Weiß/Colonia, 3.10.
Anoche, con las prisas de anotar la visita de Pia & Chico + repasar todas las anotaciones de la semana antes de subir mi nueva entrada a Fronterad, se me olvidó consignar que también hablamos acerca del resultado de las recientes elecciones federales. Todos coincidimos en desear una coalición en modo semáforo [socialistas, liberales, verdes], no sólo porque fueron los únicos ganadores y arrasaron en el sector de los votantes jóvenes, sino sobre todo porque a la democracia cristiana da pena verla, y aún más con ese perdedor intentando de una manera indigna[nte] ser canciller mediante una coalición en modo Jamaica, la DC con los liberales y los verdes. Programo su apellido en la máquina de búsqueda de Twitter y entre otros encuentro este trino: «Querido señor Laschet, yo exigiría que la Democracia Cristiana me proporcionara una piscina llena de leche. Usted es el único político y no nadador que puede lograr convertir esa leche en mantequilla». Y este es de los más piadosos. Qué diversión tan gratuita la de ver a un político dizque hecho y derecho convertirse en un pelele. Y todo por el poder. O mejor dicho, por la poderina, que es más adictiva que la marihuana y la cocaína juntas.
Escribí mi nueva columna para Cartas desde Alemania, en La Jornada. Quiero abarcar un abanico de temáticas europeas aprovechándome del “desde” en el rótulo de la columna. La primera entrega fue sobre un tema alemán, en la segunda fue francés, en esta última neerlandés. Creo que eso le dará un interés mayor a la columna que si sólo me ciñese a temas alemanes. Pero también debo pensar que si contabilizo las columnas quincenales para EE y las entregas a La Jornada y Árbol Invertido ya estoy tocando techo en materia de entregas regulares: una por semana, a lo cual hay que añadir todo lo que escribo para Nexos, Vasos Comunicantes y El Trujamán. Ni siquiera en mis años de mayor intensidad laboral en la Radio Deutsche Welle he trabajado tanto como desde que estoy jubilado. Debo empezar a tener cuidado de no quemar la vela por los dos extremos.
Weiß/Colonia, 4.10.
2:30 am : Primero estuve viendo Big Eyes [Retrato de una mentira en América Latin, Big Eyes en Spain–is–different], después un nuevo episodio de la serie neocelandesa Detectives en Auckland, y coroné la noche con otro del comisario Beck. Sólo anotar que Big Eyes no me convenció para nada y que lo achaco a la exagerada interpretación de Cristoph Waltz: alguien le debe haber dicho que es un genio para interpretar papeles de malvado retorcido, y se lo creyó. La culpa no es suya sino de un director que no lo llamó al orden, como seguramente lo hizo Polanski en Un dios salvaje.
Palabras de Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool: «Comparo el rechazo a la vacunación con el hecho de conducir bebido. No entiendo por qué vacunarse es una restricción de la libertad. Si lo es, entonces prohibir conducir bajo los efectos del alcohol también es una restricción de la libertad».
Hoy queríamos almorzar en las Rhein Terrassen porque Ulli no puede mañana, pero estaba cerrado el local, seguramente alguna boda. De manera que probamos suerte en Sürth, en Merano, que es bistró, bar y heladería, y también de un Mancinone, un familiar de la signora de La Modicana. Ulli encargó unos linguinis con ragú de ternera, Diny canelones con ricotta y espinacas, Carlitos penne al pesto y yo espaghettis con gambas, de los que me como todas las gambas y dejo la ½ de los espaghettis. Luego las señoras toman expresos y Carlitos y yo helados, de vanilla y chocolate él, de pistachos y miel yo. Viva el lujo y quien lo trujo.
Weiß/Colonia, 5.10.
Me manda LL un enlace con un vídeo donde se expone el trabajo del orfebre Fernando Marmolejo, «aquí en una pieza para la catedral de Huelva, nada menos», me dice, y yo le contesto: «Decís «la catedral de Huelva» y a lo peor te la imaginás como la de Colonia o la de Burgos. Y no. Huelva no ha sido sede episcopal sino desde los años 50, y a falta de una iglesia grandiosa que pudiera habilitarse como catedral, se habilitó como tal la iglesia de la Merced, del convento de los frailes mercedarios descalzos, en una de las plazas más bonitas de la ciudad. En esto Huelva prosigue su atávica tradición de modestia, a la que ya he aludido muchas veces en lo que escribo, y que es una seña de identidad para distinguirnos de los sevillanos».
