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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 30 / 2013

De mi Diario: Semana 30 / 2013


 

He podido comprobar, por las preguntas que me llegan vía email, que son pocos los lectores de este diario que se dan cuenta de que está sembrado de hipervínculos que amplían o ejempllifican lo dicho en el texto. Me cuesta harto trabajo buscar los correspondientes enlaces e implementarlos. No me dejen la impresión de que aro en el mar. Vale, y gracias.

 

Weiß/Colonia, 21.7.

Una persona muy, muy querida se admira de mi valor «para decir que es mejor Los puentes de Madison que El discreto encanto de la burguesía: me hace admirarte aún más». Yo no creo que se trate de valor. Se trata de fidelidad a uno mismo. En eso soy como Buñuel, no me muerdo la lengua en absoluto. Y por eso puedo decir, hablando de la misma manera como lo haría Buñuel, que su cine, incluso el hecho en México, es asquerosamente europeo. Y una traición a sus ideas, tal como las expone en sus escritos sobre cine, que son puro almíbar al hablar del cine que hacen en Hollywood, del que dice –y creo que con razón– que eso sí es cine, y no lo que se hacía en Europa. Sólo que a la hora de hacer cine él mismo, no le salió Los Ángeles sino que fue Calanda lo que le salió de las entrañas, aquella España profunda de la que Machado dijo que «embiste, cuando se digna usar de la cabeza». Ecco!

 

Nairo tres veces en el podio, en París. Pero el show se lo robaron, a él y a Froome, los hijos de Joaquín (a) Torito Rodríguez. Menos mal, fue la única nota humana en el espantoso espectáculo medial que ha sido esta vez, a la mayor gloria de Francia, la etapa final del Tour. El proverbial mal gusto del chovinismo galo, multiplicado por las metástasis de la digitalización, convirtió la clausura del Tour en una mezcla de discoteca y casa de putas robot, al aire libre, en los Campos Elíseos. El Arco del Triunfo ya es feo (y mentiroso) de por sí (ampara bajo su nombre todas las derrotas de Napoleón); no era necesario convertirlo en un adefesio, por lo demás indefenso, en aras de una presunta posmodernidá al santo botón. ¡Qué paja mental! Merde alors!

 

Weiß/Colonia, 22.7.

Angie nos deja a Vincent en casa muy temprano en la mañana y esta noche Diny tiene invitadas a cenar a sus compañeras del ex grupo de amnesty international. Por dicha, tanto Vincent como yo somos “pflegeleicht” (=fácil de lavar, traduce el diccionario en referencia a la ropa, =como una seda, en relación a seres humanos). O sea, que nos joderemos, y nos aguantaremos.

 

Voy al centro pasando por la óptica de Rodenkirchen, para que me ajusten los cristales de las gafas, y les hagan el servicio completo, incluida limpieza. Mientras espero, se pasea por el salón una chica que aguarda que le entreguen lo que ha venido a buscar, y no puedo evitar mirarle las piernas y asombrarme de su pésimo gusto. Las piernas no están mal, sin ser esculturales, pero la joven viste unos hot pants que, a todas luces, ha recortado ella misma con sus tijeras de un viejo bluyín. Con tan mala fortuna que como sigue la moda de dobladillar el borde, le cuelgan sobre las piernas, bien visibles, los fondos de ambos bolsillos, que no estarían a la vista si no hubiese dobladillado el borde. ¿Se habrá visto alguna vez en un espejo? Qué espanto, Señor Dios de los Ejércitos. Menos mal que me atienden pronto y puedo huir de semejante espectáculo. Acudo, antes de pasar por Saturn, a comer mi rica sopa sarda de pescado en el subterráneo de Karstadt, con un buen vaso de vino de la tierra. Uno de los camareros me pregunta que si es que estuve de vacaciones, me echaba de menos desde hace un mes. Es bueno sentirse en casa.

 

Debo renunciar a uno de los pocos orgullos que me quedaban: mi voz. Un par de días antes de viajar a Holanda, y sabiendo que los encargos de DVD se demoran un par de semanas, llamé a Saturn para encargar dos, avisando de que los recogería a partir del 17, cuando regresara de mi viaje. Pasé a buscarlos al mediodía y al tenerlos en mis manos fue como si un glaciar me sepultara. Adosado a ellos había una hojita adhesiva (¡la tengo delante al escribir estas líneas!) donde dice: «Bada, Ricarda. La cliente recogerá el encargo después del 17.7.13». ¡Ricarda, la cliente! Uno de los pocos orgullos que me quedaban: mi voz. Requiescat in silentium!

 

Weiß/Colonia, 23.7.

