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De mi Diario : Semana 34 / 2023

Rodenkirchen, 20.8.

En la Sabrina buena, la de Sydney Pollack, cuando llega en el metraje la escena donde Linus Larrabie le pregunta a un clochard si quiere hacer una foto suya con Sabrina, y Sabrina le entrega la cámara al clochard diciéndole donde está el objetivo, el incurable romántico que soy detiene el conteo en 1h 8’33”, en la primera foto que se hace la pareja: es una belleza verlos juntos, con él abrazándola por la espalda.  En la Sabrina de Billy Wilder, una foto homologable de Audrey Hepburn con Bogey sería la de una nieta con su abuelo.

Tacho de mi agenda la anotación «Edición 50 años La generación del 39 : Epílogo y Apéndices», ya que el 2022 pasó con más pena que gloria, y el proyecto de una edición conmemorativa de los 50 años de la publicación del libro se fue al garete con una enfermedad de la persona que quería realizar ese proyecto, y también para mí es más importante su salud que la edición del libro. Lo único que deseo es que Pepe Baena haya recuperado el ejemplar que prestó para el escaneo de las páginas originales, que se querían presentar facsímil. Sursum corda!

Tres pinchazos inesperados en el tobillo derecho, uno al fin del almuerzo en el Steep’s y dos durante la noche viendo en diferido la final del Mundial de fútbol femenino y después, viendo por n–ésima vez el final de la Sabrina buena. España es, pues, ahora, uno de los nada más que dos países (el otro es Alemania) cuyas dos selecciones han ganado un Mundial: la masculina en el 2010, en Sudáfrica, y la femenina esta noche en Sidney. La gotita amarga (como dicen en este país) la puso la reportera alemana del encuentro, capaz de pronunciar inextricables, indescifrables apellidos polacos, checos, africanos, pero incapaz de pronunciar algo tan sencillo como Bonmatí, con acento en la “i”; la llamó todo el tiempo Bonmati, acentuando la “a”, ¡los dioses de la Fonética se matan de la risa!

Rodenkirchen, 21.8.

Llevo a Diny a almorzar en el Steep’s porque sé lo mucho que le agrada la campechanía de Tom, y a Rebeca, que nos acompaña, también. Además, a la 1:15 Diny tiene sesión con Frau Lindemann, su ergoterapeuta, y el Maternus se encuentra a la vuelta de la esquina, podemos comer cómodos y sin tener que apresurarnos entre el mediodía y la 1:00 pm. Rebeca vino fundamentalmente para arreglar un par de detalles de nuestro contrato con el Maternus: a partir del 1.º de septiembre no pagaremos más la cuota por los almuerzos en el comedor de acá, ya que yo estoy comiendo fuera cinco veces por semana, y Diny unas tres o cuatro. A partir de ahora, pues, si alguna vez queremos comer en el dizque Restaurante, podemos hacerlo por 9 € cada vez, pagaderos con la factura mensual. Por otra parte Rebeca quería ajustar cuentas conmigo por mis compras alimentarias, que se pagan por la c/c, de Diny, mientras que la mía se hace cargo del resto de los gastos (alquiler, seguros, imprevistos, muchos más de lo que sería bueno para mi peculio) Que no se me olvide: Rebeca es un tesoro.

Gra, desde las montañas de su Córdoba argentina me agradece el envío de mi aproximación al poema de Brecht en su formato original, y me dice: «Gracias por tu «aproximación», como decís vos. Y te mando un abrazo en un día invernal en el que ya tenemos 30º y vamos por más y que está para tomarse un helado gigante, algo de lo que me antojo estos últimos domingos leyendo tu diario¡Deben ser riquísimos esos helados colonienses!» Le contesto ipso fuckto: «En efecto, Gra querida, los helados colonienses, todos italianos, son excelentes y lo sé apreciar. Pero mi gusto en materia de helados se decantó en los años de mi niñez y mi juventud, en las heladerías de Huelva, todas de valencianos, y ellos les dan un toque artesanal que no tienen los italianos, más comercializados».

Rodenkirchen, 22.8.

