AVISO : La semana próxima se pospondrá el envío al domingo 2 o el lunes 3 de septiembre, debido a que el sábado día 1 debo participar en una fiesta familiar en Holanda.
Weiß/Colonia, 19.8.
Carlitos también lee mi diario, y esta mañana me encuentro un email suyo donde le infiere una leve corrección a mi penúltima entrada, cuando dije que Jünger, en alemán, significa “más joven”. En efecto, Jünger, con mayúscula, significa “discípulo, prosélito”, y es con minúscula cuando significa “más joven”, en el comparativo regular de “jung” [=joven]. Pero en el caso de Ernst Jünger ese Jünger es apellido, y todos los apellidos se escriben con mayúscula, así es que, como mínimo, resulta ambiguo. Y por otra parte, si alguien le preguntase a Carlitos, en alemán, si él es más joven o más viejo que yo, tendría que responder “Jünger”, uno que también se debe escribir con mayúscula. ¡Ah, la ortografía, qué ciencia del orto!, diría un argentino.
Para que Diny no tenga que cocinar la invito a comer en el Palladio, en la Plaza Maternus de Rodenkirchen, el bus nos deja casi a la puerta, al otro lado de la calle. Es un lugar agradable y con una cocina en orden, por lo que puedo juzgar (es la primera vez que he ido allá). Y el vino, un Chardonnay, en su punto de frialdad, no gélido, como suelen servir los blancos de tantos otros lugares, donde el frío se come el aroma del vino. A la salida, y mientras esperamos en la parada el bus de vuelta, constatamos que tan sólo en la plaza están abiertas tres de las infinitas panaderías de Rodenkirchen. Y es seguro que no tienen abierto para vender pan, sino tortas: para un alemán, un domingo sin su[s] trozo[s] de torta es como un cometa sin cola. Fue de las primeras cosas que aprendí, en 1963, cuando llegué a este país y al poco tiempo empecé a vivir de pupilo donde quienes terminarían siendo mi familia alemana, los Schmickler de Bad Kripp.
Desde São Paulo, mi dilecto Loyola me envía el anuncio de la presentación de su libro # 45: se tiula De esta tierra nada va a sobrar a no ser el viento que sopla sobre ella. Leo una interviú que le hicieron al respecto. Loyola genio y figura, hasta la sepultura, que le deseo lejana, muy lejana. A sus más de ochenta años tiene diez veces más energía que este saco de miserias.
Ibsen me manda el enlace con una noticia acerca de la posible venta de Fuentepiña. Le escribo para decirle que si un millón y medio de lectores de Platero y yo aportase un euro cada uno, el asunto se resolvería por sí solo, entregando luego la propiedad de la finca a la Fundación Juan Ramón Jiménez. Pero ideas tan sencillas son muy difíciles de llevar a la práctica. Lo ideal sería que el gobierno español demostrase tener vergüenza torera y comprase la finca como el alemán compró la casa de Thomas Mann en California, que ni siquiera está en Alemania. Según creo.
Weiß/Colonia, 20.8.
1:45 am : Tal parece que el segundo canal de la TV alemana volverá a emitir desde el primer episodio las cinco temporadas del inspector Banks. Acaban de pasar el primero de la primera. Me apunto para todos los domingos sucesivos, aunque mi opinión acerca de Banks no es de lo mejor: resulta insuperable como detective, pero como ser humano es un pelotudo. Menos mal que el equipo que lo secunda es de oro de ley. Es más por ellos que por el propio Banks que me gustará volver a ver la serie completa. Sorry, DCI !
De Reiner Kunze, la frase inicial de su breve relato “Quince” («Viste una falda que no puede describirse, porque una sola palabra sería ya demasiado larga»), cuando un padre medita acerca de su hija de esa edad. Sólo los grandes poetas poseen esa capacidad de analogía que les permite decir tanto con tanta distancia, tanta ironía y tanta economía verbal, con tan pocas palabras. Es como Juan Ramón cuando dice que Platero, a la tarde, se bebió un cubo de agua con estrellas.
Weiß/Colonia, 21.8.
