Weiß/Colonia, 14.8.
1:15 am : Acabo de ver The Leisure Seeker [El viaje de sus vidas, porque el título original, El busca–ocios, que nombra al vehículo en que los personajes viajan, no funciona en español], una road movie que no conocía y donde Helen Mirren interpreta una enferma de cáncer y Donald Sutherland, su marido en la peli, es un enfermo de alzhéimer; y un día deciden, ya muy viejos, viajar con una casi prehistórica auto–caravana, desde Boston, donde viven, hasta Kay West, en Florida, para visitar la casa de Ernest Hemingway, el gran autor que el personaje que incorpora DS, profesor jubilado de literatura, admira por sobre todo…hasta el punto de afirmar (creer) que la prosa de EH es poesía; ¡por Dios!, como diría Álvaro en estos casos. Me pasé todo el tiempo riendo y llorando, a veces ambas cosas a la par, porque el aspecto de DS es idéntico al de mi buen Carlitos de mi alma (no el rostro, sino el aspecto general, esa barba redonda y algo desaliñada, por ejemplo), y como su papel en la peli es el de un enfermo de alzhéimer, y la vi doblada al alemán, muchas de las respuestas y los dichos del personaje coincidían con la dicción del Carlitos actual, ya afectado por la demencia senil, de modo y manera que me parecía estar viéndolo. Una experiencia de lo más revulsiva que uno pueda imaginar.
Después de leer mi diario, Violeta me escribe desde Karakogrado: «Cuando hablas de la jira de Paul, corrí al diccionario pensando que se podía escribir con g o con j, pero resulta que no. Y resulta también que lo que yo llamo jirones se llama también jiras. En fin… Primera liebre que se te escapa… a menos que sea un homenaje a Juan Ramón». Y luego me habla de una novela de un tal Colm Toibin sobre la vida de Thomas Mann y que la está decepcionando. Le respondo: «No sé cuán buena sea mi ortografia pero en lo que respecta a la jira, lo que recuerdo es que cuando hice mi anotación en el diario me quedé un momento pensando si era con j o con g, pero cuando hago la anotación quiero que quede así, tal como la pasé espontánea de la cabeza a la pantalla, confiando como siempre en que el sábado, cuando tarde en la tarde hago la revisión de todas ellas para cazar gazapos y erratas, buscar hipervínculos y subirlo todo a la página de Fronterad, volvería a asaltarme la duda y consultaría EL diccionario. Esta vez me falló el reflejo: nada de homenaje a Juan Ramón, así es que te doy las más expresivas gracias por desasnarme. Como con Colm Toibin, ni sabía que existiese, pero ya tengo que dejar su lectura para una próxima reencarnación. Ahora bien, en el caso de Thomas Mann nunca se me ocurriría leer una biografía suya, ¡¡¡sus diarios son una de sus mejores novelas!!!»
Weiß/Colonia, 15.8.
2:00 am : Pasaron los episodios tercero y cuarto de la miniserie sueca de seis protagonizada por el comisario Bäckström, el domingo próximo concluye. Es una serie muy atractiva y bien construída, y sin embargo como que no engancha al telespectador. No nos quedamos pensando en Bäckström como sí lo hacíamos con Beck & Gunvald, con Wallander y Linda, con Sebastian Bergman, con los de El puente o los de la trilogía Millenium. Lástima grande, porque el material es bueno.
Colonia no es una ciudad particularmente ruidosa, pero ahora, con la calina, es un cementerio, los únicos signos de vida son los automóviles, las bicis, los buses, los camiones, y la gente, claro está, pero la gente anda silenciosa y como abúlica. He ido primero a Sürth, a despachar correos en la oficina postal, y luego de allí a Rodenkirchen, para reclamar por el duplicado de la llave, que sólo abre la puerta del apartamento pero no la de la casa, y debiera hacerlo. El ferretero, turco, padre o hermano mayor del que me atendió el viernes, se dio cuenta enseguida del problema, anotó los datos de mi llave y la fotografió por ambos lados para encargar un duplicado de fábrica. Luego hice unas compras en ReWe, que está al lado: whisky, leche, una lata de sopa de camarones al modo de Büsum, y dos latas de filetes de anchoas argentinas, vienen de Mar del Plata, vamos a ver qué tal saben. Y esperando el bus es cuando capté ese silencio que parece haber tendido su manto sobre la ciudad.