Por fin pude ver Portrait de la jeune fille en feu [Retrato de una mujer en llamas] y escribo estas líneas gozosamente instalado en la nube n.º 7, en una especie de beatitud. ¡Qué peliculón, mare mía de mi arma, qué peliculón! Una obra maestra de Céline Sciamma con dos protagonistas, Adèle Haenel y Noémi Merlant, que dan el do de pecho en un escenario mágico, casi arcádico, de la Bretaña. ¡Y sin música de fondo! Sólo un par de compases a cuatro manos en el clavecín de la mansión, y una coral a cappella de las mujeres del pueblo, pero, eso sí, el broche de oro del exaltado Presto del “Verano” de Las cuatro estaciones, de Vivaldi, por Adrian Chandler y La Serenissima. Chapeau!
Viene Diny a la puerta del cuarto porque acaba de ver en el noticiero de la TV la noticia del Nobel de Medicina y se dice desconcertada que no entiende por qué no se lo han dado a los descubridores de la vacuna Biontech. Tengo que explicarle que las muelas de la Academia Sueca muelen despacio, y que por muy buena que sea la vacuna, todavía no está 100% estudiada y homologada en lo que se refiere a sus efectos secundarios, duración de su inmunidad, etc. Diny se va, me temo que sin haberla convencido.
Weiß/Colonia, 6.10.
2:00 am : Anoche programé por enésima vez el DVD de la serie Pride and Prejudice (BBC 1995), de la que quiero ver de nuevo un capítulo por día. Hoy descubrí algo que siempre me llamó la atención y no lo supe localizar, hasta esta noche: en el comedor de los Bennet cuelga una estampa romántica de la Fräulein escuchando la serenata a la mandolina de su pretendiente, y el Rhin en el fondo del paisaje. Una idéntica, o muy parecida, colgaba en el recibidor de la casa de mis padres, y así creo descubrir que esas estampas llegaron a Huelva de la mano de los ingleses en las minas de Riotinto.
Herr Schubert, el repartidor de paquetes del Correo Alemán, me entrega uno para Carina, la hija de nuestros vecinos del piso de arriba, y me anuncia muy sonriente que el 31.12. se jubila, y le explico la coincidencia de fecha de nuestras jubilaciones, aunque la mía data de 1999. Le felicito y le digo que ahora sí tendrá tiempo de sobra para dedicarlo a su hobby; es un filatélico empedernido. Lo leí una vez en una entrevista que le hicieron en la revista mensual del barrio, de distribución gratuita a todos los vecinos, y desde entonces le he entregado una gran cantidad de estampillas exóticas (de América Latina casi todas) que siempre me agradece y sé que es de corazón.
BDW no encontraba en mi diario la entrada donde hablé de los trinos pornográficos en Twitter, me la pidió, se la mandé (es la segunda del 24.9.) y me escribe: «No me imaginaba que la gente pudiera escribir para el público general cosas así, tan directas. Le hablaba a una amiga sobre esto, pero fui a demostrárselo y no supe en cual de tus diarios lo había leído. Te agradezco mucho. Qué desparpajo. Me quedaría imposible hacerlo. Si lo pensé más de un mes para escribir una escena erótica en la novela nueva, que nadie me ha publicado todavía. Montañera que soy». Le contesto al tiro: «Las escenas de sexo explícito las eludo en mis cuentos, incluso en aquellos dos con mayor carga sexual, que no sé si conoces, “Macho dulce” y «La bufanda de Cambridge»; y al hacerlo me remito a lo que sabiamente dice Jonathan Franzen en su ensayo Libros en la cama: “Las crudas exigencias de nombrar partes y movimientos del cuerpo –algo tan monótono– pinchan la frágil burbuja del mundo imaginativo […] y mi deseo de inmersión en la bioquímica de un desconocido tiene sus límites”».
