Rodenkirchen, 6.8.
Ayer de mañana, antes de ir a Sürth a recoger el ejemplar de In der Sache J. Robert Oppenheimer, llamé a la librería para pedirles que tuvieran el libro listo porque quería tomar el bus de vuelta a Rodenkirchen 10’ más tarde. Como así fue, aunque en realidad hubiera dispuesto de más tiempo ya que el bus de ida iba casi de vacío y ganamos 4’ sobre el trayecto previsto. Ya con el libro en el bolsillo, crucé la calle hasta la parada del bus y me encontré con el escenario insólito de una clocharde de edad madura que tenía esparcidas sus heteróclitas pertenencias sobre el banco de la parada y las iba clasificando y metiendo en unas bolsas de plástico transparente esparcidas asimismo alrededor de sus pies. Al verme llegar con el bastón dejó libre la mitad del banco para que me sentara, le di las gracias y ni siquiera me miró, no le vi la cara en todo el tiempo que tardó en llegar el bus, un ¼ de hora. Como si se avergonzara. Pensé en la clocharde con la que Oliveira hace el amor, en Rayuela, en la rue de l´Hirondelle, al principio del boulevard Saint Michel en París. Y sentí una nostalgia muy grande por esos lugares tan queridos.
A Magdalena, la exultante ATS polaca que hoy vino para asear a Diny, le mostré el funcionamiento del portal Deepl.com/translator porque pensé que le podría servir en su trabajo. Escribí a la izquierda un par de frases en español y, como por arte de magia, aparecieron de inmediato a la derecha las traducciones al polaco. Magdalena daba palmas de alegría, como una niña chica. Por poco si me besa. Aprendí gracias a Deepl que “Adiós, amigo” en polaco se dice “Do widzenia, przyjacielu”, menudo trabalenguas.
Almorzamos en Steep’s con Angie y Vincent. Entretanto Tom conoce ya a toda la familia con excepción de Chico y Pia. Comimos con mucho apetito y esta vez en la cocina me hicieron caso y la guarnición de pommes frites con la salchicha al curry era una porción humana, no germánica. Y Angie se empeñó en pagar ellos hoy. No me opuse, hay que saber respetar los deseos del prójimo.
Rodenkirchen, 7.8.
Después de leer mi Diario, uno de los 30 Juanes que figuran en mi directorio, uno de los 6 onubenses, me comenta: «La abuela me contó los bailes que se hacían en la cubierta del barco de guerra que atracaba en el muelle durante las Colombinas: iban las señoritas bien, las muchachas sencillas iban a mirar (16.7.23)». Le contesto: «Es curiosa la casi simetría cronológica de ese recuerdo de tu suegra y el mío, el de los bailes a bordo de los barcos de guerra durante las Colombinas. Creo que fue por razones de fuerza mayor que se suspendieron, en el ministerio de Marina (entonces cada una de las tres fuerzas armadas tenía su propio ministerio) consideraron que se trataba de una frivolidad». Y una de las 12 Cármenes amigas que figuran en mi directorio me cuenta lo siguiente: «Un primo hermano mío, cuando éramos jóvenes, fue a confesarse y cuando el cura le iba a indicar la penitencia, le preguntó por su equipo favorito. Mi primo le contestó, todo orgulloso, que el Betis, y el cura le dijo que no le impondría penitencia, que ya tenía bastante con ser del Betis». También me cuenta esto: «No sé si sabes que J.R. era el padrino de un hijo de José Hierro, el poeta decía que le hubiera encantado llamarse como su ahijado: Juan Ramón Hierro y lo pronunciaba con mucha fuerza.».
Almuerzo en el Bistro Verde con Paul antes y durante el cual se interesa de nuevos por mis columnas. Le digo al final que le quiero muchísimo como nieto, pero que entretanto lo considero más bien como un buen amigo; me contesta que también me quiere como abuelo, pero además se considera un buen amigo mío. Es notable y conmovedor el desarrollo que ha tenido nuestra relación.
