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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 34 / 2013

De mi Diario: Semana 34 / 2013


 

Weiß/Colonia, 18.8.

2:00 am: Rob Roy, Walter (perdón: sir Walter) Scott en cine, una vez más. No bastó con Ivanhoe. Y mira que los actores son buenos: Liam Neeson, Jessica Lange, y Tim Roth, nominado para el Oscar por su papel. Pero joder, la acción es de cartón piedra. O de papier maché. Menos el duelo de Rob Roy con el canalla Archibald Cunningham, que es mejor que el final de Scaramouche, entre Stewart Granger y Mel Ferrer. La coreografía del de Scaramouche es superior, en todo y por todo, pero se beneficia de los espacios abiertos. La del duelo de Rob Roy se juega en un recinto cerrado y en inferiodad de condiciones por parte del héroe. Por eso, a fin de cuentas, es mejor. Por ser música de cámara, y no sinfónica. Pero es lo único que salva la peli, al menos para quienes no somos escoceses nada más que whiskyeris causa. [Por la mañana, tras el desayuno, en la sección de minirreseñas de las pelis, leo en el diario que el crítico la pone por las nubes y le otorga nada menos que el completo de *****. Evidentemente hemos visto dos pelis distintas].

 

En el magazin finisemanal del diario hay una página fija dedicada a publicar dos manuscritos de carácter literario, o memorialista, enviados por los lectores. Uno de ellos, hoy, era de Leonardo. Me divirtió mucho leerlo y lo recorté para incluirlo en su libro.

 

Fuimos a almorzar con Rebeca a la Fährhaus [algo así como “la casa del ferry”], un restaurante muy chic a la orilla del río, en Rodenkirchen. Reservé ayer una mesa para tres en el frente de la terraza acristalada, directamente viendo pasar al Padre Rhin y sus criaturas. Es un lugar al que suelo traer a algunos amigos, en ocasiones especiales (no me lo puedo permitir siempre porque no es nada barato). Comimos exquisito, aunque Rebeca prepara mejor que este cocinero el filete relleno típico de la cocina renana y que fue lo que yo pedí; Diny dio cuenta de una ensalada que no hubiera hecho mal papel en la mesa de Gargantúa (en ella como tapa, claro está); y Rebeca atacó un lenguado con la pericia de quien ha nacido en Huelva y comido pescado desde que le salió el primer diente. Casi todo el tiempo estuvimos sintiendo la llovizna en la cubierta de lona rígida de la terraza, pero era un sonido como de miles y miles de hormigas que se moviesen avanzando hacia quién sabe dónde. Regresamos a casa a tiempo para las últimas pruebas del Mundial de Moscú. Cuando acabaron, reflexioné que me ha tocado esperar ocho largos años para poder ver la descalificación de Lance Armstrong, pero no creo que me dé el cuero para asistir a la de Usain Bolt, si es que también dura tanto. Así es que me moriré con esa pena.

 

Weiß/Colonia, 19.8.

0:20 am: Cada vez me gusta más la serie de Lewis. Y cada vez espero con mayor ansiedad la anunciada del joven Morse. ¡Ah, Morse como condestable tiene que ser una gozada! Sure, sir!

 

Desde el sábado no he dejado de recibir emails muy elogiosos, cariñosos, generosos, motivados por mi poema dedicado a Diny, que incluí esta vez en mi envío poético sabatino regular porque era el día de su cumpleaños. Todos ellos los he agradecido, todos ellos me llegaron al corazón, pero el que más me gustó de todos fue este que me ha mandado Clara Schoenborn desde Cali: «¡Qué hermosura! Enamoráte por favor de mí, así sea por cinco segundos».  

 

Leyendo los escritos autobiográficos de Ricarda Huch me hace sonreír cuando habla de sus cuentos infantiles preferidos, el de Androcles y el león, y el del león y el ratón, y ella recuerda de ambas historias que «no me cansaba de oír[las], colmaban mi corazón de un indescriptible bienestar». Me lleva a pensar en las visitas de Henri los miércoles y en cómo se apoltrona en el sillón de Diny, frente a la tele, y ve sin cansarse, una y otra, vez las aventuras de Pettersson & Findus, pero siempre las mismas, aunque tenemos la serie completa, unos 20 episodios. Igual sucedía con sus hermanos mayores cuando eran chicos y se quedaban en casa, sólo que ellos nada más querían ver –entonces en VHS– documentales de la vida animal aunque también siempre los mismos. ¿Explicará quizás eso por qué a los viejos, en nuestro retorno a la infancia mental, lo que más nos gusta es releer y volver a ver las pelis que amamos?

 

Weiß/Colonia, 20.8.

1:45 am: Lone Star. Descubrí el cine de John Sayles gracias a Rolando y nunca se lo podré agradecer bastante.

