Weiß/Colonia, 14.8., primera hora del día
Siempre es bueno volver a ver Serial Mom. No sólo por los actores, ni por los gags, ni por nada que tenga que ver con el objeto peli en sí mismo, sino sobre todo por la lección. Ahora más que nunca, porque Beverly Stuphin es la versión “amable” y en colores del asesino terrorista de los atentados en Oslo y la isla de Utøya. En la peli, en Maryland, la perfecta ama de casa que mata sin la más mínima duda a quienes no se comportan comm’il faut y a quienes ella piensa que pueden poner en peligro a su familia. En la realidad noruega el perfecto vecino de quien se piensa que no sería capaz de matar una mosca, pero masacra sin remordimientos a quienes cree que son culpables del peligro que corre su sociedad. Lars von Trier estuvo bien planteándose su responsabilidad como posible inspirador del asesino en Dogville. No sabemos en cambio si el tal hijueputa llegó a ver Serial Mom; con ella se habría sentido más que inspirado: justificado.
Weiß/Colonia, 14.8. (2)
Una nueva serie policial sueca ambientada también en la provincia, como la saga de Wallander en Ystad. Esta vez en la isla de Gotland, entre Suecia y Letonia, un paraíso para las vacaciones de los continentales de aquellas latitudes, viene a ser algo así como la Mallorca del Báltico. La protagonista es una inspectora de policía, Maria Wern, una viuda joven, con dos niños pequeños. Y el primer capítulo de esta primera temporada, inaugurada hoy, ha sido bastante bueno, abriendo el apetito pa’ los que están que venir. Veremos, dijo el ciego, zapeando feliz delante del televisor.
Weiß/Colonia, 15.8. (1)
László, entre otras cosas excelente escritor de crónicas de viajes, me acusa recibo de una de Enrique Córdoba, que pasó por su país: «Se ve que al colega del Miami Herald le cayeron bien las carnes uruguayas. Sabrosas si las hay. Hace años, tuve que soportar a un ministro húngaro quejándose de que le estaban sirviendo la carne en una famosa parrillada, y no había Ketchup para acompañarla… Todo un símbolo del fracaso de la cultura húngara…» Le contesto: «No saqués conclusiones generales acerca de un país a partir del comportamiento y gustos de sus ministros y políticos, porque vas de culo, mi querido László». Su respuesta: «Por supuesto que era broma lo de Hungría, me lo recuerdan siempre mis amigos húngaros que leen libros, en todas partes del mundo, y que escriben, y que hacen cine, etc. Pero puedo dar fe, también, de que el nivel de la clase política húngara no se diferencia mucho del de la argentina, o la italiana o… en fin, una caterva de mediocres, corruptos, inmorales y promiscuos… Ayer estuve releyendo El Caso Moro de Sciascia, la descripción de la antelasa de don Berlusca en todo su esplendor, en una pluma magistral, pero también trasladable a casi todas las culturas políticas». Mi respuesta: «– ¿Y en tu próxima reencarnación qué te gustaría ser, Ricardo? – Leonardo Sciascia».
Weiß/Colonia, 15.8. (2)
Pasaban esta noche, casi a la misma hora, un reportaje dedicado a los españoles en Hollywood (y que obtuvo un premio al mejor documental en el festival de cine indie de Nueva York, 2010), así como la remake de Au bout de souffle, que filmó Jim McBride con Richard Gere y Valérie Kaprisky, y que es, según el crítico del diario de Colonia, «la mejor escenificada peor peli de todos los tiempos». La decisión, pues, no fue difícil, y el documental es en verdad formidable, hay en él tanto metraje de los tiempos heroicos del cine que sólo por eso ya valdría la pena verlo. Pero no sólo de los tiempos heroicos. Volver a ver a un español, a don Fortunio Bonanova, nada menos que en una de las escenas carismáticas de Citizen Kane, realmente vale por toda la remake de Au bout de souffle. Y ahora, Pale Rider, con un güen güisqui al alcance de la mano.
Weiß/Colonia, 16.8., primeras horas del día
Antes de cerrar el kiosko para irme a dormir, encuentro en mi buzón un mail de Daniel [redactor jefe de un semanario uruguayo merecidamente acreditado] queriendo saber si me sería posible hacer una nota sobre los debates habidos a raíz del 50° aniversario del muro de Berlín: gente del partido Die Linken, herederos de la RDA, han justificado en cierto modo la construcción de la innoble muralla. Le contesto sin vacilar: «Estimado Daniel, acá es pasada la 1 a.m. del martes, estoy yéndome a apoliyar cuando descubro tu mail. No tengo ni la más puta idea de lo que me contás porque no sigo la actualidad sino para saber cuándo sacan a un dictador de la circulación (no quisiera morirme sin que Cuba se haya librado del segundo dictador gallego que me tocó en esta encarnación). Te sugiero que contactés a Esther Andradi, la magnífica escritora argentina que vive en Berlín y que está siempre up to date en estos casos. El único problema pudiera ser que ella no escribe gratis, así es que si la contactás, decile desde ya cuánto pagan por la nota».