En La Modicana con Carlitos, y esta vez con Claudia & Javier, recién regresados de vacaciones en Benalmádena. Uno de los temas de conversación ha sido nuestra experiencia más dramática tenida con el mar. Claudia, haciendo buceo nocturno, en Cuba, de repente perdió de vista a su compañero (bucear siempre se hace por parejas, es una precaución elemental). Javier tuvo una experiencia desagradable con aguasvivas [=medusas] en una playa al norte de Mar del Plata, es decir, todavía en la desembocadura del río como león, u séase: color de mierda. Y yo pisé una vez una raya eléctrica, en Punta Umbría, y tuve un atisbo de lo que puede ser que te achicharren en “la silla” de Sing Sing. Si cabe, a partir de entonces me volví mucho más abolicionista de la pena de muerte. ¡¡¡No fuese a tener tan mala pata que algún día me condenasen a ella!!!
Chico en casa, para pasar la aspiradora por el piso. Sus hermanas ya lo hicieron en las semanas anteriores y parece ser que le dijeron que también él tenía que echarle una mano a la madre que continúa impedida para hacer ciertas tareas. Esto del Women Power en la familia Bada Hansen me hace tamblar pensando cuándo es que se van a acordar de mí. Espero que no sea para lavar la ropa. Un lavarrropas es para mì un enigma aún más grande que aquel que la esfinge le propone a Edipo, con la dificultad añadida de que el lavarropas llegó a esta casa con un folleto redactado en nonsensish, idioma harto más complicado que el ikeanish, y con eso lo digo todo.
Weiß/Colonia, 22.8.
Juan Carlos me manda una foto de Covadonga y le agradezco el envío añadiendo que aunque no estuve nunca allí conozco bien el lugar gracias a las transmisiones en TV de la Vuelta a España. A renglón seguido me contesta que este año la Vuelta termina en los Lagos, lo que me extraña mucho porque los españoles son plagiarios natos y no van a renunciar a una etapa final en el Paseo de Recoletos, la Castellana y el Paseo del Prado, que son el equivalente madrileño de los Campos Elíseos. Así es que le contesto: «Lo ideal sería que un año la Vuelta concluyese con una cronoescalada a Los Lagos y que al acabar la etapa se le tomasen pruebas de orina a todos, pero absolutamente a todos, los corredores. Estoy seguro de que a partir de ese momento volveríamos a ver el Giro, el Tour y la Vuelta con el ánimo tranquilo, sabiendo que todos ellos están dopados, que la única incógnita es quién le saca mejor partido al dopaje. Porque no es lo mismo doparse con anfetaminas que con queso de Cabrales o jamón de Parma».
Leyendo Katrina tropiezo con las palabras “huéspeda” y “pasadera”. ¡Y resulta que ambas las dos (© by Cantinflas) existen! Ahora bien, me negaré toda la vida a llamar “huéspeda” a una de las amigas o familiares que se alojen en esta casa, ni a llamar sino “pasarela” a la escala por la que se baja del barco al llegar a un puerto. ¡Por Dios!, como decía Mutis en estos casos.
10:15 pm : Acabo de volver a ver El secreto de sus ojos. Y ya me han dado ganas de ir a mirar en la filmoteca del canal Arte para verla de nuevo, pero mejor lo dejo para mañana. Esta es una de esas pelis a las que les queda casi mezquino el adjetivo “perfecto”, aunque es el único que de lejos acierta a definirla. Pero hay algo más en ella que su compleja perfección, y es lo que te deja con el ánimo suspenso. Creo que puedo definirlo con las palabras de F.S.R., prologuista a una edición de tres dramas de Rostand en la mítica colección Crisol, de Aguilar. Hablando de Chanteclair, dijo que allí falta ese «aire de humanidad eterna que cruza por el Cyrano»; y ese es el aire que circula por El secreto de sus ojos y que por un momento mágico se volatiliza para cederle el papel protagonista a la cámara, que planea desde el alto cielo hasta las tribunas de la cancha de Parque Patricios, la cancha de Huracán, en una secuencia magistral que corta el aliento.
Weiß/Colonia, 23.8.
Leido hoy en el pasquín de Prisa: «¿Cuánto tiempo deberías invertir al día para aprender un inglés u otro idioma?» ¿Cuántos idiomas ingleses habrá en la nube de Prisa?