 

«Es trágico pensar que el primer hombre que, con ademán negligente, tiró de la cadena del water closet hizo sonar la campana funeral para la democracia». Con esta frase concluye el capítulo «Democracia» del libro En un biombo chino, de Somerset Maugham, un libro admirable por cuanto se publicó en 1922, cuando en Occidente, desde Marco Polo, no se sabía de China ni siquiera lo que una década después contaron las novelas de Pearl S. Buck («el Pearl Harbour de la literatura estadounidense», según Sinclair Lewis). Sostiene Maugham que los chinos no son tan sensibles a los olores corporales como sí lo somos los occidentales, y que por ello mandarines y coolies pueden hablar en pie de igualdad, y eso sí que es democracia. En cambio, nosotros, los occidentales, de continuo discriminamos por el olor a los obreros que no tienen tiempo por la mañana para ducharse y que no se distinguen por el empleo de desodorantes. (Pienso que el libro es de 1922, y hoy, al menos en Europa, la sicosis del oler bien, o por lo menos de no oler, ya es universal y la industria cosmética vive en gran parte de ella). La cínica conclusión de Maugham es que en el momento en que, gracias a la higiene, los todos los chinos empiecen a oler bien, o a dejar de oler, se acabó la democracia en el Celeste Imperio; a partir de ahí, los criterios para encasillar a las personas serían los de Occidente, donde siempre ha habido ricos y pobres. Ah sí, hay que releer a fondo En un biombo chino, Somerset Maugham es uno de los autores menos valorados, y paradójicamente más valiosos, del siglo XX.

 

Hoy pasan de nuevo Rob Roy en la tele, en otro canal, y la minirreseña es de un crítico distinto (de hecho, una crítica), que sólo le otorga ****. Me parece si la vuelven a pasar tres veces más finalmente la irán reduciendo a las propociones debidas.

 

Al final de Maid in Manhattan [Sucedió en Manhattan], esa enésima versión del cuento de  Cenicienta, con JLo y Ralph Fiennes, un periodista le pregunta al candidato a senador sobre sus relaciones con América Latina y su manager electoral responde por él: «Inmejorables, habla perfectamente latín». Puede que sea un gag pero a mí me parece más bien que “se non é vero

 

Weiß/Colonia, 21.8.

1:45 am: Mastermind, de la primera temporada de Wallander, la única con Linda, me ha hecho reflexionar si el rodaje de la misma no fue traumático para Johanna Sällström, recién salida del tsunami de Tailandia, donde salvó la vida de chiripa, como Linda en este episodio. ¿Hasta qué punto un actor se independiza de sus vivencias cuando interpreta? ¿Qué se siente como actor cuando el papel te obliga ineluctablemente a morir y te salvas in extremis?  Por supuesto, el actor que lo interpreta sabe que él y su personaje terminarán salvándose, pero ¿y si el propio actor acaba de salvar su vida en la vida real en unas condiciones tan extremas como las del telefilm, e incluso puede que más salvajes (las fuerzas incontrolables de la Naturaleza)?

 

Diny a Holanda, aprovechando que viajan allí Rebeca y Uwe, a quienes les gusta comprar un par de cosas en las tiendas de Doetinchem. Antes, en Terborg, en casa de Rit, Diny se hará cargo de su cuota de los objetos de Annie que quedaron para repartir entre los diez hermanos. Algunos de ellos son los libros que yo le regalé. Sic transit, volverán a mis manos.

 

En el tranvía, una joven africana va leyendo embebida en su tableta: una de las veces que levanta la vista le pregunto qué lee y me responde casi ruborizándose que Pride & Prejudice. Cuando vio mi sonrisa y oyó que es una de mis dos novelas predilectas casi se me desmaya, pero terminó regalándome una sonrisa medalla de oro del mundial de atletismo.

 

Hablando de un gato, Menin, que tuvo en Padua, cuenta Ricarda Huch: «Era minúsculamente chiquito cuando me lo regalaron, blanco con un par de pintas negras, liviano como una pluma. Por las mañanas se subía a mi cama y se tendía junto a mi garganta; allí descubrió una verruga pequeña, apenas visible, que solía chupar. Como consecuencia la verruga terminó llagándose y hubo que extirparla. Estoy convencida de que la pobre criaturita, separada tan pronto de su madre, consideraba esa excrecencia de mi piel como la fuente láctea materna, por lo cual con tanto gusto chupaba de ella y se vinculó tanto a mí. Una vez se me trepó encima, me observó larga y atentamente y luego apretó su naricita húmeda contra mi cara; fue un beso inequívoco».

 

Weiß/Colonia, 22.8.

3:30 pm: Visita regular al Dr. Ruppert, esta vez postergada un mes por sus vacaciones. Es la primera que no me acierta con la vena en el lado interior del codo, para extraer sangre, y al no encontrar vena tampoco al segundo intento, se decide por una gruesa del dorso de la mano derecha. Luego me inyecta procaína en diversos puntos de la rodilla izquierda, por si eso me alivia los dolores que sufro especialmente en ella (en la derecha son menos) desde que estuvimos cuidando la casa de Marcel en Beek ¡y ese subibaja diario de su escalera casi perpendicular!

