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Mientras tantoDe mi diario : Semana 35 / 2010

De mi diario : Semana 35 / 2010


Weiß/Colonia, 29.8., primera hora del día

Chico ha conseguido un nuevo trabajo, como layouter de la revista de una compañía de seguros, y una serie de ventajas formidables: contrato en nómina, mayor sueldo, jubilación empresarial, e ainda mais, la guinda del pastel: en Colonia, ya no tendrá que viajar diariamente a Düsseldorf, donde trabaja ahora. Empieza el 1° de octubre en la nueva firma, y termina de hacerlo el 21 de septiembre en la actual, así es que le dije que si no tenía otros planes ¿por qué no lo festejábamos yéndonos él y yo un par de días a París o algún otro lugar?  Ayer me llamó para aceptar la oferta y después de evaluar las posibilidades de Londres, Madrid, Berlín, Praga y París nos decidimos por Bruselas, que Chico sólo visitó de niño, una vez que pasamos por allá toda la familia. Ahora, aparte de que Bruselas bien vale una misa cantada por el coro de la abadía de Solesmes, está además el atractivo del Museo Magritte, uno de los pintores predilectos de Chico, así es que dí de mano al texto de la conferencia (he avanzado tan poco como nada, sólo he ahormado mejor lo que ya llevaba escrito) y me metí en internet, con tan buena suerte que descubrí una oferta especial e inmediatamente le eché mano: 116 euros ida y vuelta en primera clase con el Thalys a Bruselas…¡¡¡los dos!!! ¡Aleluya!, como dizque gritan durante sus orgasmos los del Opus Dei.

 

Weiß/Colonia, 29.8. (2)

Le reboto a Rolando un artículo aparecido en el suplemento cultural de La Nación, de San José de Costa Rica (donde me continúan debiendo 375$USA por colaboraciones no pagadas desde abril de 2007). Es un artículo sobre pelis que se desarrollan en ambientes carcelarios y le digo a Rolando que hay omisiones y/u olvidos clamorosos: «El hombre de Alcatraz para no mencionar sino una, pero lo que me llama la atención es que afirme que «la internacionalización del cine penitenciario se anuncia a inicios de los años 60, tras el estreno de La evasión (1960), dirigida por el francés Jacques Becker», lo que significa que el autor del artículo ni siquiera sabe de la existencia de Devil’s Island, que es nada menos que de 1939, o sea, tan vieja como yo, y tan nueva todavía. Con un Boris Karloff espléndido y en un papel absolutamente a contrapelo de todos los que hizo (o donde lo confinaron), el de un médico humanitario condenado a prisión en la tétrica isla de la Guayana francesa que luego haría célebre Papillon. En fin, no se trata de una peli que los franceses hayan precisamente promocionado –como tampoco, en el ambiente militar, esa obra maestra de Stanley Kubrik que es Paths of Glory–, quizás sea por ello que no se conoce en Costa Rica». Rolando me contesta: «Strange Cargo (l940) con Gable y la Crawford, Ian Hunter, Peter Lorre, Paul Lukas, Albert Dekker, etc. es otra peli carcelaria que merece la pena. Acabo de consultar con Miss Google y vi que Frank Borzage era el director. La he visto 2/3 veces ¿y quién no con ese elenco? Quizás te acuerdes de la comedia carcelaria con Bogey, Aldo Ray, Ustinov, etc.: We’re No Angels. Y ahí está White Heat con Cagney, y muchas otras más que se filmaron durante The Great Depression; hasta una con Spencer Tracy. La Devil’s Island fue la primera que vi». Y al leer la mención de We’re No Angels se me vienen a la memoria las navidades entre 1978 y 1982, cuando Diny y yo, con los tres niños, la vimos durante cinco años consecutivos en nuestro refugio de Sylt, a salvo de la histeria generalizada de esas fechas.