Después de leer mi artículo en Árbol Invertido, mi compadre José María me escribe desde la orilla del Cauca: «Se necesitarían otras tres o cuatro vidas para calmar el deseo de buscar y leer cada una de tus recomendaciones literarias, maese». Le respondo ipso fuckto: «Según mis cálculos, aquí tu negro necesitaría unas diez vidas para leer todo lo que quisiera. De todas formas hay un libro que te recomiendo y que debe ser fácil de adquirir. Se trata de una obra maestra increíble, Zama (1956), del argentino Antonio di Benedetto, si no la conoces no te la pierdas. Algo me dice que García Márquez la conoció, y ese algo se titula El coronel no tiene quien le escriba, que es de cinco años después. Zama es una novela que entra en la categoría de la mayor perfección posible en una obra humana. Yo recién la acababa de leer y estaba todavía deslumbrado cuando entrevisté en 1975 a AdB durante un simposio sobre América Latina, acá en Alemania, simposio donde también participaba tu compatriota Germán Arciniegas. Poco después llegó el régimen del tétrico Videla y el pobre Antonio las pasó putas (sufrió hasta cuatro simulacros de fusilamiento, amén de las torturas y de que nunca le explicó nadie por qué lo encarcelaron, ya que no se había metido jamás en la política)».
Weiß/Colonia, 7.10.
2:15 am : Vi de nuevo el estupendo episodio de la serie protagonizada por la joven policía Katarina Huss, hija de Irene Huss, protagonista principal de una serie ya finiquitada pero que se contaba entre las mejores de la TV sueca. Esta, con su hija, me gusta más, sobre todo el episodio de esta noche, en el que unos asaltantes la toman como rehén, junto con su colega de mancuerna en el coche patrulla y con toda una familia adinerada, en la mansión de la misma. Ojalá programen una nueva temporada.
Luego del desayunalmuerzo, pasado el mediodía, busco la noticia y la encuentro, la concesión del premio Nobel al tanzano Abdulrazak Gurnah, nombre que no me dice nada en absoluto y de quien no he leído ni una sola línea. Le echo mano al libro Afrika erzählt [África narra], 2.ª edición (1965), que incluye ocho autores de Nigeria [entre ellos Chinua Achebe], tres de Sudáfrica, y uno de c/u. de estos países, con sus topónimos de aquel entonces: Dahomey, Alto Volta, Costa de Marfil, Guinea, Congo Brazzaville, Kenia, Camerún y Senegal. Y ni Gurnak ni Wole Soyinka figuran en ella. En el caso del nuevo Nobel la cosa se explica fácilmente porque no empezó a publicar hasta 1985, y el volumen que tengo en las manos se editó en 1963. Pero en el caso de Soyinka es raro, ya que entre 1958 y 1960 publicó tres volúmenes de cuentos, y a un africanista como Janheinz Jahn no se le debe haber escapado ese nombre, máxime teniendo en cuenta que de los 19 autores que antologó, ocho son nigerianos, como Soyinka. Miro con más atención el índice de Afrika erzählt y descubro que también falta un nombre infaltable, el del keniano Ngũgĩ wa Thiong’o, pero mi buena amiga Miss Hortensia Google me hace el quite informándome de que sus libros de cuentos son posteriores a esta antología. Qué se le va a hacer, África y Asia son las grandes desconocidas en el mundo de la literatura, casi terra incógnita. Por lo que se refiere al África, algo de eso hablé en mi artículo sobre Fatou Diome en Alas Tensas.
Con el deseo de leer algo del nuevo Nobel, y como hay cinco novelas suyas traducidas al alemán, si bien sus ediciones están agotadas, visito los portales de libros de ocasión y de segunda mano. No hay ni un solo ejemplar a la disposición. Estoy por apostar mi única corbata de Armani a que los que hubiese los han retirado de ambos portales apenas se supo la noticia de la concesión del premio, para reintegrarlos a ellos con precios “aggiornados”. Capitalismo duro y puro, así es la cosa, Mafalda.
Samuel ha leído en Nexos mi artículo acerca de mi biblioteca Nobel y me pregunta si nunca tuve la oportunidad de que «la divina presencia» mexicana me firmara un libro. Le contesto con la verdad de la milanesa, y es que no soy coleccionista de autógrafos: «Los libros dedicados que tengo los tengo porque se lo pedí expresamente a los autores o porque ellos me los enviaron o entregaron dedicados, motu proprio. Nunca me interesó tener uno firmado por Paz, con quien coincidí sólo dos veces, una en la cátedra de Hispanística de la Uni de Bonn, y otra en el festival Horizontes ’82, en Berlín. Y desde luego, nunca me envió ni entregó motu proprio uno dedicado por él». Tampoco tenía por qué hacerlo.
Weiß/Colonia, 8.10.
