Weiß/Colonia, 8.8. (1)
Llamada a Sofía, que sigue de vacaciones, pero ya regresada de Galicia a Málaga, y que esta tarde va a ver una peli titulada Origen. Luego descubriré que se trata de Inception, y recordaré lo que leí hace poco en la reseña de Toy Story 3, en Der Spiegel: que por qué será que a veces las figuras artificiales del cine de animación nos resultan más reales que algunas de carne y hueso y que nos parecen marionetas; ponía el crítico el ejemplo de Tom Cruise, pero puede ampliarse a bastantes más, a Leonardo di Caprio sin ir más lejos. Pero no por ejemplo a Pablo Pineda, el primer europeo con síndrome de Down que ha conseguido un título universitario y que es el protagonista principal de Yo, tambi n [sic, así consta en mi boleto]. Hemos decidido ir al cine a ver Yo, también porque la pasan en la versión original, con subtítulos en lengua aborigen, e invitamos a Chico, que desde hoy está de rodríguez en Colonia: Angie y Vincent se han ido por una semana de vacaciones al sur, con los padres de Angie. En el Off Broadway, donde dan la peli, un hombre alto y sonriente me saluda en español, dice reconocer mi cara aunque no quién soy, y poco a poco vamos desenredando el ovillo hasta dar con que tenemos un amigo común, Leonardo, y que yo a él lo he visto además actuar en el montaje de La camisa, la obra de Lauro Olmo, hace años acá en Colonia, con el grupo de aficionados que Leonardo dirigía. Juan José Porres se llama, y luego, al final de la peli, coincidimos en lo estupenda que es, lo bien actuada que está, la humanidad que respira. Es tan buena la peli, pienso, que más de la mitad transcurre en Sevilla, y no lo parece. Es como con la insólita Jerusalén de Liebesleben, donde hacemos el descubrimiento de la vida cotidiana en ella como si fuese una ciudad “normal”.
Weiß/Colonia, 8.8. (2)
Surfeando por la red al buen tuntún me encuentro en el ABC de Madrid, del 3 de este mes, una nota acerca de la estancia de César González Ruano en Sitges, allá por los cuarentas. Y leo esto:
«En El Chiringuito nació también el libro Huésped del mar del que podemos leer un fragmento en la placa de los jardines González Ruano: “¡Qué difícil de situar este enorme mundo tan pequeñito en superficie! Sitges es una villa clara y pequeña. Pero limita al Este con las Indias de los virreyes, al Oeste con las costas romanas y las islas griegas, al Sur con Andalucía y Marruecos, al Norte con la Mairie de Montmartre”».
¡Joder, y tan difícil de situar semejante Sitges, uno que limita al Este con América y al Oeste con Italia y con Grecia! Waw! El mundo al revés. ¡Qué grande González Ruano! (O qué barrabasada la cita, claro).
Weiß/Colonia, 9.8. (1)
Tal parece que anoche, con las prisas del envío del enlace con mi blog a sus “abonados” fijos, me dejé en el tintero el anexo, habiendo muchos de ellos de quienes sé que prefieren leer el texto original al que aparece en Urbi & Interneti, y eso a pesar de ser idénticos.
Es algo curioso, y no deja de sorprenderme esa preferencia. ¿A qué se deberá? ¿al factor sicológico subyacente de creerse único destinatario del envío y no un participante más en una comunidad de lectores?
Weiß/Colonia, 9.8. (2)
Segunda sesión de linfodrenaje con Frau Schumacher y le recomiendo que vaya al cine a ver Yo, también, y como es del oficio le pido que sobre todo se fije en lo ambiental, es decir, en el entorno donde se mueve la atención a discapacitados en la sociedad española. Es un aspecto inserto en la peli por la lógica misma del argumento y el desarrollo de la acción, pero pasa casi desapercibido. Frau Schumacher me dice que ya la tiene anotada en su lista para ir esta semana. Me lo debiera de haber imaginado. Pero de todos modos ella me agradece que le haya llamado la atención sobre ese aspecto, que eventualmente pudiera haber pasado por alto, arrastrada por el indudable atractivo de la historia y la interpretación.
Weiß/Colonia, 9.8. (3)
Programación de la tele para esta noche: How the West Was Won a las 20.15; Lady Chatterley a las 22.15; Brokeback Mountain un cuarto de hora después, y nada más otro cuarto de hora después Little Children; y como éramos pocos y la abuela salió de noche, La “Ronda nocturna” de Rembrandt, esa genial excentricidad de Peter Greenaway, a las 0.50. ¿Quién piensa en leer o en escribir, estando tácitamente invitado a una fiesta semejante?
Weiß/Colonia, 10.8.