 

Weiß/Colonia, 30.8. (1)

Voy con la bici a la oficina postal para hacer unos envíos a Medellín, vía Luis Fayad, en Berlín, que volará el sábado a Colombia y los entregará en propia mano a Anacrís y a Héctor. A Héctor le mando, y ojalá le guste, un libro estremecedor, uno de los testimonios más impresionantes de la IIª guerra mundial, una de las obras más acojonantes publicadas en la Alemania de posguerra, y que desde que la leí por primera vez allá por 1965, cuando ya podía hacerlo directamente en alemán, no he cesado de recomendársela en vano a muchos amigos editores, de este y del otro lado del charco grande. Ahora, sin necesidad de mi recomendación, aparece en La Uña Rota, una pequeña, valiente y pionera editorial segoviana, este relato, El hundimiento, de Hans Erich Nossack, que es el libro que le he enviado a mi querido Ettore paisa.

 

Weiß/Colonia, 30.8. (2)

A pesar de que me he pasado el día como quien dice mirando a las musarañas, que en mi caso han sido contestar correspondencia, ver en vivo la tercera etapa de la Vuelta ciclista a España (con la final ascendiendo al Gibralfaro de Málaga) y volver a ver por enésima vez From Here To Eternity (¡qué gozada esta versión íntegra con fragmentos suprimidos en la que se estrenó en su día!)…, a pesar de todas estas musarañas he avanzado hasta los casi 15.000 espacios en el texto de mi conferencia sobre Miguel Hernández. Y la luz al final del túnel ya no es una especie de fatamorgana, de espejismo, sino una reverberación casi incandescente que me hace cerrar los  ojos. Me temo no ser capaz de sacarle todo el partido que se merece a la idea que subyace a la conferencia. Veremos, dijo el ciego. Y andando, que dijo el cojo.

 

Weiß/Colonia, 31.8.

Luis me envía desde Caracas una crónica acerca del libro recién aparecido del socialdemócrata alemán Thilo Sarrazin, Deutschland schafft sich ab [Alemania se autoliquida], donde el autor, miembro además del directorio del Banco Federal, sostiene entre otras cosas que no quiere un futuro islamizado para sus nietos. Y se despacha a gusto acerca de la existencia de un gen judío como también lo hay vasco, dice Sarrazin. La polémica en Alemania está servida, y lo que pasa  es que las tesis de Sarrazin no las expone un neonazi, porque si así fuera me parece que hasta lo habrían crucificado, aprovechando las representaciones de la Pasión en Oberammergau, una vez cada diez años, los años terminados en cero. Y pasa, además, por mucho que clamen contra este libro, que lo que Sarrazin dice en él es en el fondo lo que piensa la gran mayoría de los alemanes. Lo charlo con Carlitos almorzando en La Modicana (invadida hoy por familias enteras, las tres generaciones, festejando el ingreso escolar de sus respectivos retoños). Y tanto Carlitos como yo coincidimos –con prescindencia del escándalo y de las mayorías silenciosas– en que si el señor Sarrazin no quiere un futuro islamizado para sus nietos, debería de dar ejemplo y comenzar por cambiar ese apellido suyo, que lo identifica como alguien de origen sarraceno en mil leguas a la redonda. Ay dios de mi  vida, si es que vivimos en un mundo de una estupidez elevada al cubo: Mundo = Estupidez³

 

Weiß/Colonia, 1°.9.

Avanza el texto de mi conferencia sobre Miguel Hernández, alcancé hoy ya los 25.000 espacios, es decir que pasé el ecuador, me queda menos de la mitad, y al ritmo que voy será como coser y cantar. Me tiene en especial bastante contento que logré redondear el capítulo de los sonidos animales con un párrafo como este: «En su poesía de combate, durante la guerra civil, no vaciló en llegar al improperio, llamándole [in]directamente burro a un político de derechas que se creyó el Mussolini hispano: “Te rebuznó en el parto tu madre, y más valiera / a España que jamás te rebuznara / con esa cara de escobilla fiera / de vieja zorra avara”. Y es que no se andaba Miguel con chiquitas, a la hora de leerle la cartilla al enemigo».         