Hoy es un día de novedades y postrimerías. La novedá es en La Modicana, cuando llegamos en medio de este calor avasallante, abochornante, y Adriana, la hija de la signora Giuseppina, nos pregunta si no queremos sentarnos en la terraza interior. En no sé cuántos años de ser parroquiano jamás he comido en el patio trasero, así es que acepto inmediatamente y nos sentamos a la sombra de un manzano aún verde y un cerezo granado. Carlitos se lamenta todo el tiempo de que no ha traído su cámara, para hacernos una fotografía histórica. Quién sabe, tal vez ese hijueputa de Helios, o como coños se llame, nos siga jodiendo toda una semana, y el próximo martesPero no, carajo, renuncio a la foto histórica en favor de un descenso de la columna de mercurio. Como siga este calor, me deshidrato. Porque dizque el whisky no es hidratante.

 

Las postrimerías consisten en que el correo quelonio me trajo el último # de Humboldt. Hay que ver qué puñalada trapera asestada al intercambio cultural entre Alemania y el mundo hispánico… Hojeo lentamente –lo impone la ocasión– estas páginas tan queridas, y lo único que me consuela es despedirme de ellas en tan buena compañía: Isabel Rith-Magni, Ulrike Prinz, Esther Andradi, Héctor Abad Faciolince, ellos cuatro, qué regalo de despedida. Me doy cuenta de que no puedo seguir hojeando y leyendo el número por un problema de lacrimales. La viejez, como dice Diny.

 

Weiß/Colonia, 24.7.

2:00 am: Repiten la primera temporada de Wallander, con Johanna Sällström. Imperdible, esos trece episodios son para mí pelis de culto.

 

Henri en casa. Diny ha ido a buscarlo al Kindergarten y hoy tiene un día contreras: no me quiso saludar cuando salí al balcón al verlos llegar, ni quiso besarme al entrar en casa, y cada vez que le hablo me dice que no soy su amigo. Y después de dormir la siesta se han ido los dos a su casa, porque Montse no está y Paul anda enfermo, y tampoco quiso despedirse de mí con un beso ni siquiera saludarme desde la calle cuando salí al balcón y ellos iban camino de la parada del bus. Qué cabrón, me lo comería a besos, ñam ñam ñam ñam ñam ñam ñam

 

Weiß/Colonia, 25.7.

El primer ministro turco, Recep Tayyib Erdogan, ha calificado ayer de “miserables roedores” a los manifestantes que lo cuestionan. Desde luego que no puede compararse a Erdogan con aquel sátrapa que fue Gadafi, pero en cuestiones de lenguaje tendría que tener el mismo cuidado que debió tener el déspota libio. Recuerdo perfectamente cómo calificó de “ratas” a los sublevados en contra de su régimen, y resulta que a él, al final, lo encontraron escondido en una alcantarilla.

 

Susanita lee mi comentario acerca de lo mucho que me gustó la portada de Private Eye cuando el nacimiento del nuevo príncipe inglés («WOMAN HAS BABY»), pero cómo me provocó náuseas la cabecera del pasquín The Sun, que en honor del recién nacido la cambiaron por The Son. Mi comentario fue: «Lameculos profesionales». Y Susanita me reprende cariñosa, british: «No seas malo, no fue por lameculos, también es parte del humor inglés, cada uno en su estilo. ¿No te pareció un manera concisa de avisar «Hoy la noticia no hay más remedio que convertirla en ESO»?». Y le respondo: «No sé, la verdá, yo me considero algo experto en el humor inglés, y The Sun convertido en The Son me parece la clásica bajada de pantalones que se suele practicar en todas las sociedades monárquicas, bien que disfrazada de chiste. Pero es un chiste (pensalo bien) que constituye una lisonja. Lameculismo en estado puro. El verdadero humor británico es el que resplandece a pecho descubierto en Private Eye. El de Woodehouse y Saki, Chesterton y Shaw. Respetuoso, pero yendo al grano: “Ustedes son como todos los demás”, y punto. Amén de la coletilla al pie: “Más chismes en las páginas interiores”».

 

Desde San Marcos/Tarrazú, en lo más hondo de la Cámaralentolandia [=Costa Rica] profunda, mi fiel Fabio me envía el enlace con una noticia publicada por El País; en ella se informa de que la Academia Sueca, vía Twitter, ha dado a conocer que ya eligió los cinco nombres de entre los cuales ha de salir el nuevo Nobel de literatura. Me pregunta Fabio qué opino de los que se barajan a partir de ahí, y le contesto: «Honestamente hablando, Fabio querido, el Nobel me importa un carajo. Ahora bien, si leo esa lista, al japonés lo excluyo porque el 2012 el Nobel fue un chino. Un iberoamericano, estando tan cerca el Nobel a Vargas Llosa, lo doy por descartado. Los gringos llevan sin Nobel desde el 93 (Toni Morrison), de manera que USA y el Canadá tendrían una chance real. Al neerlandés jamás le cayó un Nobel, ahí también hay una chance (jodido que sea Nooteboom, no porque él no valga la pena, sino por los genios neerlandeses y flamencos que murieron sin recibirlo). Pero hay otros idiomas minoritarios que también esperan turno: el albanés (Ismail Kadaré), por ejemplo. A mi modo de ver, la gran incógnita es si los miembros de la Academia Sueca juegan, y cuánto, en el mercado de apuestas en Londres, y cómo se reparten las ganancias. Esta vez al menos enseñaron la oreja en Twitter: sólo hay que concentrarse en cinco posibles nombres que ellos ya conocen. ¿Y a quiénes se los confiarán en estricto secreto, para que jueguen sus apuestas? Ah, eso, amigo mío, chi lo sá?»