Recibo un enlace con una crónica sobre unos pueblos fantasmales en las cercanías de Doñana, se lo paso a varias amistades en Huelva y el primero que reacciona es Vicente: «En Huelva hay varios poblados forestales. Aquí en Mazagón (el mejor conservado y habitado incluso) Las Tres Rayas, Las Peñuelas, Bodegones, el Abalorio… El más grande es o fue Cabezudos. De esto ha escrito mucho Juan Villa. El marco de sus magníficos relatos. Más de una vez los he visitado. Me fascinan estos parajes fantasmas». Le contesto: «Visité Doñana con Diny en el jeep de Chiqui Garrido, de quien somos grandes amigos, y que entonces trabajaba en el Coto, y nos llevó a conocer uno de esos poblados, según mis recuerdos en el extremo nordeste del Coto: según el mapa y mi memoria debe ser el caserío llamado Las Nuevas, que estaba habitado (te estoy hablando del 27.11.1999, según mi diario). Y de Villa creo que lo he leído todo, conozco muy bien esa zona gracias a sus libros y a uno de quien fue contable de mi padre, Domingo Manfredi Cano, antes de opositar y conseguir plaza en la Secreta; autor de la letra del pasodoble «Mi Huelva tiene una ría» y una novela, Playas de castigo, que son las de Castilla, adonde la Guardia Civil destinaba a los números castigados por la justicia interna del Cuerpo (y ese fue, según tengo entendido, el caso del padre de Domingo, quien conoció esas playas y los poblados siendo un niño), se trata de una novela interesante, tal vez la tengan en la Biblioteca Provincial de Huelva, pregunta y si la tienen léela». Por curiosidad consulté el catálogo de la BPdH y tienen literalmente decenas de libros suyos (fue muy prolìfico) pero ningún ejemplar de sus dos novelas más importantes: La rastra, traducida al francés, y Playas de castigo.
Weiß/Colonia, 16.8.
Anoche me jalé de la segunda tacada Asesinato en el Jardín Botánico (el de Madrid, tan bello), de J.M. Guelbenzu que es la décima y última entrega de la saga de la juez Mariana de Marco, ya que, según me dijo J.M. en un email donde me anunciaba esta publicación, desde un principio fue su intenciòn limitar la saga a diez entregas. De ese modo, me dijo, quería rendir homenaje a Maj Sjöwall y Per Wahlöö con su legendaria decalogía del comisario Martin Beck. Santo y bueno, y ello le honra, pero el caso es que no lo dice en ninguna parte del libro, no hay aunque sea un breve epílogo donde se lo explique al colectivo de fans de la juez De Marco, y debería haberlo, y así se lo digo en el email que le escribo, como siempre lo hice, para darle cuenta de mi lectura. Ojalá me haga caso.
«El calor, el calor» y no «El horror, el horror», así terminaría El corazón de las tinieblas, si el viaje fuese por el Rhin y no por el Congo. Las fotos de la retirada de las aguas del Rhin se ven como si fuesen grabados de Doré ilustrando el Infierno en la Commedia de Dante. En la quinta acepción del verbo, que Dios nos coja confesados.
Incendio en la antigua estaciòn de Sevilla, la de la RENFE, en Huelva, con su arquitectura típica, mudéjar creo que la llaman. He pasado horas en esa estación, hojeando en su librería los cuadernos de las viejas ediciones de Novelas y Cuentos, comprándolos algunas veces. Y he corrido hacia ella desde la fábrica de mi padre en la calle Miguel Redondo, que desemboca en la avenida de Italia delante de la torre Oeste de la fachada de la estación, sí, he corrido hacia ella para depositar correo urgente en el buzón del vagón Correos de los trenes a Sevilla, los trenes estaban entonce autorizados para esa función. Y todo ello envuelto en las nubes de vapor de aquellas locomotoras viejas de la compañía MZA. Qué de recuerdos; también el de esa fábrica de mi padre, donde de noche ensayábamos obras de teatro y nos dopábamos con cafès sin leche y copas de aguardiente que nos traían los camareros del Bar La Palma (a uno de ellos lo encontré años después en Alemania, de emigrante laboral). Todo eso me lo hace recordar la simple noticia de ese incendio y la foto pavorosa que me manda Pepe Baena desde Puta Umbría. Y también uno de los tuits más preñados (Unamuno dixit!) que conozco, del 2011: «¿Que nada más debe tener 140 caracteres? En 140 caracteres cabe un enlace ¡y por lo tanto, potencialmente, todo el mundo!» Esta dimensión Twitter del Aleph de Borges, en traducción mía, es de Marina Weisband, entonces del partido de Los Piratas en el Senado de Berlín, una de las voces políticas más originales de las nuevas promociones alemanas. Por cierto, Marina es de origen ucraniano, nació en Kiev, llegó a Alemania siendo una niña de seis o siete años.
