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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 30 / 2023

De mi Diario : Semana 30 / 2023


Rodenkirchen, 23.7.

Me levanto a las 8:30 am, abro mi buzón virtual ¡y me encuentro un email de Yina! Qué felicidad volver a saber de mis amistades madrileñas, de ese restaurante La Daniela que fue nuestra segunda casa en mis madriles, en mayo del 2012, cuando salí de la clínica San Carlos, en la Moncloa. Busco en este Diario mi llegada a La Daniela al salir de la clínica: «A mediodía vamos a La Daniela, donde me reciben como al hijo pródigo. Pero antes de que se den cuenta de que he vuelto, yo he descubierto detrás del mostrador una nueva cara y la encaro sin vacilar: “Usted es Yina”. Yina se queda impresionada, y le tengo que explicar cómo es que Julio, Marga y Yamila me habían hablado tanto de ella y de que estaba de vacaciones en su país, en la Dominicana. Así es que verla y reconocerla ha sido todo uno. La sonrisa de Yina es uno de los mejores premios que se le hayan concedido nunca a mi buena memoria».

Montse llamó desde Mazagón, ¡que palizón de viaje se han metido ella, Henri y, sobre todo, Frank, que es el único que conduce! Mañana habrá almuerzo familiar en el restaurante que ya conoce Montse de la vez última que estuvo en Huelva, en el 2017, para celebrar los 50 años de Rebeca en el lugar donde nacieron su padre y ella misma. Conozco el restaurante, está en el puerto, y una noche de abril del 2006 me reuní allí con mi inolvidable Juan Drago y con Pepe Baena. También acá debo recurrir a mi Diario: «27.4.: Por la noche, encuentro con JD y PB, quienes ya me habían invitado a esta cena hace un par de semanas, por email. La cena es en El Farqueo, frente a un lujoso crepúsculo en la banda de Bacuta, y la razón de la invitación se aclara pronto. Juan y Pepe forman parte de una ONG llamada algo así como Cultura, Democracia y Medio Ambiente, que ya ha llevado a cabo una gran actividad en ciertos lugares de América Latina, por ejemplo en Nicaragua; y en su última asamblea han acordado por unanimidad (con una sola abstención) hacerme un homenaje la próxima vez que visite Huelva, y también pedir al Ayuntamiento que bautice con mi nombre una calle de la ciudad. Así pues, este encuentro es para comunicármelo de manera oficiosa y pedir mi conformidad. En principio les confieso mi asombro, porque tal y como me habían comenzado a hablar de la ONG y sus actividades, llegué a la conclusión de que querían recabar mi colaboración para alguna de ellas. A continuación les agradezco que hayan pensado en mí como objeto de un homenaje, y lo que ello implica, pero en cuanto a mi conformidad los defraudo por completo porque rechazo los honores públicos y no aceptaré ninguno al menos mientras me pueda defender: cuando me muera ya pueden hacer lo que les dé la gana. Encajan bien el golpe, y al llevarme a casa en su coche le comento a Juan: “Por otra parte, debo tomar en cuenta al miembro de vuestra ONG que se abstuvo en la votación, quiero darle esa alegría”. // 28.4.: Desayunando, cuando le cuento a la Nena la conversación de anoche en El Farqueo, comenta que a ella lo de una calle con mi nombre le haría mucha ilusión. Le sugiero que cuando me muera, y si persisten en la idea, ruegue al Ayuntamiento que den mi nombre a la calle Gran Capitán. La de las putas. La cosa tiene su lógica si pienso que soy un escritor profesional y que se vende al mejor postor».

Rodenkirchen, 24.7.

Anoche llegué a la conclusión, viendo por enésima vez la Sabrina buena, la de Sydney Pollack, que el traje de Maude Larrabee en la fiesta de su 70.º cumpleaños es una burla solapada del imposible de Audrey Hepburn en la Sabrina de Billy Wilder. Estuve cotejámdolos. El guiño cómplice de la modista es para mí evidente, pero está resuelto con mucha elegancia. Tanta que casi pasa desapercibido.