Arzola en casa, para instalar definitivamente Windows 10. No ha sido la ordalía técnica de la vez pasada porque esta vez venía mejor pertrechado. El problema en que en las pausas de espera hasta que se cargasen ciertos progamas, nos enzarzamos en una discusión sobre religión, a pesar de que me tenía rigurosamente prohibido hacerlo, nunca más en la vida. Acepto sin reservas que cada cual sea feliz, como nos enseñó Federico el Grande, «à sa façon». Lo que me pregunto es por qué no sigue todo el mundo la misma norma, por qué hay gente empeñada en convencerte de que, por ejemplo, Dios existe y de que su Hijo se hizo carne para redimirnos. Por mí, que lo sigan creyendo ellos, pero ¡carajo! que a mí me dejen en paz con mis ideas. Por supuesto que debe existir algo a lo que se ha llamado, desde los tiempos más oscuros, Dios. Pero si no existiese tampoco sería mayor la desgracia que es en el fondo toda la historia de la humanidad. Sólo que hay un abismo al que me niego a asomarme, y es al de la infinita bondad del Dios de los cristianos. Esa infinita bondad sólo sería plausible si al cabo de cualquier tiempo pensable Dios terminara perdonando (pues que si no Su bondad no sería infinita) a Hitler, Stalin, Torquemada, Videla, Pinochet, Idi Amin, Gaddafi, Mugabe, Franco…, a toda esa basura. Ahí es donde ya me cierro en banda y digo rotundamente que no. No por caualidad escribí mi cuento “El hombre que coleccionaba nombres de gabarras”.
Releyendo Katrina al cabo de más de medio siglo, reparo ahora en cosas que con toda seguridad no me hicieron tropezar en la primera lectura. En especial el uso de las expresiones “a obscuras, en la obscuridad, obscurecer, obscuro”, incluyendo ese “obs” que ya casi es el “Obst [=fruta]” de los alemanes, y del que en buena hora nos hemos distanciado. Por curiosidad consulto las ediciones más viejas de mis diccionarios de la RALE, las 18.ª, 19.ª y 20.ª (1956, 1970, 1984) y en todas ellas aparecen “obscuridad” y ocho vocablos más con la misma grafía, si bien también figuran sin la “b”, pero con remisión expresa a la escritura “correcta”, con ella. Recién en la 21.ª edición, de 1992, es cuando se produce la inversión copernicana: ahora “obscuro” y toda su cauda remiten a la escritura “correcta”, sin la “b”. Lo más extraño del caso es que ni al más empecinado de los puristas se le ocurre seguir pronunciando la “b” al decir “a oscuras”, pero en cambio a nadie se le ocurriría dejar de pronunciarla al calificar algún acto u objeto como “obsceno”. ¡Ah, los misterios de la lengua!
Weiß/Colonia, 24.8.
3:28 pm : Le escribo a mi “manitas”: «La compu funciona muy bien, efectivamente es bastante más rápida que antes, aunque no como para hincarse de rodillas y dar gracias al Altísimo, pero casi. El único problema grave, y espero que de fácil solución, es el teclado. Al programar la compu en alemán se jodió la conexión con el teclado, con lo que perdí los acentos y se cambiaron las funciones de la «z» y la «y», desapareció la «ñ», etcétera. Si en este texto no lo notas es porque soy un amante de la pulcritud en la escritura (resabios de 45 años de radio, donde los manuscritos deben llegar impolutos al locutor, para que este no tenga problemas con la lectura) y dispongo de un archivo especial con los códigos para escribir en castellano con un teclado alemán. Espero que me orientes acerca de cómo cambiar el idioma básico del programa o bien cómo implementar el teclado español». De repente se me ocurre una idea, abro el panel de control, ejecuto un par de cambios y a las .3:53 pm le vuelvo a escribir a Arzola: «De tu mejor discípulo: Ya he solucionado el problema del teclado español, así es que descansa tranquilo». Y por decreto de la Real Casa, decido autoconcederme la Medalla al Mérito Cibernético.
