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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 34 / 2011

De mi Diario : Semana 34 / 2011


Weiß/Colonia, 21.8., primera hora del día

La reseña de un libro de poemas de Raymond Carver, por Luis Fernando Afanador en Semana, Bogotá, empieza diciendo: «Si la literatura no sirve para ayudarnos a vivir, no sirve para nada». Es una de esas frases que parecen profundas, hasta que uno les cambia el sujeto. Por ejemplo: «Si la arquitectura (o bien, ad líbitum: si la pintura, la farmacia, la cirugía, el oxígeno, la cocina, la panadería, la fontanería, el fútbol, la fotosíntesis¡la propia revista Semana!) no sirve para ayudarnos a vivir, no sirve para nada». El resto de la reseña no está mal, pero empezar como lo hizo predisponía a esperar lo peor.

 

Weiß/Colonia, 21.8. (1)

Hoy, hace un siglo, se produjo el robo de La Gioconda, en el museo del Louvre. Esa fecha tuvo para la organización de la seguridad en los museos de todo el mundo, la misma importancia que el 11S y los ataques a las Torres Gemelas para la organización de la seguridad en los aeropuertos de la ecúmene. Hasta el 21.8.1911, uno podía robar sin ningún problema en cualquier museo del mundo, bien entendido que a condición de no querer exagerar: con la Gioconda se podía salir del Louvre llevándola oculta bajo el impermeable. Pero pretender llevarse la “Ronda nocturna” del Rijksmuseum en Ámsterdam, o “Las Meninas” del Prado, eso, a decir verdad, era un pelín más difícil. No porque las condiciones de seguridad lo impidieran, sino por lo visible del hecho. Hasta con celadores semiciegos hubiera sido imposible dejar de darse cuenta que unos amables señores no estaban trasladando de sala “El jardín de las delicias”, sino tratando de llevárselo del museo. Dicho en cristiano: cualquier tiempo pasado, amigos míos ladrones, fue mejor.

 

Weiß/Colonia, 21.8. (2)

El día comenzó con sesiones de truenos fragorosos y cercanos, aunque los relámpagos casi ni se veían, por el intenso sol. En las pausas entre las atronadas, zureos de palomas, se conoce que la electricidad estática chisporroteando en el aire las pone cachondas. Luego, a partir de las 2 p.m., la familia en casa (menos Chico, Angie y Vincent, de vacaciones en Dinamarca; ni Paul, con su grupo juvenil en Holanda). Almuerzo por el cumpleaños de Diny. Tortilla de papas y milanesas, con una fuente de ensalada tan inagotable como el tonel de las Danaides, y bayas del bosque con helado de vainilla para el postre. Y Henri presidiendo la mesa inapetente y juguetón. Luego, en la sobremesa, le platico a Montse de una nueva novela de Arnaldur Indriðason que está por salir al mercado (ella y yo somos fans convictos y confesos del islandés) y menciono, creyendo que Montse ya la conoce, la saga de Gunnerstranda y Frǿhlich, de Kjell Ola Dahl, pero resulta que no, no la conoce. Así es que se lleva los siete volúmenes aparecidos en alemán. Y el DVD de Boys Don’t Cry, peli que se perdió en su día y que todavía no ha visto.

 

Weiß/Colonia, 21.8. (3)

¿Quién habrá sido el hijueputa aguafiestas responsable de que casi a la misma hora, en canales distintos de la tele, pasen la serie sueca de Maria Wern y la inglesa del Método Hill?, ¿cómo se puede ser tan pelotudo?  La remilputa que lo recontramilparió. Me decanto por la sueca, que es nueva y está de estreno, pero dejo de ver a mi Tony Hill de mi alma, carajo, ¡no puede ser!

 

Weiß/Colonia, 22.8.