Registro que mi taruguita ha recomendado en su cuenta de Twitter mi crónica en Nexos acerca del encuentro de Borges con Ernst Jünger. Pero registro además que Yssel le escribe a mi taruguita un trino donde se alegra de que nos conozcamos y le cuenta que en el 2012 me conoció de córpore insepulto en esta casa, donde además se hospedó. ¡Nueve años ya desde la visita de Yssel! Recuerdo perfectamente que la primera pregunta que le hice fue que de dónde procedía su nombre, y que se echó a reír diciéndome que ya sabía que esa era la primera que le iba a hacer. Nos contó que sus padres no tenían decidido un nombre para ella y que, cuando nació, el padre resolvió la cuestión echando mano de un atlas, abriéndolo al azar y señalando con el índice, a ciegas, un lugar del mapa a la vista. Era uno de los Países Bajos y el índice de su padre señalaba el lago del Yssel, que es el brazo septentrional del Rhin y va a dar en la Mar del Norte por Ijmuiden [=Boca del Ij].
Intercambiando emails con KMS sale a relucir el nombre de Uslar Pietri, y le comento que «a don Uslar lo entrevisté allá por 1975, en un simposio sobre América Latina donde el que más me interesaba de todos ellos era el argentino Antonio di Benedetto, autor de una obra maestra increíble, Zama, si no la conocés no te la pierdas. Recién la acababa de leer y estaba todavía deslumbrado cuando lo entrevisté. Poco después llegó el régimen de Videla y el pobre Antonio las pasó putas, él que no se había metido jamás en la política». Me responde: «Lo que siempre me sorprende es que me des a conocer autores nuevos, cosa que no me ocurrió con los cursos de literatura de Borges, Cortázar y Nabokov. Zama y todo lo demás de Di Benedetto que mis cuates Francis Drake y Henry Morgan me regalaron es prosa de suprema calidad. Dónde había estado este Di Benedetto que hasta ahora supe de él, su encanto y sus tremendas cuitas». Le contesto ipso fuckto: «Si te entiendo bien, en el corto lapso desde que te hablé de AdB y este email tuyo has tenido tiempo de piratear y hasta leer Zama y más cosas de uno de mis autores predilectos. Chapeau!, como escriben, que no dicen, los gabachos». Rspuesta suya al tiro: «Ya quisiera ser tan rápido. Encontré y logré bajar cinco o seis libros de Di Benedetto, y leí grandes párrafos de Zama, lo suficiente para constatar su calidad. Pero todavía no leo un libro completo». Cierro el diálogo con una observación no tan traída de los pelos como parece: «Y Zama espera… Así se titula la traducción al alemán, Und Zama wartet; como un eco al Warten auf Godot, de Beckett, estrenado cuatro años antes de que se publicase la novela».
Weiß/Colonia, 9.10
Repaso mi correspondencia de la semana y releo el mail que le escribí el miércoles a Héctor (uno de mis dos Héctores, el mexicano) a propósito de su espléndida columna en Milenios, que quiero incluir mañana en mis lecturas recomendadas para el domingo: «Te escribo para expresarte mi admiración y mi agradecimiento por tu columna en Milenio sobre la mexicanidad antiespañola. Allá por octubre de 1984 volaba yo de Panamá a San José de Costa Rica y me tocó sentarme al lado de un joven mexicano con quien enseguida pegué la hebra, y como tengo este habla que más parezco sudaca que gachupín el hombre me hablaba muy suelto de palabra y se largó una filípica en contra de los españoles que en el siglo XVII me hubiese obligado a retarlo a un duelo. A todo esto, resulta que el buen hombre era hijo de un español que había huido de la España de Franco. Al final, al despedirnos (él se quedó en el avión porque seguía viaje a Guatemala), le encarecí que estudiase náhuatl y le encargué saludos para su papá, de parte de un compatriota con acento rioplatense. Se quedó bastante jodido, según recuerdo, hasta intentó disculparse.»
Siempre que recibo un email de Yolanda, desde Beirut, donde sigue en el puente de mando del Centro Cervantes, me acuerdo de un chiste gráfico alemán donde una pareja gringa llega al aeropuerto de la capital del Líbano y deja sorprendidos a los aduaneros a quienes les preguntan dónde es que se celebran los Festivales de Wagner. Claro que si un gringo confunde Beirut con Bayreuth, está muy bien acompañado: de Hollywood, poco menos que en pleno.
*******************THE END*******************