Weiß/Colonia, 16.8. (2)
El cartero me deja en el buzón el último policial traducido al alemán de Kjell Ola Dahl. Está visto que la semana la empiezo entre dos polos asimétricos: Noruega y el Uruguay. Luego llega Carlitos y nos vamos a nuestro almuerzo de los martes en La Modicana, que entretanto ya goza de un estatus entre los lectores de mi diario. [Hace poco, Anacrís, que amenaza con una visita suya en diciembre, me escribió que la embajada alemana la citó para una entrevista de cara a conseguir una visa Schengen, y añadió de manera ominosa: «Como bien sabes tengo cara y voz de boba, esa Schengen es mía», para rematar a renglón seguido: «La Modicana iza bandera a media asta, el Apocalipsis se acerca»]. Y después del placer de los inalcanzables espaguetis de nuestra signora Giuseppina, en la sobremesa le propongo a Carlitos una broma de Santos Inocentes que lo convertiría en un escritor canario–alemán, exiliado voluntariamente hasta que la potencia colonial metropolitana (el Reyno Desunido de la Exgran España) deje de tener bajo su bota al archipiélago. Habría que haber filmado la cara de Carlitos mientras le expliqué mi broma. Semejaba la de uno de esos santos en actitud de éxtasis beatífico que suelen verse en los retablos medievales.
Weiß/Colonia, 17.8. (1)
Cumpleaños de Diny, le regalo una policial luxemburguesa, la primera de esa nacionalidad que ha caído en mis manos, y que promete: es de Tom Hillenbrandt y se titula Teufelsfrucht, que hasta que no la lea sólo puedo traducir como La fruta del diablo. En un restaurante con cocinero de esos con estrellas Michelin, en la ciudad vieja de Luxemburgo, aparece difunto un crítico gastronómico, y las sospechas recaen precisamente en dicho cocinero, quien se ve obligado a improvisarse como detective a fin de demostrar su inocencia. Parece que es buena como policial y aún mejor como recetario de haute cuisine, así que veremos qué tal la enjuicia Diny. Pero mi verdadero regalo (este es tan sólo una yapa, o ñapa, una propina) son las entradas pa’l concierto de la orquesta palestino-israelí dirigida por Barenboim, el 27, en la Philarmonie.
Weiß/Colonia, 17.8. (2)
Cumpleaños de Diny, y la familia al pleno en casa, menos Rebeca, que no pudo tomarse libre en su trabajo. Café y una tarta de ciruelas horneada por Montserrat y que estaba de chuparse los dedos, hasta yo, que no soy tartófilo. Pero la estrella de la tarde no ha sido la tarta, sino Henri primero, y Paul después. Henri nos ha divertido hasta desternillarnos de risa, especialmente pronunciando a su manera la palabra “aspiradora”, “Staubsauger” en alemán, que en su versión se oía algo así como “Chtapsuaga”. Y luego, en algún momento, a Paul se le escapó el siguiente exabrupto dirigido a su madre, en relación con no sé qué discordia que tienen entre ellos, sus padres con él: «Lo que pasa es que ustedes son unos burgueses que no nos entienden a la gente joven, que pensamos de otra manera». A lo cual yo solté unas carcajadas homéricas que todos asumieron como prueba inequívoca de mi locura galopante, hasta que me pude calmar y le dije a Paul: «Gracias, hijo, ¡qué dulce es la venganza! Esas mismas palabras nos las dijo tu madre a tu abuela y a mí, hace unos treinta años, en esta misma sala». Se quedaron muy pensativos, madre e hijo, y yo me vine a mi cuarto, como penitencia: tendría que haber omitido lo de la venganza.
Weiß/Colonia, 18.8.
Durante la cena, Oskar anuncia que mañana volverá a casa de sus padres, porque se ha citado con un amigo de la secundaria, que ahora vive en Wesseling y vendrá expresamente a visitarlo. Al ver mi cara de desilusión, me consuela diciéndome que regresará aquí el domingo para el almuerzo familiar por el cumpleaños de Diny y se quedará a dormir esa noche en casa, para ir al día siguiente al cine con la abuela. Estoy tan hecho a su presencia entre nosotros que me invade una gran tristeza al saber que se nos va. Pero es ley de vida, no puedo entrañarme tanto con alguien que sé que pertenece a otro círculo, por muy cercano que ese círculo me resulte. Para terminar de rematar este día de mierda, la tormenta y la lluvia no cesan desde hace horas. Menos mal que el intervalo entre los rayos y los truenos me tranquiliza, la computadora está a salvo.