Vamos con las líneas 16 y 15 del tranvía hasta Rudolfplatz (¡hay que cómo ha cambiado el lugar en los largos meses que no vengo por el centro!) y nos acercamos al Filmpalast [=Palacio del Film] a comprar las entradas para Oppenheimer y resulta que la que pasan es la versión original, y estamos de acuerdo en que antes de verla tenemos que ver la versión alemana. Paul llama a un taxi y en 5’ estamos en el Cinedom [=Catedral del Cine], ya son las 3:15 pm, pero tenemos tiempo, la función comienza en la sala n.º 5 con al menos un ¼ de hora de tráilers y publicidad. Entramos, nos acomodamos en las butacas, en la última fila, junto al pasillo, cerca de la puerta (¡mi inveterada claustrofobia!) La peli es acojonante, por decir lo menos. Confirma lo que leí esta mañana en espinof, el mejor Portal sobre cine que conozco en nuestra lengua. El montaje, la música, los efectos sonoros son de primerísima calidad. Lo único mejor que ellos son las interpretaciones de un reparto de ensueño, hasta los más mínimos papeles los desempeñan unos actores 100% convincentes. Rescato estas líneas del diálogo entre Oppenheimer (un Cillian Murphy en estado de gracia) y su amante comunista Jean Tatlock (una Florence Pugh comestible a besos): «¿Por qué limitarse a un dogma?» «Eres un físico. ¿Eliges reglas? ¿O utilizas la disciplina para canalizar tus energías hacia el progreso?» «Me gusta un poco de margen de maniobra. ¿Siempre sigues la línea del partido?» «También me gusta mi margen de maniobra». Con todo y mi entusiasmo, nunca pierdo de vista lo que también leí esta mañana en el New York Times: que en ningún momento de la peli se mencionan las grandes secuelas cancerígenas en Nuevo México a consecuencia de las prueba atómicas en Los Álamos.
La peli dura tres horas. A las dos horas y ½, de repente, se hace sentir la vejiga. Logro retener la orina durante la ½ hora final porque no quiero perdereme ni un solo cm del metraje. Cuando llegan los créditos y todavía con la sala a oscuras, le digo a Paul que tengo que ir urgente a los servicios, me pongo de pie, me endoso la cazadora, doy un paso… y me caigo de espaldas, a consecuencia de una pérdida del equilibrio. Por dicha caigo entre la última y penúltima filas, no me hago daño y Paul me ayuda enseguida a levantame. Salgo de la sala a tientas, todavía en la oscuridad. y llego a los servicios, donde dejo litros, literalmente litros de orina. Me acuerdo de aquél embajador español que murió en Bogotá como resultado de una retención de orina por no romper el protococlo yendo al WC en medio de una ceremonia oficial, creo recordar que nada menos que la toma de posesión de un presidente.
Rodenkirchen, 8.8.
Séptima sesión con la Dra. Pega–Wolter y le cuento lo que me pasó ayer tarde en el cine. Me dice que lo que seguramente hice, urgido por la vejiga, fue levantarme de golpe, y eso es fatal para quienes padecen de trastornos con el equilibrio; que aprenda a levantarme de mi asiento, a voltearme y hacer las cosas lentamente. Me quedan todavía tres sesiones de acupuntura, y como mañana tengo que acompañar a Diny al consultorio de la oftalmóloga, quedamos en que volveré al suyo el jueves, el viernes y el lunes.
Voy al almorzar al chino con Diny y hoy me decanto por el menú 19, sopa à la pekinesa y pescaíto frito con salsa agriculce, de la que sólo como las dos rodajas de piña, aunque el pescaíto y el arroz los unto en la salsa. Y con la copa de Chardonnay empujándolo todo me siento como Dios en Euzkadi (en alemán se dice de algún lugar que allí se come, o que alguien come, como Dios en Francia, pero es porque nunca han estado en San Sebastián).
Me escribe Elena para rectificar algo que cuento en mi relato del viaje de Montse & Co. a Huelva, y es que Davinchi todavía tiene 15 años, los 16 los cumple en octubre. Por otra parte me dice que «a Davinchi, Lucas (en andalú, Luca) y Nico, a ellos también les gustó mucho pasar la tarde con él [Henri], les pareció buena gente y simpático (así lo describieron). Aparte de pasear en patinete por el carril bici de la ría, le llevaron al muelle del Tinto y también al recinto colombino donde ya estaban montando las casetas y algunas de las atracciones (mejor dicho, cacharritos)». Le contesto: «Hola, Elena. Bueno, yo me fié de los datos que me pasó Montse, mil perdones a Davinchi por hacerlo más viejo de lo que es, dile que no es culpa mía sino de su tía “alemana”. De todos modos, Henri lo pasó muy bien y quiere regresar a Huelva. Tengo que agradeceros a todos el recibimiento que les hicisteis y que los conmovió, en especial a Frank, quien habla con entusiasmo de La Familia, así la llama».