Vino Rebeca para echarle una mano a Diny y fuimos a almorzar en Steep’s, la cervecería en la misma manzana del Maternus. Al servirnos las bebidas para Diny y para mí, sin encargárselas, le dije a “nuestro” camarero, quien siempre me llama por mis dos apellidos, que bastaba con el primero y tuve que explicarle cuál es el sistema onomástico de los españoles. Ahí se enteró de que Diny no es Frau Bada Díaz sino Frau Hansen. Intervino Rebeca para decirle «Y por eso yo me llamo Rebeca Bada Hansen». Y él: «¿Y usted qué va a beber, Frau Bada Hansen?» «Puede llamarme Rebeca, y quiero agua mineral sin gasۚ» le contestó ella. Cuando se la trajo le dijo: «Aquí tiene su agua mineral sin gas, Rebeca».Y ella: «Bueno, ahora ya sabe mi nombre, pero yo no sé el suyo». «Tom, -–le respondió, añadiendo:-– vengo de una familia tan modesta que sólo me puedo permitir tres letras en el nombre». Esta es una conversación típicamente coloniense entre dos personas que, por el acento, se reconocen como tales, como de la mera mera Madre Colonia y hermanos de santa Úrsula y las once mil vírgenes. Comimos con mucho apetito: Diny un Flamenkuchen clásico, es decir, con picadillo de tocino de jamón; Rebeca una ensalada mixta con una papa grande al horno; y yo un escalope de cerdo con pommes frites. Tengo que pedirle a Tom, la próxima vez que lo que encargo venga con guarnición de frites, que me pongan en el plato tan sólo un ¼ de lo que suelen poner; son raciones para Gargantúa y Pantagruel, y yo odio dejar tanta comida en el plato, o dicho de otro modo, que se desperdicie comida.

Rodenkirchen, 25.7.

Veo, mientras desayuno, que Framk me envió a las 8:20 am unas fotos del encuentro de ayer con “La Familia” (como él la llama). Tengo que llamar a la Nena para que me identifique a varios de los presentes, de la nueva generación: entre ellos sólo reconozco a Nuria. Y entre los de la nuestra, Ricardo, mi primo, ahijado y tocayo está como siempre, pero Antonio ha engordado bastante. El único que no acudió fue Laureano, encamado en Punta Umbría con un lumbago de órdago a la grande, una endemia en la familia Bada Telles, también los padecen Reme y Meli.

Teníamos cita, Diny y yo, a las 11:00 am con la pedicura, pero se presentó recién a las 11:45, de manera que combinamos otra cita para mí, el martes próximo a las 10:00, porque ya me estaba llamando Ulli para anunciarme que partían en ese momento. Así que dejé a Diny con la pedicura y me puse en marcha para encontrarme con Ulli & Carlitos. Cuando llegan les digo que hoy es un día histórico: es la primera vez en casi ocho meses que Diny no protesta porque me voy sin ella a La Modicana. Donde Ulli encarga una ensalada en cinemascope y tecnicolor, con setaa del bosque y aguacate, y Carlitos y yo ravioles con higos. Estaban exquisitos, la signora tiene una buenísima mano cocinera.

Llama Brigitte aplazando nuestro encuentro del jueves porque me explicó que se siente enferma, y yo le digo que el aplazamiento me viene muy bien, porque yo mismo no ando muy católico, y eso, que en un agnóstico sería bastante positivo, en un enfermo de neurodermitis es una desgracia.

Rodenkirchen, 26.7.

Anoche constaté que tengo descuidado el capítulo Lecturas de mi vida. Seis libros están esperando pacientemente (como los libros suelen hacerlo) que les hinque el diente. Alguno dellos, según decimos los clásicos, desde el mes de diciembre. En agosto debo poner fin a semejante desafuero. Porque resulta, además, que cinco de esos seis libros son de amistades muy queridas: Anotota, Joserre, Félix, Helena y Guillermo. El sexto es la adaptación de Max Havelaar al teatro, y como está en neerlandés, y quiero releer la novela antes de leer su versión escénica, la pondré a la cola.

Como todos los miércoles vamos a almorzar a Steep’s, la Brauhaus, casi a la vuelta de la esquina del Maternus, y como siempre desde la segunda vez que venimos acá, Tom nos trae la gasesosa de manzana para Diny y mi copa de Grauburgunder. Diny se decide por un cuenco de sopa de gulash, y aunque pide la ración pequeña, Tom y yo la convencemos de que coma la grande. Para mí los infaltables Reibekuchen de cada miércoles, de nuevo con salmón. Al levantarnos para irnos Diny tiene dificultades con la manga izquierda de su chaqueta, bloqueada por el reloj. Dos comensales de las mesas vecinas acuden al quite (nunca tan bien empleada la expresión) en vista de que yo no soy de gran ayuda en esta ocasión, y otra vez debo confirmar que en materia de ayuda al prójimo, sobre todo tratándose de ancianos, Renania es rancho aparte, y Colonia de una humanidad y un respeto a la edad que son verdaderamente ejemplares. Que sus dioses lares y penates –Colonia no es por casualidad una fundación romana– les sean propicios a sus habitantes, tanto a los nacidos aquí como a los imis, que así llaman los colonienses a sus inmigrantes, a quienes les contagian su espíritu abierto, hospitalario y liberal. No en vano se la conoce como la ciudad más italiana al norte de los Alpes.