Hay una rotura de cañerías en el edificio, y el albañil, nuestro viejo conocido Herr Kohlgraf, no acierta a dar con el sitio donde se ha producido. Llega con el dueño de la casa e inspeccionan nuestro servicio pequeño, junto a la puerta de entrada, y concluyen que debe de ser en el 11b, el edificio adlátere, en el apartamento de Herr Edelmann. Se va Diny a sus compras y estoy desayunando y leyendo el periódico cuando además del ruido ensordecedor de la taladradora escucho algo más, algo así como una piedra que hubiera caído en el servicio pequeño. Voy allá, abro la puerta, prendo la luz y veo una cantidad de cascotes por el suelo y un boquete a la mitad de la inserción de la pared fronteriza con el techo, un hueco por el que escucho la voz de Herr Kohlgraf, quien al parecer se ha dado cuenta de que su taladradora perforó a fondo. Le pego un grito, y al momento comparece con el dueño de la casa, ambos se llevan las manos a la cabeza y se ponen a reparar el desaguisado, mientras yo llamo a Montse para que ponga en guardia a Diny, que pasará luego por allá para despedirse de Paul (se va con un grupo de amigos a Suecia, por dos semanas): «Montse, dile a tu madre que le dejo preparado un termo con tila para cuando regrese a casa y vea el estado en que se encuentra el servicio pequeño». Tras de lo cual termino de desayunar, me afeito, me ducho y me largo a mi cita con Violeta, Cecilia, Julio y Carlitos, en el viejo cuartel de bomberos, ahora centro cívico. Me libro por tres horas del ruido de la taladradora, que es una tortura china.
Weiß/Colonia, 11.8.
Una vez más le tocó el turno a Diny de ser ella quien reciba y agasaje a sus amigas del grupo ecologista, y una vez más me tocó salir al exilio por seis horas, a casa de Montse, no sin antes haber ido en bici, bajo la lluvia, a buscar para Diny y sus amigas los pancitos de Pistono, que es la mejor panadería del barrio. Menos mal que Henri está de buen humor y me recompensa del exilio y del escozor que me produce. También así pude despedirme de Paul, que se marchaba esta noche con su grupo, a Suecia; y conversar un rato con Oskar, que quiere venir a pasar este fin de semana con nosotros. Y luego, mientras Henri dormía, comencé la lectura de los escritos de José Clavijo y Fajardo, se me ha metido en la cabeza la idea de hacer una versión heterodoxa de Clavijo, la obra de Goethe, un espectáculo que pudiera encajar en el Teatro de la Abadía.
Weiß/Colonia, 12.8. (1)
Diny se marchó temprano a Duisburgo, hoy es el famoso Zusjesdag, el día de las hermanas, una vez al año se encuentran a solas las seis hermanas Hansen, una fraternidad de acero inoxidable. Generalmente se citan en alguna de sus respectivas casas, para luego irse de excursión a algún lugar, pero esta vez han decidido echarle un vistazo a la Cuenca del Ruhr, que es, junto con Estambul y la húngara Pécs, una de las tres capitales culturales europeas del año. Y a Duisburgo, justo a la mitad del camino entre Holanda y Colonia, se llega derecho en tren desde ambos lados, sin hacer transbordo. Estaba yo casi despidiéndome todavía de Diny, cuando también muy temprano llegaron el dueño de la casa y el albañil, Herr Kohlgraf, quien emprendió acto seguido el desmantelamiento de la pared del servicio pequeño aledaña con el apartamento vecino. Ya descubrieron que la rotura de la cañería ha tenido lugar en la cámara de las bajantes a la altura de nuestro servicio, y que además ha sido la bajante de pluviales, porque la rotura sólo se manifestó con las grandes lluvias de los últimos días. [Tuve que llamar a Javier Maderuelo, a los madriles, para enterarme de todo este léxico: cámara de bajantes, bajante de pluviales… Siempre que pasa algo así me acuerdo de aquella charla que me contó Felipe que tuvo con Paul Celan, cuando se le quejó de lo que se veía obligado a traducir para parar la olla, y lo que Celan le comentó: «Ach, Herr Boso! Si usted supiera las cosas que a veces tengo que traducir yo…»]
La suerte, hoy, es que la taladradora sólo estuvo en acción unos cinco minutos.
Weiß/Colonia, 12.8. (2)
Metido como estuve en el fregado léxico anterior, me dio curiosidad por ver en el Diccionario de la RALE la palabra “paro”, que designa a un pájaro, “die Meise”, según me dijo Marlies que lo había visto en el diccionario alemán–español. “Herrerillo” me ilustra la RALE, así es que lo busco en sus mismas páginas, y leo: «Pájaro de unos quince cm de largo desde el pico a la extremidad de la cola, y tres dm de envergadura; de cabeza y lomo de color azulado, cuello y carrillos blancos, pecho y abdomen bermejos, una raya negra desde las comisuras de la boca hasta el cuello, pico pardusco y patas amarillentas. Es insectívoro, común en España, y hace el nido de barro y en forma de puchero, en los huecos de los árboles». Lo de “las comisuras de la boca”, inocente de mí que creía que los pajaricos sólo tenían pico, a mí me deja estupefacto, cabizbajo y dubitativo, según se decía –de alguien apabullado– en los tebeos de mi infancia.