 

La lectura de los textos memorialistas de Ricarda Huch es una continua fuente de placer y de sorpresas. Por ejemplo, hablando de las fiestas familiares en su infancia, recuerda que al árbol de Navidad su abuela lo llamaba «der Gast aus dem Walde [=el huésped (que vino) del bosque]», una metáfora bellísima. Y recuerda asimismo una costumbre que me parece muy curiosa, y es que por la Nochevieja, al faltar poquito para que dieran las doce campanadas de medianoche, todos se subían a una silla cada uno, y al oír la primera de ellas saltaban al suelo para de ese modo entrar de un salto de un año en el otro, lo cual parece que traía buena suerte. ¡Ándele!

 

Weiß/Colonia, 23.8.

Recabo la ayuda de Miss Hortensia Google para buscar una poesía que quiero mandar mañana, la víspera del 90.° cumpleaños de Mutis, a los “clientes” de mis envíos El Poema del Sábado. Y escribo en la ventanilla de búsqueda: «alvaro mutis sabes qué te esperaba tras esos pasos del arpa». Y aunque Miss Hortensia me consigue ipso fuckto quince entradas, varias de ellas con el texto íntegro del poema, lo primero que hace es advertirme: «Quizás quisiste decir: alvaro mutis sabes qué te esperaba tras los pasos del arpa». Y sostengo, con todos los respetos, que esta Miss  Hortensia es tonta de remate porque se tendría que haber dado cuenta de que dije lo que quise decir… y ella además me lo encontró. Es un poema bellísimo y que se lo oí recitar a Álvaro el día que lo conocí, octubre 1986, en un congreso de poetas en Hamburgo. Me impactó como tan sólo puede hacerlo la belleza en estado puro. Casi un cuarto de siglo más tarde, Andrés Ibáñez subió a su blog de Fronterad una lista de los poemas que más le gustan, y entre ellos este: «”Sonata” (¿Sabes qué te esperaba tras esos pasos del arpa?), de Álvaro Mutis (tan intenso, tan complejo, tan lleno de voces y de lugares, de sentidos y sentimientos, de misterios y humores, como una larga novela; en cierta ocasión intenté convertir este poema en una novela pero no lo conseguí)».

 

Weiß/Colonia, 24.8.

0:45 am: El traspatio, una peli estremecedora. Uno se siente tan impotente viéndola como creo que deben sentirse todos los mexicanos decentes ante el imperio del crimen que atenaza su país.

 

1:06 pm: Al ponerme a repasar las entradas de esta semana, para subirlas por la noche a mi blog de Fronterad, se me ocurre mirar en el archivo de La Jornada qué fue lo que escribió mi carnal acerca de El traspatio, cuando se estrenó en febrero 2009. Y encuentro una larga reseña donde, después de enumerar todos los prejuicios con los que tuvo que bregar Backyard [sic], concluye que «lo hace precisamente realizando una puesta en escena donde Ciudad Juárez se llama así, donde el año en que los hechos ocurren es el mismo en que la información sobre los feminicidios comenzó a rebasar el plano local chihuahuense, y en la que los personajes implicados tienen cargos que se corresponden con los de las personas involucradas en la realidad: gobernador, presidente municipal, procurador de justicia, etecé. Sin embargo, lo que pudiera ser considerado una osadía y que en este caso es simplemente una necesidad narrativa, es decir, los huevos de llamar a las cosas por su nombre –[] en los límites de la ficción– fueron puestos prácticamente todos en la canasta de un enfoque por desgracia limitado y limitante, que privilegia el accionar, las cuitas, las motivaciones y las resoluciones del personaje protagónico, una mujer policía encarnada apenas a título de suficiencia por una actriz de registro tan escueto como lo es Ana de la Reguera. La riqueza de la historia y la inclusión de ciertos personajes, por ejemplo un locutor radiofónico erigido en voz de la sociedad civil, daban para un ejercicio más complejo y más alejado del cliché de la policía justiciera solitaria, que le hubiera venido muy bien a éste que, no obstante, es hasta ahora la propuesta fílmica más honesta y claridosa –en largo de ficción– que se hace en torno al tema de las asesinadas de Juárez». Y bueno, mi carnal es mexicano y uno de los mejores críticos de cine que conozco, así es que pienso que seguramente tiene razón cuando relativiza el valor de la peli, pero para un espectador no mexicano, y lego, el impacto no puede ser mayor.

 

Se me ocurrió un tuit para regalárselo a @adrianagibbsm, mi “cuenta nodriza” gastronómica«Hay un método infalible para verificar si una seta es venenosa o no: servírsela como entremeses a la suegra».

 

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