Rodenkirchen, 9.8.
Acompaño a Diny al consultorio de la Dra. Sulimma, nuestra oftalmóloga, exactamente enfrente del Maternus. En la sala de espera junto a la recepción se sienta entre el resto de los pacientes una mulata de piel chocolate claro, de unos 50 años, menuda, seria y al parecer entristecida. Al rato llaman desde la recepción «Frau González!», y es ella y la conducen a la salita de espera interior, inmediata a los despachos de los tres médicos del consultorio. Al poco llaman a «Frau Hansen!».y Diny y yo vamos allá también. Le pregunto en alemán si es latinoamericana, sonríe y me dice que sí. «¿De dónde?» «De la Dominicana. ¿Y usted es español?», le contesto que sí y se la siente confiada cuando nos cuenta su vida. Vivió varios años en España, trabajando en una Residencia como el Maternus, se casó con un alemán y se vino a vivir a Alemania hace 28 años. Su marido murió hace dos años, el mismo día que le pusieron la vacuna contra el Covid: un caso de incompatibilidad total, como el rechazo de algunos enfermos a los órganos que les implantan. Su hija, hoy de 26 años, terminaba de estudiar Arquitectura y ella se devolvió a la Dominicana aunque viene todos los años a verla, pero su hija, entre sus compromisos como arquitecta, y además modelo de alta costura en las pasarelas de París, casi nunca tiene tiempo para ella. En ese momento la llama a su despacho la Dra. Sulimma, y luego, al salir, nos dedica una sonrisa triste y nos desea suerte. También nosotros a ella, que nos ha emocionado. La siguiente paciente es Diny y la acompaño en la consulta, donde me asombra la buena vista de que hace gala, incluso con números bastante pequeños y que yo no soy capaz de leer. No tiene, pues, necesidad de nuevas gafas y la próxima visita la agendamos para el 18 de enero.
Vamos a comer al Steep’s, Diny unos Reibekuchen con puré de manzana y yo mi salchicha al curry con una porción humana de pommes frites, que me las como todas. Luego, ya en el Maternus, me pongo a trabajar en mi siguiente entrega de The Twitter’s Digest para Nexos. Me quedó bastante decente, de lo que dan fe este tuit de @Guashabita citando a Camus: «Recordando mis años de maestra: «La escuela prepara a los niños para vivir en un mundo que no existe”», y este otro de @todoalnatural: «Donde reina hormona no manda neurona».
Rodenkirchen, 10.8.
Octava sesión de acupuntura. Nada particular que reseñar, sólo que la Dra. Pega–Wolter insiste en que debo ralentizar el ritmo con que me levanto de un asiento o doy un giro rápido con el cuerpo, corro el riesgo de ir a parar al suelo, pese a toda la acupuntura del mundo. O sea: mis problemas con el equilibrio están orgánicamente implementados y no hay manera de curarlos 100%. Porca miseria!
En el Bistro Verde con Ulli y Carlitos. Ulli encarga Rösti con maatjes, el arenque neerlandés en salmuera, Carlitos su Rösti con salmón en salmuera y yo una cazuela de gambas. Ictiofagia se llama esta figura.
Gian Pierre Cordalupo Alvarado, peruano, me contactó gracias a una recomendación de Javier Maderuelo, porque está investigando la vida y la obra de Felipe, pese a los inconvenientes que le ponen en la Biblioteca Nacional, donde su familia depositó el legado del poeta pese a que les aconsejé que lo donasen a la Fundación José María Lafuente, donde siempre estarían asequibles para los estudiosos. Este me envió un amplio cuestionario sobre Felipe que le acabo de responder punto por punto, espero que le ayude en su tarea..
11:33 pm : Recibo un email de Pablo (hijo) contándome la muerte de su padre el 8.7. de un cáncer renal. Le contesto: «Hola, Pablo. Qué noticia, hijo mío. Y fíjate cómo son las cosas: yo llamo a Huelva, a mi hermana, cada quince días, siempre los lunes, y el lunes 10 de julio le pregunté si había tenido noticias de Isabel y Pablo en los últimos tiempos, me contestó que no, desde que se habían mudado de la calle Sanlúcar de Guadiana a un lugar que no sabía dónde era, y ahora tú me cuentas que murió dos días antes. No creo en las casualidades, algo me decía que algo había pasado. Lo que ocurre es que vivo con mi mujer demente y que me roba todo el tiempo porque hay que vigilarla permanentemente, y por eso se me pasó llamarlos. Cuántísimo lo siento. Yo le quería y lo admiraba mucho, Isabel y él vivieron un par de meses en mi piso de Berlín (hasta que encontraron un piso muy cerca de donde yo vivía) y por eso tuve ocasión de conocerlos íntimamente, y siempre que viajé a Huelva, hasta el año 2016, que es la última vez que he estado allí, siempre hacía un hueco para encontrarme con ellos». Pablo, Pablo tan querido… los tiros van cayendo cada vez más cerca.