 

Weiß/Colonia, 26.7.

2:00 am : Acabo de ver, una tras de la otra, dos obras maestras de Kim Ki-duk, Hwal [El arco] y Bin-Jip [=Hogares vacíos, pero traducido como Hierro 3]. Después de la jornada agónica que fue el día de antier, escribiendo mi diatriba en contra (¿hay diatribas a favor?) del indeglutible Luis Buñuel, este baño lustral de cine es como una ducha reparadora tras un buen polvo.

 

Quiere saber Arcángeles cuál es el uso peninsular de la palabra “chocho”, y le explico: «En España «chocho» es tanto adjetivo como sustantivo. En cuanto tal, sustantivo, es uno de los nombres para designar popularmente al coño. En cuanto adjetivo casi coincide con vuestra semántica latinoamericana. Hay una anécdota muy linda acerca de Galdós y la Pardo Bazán, que fueron apasionados amantes en sus años jóvenes, y luego se distanciaron bastante. Ya mayores, dizque una vez se cruzaron en la escalera de una casa en Madrid, y ella le dijo ½ cariñosa y despectiva: «Adiós, viejo chocho», a lo que don Benito respondió: «Adiós, chocho viejo». E se non é vero, é ben trovato!» Arcángeles se entusiasma con la anécdota: «Una maravilla. Qué cosas sé por ti. Pon eso en tu diario. Es buenísimo. Le va a gustar a todo el  mundo. Viejo chocho y chocho viejo. Tristísimo. Imagínate ser el chocho viejo de una vieja chocha». 

 

Jamás entenderé al género humano. Voy en el bus a mi cita con la pedicura y en la parada de la Ritterstraße llega a todo pedal, desde la dirección contraria, un muchacho con su bici, haciendo señas desesperadas de que quiere viajar con nosotros. El conductor lo espera, el chico se monta en el bus, con su bici y se baja dos paradas más allá. Se necesita ser imbécil; a la velocidad que desarrolló para alcanzarnos, ¡y viniendo desde la dirección contraria a la del bus!, habría llegado a la parada donde se bajó antes que el propio bus. Se necesita ser imbécil. O haragán al pedo.

 

La pedicura me cuenta la muerte del librero de Sürth, de quien era amiga y cuya tienda está casi enfrente de su praxis. El día anterior había moderado una velada literaria en el Falderhof, con lectura de textos y concierto de chelo, y al día siguiente se quedó en casa para poner en orden el papeleo del negocio. Al final de la tarde, su esposa, que atendió la librería en su ausencia, volvió a casa un poco extrañada de que no la hubiese llamado en todo el día, pero pensando que tal vez habría salido a pasear y/o comer con algún amigo. Y se lo encontró muerto en el sofá. Tiene que ser una impresión indescriptiblemente fuerte, amordazante, que te cierra la garganta, llegar a tu casa y encontrar muerta a tu pareja. No quiero ni remotamente pensar en ello. En ninguna de las dos posibilidades.

 

Soy un perfeccionista amateur, el perfeccionista profesional es Petar, el jardinero polaco que el dueño de nuestra casa tiene contratado para que dos o tres veces al año se ocupe de lo “verde” de su propiedad: el seto desde la calle al jardín, y el jardín delante de nuestra fachada; y como estamos en segunda linea respecto a la calle, dándole la espalda, este jardín es un recreo visual pensado tan sólo para nosotros, los inquilinos (somos un punto muerto 100% en Google Earth). Y ese recreo luce en estos momentos en su mayor esplendor. Porque este año Petar se nos ha revelado como fan de las hortensias, y sus macizos malvas y rojos son una golosina para los ojos. Pero no quiero dejar de precisar aquello de su perfeccionismo, que Diny suele entomologuizarlo de una manera perfecta cuando dice que «Petar poda el seto con cortauñas».

 

Curiosamente, mi artículo resueltamente iconoclasta respecto al icono Buñel casi que no tiene repercusión ninguna, a pesar de que EE lo publica en la fecha cuando en Bogotá se inaugura un ciclo dedicado al dizque genio aragonés. Varias conclusiones posibles: a) a nadie le importa un corno mi opinión al respecto; b) a nadie le importa un corno Buñuel; y la más espectacular, c) exceptuando al autor, que da la casualidad que soy yo, y a la redacción, donde sí saben quién fue Buñuel, nadie sabe quién fue ese señor. Después de pensarlo bien, y tomando en cuenta todas las circunstancias, joder, hasta yo empiezo a dudar de su existencia.

 

Weiß/Colonia, 27.7.

10:30 am : Este sábado promete ser tan lleno que desde ya estoy seguro de que tan sólo podré contarlo mañana domingo.

 

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