Weiß/Colonia, 19.8., primera hora del día
Juan Esteban publicó en El Tiempo, en Bogotá, una columna que no entiendo. Se lo digo en un correo, y como me parece que es interesante el cotejo de sus ideas con las mías, le paso copia oculta de mi mail a un par de amigos. Soy consciente de que tendría que pedirle permiso a JE pero su columna es pública y ni él ni yo tenemos nada que ocultar en cuanto a las opiniones que mantenemos, y lo disímiles que son es de veras estimulante. Lo cierto es que en lo más álgido de la polémica hubo, ay, una filtración, y JE reaccionó muy bien («de saber que iban a salir al aire, les habría puesto peluca a mis ideas»), aunque lógicamente desinteresado ya por lo que respecta al contraste de pareceres. Me apenó, pero al mismo tiempo me alegra ver que si dos personas se enfrentan en el terreno de las ideas, no tienen por qué recurrir a golpes bajos, ni a argumentos ad hóminem, e incluso pueden llegar a terminar la disputa riéndose los dos: «Un abrazote de tu amigo bizantino, que estas charlas, así, se vuelven una gran delicia», me escribe finalmente JE.
Weiß/Colonia, 19.8. (1)
Es una pena que de los dos copríncipes de Andorra uno sea el arzobispo de la Seo de Urgell, y que el mes de diciembre pasado acudiese al Vaticano e invitara al impresentable Ratzinger a que visite el Principado pirenaico. En el caso de producirse semejante desgracia, Andorra perdería uno de los mayores atractivos turísticos de los que puede disfrutar hoy; este envidiable eslogan:
THE POPE WAS NEVER HERE !!!!!
Weiß/Colonia, 19.8. (2)
Le escribo a Anahí: «Desde que estás embarazada la palabra «obstetra» ha vuelto a entrar en mi vida y a hacerme la misma gracia que me hace siempre cuando la oigo y/o la leo. Y es porque «Obst» en alemán significa «fruta» (es el genérico para designar a todas las frutas) y en este caso me imagino a (+1) como una manzanita creciéndote en la panza. Un besotote, y cuídese, ¿sí? Posdata : Una vez escrito lo anterior pienso que podría ser una linda entrada en mi Diario. ¿Me autorizás a incluirlo o tenés comprometidos todos los derechos de información de tu embarazo con la revista ¡Hola!?»
Weiß/Colonia, 20.8. (2)
¿Qué se puede pensar del conductor de un tranvía que ve detenerse, unos 100 m más allá de su parada, un autobús del que baja un anciano gordo y que corre hacia el andén para montarse en ese tranvía, pero en el momento en que alcanza el andén, él aprieta el botón de puesta en marcha y su tranvía desfila displicente ante las narices del anciano gordo y jadeante, dejándolo en tierra –bajo un sol de justicia– hasta que pase el siguiente tranvía, un ¼ de hora más tarde… qué, pues, pensar de ese conductor? Bondadoso como soy por naturaleza (una herencia de mi padre, son sus genes) me inclino por el perdón y pienso que en el caso del conductor también debe haber algún problema de genes. Seguramente su madre se dedicó more peripatético a la profesión más antigua del mundo en algún piojoso puerto báltico de la extinta Unión Soviética, y entonces ¿cómo voy a hacerlo responsable de una conducta tan hijueputa, si lo suyo es cosa genética?
Weiß/Colonia, 20.8. (3)
En el tranvía al centro se monta una familia, esposo, esposa, hijo y un San Bernardo. Resulta a todas luces evidente que el perro es el miembro más importante de la misma. Y luego, al entrar en Saturn para comprar el regalo mío que Julio le llevará a Gra cuando vuele a Córdoba el 1° del mes próximo, inmediatamente veo (¡lo veo, físicamente, delante de mis ojos!) cuál va a ser ese regalo. ¡Tanto tiempo perdido pensando en que si esto, si lo otro, si lo de más allá, y lo que era tan evidente como la importancia del perro en la familia del tranvía, eso no lo descubrí hasta no tenerlo delante de mis ojos! ¡Ay!… Me castigo con una sopa de pescado y una buena copa de tinto sardo en el italiano del piso subterráneo de Karstadt.
Weiß/Colonia, 20.8. (4)
Diny, súper estresada con la comida de mañana (vienen Rebeca y cuatro Ritters: Montse, Frank, Oskar y Henri, y todos, menos Henri, ¡ángel mío!, han exigido tortilla de papas y milanesas), me pide que dejemos para el martes ir al cine a ver la nueva peli de Woody Allen, estrenada antier. Y me acuerdo de una frase de Madonna que leí en TVMovie, mi revista quincenal del programa de la tele: «Completamente en serio: si no estoy con estrés no me siento relajada». Diny.
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