La parte deportiva de la última entrada del domingo en este Diario la envié por email ayer lunes a la redacción de la ZDF, y hoy por la mañana recibo la lacónica respuesta: «Naturalmente, enhorabuena a ti también y por tu análisis. Saludo, Ulf». Le contesto: «Si la primera enhorabuena ea debida al triunfo de la selección, gracias, pero en realidad no era necesaria, no me importa quien gane, sino que sea el mejor. En este caso parece haber sido España, por lo tanto tant mieux. Por lo que se refiere a la segunda enhorabuena, lo mío no era un análisis, sólo una simple observación. Y en cuanto al tuteo, supongo que lo usa porque cree que somos colegas, y en principio me resulta difícil aceptarlo, en Australia no hay una ciudad llamada Sydney. Vale (la última palabra de Don Quijote de la Mancha)».

Almuerzo en el Bistro Verde con Ulli y Carlitos. Ella optó por repetir los Rösti con maatjes, el arenque neerlandés en salmuera; él se decidió al final (le está costando decidir porque olvida casi al instante lo que ha leído) por unos espaguetis con salsa de atún, y yo probé mi primer chili con carne aquí: estaba rico. Hablamos de que en septiembre, en la Cinemateca, habrá unas jornadas de cine africano y de cuánto me gustaría poder asistir a varias proyecciones, es poquísimo el cine africano que he visto en mi vida. Pero ahora no estoy en condiciones físicas de movilizarme por la ciudad e ir caminando desde la parada subterránea de tranvías en la Estación Principal hasta la Cinemateca, para llegar a la cual es preciso subir una escalera exterior que me aterra pensar en cómo bajarla. Creo que tendré que dejar el cine africano para otra reencarnación. Haciendo memoria, la única peli que he visto de ese continente es una sudafricana, la que cuenta la historia del chico blanco que no quería que lo enviaran a combatir en Angola y lo destinaron al batallón carcelario que se ocupaba de los condenados a muerte en la prisión de Pretoria durante la época más represiva del apartheid: una peli de esas que se te meten bajo la piel y te hacen temblar de indignación e impotencia.

Felicité a Nicolás por su cumpleaños, en Berlín, pero resulta que lo confundí con el de su padre, según me escribe. Le contesto: «No entiendo cómo he podido equivocarme con las fechas de tu cumpleaños y el de Wolfgang, pero como diría mi abuela Remedios, «Todo queda en la familia». Dale un abrazo muy fuerte de nuestra parte y, no quiero ser alarmista, pero tratá de pasar por acá este año, si querés que Diny te reconozca, ya no reconoce en fotos viejas a sus propios hijos. // Estoy viviendo una tragedia personal muy grande, Nicolás, menos mal que mis hijos (en especial las dos hijas) son seres extraordinarios y no puedo esforzarme menos que ellas en soportarla, pues ellas también la padecen, y cómo, pero están siempre al pie del cañón; desde que sucedió la desgracia que nos trajo acá, han sacrificado todo su tiempo libre a su madre, son admirables. Y los nietos también. No puedo ser menos, pero me estoy matando a cámara lenta, no sé definirlo de otro modo».

Rodenkirchen, 23.8.

Anoche perdí casi ¾ de hora buscando la copia de Sabrina (1995) que tenía anclada –yo creía que de manera definitiva– en mi barra de tareas, pero que por la mañana había desaparecido. Al final tuve que conformarme con la versión mexicana. «Menos da una piedra», diría mi abuela Remedios.

Llego al Steep’s con Diny a las 12:05 y Tom me saluda sintiéndose halagado por lo que cuento de él en mi Diario. El lunes por la tarde, creo recordar, le mandé el enlace con la semana 33 de mi Diario y la traducción de su primera entrada, donde cuento la visita de Judith y Henk, y cómo les cayó de bien la jovialidad de Tom. Estaba hoy rebosante de orgullo, sobre todo cuando le dije que mi Diario lo es de verdad, de manera que él aparece en sus páginas dos o tres veces cada semana. Hoy me atreví por fin a pedir mis Reibekuchen con salmón ahumado porque no me apliqué el ungüento para el labio que me tiene recetado mi otorrina. Diny encargó un panqueque con setas. Cuando di buena cuenta de mis canónicos tres Reibekuchen, Tom me preguntó si quería uno o dos más. Se lo agradecí, le dije: «Tres son la norma, uno o dos más serían gula». Se rio y nos regaló a los dos un postre exquisito de vainilla y una substancia caramelizada que le daba un sabor muy agradable. Gracias, Tom.

Al regresar acá tras de las compras en ReWe me doy cuenta de nuestra reducidísima provisión de agua, algo poco menos que suicida con las temperaturas tropicales que sufrimos estos días. Mañana, al volver del almuerzo con Vincent nos toca hacer aguada en ReWe. Qué suerte tenerlo tan cerca.

