandre: «No te busques en el espejo, / en un extinto diálogo en que no te oyes. / Baja, baja despacio y búscate entre los otros. / Allí están todos, y tú entre ellos. / Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete». Y afuera, la lluvia.

 

Weiß/Colonia, 25.7., primera hora del día

Sherlock Holmes tiene una página web, el Dr. Watson es un médico militar que regresa herido y con un trauma, de Afganistán. Ambos usan teléfonos celulares y se envían SMS. Viven donde siempre han vivido desde 1887, en el 221b de la Baker Street, pero entretanto son incluso más jóvenes, son nuestros contemporáneos, y todo el mundo cree que son una pareja, empezando por la casera del 221b y terminando por Angelo, el dueño de la pizzería, que le dice a SH que están invitados por la casa, él y su “date”. Me encanta esta nueva serie de la BBC con este Sherlock up to “date”. Me encanta esa primera bofetada al purismo en el primer episodio, A Study in Pink, como cachondeándose del primer caso de Conan Doyle, A Study in Scarlet. Los puristas del sherlockholmismo, que son casi «más piores» que los puristas colombianos del idioma español, pusieron el grito en el cielo, de indignación. Yo, esta noche, después de ver Un estudio en rosa, también lo pongo en el cielo, pero de entusiasmo. Y que se mueran los puristas. Los del idioma, de una hernia de sintaxis. Y los del Sherlock Holmes clásico, de una pipa atragantada: este de ahora carga sobre sus carnes tres parches antinicotínicos. Y después, para redondear la noche, un Melville inmortal en blanco y negro, del que copian y copian y copian (en color) los Scorseses y los Tarantinos: Le doulos. Con un buen whisky al alcance de la mano. Cheers!

[Por la tarde, tras una lectura diagonal de toda la poesía de Borges, me reencuentro con su SH: «Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una / de las buenas costumbres que nos quedan. La muerte / y la siesta son otras». Coincido sin un ápice de duda con el viejo Georgie Boy].

 

Weiß/Colonia, 25.7. (1)

Encuentro en la prensa la descripción de uno de los celadores del camping juvenil en la isla de Utøya, que fue testigo presencial de la masacre, y dice que cuando los chicos se arrojaban al lago para escapar nadando, el terrorista seguía disparándoles y parecía estar gozando al hacerlo, y luego estuvo paseándose por la isla con el aire de ser (literalmente) «alguien todopoderoso»: “omnipotente”, fue la palabra que usé yo en este diario, hace tres días. Lo que me emputa es pensar que, de acuerdo con la legislación penal noruega, la sentencia más dura que le pueden imponer es una prisión de 21 años. Pero por otra parte, los padres de los niños asesinados son aún gente joven. En 21 años estarán todavía en edad de tomarse la justicia por su mano, cuando a esta escoria de la humanidad la dejen en libertad. Pena de ya no estar aquí para verlo.

[Addenda el 26: Aprendo algo más sobre el sistema penal noruego. Existe una figura jurídica llamada “forvaring” (aprox. resguardo o recaudo) que puede colgarse de la sentencia máxima de 21 años y mantiene al preso en la cárcel por un tiempo indefinido: equivale a una cadena perpetua, y se impone a los criminales peligrosos de quienes se teme la reincidencia. Ojalá no se la impongan a este asesino, ojalá pague sus culpas según la vieja ley del Talión].

  

Weiß/Colonia, 25.7. (2)

Fui a Rodenkirchen a hacer unas transferencias en el Banco. También a la oficina postal, para enviarles libros a Josefa, en Cáceres, y a Maruja, en Bogotá. Y el CD con la fonocarta que me mandó Cortázar en una casete, allá por octubre 1976, un regalo que le mando a María Victoria con Marta y Enrique, que viajan nuevamente a Buenos Aires. Qué envidia que les tengo.