Haciendo limpieza de fondos en el archivo Cajón de Sastre me tropecé con esta anotación que tenía unos veinte años de estar ahí: «Raúl [Guerra Garrido] me pide que le consiga, como sea, y aunque sea en el original neerlandés, un ejemplar de la novela que más lo impresionó de niño ya lector: Tras la estela del Bruja Roja». Me metí a iberlibro.com encontrando cinco ejemplares, dos en Madrid y uno en Bilbao, o sea, que Raúl los tiene a la mano. Y recuerdo que cuando me lo dijo yo no manejaba internet, ni sé si ya existía, y me partí los cuernos buscando ese libro en cuanto mercado de pulgas y librería de viejo visitábamos Diny y yo en Holanda. Sin resultado, claro, porque el libro no es neerlandés, sino estadounidense. Llamo a Raúl a San Sebastián para comunicarle la buena nueva, y me dice que hace un año, en una de sus primeras aventuras como surfeador en la red, buscó el libroy encontró un ejemplar en una librería a la vuelta de su casa en Madrid, así es que bajó a la calle, fue allá, lo compró y satisfizo por fin el deseo de volverla a leer. Y le volvió a gustar. Lo que no sabía, y se lo cuento ahora, es que con esa novela se hizo una peli, con John Wayne, y le paso el enlace para que la descargue y pueda ver en imágenes de Hollywood lo que ha estado viendo toda la vida en su pantalla interior con imágenes de Raúl.

 

Weiß/Colonia, 23.8. (1)   

Cayó otro déspota. Ya van quedando menos cada vez. Castro, Kim Il Jong, Mugabe, Chávez a todos estos cerdos también les llegará su sanmartín. Lo comento almorzando con Carlitos en La Modicana, y después pasamos al tema de mi The Twitter’s Digest, y se le ocurren dos tuits, espontáneamente: «El objetivo principal de la educación es evitar que los niños piensen por su cuenta» y «El restaurante es la ilusión de que se puede comer sin trabajar». Al regresar a casa le mando este segundo a Ana María, y mi manizaleña querida lo sube de inmediato a su cuenta. Señoras y señores, Karl Julius Müller debuta en Twitter entrando por la puerta grande. ¡Olé!

 

Weiß/Colonia, 23.8. (2)

Ha muerto Loriot. Todos y cada uno de nosotros somos únicos e ireemplazables para nuestras familias, y algunos –además– para sus amigos. Él era –además– irreemplazable para su idioma y para sus compatriotas. No quisiera parafrasear a Lorca, pero sí decir que va a tardar mucho tiempo en nacer, si es que nace, un alemán tan claro, tan rico en travesura. Este Till Eulenspiegel doblado de Barón de Münchhausen y triplicado de Max & Moritz. Un genio. El homenaje más Loriot que le podemos ofrecer es el de volver a ver sus sketches, uno tras del otro, riéndonos hasta llorar, y que parezca que lloramos de la risa. Cheers, Herr von Bülow!

 

Weiß/Colonia, 24.8. (1)

El diario le dedica la tercera página íntegra a Loriot. [Loriot es el sustantivo francés que designa a la oropéndola (=Bülow, en el dialecto de la región donde nació Loriot), así es que la elección de ese seudónimo admite muchas connotaciones]. Y además de esa tercera, casi en cada página hay un recuadrito con escenas, diálogos y citas de este maestro irrepetible de la lengua alemana, lo que hubiera sido Karl Kraus de haber vivido en nuestros tiempos. Inolvidable, por ejemplo, su discurso como diputado Werner Bornheim en el Parlamento federal: «Señoras y señores, la política significa, y hay que partir de esa base, esto es pese a que –para no andarnos con rodeos– a tenor de la situación en que nos encontramos. Mi posición política puedo resumirla en pocas palabras. En primer lugar lo que es evidente a condición de que. Segundo, y esto es aquello que le debemos a nuestros electores. Y tercero, la concentrada pernidisposición como núcleo de un programa partidario con expectativas de futuro». Imposible la traducción, imposible, lo sé, pero al menos un acercamiento. ¡Y pensar que hay políticos que realmente hablan así, y peor, es decir, que el gran Loriot no inventó nada, antes al contrario, fue un pálido reflejo de la realidad! Estoy seguro de que no llegó a conocer a Fray Gerundio de Campazas, pero hubiera disfrutado con él.

 

Weiß/Colonia, 25.8.