Rodenkirchen, 24.8.

Anoche reencontré la copia de Sabrina echando mano a un truco que no sabía si iba a funcionar, pero sí que funcionó: sencillamente, restauré el session manager anterior, con 22 pestañas, una de ellas era Sabrina, en la versión original. Ese session manager no lo cancelaré en lo que me reste de vida. Y alabado sea el santísimo sacramento del altar.

Ayer vino Frau Wuttke, la nueva ayudante de Heusler, el gerente del Maternus, para explicarnos el nuevo contrato de alquiler que entrará en vigor el 1.º de septiembre, y la dejé hablar porque quise comprobar que había entendido a cabalidad lo que me explicó Rebeca el lunes, y sí lo entendí pero no le dije nada a Frau Wuttke, para no frustrarla. El único punto que quedaba en el aire es el de si tengo que abonar el telefóno fijo para poder disponer de WLAN, de Internet. Le digo a Frau Wuttke que ya dispongo de WLAN e Internet, y ella me dice que no lo entiende. Busco, pues, en la Configuración y le muestro el gráfico del Estado de la red, donde se demuestra que estamos conectados a Internet «¡gracias al WLAN de los invitados! O sea, usted lo ha importado de la habitación para huéspedes donde se alojaron antes de ocupar este apartamento, ¡y eso teóricamente es imposible!» Le propino una de mis frases estándar: «Frau Wutttke, siempre digo que la Cibernética no es una ciencia exacta». Hoy ha vuelto con un técnico que también se ha asombrado del hecho, y luego, en un aparte, Frau Wuttke me dice: «Esto lo vamos a dejar así, puesto que funciona». Bendita sea. No me gustaría pagar 19 € mensuales por un teléfono que no voy a usar y cuyo número no pensaba, ni pienso, pasárselo a nadie: su timbre taladra los oídos porque la mayoría de los internados tienen problemas de sordera ± avanzada (¡Diny!), y a mí esos timbrazos me repatean una parte muy sensible de mi anatomía.

Steep’s de nuevo, esta vez con Vincent, que regresó ayer de Niza. Lo ha pasado muy bien y ha estado leyendo los Papeles póstumos del Club Picwick, me dice que le gusta mucho Dickens. Por primera vez disiento en gustos con él. No dudo de la grandeza de Dickens pero no me gusta, es demasiado lacrimógeno, y al decírselo noto por el gesto de Vincent que desconoce la palabra alemana ad hoc: “larmoyant”. De su obra salvo los Papeles póstumos (que en España aparecieron la primera vez en una traducción pésima firmada por un Galdós joven y puro desparpajo) e Historia de dos ciudades, aunque esta tendría que volverla a leer. Luego, con Vincent, hablamos de música y le pregunto cuáles son sus conocimientos de la música clásica. Son casi nulos. Le digo que desde el Maternus le voy a pasar luego dos joyas para incitarlo a oír más música clásica. Y le escribo lo siguiente: «Dos joyas. La primera es el aria «Largo al factotum!» de la ópera de Rossini El barbero de Sevilla. La grabación es de 1972, en la Scala de Milán y es una de las mejor cantadas de todos los tiempos, Hermann Prey era un barítono como su barbero sevillano: «de calidad». Abre el video en pantalla completa y no leas los subtítulos en español, concéntrate en la música, el canto y el arte interpretativo de Prey, quien además de un gran cantante era un estupendo actor. // La segunda joya es mi sinfonía favorita de Beethoven, la 7.ª, y la versión que te mando es nada menos que una en vivo y nada menos que con la orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam, una de las mejores del mundo, y conducida por nadie menos que Carlos Kleiber, a quien ya conoces por su Carmen, en Viena. Hay que ver asimismo la grabación en pantalla completa para captar los matices de la conducción: Carlos era alguien llegado de otra galaxia, y en esta 7.ª te das cuenta de ello, también al final, cuando hace que se ponga en pie toda la orquesta para compartir el aplauso con ella».

Rodenkirchen, 25.8.