 

Weiß/Colonia, 25.7. (3)

Carmen González Huguet lee mi soneto rimado en “tiempo”, en el blog de Ángela, y deja un comentario: «El de Renato Leduc lo conocía desde hace muchos años. Lo menciona José Joaquín Blanco en su Crónica de la poesía mexicana. Yo sé que Borges también escribió un soneto rimando con la palabra «tiempo», pero ahorita no encuentro el soneto de marras. Le preguntaré a mi amiga Dina Posada que se lo ha leído todo de y sobre Borges. O a Moisés Alvarado, uno de mis alumnos, también fanático de Borges». Lo jodido de estas cosas es que me despiertan el instinto cinegético. He rastreado la poesía de Borges de arriba abajo y hasta encontré versos terminados en la palabra “tiempo”, pero en poemas no rimados. Vamos a ver si Dina Posada o Moisés Alvarado desvelan este misterio. Pero de todos modos, qué gozada una relectura aunque sólo sea diagonal de la poesía de Borges, y a pesar del reencuentro estremecedor con un verso como este: «Me duele una mujer en todo el cuerpo».

 

Weiß/Colonia, 26.7., primera hora de la noche

Sólo mis nietos, el cine y la responsabilidad de traer dinero a casa (sin olvidarme de incluir al whisky en esta lista) me alivian algo la depresión. Esta noche ha sido gracias a Partir, aunque más bien a Kristin Scott Thomas, porque a cada peli suya que veo me gusta más.

 

Weiß/Colonia, 26.7. (1)

Adoro a mi hermana Nena y me encantan sus respuestas como de guión de Billy Wilder. Ahora está ya de regreso en casa, después de que la operaron de apendicitis, pronto hará dos semanas. Y la llamo a Huelva un día sí otro no y también el de enmedio, para saber cómo sigue. Hace un rato, por ejemplo: «Te llamé ayer un par de veces, pero todas las veces estaba ocupada la línea». «Sí, es que ayer me llamó mucha gente, esto parecía la Moncloa». La Nena, genio y figura.

 

Weiß/Colonia, 26.7. (2)

Era un enfrentamiento harto desigual: a las 8.15 p.m. en el canal WDR3 un reportaje de John Downer, y a la misma hora, en Arte, A Prairie Home Companion, de Robert Altman. Pero ganó Downer porque la peli la tengo vista y revista, y además dispongo del DVD para volverla a ver cuando me dé la gana (y es muchas veces). Y sentía una gran curiosidad por esa documentación acerca de las plagas (bandadas, bandos, bancos, cardúmenes, enjambres, tropeles, nubes) de langostas, abejas, efímeras, murciélagos, termitas, sardinas, algas que cuando se fraguan, pueden arrasar con todo lo que se oponga a su paso, tan devastador como el caballo de Atila. Divertidas las imágenes de las truchas plateadas del Misisipi, peces voladores que les ahorran a los pescadores el trabajo con las cañas y los anzuelos, saltan del río derechos a sus barcas; luego inolvidables por lo poéticas las de inmensas bandadas de estorninos en el cielo de Roma, como si fueran cuadros animados de un pintor abstracto informal, apasionado por formas helicoidales. Y al terminar el documental, 55’ de la peli de Altman a la que seguía en Arte un programa lindo, presentado por la bella y simpática Judith Holofernes, acerca de las musas de algunas canciones ever ever evergreens: las musas de “Peggy Sue” y “Donna” y la “Suzanne” de Leonard Cohen, de “Amanda Jones” y “Barbara Ann” y “My Sharona”, y claro está, cómo podía faltar a la cita, la musa de ”A garota de Ipanema”, Helô Pinheiro. Un ciclorama de entrevistas con todas ellas, una especie de álbum para la nostalgia y la intrahistoria de aquellos que fueron, sin duda alguna, los años más felices de mi generación. Y mientras escribo estas líneas comienza ya el programa dedicado a Joan Baez, «mi heroína de adolescente», anunció Judith. Y la mía de 68ero. Cheers!

 

Weiß/Colonia, 27.7.

Almuerzo con Julio en el italiano de la planta sótano de Karstadt. Sopa de pescado sarda y vino al pelo. Larga conversación sobre una docena de temas, desde los cuatro neonazis del pueblito donde él vive ahora, y la tragedia de Oslo, pasando por la traducción española de los cuentos de Roald Dahl (por cierto, hijo de padres noruegos), y por su viaje –el de Julio –a la Córdoba argentina y su primer curso como docente en una Universidad latinoamericana, hasta la obra de Ricardo Silva Romero (le he llevado Autogol, para que la lea). Cuantísimo bien me hace platicar con Julio, siempre tan sosegado, siempre con las palabras y las ideas cabales. Ah, la amistad es el más hermoso de todos los sentimientos. Un poeta español exiliado en Nueva York lo dijo en sólo dos versos: «Cuando se encuentra un amigo / es que Dios hace un regalo» (Eloy Vaquero).