Weiß/Colonia, 17.8., Diny cumple 83 años
1:50 am : Volví a ver los dos últimos episodios de la primera temporada del comisario sueco Bäckström, me confirman la opinión de hace unos días viendo ya la segunda temporada.
Donde la pedicura, esta vez con Dörte (a quien siempre la llamo Dorotea porque aborrece el Dörte con que la inscribieron en el Registro Civil). De las siete que me han cuidado los pies desde que empecé el tratamiento, ella es la más eficiente y la más cuidadosa de no hacerme daño. Se irá de vacaciones por dos semanas a Tenerife y ha estado practicando conmigo la buena pronunciación de Jandía, Teide, Orotava… Le pedí que no dejara de asomarse al mirador de Humboldt y le tuve que contar de la estadía de don Alexander en los pagos canarios. Le gustó la historia, sé contarla.
Maysi me llama la atención, desde El Escorial: rotulé mi nueva entrada en Fronterad como semana 32/2023. ¡Ya está corregido! Lo que me pregunto es cómo es posible que la redacción no se haya dado cuenta desde el domingo, son ya cuatro días en la red. ¡Y menos mal que no tecleé 2202!
Le regalé a Diny Blond, la caudalosa novela de Joyce Carol Oates basada en la vida de Marilyn Monroe, y el día ha sido un goteo incesante de llamadas telefónicas y de visitas: nuestra vecina de arriba, Angie, Chico, Oskar con Henri (que ya está hecho un hombrecito y hasta tiene una dirección email)… sin olvidar al empleado de la Ayuda Social con las compras de la semana, y la encargada de ponerle y quitarle las medias de compresión. Tengo la impresión de que Diny se sintió aliviada al quedarnos solos.
Cité aquí el asunto de los poblados en Doñana y busqué un enlace para ponerlo como hipervínculo en el nombre de Vicente, y me las prometí felices cuando vi que había una Guía Online de Autores de Huelva, pero mi gozo en un pozo (como decía mi abuela Remedios), de la P de Nuria Pérez Gómez pasan a la R de Carmen Ramos sin consignar ningún autor en la Q. Supongo que debe ser una de esas venganzas de pueblo chico, infierno grande. Luego, para regocijo mío veo que a mí sí me incluyen, pero el regocijo proviene de que la foto que ilustra mi nombre es una de Heinrich Böll, y aunque soy su antólogo en español y lo traté personalmente por ser amigo de su hijo René y de Carmen Alicia, su nuera ecuatoriana, en fin, me parece que me han hecho excesivo honor. Discúlpelos, don Enrique, son de Troglodia y no saben lo que se hacen.
Weiß/Colonia, 18.8.
2:00 am : Pasaron el 4.º y último episodio de la tercera temporada del joven Morse, y a ver ahora cuando a los señores programadores «les sale de los cataplines» programar la quinta. “Cataplines”: Onubensismo por “testículos”, pero yo sólo se lo he oído decir, de niño, a mi abuela Remedios
Tengo 22 amigas llamadas Ana, desde Asunción/Paraguay a Los Ángeles, desde San José de Costa Rica a Berlín. A todas les hablé del calor que nos calcina aquí en la Renania, y les recordé lo que Meursault dice explicando por qué mató al árabe: que fue por la calor. Mi Ana de Barcelona me contesta: «En su adaptación, Visconti «da a ver» (como diría Eluard) el calor sofocante de las noches de Argel, tan parecido al de las de Barcelona y cualquier otra ciudad portuaria del Meditterráneo, con una simple pero genial toma, en la que Meursault–Mastroianni busca vanamente conciliar el sueño en la cama bajo las aspas de un ventilador de techo. La toma es genial porque cenital: vemos el cuerpo de lo que bien podría ser un/otro cadáver, desde el aplastante ojo giratorio del ventilador. No he vuelto a ver Lo straniero desde la primera vez, allá por 1978, pero esta escena se me quedó grabada como “correlato objetivo” del calor que enloquece hasta el punto del asesinato». Le respondo que «Meursault bajo el ventilador es una toma que no recuerdo. Los únicos ventiladores que recuerdo en ese Visconti son los de la sala del tribunal donde juzgan a Meursault y ninguna de las tomas es cenital ni se limita a Mastroianni. Son tomas generales que documentan el calor por el abanicado de los presentes, con abanicos, paipays e incluso periódicos, y el continuo secarse con los pañuelos. Pero bueno, puede que me equivoque, yo la vi como tú una sola vez, en el invierno de 1968, recién