Lo que me temía. A las 12.10 del mediodía, la plaza delante de la Philarmonie era un hervidero de gente, todos queriendo entrar en un lugar donde no se podía puesto que ya estaba lleno, tal y como lo demostraba la presencia de esa misma muchedumbre en la calle. El Philarmonie Lunch de hoy, el concierto matinée gratuito de ½ hora, era con la orquesta palestino/israelí fundada y dirigida por Barenboim. Y es lo que yo me pregunto: Si hay Philarmonie Lunchs casi cada jueves, ¿dónde carajo andaban los demás jueves estos miles de melómanos que aparecieron hoy de repente, jodiéndonos a quienes creíamos habernos ganado el derecho de piso?  ¡Manada de filisteos hijueputas, la remilputa madre que los remilparió!  Julio y yo, de común acuerdo, nos fuimos a comer nuestra buena sopa de pescado regada con vino sardo, y en una larga sobremesa hablamos de todo lo divino y todo lo humano (¡ay, carajo, otra vez se me escapó el pleonasmo!), y me dijo entre otras cosas una muy buena a propósito de su lectura de Autogol, la novela de mi tocayo Silva Romero, que le presté y que me devolvía: «¡Qué bueno irse dando cuenta al leerla de que estás leyendo a un autor que tiene una voz propia!» Ecco!  Nos despedimos con un gran abrazo ya que no nos volveremos a ver hasta que regrese de Cóóóóórdoba, o sea, la argentina.

[Addenda estadística en el diario el viernes 26: los espectadores fueron mil, los que se quedaron sin poder entrardos mil. O sea, considerando el 100% de asistencias regulares a este Lunch, hay 2.500 imbéciles que sólo acuden cuando refrendan con su presencia aquello en lo que todos estamos de acuerdo. Rebaño].

 

En el tren camino de Holanda, 26.8., por la mañana

Yendo al entierro de Fred en Beek, un recuerdo muy especial relacionado con Maria [su viuda, prima hermana de Diny y hermana de Theo, el cura que nos casó a Diny y a mí; se han criado juntos por ser vecinos de toda la vida]. Fue Maria la persona encargada expresamente por Diny de “raptarnos” con destino desconocido el día de nuestra boda, para llevarnos al lugar donde pasamos nuestra primera noche ya casados. En un hotel precioso cerca de Nimega, a unos 20 km del pueblo, el hotel Berg en Dal (=montaña y valle, por más que en los Países Bajos sólo hay una montaña, el Vaalserberg, de 321 metros, y no era la del hotel). Nadie sabía ni el lugar donde estábamos ni quién nos llevó allá, hasta que al mediodía Maria nos pasó a buscar para dejarnos de regreso en Beek a la hora del almuerzo familiar tradicional. Era un domingo, el 3.7.1966.

 

Beek de Montferland, 26.8.

Theo ha vuelto a vestir ropas talares para el oficio de difuntos de su cuñado. Creo que no lo he visto con ellas desde el día que nos casó. Y tanto Maria como Maike, la única hija que tuvieron Maria y Fred, están muy enteras, también la nieta mayor, Ellen, que en el momento de la colecta interpretó un solo de saxofón. Y los mellizos, Luc y Simon, son muy pequeños todavía como para darse cuenta de lo que significa la muerte del abuelo.

 

Como cuando el entierro de mi suegra, la recepción del duelo es en ‘t Heuveltje (=la colinita), un típico segundo desayuno neerlandés, con café y fiambres: no me canso de comer pancitos en este país, esa masa en los umbrales de lo esponjoso y de lo dulce, sin traspasar ninguno de ambos, y con una buena porción de rosbif sobre la bien untada mantequilla. Una pura delicia.