 

Weiß/Colonia, 28.7, primera hora del día

Frankie & Johnny. En resumidas cuentas no es más que un romance que vive del trabajo de los actores principales, doña Pfeiffer y don Pacino, pero parece mentira que después de sacarle el partido que le sacó en Pretty Woman, Gary Marshall haya desaprovechado aquí nada menos que a un Héctor Elizondo, en un papel soso y sin lucimiento. Tendría que haberle dado el del vecino gay de Frankie, lo hubiese bordado. Con todo, la peli tiene una escena para el recuerdo, cuando al fin de la jornada Johnny talla una rosa a partir de una papa en la cocina del restaurante griego donde trabajan los dos, y luego la tiñe de rojo en jugo de (según creo) arándanos, y se la ofrece a Frankie. Ella pregunta: «¿Qué es esto?» «Una rosa», le explica Johnny: «creció en la cocina».

 

Weiß/Colonia, 28.7.

¿Qué decir de los suizos que huyendo de la pobreza se jodieron la vida al dar con sus huesos en la Santa María de Onetti? (122 caracteres. Este podría ser un buen trino si yo tuviera una cuenta en Twitter, pero como no, ya veremos a quién se lo regalo).

 

Weiß/Colonia, 29.7. (2)

«Antes prefiero la mano helada de mi médico palpándome la próstata, que tener una cuenta en Facebook». La frase podría ser mía, pero es de George Clooney. Gracias, Georgie Boy II.

 

Weiß/Colonia, 30.4, primeras horas del día

A partir de ciertas horas de la noche y ciertas cantidades de whisky, vivo como el naúfrago de La invención de Morel plagiado por Robbe-Grillet en El último año en Marienbad: camino por el apartamento prácticamente a oscuras (aborrezco el gasto inútil de energía eléctrica), yendo y viniendo de mi pantalla a la del televisor, y me acompañan las sombras y las voces de las pelis que estoy viendo, como sombras y voces de mi propia vida, que además lo son. Seguramente todo esto terminará un día, quién sabe si en un manicomio, pero mientras tanto lo disfruto como si viviese desde dentro la peli de esta vida mía: una especie de “nuit americain” mental.

 

Weiß/Colonia, 30.7. (1)

Escucho, mientras desayuno leyendo el diario, el CD que me regaló Julio el miércoles, canciones de Luis Ayvar Alfaro, en cuatro de las cuales Julio le acompaña con su charango. El sonido del charango y las modulaciones del quechua se entreveran casi de forma simbiótica; el español de 5  de las 12 canciones se escucha –por el contrario– como el idioma de un convidado de piedra. Puede ser una impresión subjetiva, pero es así como lo siento. E igual como sea, el CD me gusta.

 

Weiß/Colonia, 30.7. (2)

Nos visitan de nuevo Marta y Wieland. Marta ha estado tres semanas en el Straelen, en el Colegio Europeo de Traductores, acometiendo la versión española de Papeles inesperados, de Cortázar. Como La Modicana cierra los sábados a mediodía, vamos a almorzar al italiano de la orilla del río, y donde los espaguetis con marisco saben casi tan bien como en LM, sólo que acá son # 5 y allá # 3 (=espaguetinis), y yo prefiero los de menor diámetro. Pero sea. Una vez es una vez. Y como la pasada, enseguida se traban dos diálogos distintos a cada lado de la mesa: el de Marta y mío en español, el de Diny y Wieland en alemán. Entretanto ya es una dinámica tan natural que ni se cuestiona con excusas de buena educación, para qué. Al salir nos asomamos un rato al Rhin, y en ese momento justamente pasa una gabarra que se llama La Niña. Es la primera vez que la veo. ¡Qué pena!  Hubiera ido muy bien en la lista de nombres que puse en mi cuento. Y esta noche, dentro de dos horas, el tormento de tener que elegir entre Unforgiven, Swimming Pool, Blow Up y Mississippi Burning. Aunque creo que me voy  a decidir por esta, me gusta más el Gene Hackman “bueno” que el villano: este le sale fácil, en el otro tiene que invertir más. Además, me encanta que le casquen al Klu Klux Klan.

 

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