Rodenkirchen, 27.7.

Hoy he bajado solo al jardín, para mi paseo vespertino, lo hice llevando el andador de Diny, que manejo con soltura. Y una vez más constato que el molinillo verde del segundo cantero a la derecha y el rojo grande en el primer cantero a la izquierda son bastante asimétricos en lo que se refiere a la producción de una energía eólica desaprovechada porque todavía no ha progresado tanto la ingeniería del ramo. Las seis aspas del verde no descuidan ni un solo soplo de viento y están casi constantemente en rotación, a veces de una manera vertiginosa que lo convierte en un disco resplandeciente y visible porque es verde claro, mientras que los arbustos del cantero detrás de él son verde oscuro. El molino rojo y doble de grande que el verde, prácticamnente se pasa el día en huelga de aspas caídas, y cuando rueda no suele hacerlo a la velocidad supersónica del otro. ¿A qué se deberá eso? Tengo que preguntarle a Frank, quien hizo su maestría profesional especializándose en energía eólica.

Aún en el jardín, las campanadas de las 6 pm en la iglesia que le da nombre a este pueblo convertido en barrio de Colonia (Rodenkirchen significa algo así como “iglesia del campo roturado”) me recuerdan que en la Sabrina de Sydney Pollack las campanas juegan un papel importante, ± como Deus ex machina, en momentos claves del metraje, aunque ellas suenan de manera distinta que las de una iglesia, no repican, son como aldabonazos del Tiempo. Seguramente para remarcar la trascendencia de lo que va a suceder en la pantalla. Así por ejemplo, hacia el final, en el despacho de Linus Larrabee, cuando quiere convencer a Sabrina de que le acompañe a París y se encuentran a pocos cm de distancia el uno del otro. El beso que sigue parece una consecuencia natural de las campanadas solemnes que empiezan a sonar en el silencio luego de que Linus se calle. Sabemos que la Torre Larrabie se encuentra en la Park Avenue. Con un buen plano de Nueva York podria detectar qué reloj público se halla cerca. Pero mi buen plano de la Gran Manzana se lo llevó la chingada en el poco menos que desbarajuste de la mudanza. Lo intentaré en algún rato libre con la ayuda impagable de Miss Hortensia Google, mi desinteresada amiga.

Este mediodía tampoco bajé al comedor del Maternus- Y como los jueves La Modicana cierra, mañana estoy citado con il dottore Galvani en el Bistro Verde, el sábado viene Rebeca e iremos a almorzar al chino, y es probable que el domingo nos visiten Montse y Frank, quienes regresan el sábado de su espectacular primer viaje con un Caravan alquilado, que los llevó hasta Huelva; y si nos visitasen con Henri los invitaría a comer en el Steep’s pues entonces, conclusión: me quedé acá trabajando en mi nueva entrega de The Twitter’s Digest para Nexos. El trabajo: mi terapia.

Rodenkirchen, 28.7.

Me apliqué a ver Sabrina, la buena, la de Sydney Pollack, para corroborar mi sospecha acerca de las campanadas. Anoté que suena un reloj (una sola campanada) en Martha’s Vineyard cuando Linus confiesa que es un solitario. Suenan campanadas la primera vez que Sabrina acude al despacho de Linus y confiesa que se encontró a sí misma en París. Y como ya consigné ayer, hacia el final, en el despacho de Linus, cuando quiere convencer a Sabrina para que le acompañe a París y se encuentran a pocos cm de distancia el uno del otro, el beso que sigue parece una consecuencia natural de las campanadas solemnes que empiezan a sonar en el silencio. He revisado la Park Avenue de arriba abajo, en el plano detallado que me brindó Miss Hortensia, y hay numerosas iglesias católicas en sus cercanías: la de San Ignacio de Loyola, la de San Vicente Ferrer, la de San Pablo y el Santo Rosario ¿Serán de alguna de ellas esas campanadas que se oyen, nítidas, en la Torre Larrabee? Chi lo sa!