 

Ha venido Theo con Ruchy, la compañera ecuatoriana con quien vive desde hace unos años y a quien yo todavía no conocía, Diny sí. Y como Ruchy está junto a Theo en la cabecera del duelo, a la hora de despedirnos, Diny me pregunta cómo se dice en estos casos en nuestro idioma. Ahí caigo en la cuenta de que Diny nunca ha tenido esta experiencia en España, excepto justamente durante nuestro viaje de bodas, en Huelva, cuando murió la abuela Joaquina: pero por aquellos tiempos Diny no hablaba español. Llegamos pues a la cabecera de duelo y la primera es Ruchy y Diny le dice: «Mi más sentido pésimo». Ruchy le agradece sin pestañear, se abrazan y se besan. Yo le doy la mano a Ruchy, le digo que me alegro de conocerla aunque sea en una circunstancia tan penosa como esta, y ella me dice que habrá otras. Diny entretanto le está explicando a Theo que tiene bastante mal oído. A lo que yo comento: «Y tanto, imagínate que acaba de condoler a Ruchy diciéndole “Mi más sentido pésimo”». Al final tenemos que reírnos pese a todo. Y como nos ve llegar, Maria sale de detrás de la mesa para abrazarnos, prometiendo visitarnos pronto, la hemos invitado a hacerlo cuando la llamamos a darle el pésame, a principios de esta semana.

 

En el tren de regreso a Colonia, 26.8.

Mientras desayunábamos en Beek se ha producido una catástrofe meteorológica a muy pocos km de allá. Cuando estamos esperando el tren en Emmerich llega la noticia de que el huracán ha arrancado de raíz unos árboles, derribándolos sobre los raíles en el tramo entre Emmerich y Wesel. Consecuencia: esperar (½ hora) que llegue un autobús para trasladarnos a Wesel. Y por el camino la misma vaina. Unos árboles derribados por el huracán en la carretera hacen que el tráfico sea a paso de tortuga. En Wesel, por fin, las vías aledañas de la estación estás llenas de trenes que sólo pueden salir en una sola dirección. A las 16.30 tendríamos que haber llegado a Colonia, pero son exactamente las 17.44 cuando el tren describe al salir de K.–Mülheim la curva desde la que ya se ve nítida, enfrente, al otro lado del río, la silueta inconfundible de la catedral. Al entrar en casa estoy calculando mentalmente que han sido 7 horas ½ de autobuses, tranvías y trenes, para pasar 3 ½ en el entierro de Fred y con su familia. Oremus.

 

Weiß/Colonia, 26.8.

Le escribo a Alberto: «Sólo decirte que hoy tuve que ir a Holanda, a un entierro, y en las más de siete horas de autobús y tranvía en Colonia + de tren y autobús (porque quedó interrumpida la vía férrea a causa de un huracán que derribó varios troncos de árbol sobre ella), terminé de leer lo que aún no conocía, y de releer lo que ya conocía, de La eterna parranda. Es un librazo, maestro (usted sí que lo es), y razón de más para agradecerte la dedicatoria, sobre todo también porque citaste en la página 200 a mi futbolista alemán preferido entre los de la generación que está saliendo de la escena: “Cabecear como Miroslav Klose”».

 

Weiß/Colonia, 27.8, primera hora del día

Boxcar Bertha, el segundo largometraje de Scorsese, no logró amarrarme a la pantalla. Así es que de la producción de Roger Corman, a quien tanto debe la generación de los Scorsese & Co, me pasé a una policial inglesa. Quién sabe, a lo peor hasta se me está amodorrando el gusto.

 

Weiß/Colonia, 27.8.

Tercera vez que internan a la Nena, me entero por un mail de Elena al levantarme. La llamo y me sale un contestador automático, con la voz de un niño, Davinchi, supongo. Llamo a Mónica, me cuenta que su madre está en observación, aún no se puede hablar con ella. La consecuencia es que llamo a Carmela, a Madrid, para darle el pésame, un día antes de cuando pensaba hacerlo, pero sé que Carmela se inquietará al darse cuenta de que la Nena no la llama para lo mismo, y no quiero que se entere de sopetón del nuevo internamiento. Ya bastante tiene encima con el duelo por la muerte de Vicente, y al hablar con ella, que está deshecha, no puedo sino hacer el paralelo con la entereza de Maria y Maike ayer en Beek. Pero es que lo de Fred se veía venir desde hace meses, él mismo pidió morir en casa, la familia tuvo tiempo para asumir el trauma post mortem. Y en cambio lo de Vicente fue de improviso, uno de esos golpes de que habló César Vallejo.

 

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