Weiß/Colonia, 13.8. (1)
Viernes 13, el equivalente del martes 13 en España. Mirar dos veces antes de cruzar la calle. Pero bueno, no soy tan supersticioso. Voy a mi sesión de linfodrenaje y a la salida, como me queda tiempo hasta el próximo bus, entro en la oficina postal. Ayer se pusieron a la venta los sellos de una serie especial emitida al alimón por los Correos argentino y alemán, con motivo de la feria del libro de Fráncfort, donde Argentina es este año el invitado de honor. Una estampilla preciosa. En realidad se trata de un trampantojo maquinado por Amanda Ortega: lo que muestra es el dibujo de un laberinto, pero diseñado de tal forma que veamos la cabeza de Borges. No lo pienso mucho y compro un pliego: mis amigos filatelistas me lo agradecerán, cuando les lleguen por el correo quelonio unas cartas en cuyos sobres campeará semejante golosina.
Weiß/Colonia, 13.8. (2)
Como todos los viernes, Diny estuvo en casa de Montse desde muy temprano en la mañana. Pero al regresar, alrededor de las 6 p.m., no vino sola, sino acompañada de Oskar, que pasará el fin de semana con nosotros. Abrazando a Oskar al llegar, conversando con él acerca del portátil que se ha traído para no tener que decomisar mi compu, viéndole cenar esos big macs made in Omas Country que se manda a bodega, me siento feliz, me siento como si tuviera un hijo que aún no se ha ido de la casa. Este niño me cambia todos los esquemas. Bendito sea.
Weiß/Colonia, 13.8. (3)
Es genial. Siguiendo el modelo de los torneos veraniegos españoles de fútbol, Beckenbauer creó la copa que lleva su nombre y que disputan todos los años el Bayern de Múnich y uno de los grandes equipos europeos, en un partido oficialmente amistoso pero donde se juega el honor de conquistar esa copa. Y justamente el Bayern no la ha ganado nunca hasta la fecha. Esta noche la perdió en la tanda de penales. Como los bávaros en general me caen antipáticos, y no digamos ya el Bayern Múnich, no me arrecho con el tema, pero de repente me descubro sintiendo algo así como compasión por su fracaso anual nada menos que en llevar la Copa Beckenbauer a sus bien nutridas vitrinas. Inevitable pensar en aquello de que nadie es profeta en su tierra. Prosit!
Weiß/Colonia, 14.8. (1)
En el suplemento del diario de hoy un largo artículo sobre Daniel Everett, el lingüista y ex misionero estadounidense, cuyo libro No duermas, hay serpientes, acaba de aparecer en alemán. Everett ha pasado años entre los indígenas de la etnia pirahã, un grupo humano de alrededor de 400 personas, que constituyen a su juicio «el pueblo más feliz de la tierra». Su acercamiento a los pirahã tuvo lugar en el marco del programa del ominoso Summer Institute of Linguistics, la organización misionera gringa empeñada en traducir la Biblia a todos los idiomas del mundo, so capa de lo cual introducen un fundamentalismo dizque cristiano entre los pueblos primitivos. Pero con los pirahã mordieron granito. Los pirahã desconocen miles de cosas que no necesitan, entre ellas la Biblia, y esa es la razón básica de su felicidad. Sólo creen en lo que ven y en lo que tocan, en aquello que les enseña la propia experiencia. Cuando Everett intentó inculcarles lo más elemental de la doctrina cristiana, lo primero que le preguntaron fue que si él conocía a Jesús, y como tuvo que confesar que no, el tema les dejó de interesar de una vez y para siempre. Con el resultado de que, a la postre, Everett perdió la fe y se tuvo que divorciar de su esposa, madre de sus tres hijos, todos cristianos, que –cristianmente– repudiaron respectives al esposo y al padre. Tengo curiosidad por leer el libro, y todavía más me gustaría viajar al Maici, el subafluente del Amazonas a cuya orilla viven los pirahã, sólo que ya estoy demasiado viejo y achacoso como para ir a besarlos a todos, uno por uno, y decirles que son la gente más sabia que en el mundo han sido, y que si aprovechando mi viaje no me adoptarían. Pero ay, los años…
Weiß/Colonia, 14.8. (2)
Oskar y la abuela fueron al cine, donde vieron The Karate Kid, acaban de regresar. Ambos irradian felicidad. Son mis pirahã, pienso, y me consuelo al pensarlo diciéndome que no tengo que viajar a la Amazonia.
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