Rodenkirchen, 11.8.
Novena y penúltima sesión de acupuntura. Ya estoy seguro de que voy a echar de menos a la Dra. Pega–Wolter, y sus agujas mágicas aunque no omnipotentes. Por la ventana abierta llegan canciones en kölsch, el idioma de Colonia, y cuando la asistente me pregunta si prefiero que cierre la ventana le contesto que llevo oyendo esa música desde mucho antes que ella misma estuviese siendo planeada por sus padres. «¿Desde cuándo?» «Desde febrero de 1963». «Y ha sobrevivido» me dice, pícara.
Al salir del consultorio recorro la Maternusplatz, que hoy alberga una especie de verbena (de ahí la música) y llego al chino. La camarera acude con dos menús y me pregunta: «¿Solo o acompañado?» «Hoy solo». «¿Chardonnay?», y de nuevo es más una afirmación que una pregunta. Le digo que sí y luego me quedo a solas con mis pensamientos, mi Chardonnay y la nostalgia de un beso que una vez me dio ***, y luego mis langostinos rebozados y mis gambas en tempura. Regreso al Maternus bajo un sol de justicia (30º hemos tenido hoy en Colonia) y me tiendo en la cama agotado a dormir la siesta. Hasta las 6:00 pm. Como está mandao.
Rodenkirchen, 12.8.
Al levantarme a las 8:00 am veo en mi estafeta cuatro emails de ***; dos dellos son fe de erratas del primero, pero este y el cuarto me hacen muy feliz. ¡Qué hermoso es el sexo, incluso el que es nada más que epistolar!
Fuimos a almorzar al Bistro Verde, donde Diny pidiò una cazuela de setas con pasta y yo mi Rösti con salmón en salmuera. Dos mesas más allá las dos parejas de viejitos con quienes nos conocemos de vernos aquí y en el Steep’s; de nuevo volvemos a saludarnos con mucha afabilidad. Lo que me hace notar Diny es que la clientela se ha reducido bastante. Ciertamente un sábado uno esperaría ver más parroquianos, pero creo que tenemos BV para rato, después de todo el verdadero negocio es el de la verdulería y la frutería (al que se encuentra adosado el BV, la antigua herrería del pueblo), ese de las legumbres, las hortalizas y la fruta es incombustible y, llegado el caso, puede permitirse el lujo de mantener el BV por razones de prestigio.
Mañana nos visitarán Judith y Henk. A Judith la conozco desde que era niña y vivía con sus padres en Wijchen, en las afueras de Nimega, una linda casa con jardín. Luego, mientras Geert, su padre, se puso a estudiar para abogado [aunque ya era account=contador, pero uno que en los Países Bajos ejerce más funciones que un simple contable, puede ser incluso asesor fiscal] compraron una nueva casa a orillas de un canal, y allí también pasamos algún que otro verano, y allí nació Godelieve, una niña preciosa, el cuarto de sus hijos (Judith es la mayor). Y allí fue, cuando Geert ya era abogado, donde llegó la noticia fatal: Geert tenía un cáncer de cerebro irreversible, le quedaban pocos meses de vida. Rikie, su mujer, la mejor amiga de Diny desde la infancia, estaba todavía amamantando a Godelieve y, desesperada, le pidió a Diny que la ayudase en el hogar. Y Diny se mudó a Wijchen y atendió las tareas del hogar y el cuidado de Geert, que murió prácticamente en sus brazos, ya casi del tamaño de un niño: el cáncer, literalmente, se lo comió. Fue la primera de las tres personas que Diny ha acompañado hasta su muerte. Muchos son los recuerdos y los lazos que nos unen a los Kuppens y a los Bada Hansen, y ellos jamás olvidan el papel decisivo que jugó Diny en unos meses muy duros de sus infancias. Desde ya me alegro del reencuentro con Judith, quien nos visitó la última vez en mayo del 2018, con Godelieve y su madre, que murió poco después.
*******************THE END******************