Durante la cena hablamos de Katrina, y Diny me confiesa que a veces estuvo a punto de dejar la lectura, apesadumbrada por el destino de Katrina, por la muerte de su hijita, por el machismo de la sociedad en la que vive. Me dice que no sabe si va a ser capaz de terminar de leerla. In petto espero y deseo que sí sea capaz. Ella es un poco como Katrina: no hay fuerza que la doblegue.
Dos nuevos episodios de la serie policial francesa de Candice Renoir, y en ella el reencuentro en los títulos de crédito con “Respect”, porque es la canción identificatoria de la serie. Y ½ hora más tarde concluyo la lectura de Katrina. Dejé anotado un pasaje de arrasadora intensidad, está en un diálogo de Katrina con su esposo, Johan, el marino fantasioso y cabeza de chorlito que la engañó con su labia y se casó con ella para llevásrela a las islas Åland, a una vida de miseria y de trabajos rudos y no bien remumerados… pero ahora tísico deshauciado y en su lecho de muerte, le dice cómo le gustaría que llegasen a ser ricos para adquirir una tumba familiar: «“¡Qué bien me sentiría allí si supiese que había de llegar un tiempo en que vinieras a reunirte conmigo!” ¡Qué importa donde descanse nuestro cuerpo! Si vamos a vivir en otro mundo, Johan, allí nos encontraremos, sea como sea”. “Lo sé, lo sé; si en aquel mundo hay mar y hay puertos navegaré de puerto en puerto hasta que te encuentre”. “Y yo estaré mirando”. “¿Hasta que avistes mi barco?” “Sí”. “Katri…” “¿Qué quieres?” “Allí seré otro hombre…, quiero decir más fuerte, más enérgico, sabré hacerlo todo mejor que aquí…” Katri ocultó el rostro para enjugarse una lágrima: “Preferiría que siguieras siendo como has sido, Johan; de lo contrario correría el peligro de no reconocerte”». En resumen, recapacito qué hizo que desde muy joven me gustase tanto la literatura escandinava: la narración de la vida tal cual es en aquelos parajes, con las mismas palabras sencillas que usarían en sus vidas sus personajes humildes, pobres, hasta simples, pero seres humanos de cuerpo entero. He de volver a leer Bendición de la tierra, uno de esos libros genesíacos.
Weiß, 25.8.
Salió por partida doble, en México y en Colombia, mi columna sobre “La prima Vera en Praga”. Me encantaría poder tener una columna mensual en La Jornada, sobre actualidad social más que política, en Europa. Aterrizar con ambos pies, en las páginas editoriales y en el suplemento sería una gran cosa. Pero no quiero hacer las cuentas de la lechera, dejemos que las cosas se encaucen por sí mismas, que siempre ha sido la mejor conducta a seguir, salvo en casos de emergencia.
En el número doble veraniego de Cuadernos Hispanoamericanos se incluye un dossier de lo más interesante sobre periodismo y literatura, y gracias a él descubro la obra de Eugeni Xammar, un periodista catalán cuya prosodia siento muy cercana a la mía: «Entre todas las prendas de vestir, la más importante desde el punto de vista politico es la camisa». Busco en www.iberlibro.com y descubro que fue el traductor de Doktor Faustus, de Thomas Mann, y El pirata, de Walter Scott. y que sus crónicas de Berlín están editadas en castellano por Acantilado, no así sus memorias, de las que sólo existe el original catalán, malhaya sea (mal que bien entiendo el catalán de la prensa, pero nunca me atrevería a leer literatura directamente en ese idioma, toca joderse y aguantarse).. Pulsaré mis contactos en Barçápolis para guiar hasta mi puerto el velero de sus crónicas.
Es el centenario de Leonard Bernstein y en el canal Arte programan West Side Story, ¡qué falta de imaginación!, ¿no podrían haber programado Candide? Apenas escribo esto y caigo de nuevo en la tentación de oír por pluscuam÷enésima vez el aria de Cunegunda en la inefable interpretación de Diana Damrau cuando el concierto inaugural del Mundial de fútbol del 2006. Jamás brilló tan alto la estrella de Bernstein como en esa noche muniquesa. Y lo que vuelve paradigmáticamente dichosa la performarce de DD es el gesto con que sale del trance en que quedó al final y exhala un visible y casi audible suspiro de satisfacción que quiere decir: «Lo conseguí». ¡Y cómo!
***************THE END***************