regresado a Alemania después de mi fracasada emigración a Buenos Aires, y no la he vuelto a ver, no la pasan casi nunca por la tele. Lo que sí recuerdo con mucha precisión (porque me pareció un guiño de Visconti hacia la morbosidad del público, en la sala del tribunal y en la del cine) es que durante la deposición del fiscal cesa por completo el abanicado y el secarse, todos aguardan cómo justificará el fiscal la petición de la pena de muerte; mientras que se abanican y secan de nuevo durante la deposición de la defensa. Es como con el perro ladrador full time de la familia de Tim Robbins en Short Cuts, que le rompe los nervios a TR y se lo lleva de la casa y lo abandona en el otro extremo de Los Ángeles, y al cabo de una semana, para no tener que seguir sufriendo los llantos de sus hijos, que a toda costa reclaman al perro de vuelta, TR lo rastrea en el barrio donde lo abandonó, se lo roba a los chicos que lo han adoptado y lo devuelve a su casa y a sus hijos: el rasgo genial de Robert Altman es que, ahora, ya, el perro no ladra. Una joya. // Ainda mais: Recuerdo también del Visconti algo que yo recordaba mal, y es que yo creía que cuando el juez le pregunta a Meursault que por qué cometió su crimen, él le contestaba que hacía mucha calor. Pero en el film dice que cree que fue a causa del sol. Cuando regresé a casa consulté la novela de Camus y efectivamente, el guion de Visconti respetó esa frase que yo recordaba mal… y me temo que sigo recordándola mal, soy de piñón fijo».
Weiß/Colonia, 19.8.
1:50 am : Pasaron los episodios finales de la segunda temporada de la serie sueca de ciencia–ficción Real Humans, y me reafirman en que los robots pueden llegar a adquirir algo muy parecido a aquello que solemos llamar sentimientos. Si lo conseguimos los humanos a partir de las bacterias, ¿por qué no los robots a partir de los humanos? ¿ah?
Vino Rebeca a las 8:09 am, para llevar a Diny a una residencia que se ocupa de ancianos durante todo el día y donde pueden compartir juegos, paseos, comidas, con otros residentes; los vienen a buscar a sus casas de mañanita y los devuelven a ellas sobre las 6:00 pm. Hoy fueron a ver cómo es el lugar y cómo funciona el sistema, y vuelven las dos bien impresionadas. La directora de la residencia le dijo a Diny además que si decide integrarse allá la pondrá en un grupo donde ya hay un neerlandés, esto es, un compatriota. Luego, a las 2:30 pm vino Chico para acompañar a Diny a la tienda donde le están graduando los audífonos. Lo que le digo a mis amistades: esta casa se ha convertido en una verbena y a Diny parece que le hizo bien hoy el trato con tanta humanidad deambulante por acá. Laus Deo!
A propósito de mi columna de hoy en EE se me ocurrió un tuit que le regalé a mi compadre José María y él lo subió presto súbito a su cuenta Twitter: «Cierto, lo de verse bonita es atávico, pero no por casualidad existe un viejo refrán que dice: «La suerte de la fea, la bonita la desea»». Lo aprendí de mi abuela Remedios, la bella y sabia.
Weiß/Colonia, 20.8.
2:00 am : Decidí ver el cuarto acto de Carmen, a pesar de ser en la Arena de Verona, más apropiada para luchas de gladiadores que para óperas, sólo por oír a Elina Garanča y ver si la puesta en escena de Franco Zeffirelli igualaba o superaba a la que hizo en Viena, con nadie menos que Carlos Kleiber dirigiendo la orquesta. Y sin lugar a dudas creo que la escenificación de Viena fue mejor. Y ni que decir tiene que la orquesta infinitamente superior.
Invité a Diny a cenar en el griego. Encargó un plato con tres pinchos de carne (de res, de cordero y de cerdo), ensalada y pommes frites, amén de una gaseosa de manzana, y yo unos boquerones fritos, con tzatziki, regados por un rosado seco (los camareros ya me conocen). Hemos charlado acerca del futuro, de que no quiere irse de casa a una residencia, ni tampoco que yo me quede solo. Le aseguré que mientras ello sea posible en la medida de mis fuerzas, ella siempre dormirá en nuestra casa así es que nunca me quedaré solo. Pero sólo los dioses saben (si es que lo saben, y si es que hay dioses) qué nos depara el destino, a contrapelo de nuestros deseos. Oremus.
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