A las 11:30 am donde la Dra. Pega–Wolter, quien empieza por agradecerme el email que le envié y en el que le copiaba un fragmento de mi Diario, traducido, en el que la mencionaba de manera muy elogiosa. Le cuento de mis dolores en los oídos antier en el izquierdo, ayer en el derecho, que me toqué la cabeza antier y el dolor se sentía ahí adentro, agazapado, esperando para dar el siguiente zarpazo, y en cambio ayer estuvo dándome qué hacer durante toda la siesta. La Dra. me extiende la solicitud de una IRM (imagen de resonancia magnética) de mi cerebro, con la que me acerco con el bus a la clínica radiológica y me dan hora para el lunes a las 11:20. En el consultorio, antes, al entregarme la solicitud, la recepcionista la acompañó con una galleta. Sonreímos ambos.

Acudí a almorzar al chino, mi menú n.º 19 con dos Chardonnays fríos, deliciosos. La sopa pekinesa de hoy era un punto más picante que las anteriores, pero un buche de Chardonnay retenido en la boca cerrada y rotándolo lentamente antes de beberlo deja el paladar limpio de picante, la frescura frutal de este vino obra maravillas.

Hoy, de tarde, comida española en el Maternus para un número limitado de comensales. Al Sr. Nicol le extrañó hace un par de días que en la lista ad hoc de pacientes del Maternus había visto el nombre de Diny pero no el mío, le expliqué que «Comida española en Alemania es algo para alemanes, Herr Nicol». Me dio la razón y como él no estaba hoy acá le encarecí a Jessica que en el comedor no le sirvieran a Diny ni un dedal de vino. Lo entendió y me aseguró que hablaría con los camareros y el jefe de la cocina para que no le sirvieran nada más que gaseosa de manzana. Como así fue.

A las 5:00 pm en punto llegué donde habían aparcado Brigitte y Thomas, a la salida del parqueo de ReWe, y nos fuimos a Weiß, entrando en el 11b, donde ellos viven, por el camino al costado del edificio, lo más lejos posible del 11a, que no quise ni mirar. Primero tomamos café de una máquina que acaban de comprar, acompañándolo con una deliciosa tarta de manzanas, del huerto familiar que ellos tienen unos m más allá, a ½ camino entre su apartamento y el Rhin. La tarta incluía, creo que no me equivoco, unos piñones sabrosísimos, cuyo sabor tal vez reduje por culpa de la mucha nata que me serví. Luego, en el salón, estuvimos de intensa charla hasta casi las 8, que Thomas me trajo de vuelta acá. Los encuentros con ellos dos son un tanqueo de fuerzas para seguir adelante, qué pena que nos haya tenido que reunir el incendio de mi apartamento.

Rodenkirchen, 26.8.

Hemos ido a almorzar al Bistro Verde, donde Diny encargó (como yo hace unos días, por probarlo) un chile con carne y con nachos, que le gustó mucho. Yo, mi cazuela de gambas al ajillo, que hoy estaban fresquísimas, y casi ½ pan artesanal “pa mojá” en la salsa de tomate, ¡y vaya si he mojado!, no dejé ni para el gato. Y una de las dos parejas de ancianos que se suelen sentar a nuestra derecha, vieron al llegar, como nosotros, que “nuestro” lado de la sala estaba reservado para unas 20 personas, así es que nos sonrieron y buscaron, como nosotros antes, otro acomodo, mientras nosotros, al llegar ellos, empezábamos a dar buena cuenta de una tabla de quesos (ocho variedades) y mostaza de higo. Total: vivir sólo se vive una vez, de manera que viva el lujo y quien lo trujo, diría la abuela Remedios.

Acabo de firmar la petición de avaaz para que el Consejo Superior de Deportes, en Madrid, suspenda e inhabilite al presidente de la Federación Española de Fútbol. El machismo es una forma larvada de fascismo y es necesario atacarlo dondequiera que se haga notar. Si queremos volver a ver jugar a las campeonas del mundo, el único camino posible es limpiar los establos de Augías.

Carmen me dispensa un trato muy cariñoso y me da a conocer cosas relacionadas con su tío abuelo y que no conocería viviendo como vivo en Colonia. Debe ser su retribución a mi amor por la obra y la persona de su excepcional tío abuelo, y de su extraordinaria esposa. Hace un par de días me envió el enlace con una grabación del poema “Distinto”, hecha por Asier Etxeandia, actor y cantante español, vasco de Bilbao, que para mí ha sido un deslumbrante descubrimiento. La dicción de Juan Ramón, que con toda seguridad pasó el cedazo de la lectura a Zenobia en voz alta (la prueba de fuego de la bondad de un poema), encuentra una correspondencia homologable en la del actor vasco, es una maravilla oír el poema y seguirlo con el texto en la pantalla.

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