La Dra.Pega–Wolter, nuestra otorrino (también lo es de Diny), me somete a un chequeo completísimo para averiguar la causa, o las causas, de los desequilibrios que estoy sufriendo en los últimos tiempos, y al final me sugiere unas sesiones de acupuntura, lo acepto y paso 20’ en reposo absoluto y muy relajado. Veremos, como dijo Homero plagiando a Borges. Pero en principio la doctora me ha caído muy bien. Se siente su competencia, su alto sentido de la responsabilidad por la salud de sus pacientes, y es un bálsamo oírla hablar, tan sosegada y en voz tan baja que casi parece un susurro. Me pregunto cómo se hace entender por pacientes tan sordos como Diny. Pero, me digo, Diny iba acompañada de Montse, y esa quizá sea la respuesta que busco. Por cierto que se acuerda de ambas. Buena memoria.

Voy a almorzar al Bistro Verde con il dottore Galvani, que viajaba en el mismo bus que yo, y sólo nos dimos cuenta cuando nos aprestamos a bajar en la parada de la Maternusplatz. Le dije, dicho sea de paso, que de todos modos no le hubiese reconocido, porque es la primera vez que lo veo sin llevar puesta una mascarilla. El BV le gustó mucho. Y la comida también. Hablamos de miles de cosas, de mi vida y de la suya, y al final le pregunté si conocía el ritual alemán del tuteo. Me dijo que no, y se lo expliqué. Luego le tendí la mano y dije «Soy Ricardo». Y él extendió la suya, estrechó la mía y dijo «Soy Sirio». Me volvía a acordar de algo que me dijo Héctor en Berlín cuando nos alojamos en el apartamento que le brindaba el DAAD como parte de su beca, y fuimos a alquilar una bici para Daniela en un taller muy cerca del Berliner Ensemble, y le serví de intérprete con el dueño del taller, quien era un berlinés como mandado hacer de encargo. Nos caímos bien, así es que al final nos dimos la mano, y cuando salimos a la calle le dije a Héctor: “Si seguimos un cuarto de hora más, nos hacemos amigos”, y Héctor me replicó: “Es que debe ser muy difícil no hacerse amigo tuyo”.

En el bus, de regreso al Maternus, me vuelvo a caer por no agarrar a tiempo la barra cuando arrancó. Me di un buen golpe en el occipital y tengo raspado el codo derecho, pero nada más, ningún dolor ya que, al parecer, y puesto que un poeta paisano me dijo en Huelva que yo tenía una cabeza de patricio romano, mi calavera debe ser de mármol. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.

Rodenkirchen, 29.7.

Vino Rebeca para llevar de paseo a Diny, tomar café, recorrer el mercado callejero de los sábados en la Materusplaz, sacar dinero de la cuenta de Diny en la sucursal de la Caja de Ahorros que hay en esa plaza y, finalmente, hacer compras en ReWe. Pero, les digo, primero vamos a almorzar al chino. Encargamos: Diny pechuga de pollo con pimientos que no eran de Padrón, Rebeca fideos de arroz frito con gambitas, y yo unos langostinos rebozados. Ellas llegaron antes que yo al chino y tenían ya delante sus respectivas gaseosa de manzana y de ruibarbo (esta en verdad espectacular), y al verme llegar la camarera que las atiende me dice más que me pregunta «¿Chardonnay?» Le respondo que sí, con una sonrisa que ella me replica, y luego Rebeca nos cuenta que ayer vio en el Odeon, “nuestro” cine desde los lejanos tiempos (1969 a 1975) que vivimos en el 29 del Karolinger Ring. una peli que la divirtió muchísimo, Rumba La vie [Rumba Terapia], y que hoy volverá para ver una de Penélope Cruz, L’immensità. Le encarezco que siempre consulte www.imdb.com cuando vaya a ver una nueva peli. Luego se marchan a la Maternuplatz y yo regreso al Maternus para dormir una larga siesta, la picazón en la pierna derecha me tiene mártir.

Bajé solo al jardín a dar mi diario paseo vespertino. Los dos molinillos en posición ¡descansen armas! Y paseando se me ocurrió un pastiche de Faulkner, que quise anotar apenas regresé a este apto, pero no lo conseguí redondear como quería. Además, ¿cómo traducir “carpetbaggers”, aquellos oportunistas del Norte que, apenas terminó la Guerra de Secesión, se mandaron mudar al Sur para esquilmarlo, armados tan sólo con una cartera [“carpet”] conteniendo contratos leoninos?

Apareció en Nexos mi nuevo TTD y para la siguiente entrega encontré un trino escalofriante (a pesar de su contenido tan caluroso) en la cuenta Twitter @Dios_Padre: «Estimados seres humanos: No es el verano más caluroso de su existencia, es el más frío de lo que les resta de vida». ¡Toma del frasco, Carrasco!, diría mi abuela Remedios.

*******************THE END******************

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