 

Weiß/Colonia, 2.9., primera hora del día

Acabo de volver a ver La joven que pasaba las páginas de la partitura, una peli francesa que me vuelve a impresionar como cuando la primera vez, el 2006, por su intensidad casi de cine mudo y que actúa a la manera de un soplete oxhídrico en la pantalla interna del espectador. Deja como pirograbada en su memoria la historia de una venganza donde sólo se derrama la sangre de un clavichembalista con ínfulas de donjuán y a quien la ninfa asediada castiga ejemplarmente con su propio instrumento. Es un peliculón. Y el terceto para piano y cuerda de Shostakovich un lujo añadido que se nos da de yapa, tengo que comprar el CD de esta versión.

 

Weiß/Colonia, 2.9. (1)

Por la revista Alverde, de la cadena DM, me entero de que se están cumpliendo 200 años de la publicación de la Teoría de los colores, de Goethe. Me saco de la manga un Impromptu de ca. 3.000 espacios acerca del tema, para ver si hay alguien que pique y me lo quiera publicar.

 

Weiß/Colonia, 2.9. (2)

Acudo al Philarmonie Lunch con Julio. Tres piezas de música contemporánea, una fenomenal interpretación en cada uno de los casos. Y mi convencimiento íntimo de que en el origen de la música se encuentra la percusión. Con lo que llego al resultado de que la mitad de la música contemporánea es una vuelta a los orígenes. Después del concierto nos vamos a comer nuestra habitual sopa de pescado con tinto de Cerdeña y mantenemos un denso diálogo sobre algo que a mato grosso modo puede describirse como la mentira vital, el gran tema de Ibsen. De regreso a casa, en el tranvía, abro de nuevo el primer tomo de la correspondencia de D.H. Lawrence, que me eché al bolsillo para leer en el camino. Y descubro esta frase, al final de una de sus cartas a su buen amigo Edward Garnet: «¿Es martes hoy?  Nunca sé el día que es. La señorita Whale está en lo cierto al sostener que soy bueno. Yo soy bueno. Exprésele mi afecto. Sólo las mujeres tienen ojos para la bondad y, sin embargo, la mayoría llevan los verdes anteojos de la moral. ¡Vale!  D.H. Lawrence». Me sonrío feliz viendo que el gran Lorenzo se despide en esta carta como yo suelo hacerlo por más que no haya Miss Whale alguna para certificar que soy bueno.

 

Weiß/Colonia, 3.9., primera hora del día (1)

Si no me equivoco de medio a medio, el texto de mi conferencia sobre Miguel Hernández está listo, y siento en lo más íntimo que acerté en este golpe de dados. Pero lo dejaré dormir un par de días antes de enfrentarme a él de nuevo, con la lima, la gubia, el escoplo, el cepillo mecánico, así como también el papel de lija y, si fuere menester, algún disolvente poderoso.

 

Weiß/Colonia, 3.9.

Hoy llegó la 7ª etapa de la Vuelta ciclista a España a Orihuela, y en TVMovie, la revista con la programación quincenal de la tele, informan de que la meta de esta etapa es «el pueblo natal del poeta Miguel Hernández, que en 2010 hubiera cumplido los cien años». Chapeau!  Pero a decir verdad, más que ese despliegue de cultura en la página impresa, preferiría menos despelote en la transmisión en vivo por el canal Eurosport. Es una auténtica masacre fonética la que perpetran impunes los reporteros, algo de alquilar balcones: Seryio, Yoaquín, Yulio Yímenes, Yorgue Mártin (=Jorge  Martín), Rúis, Rodrigués, Fernandés, ¡¡Mártines!!, Ígor Anton (=Igor Antón),  Guibralfaro, Vinchente, Garáte, Andalúsia, Dávit, Cesár En fin, que es algo de mear y no echar gota. Pero Dios, en su Infinita Bondad, terminará por perdonarlos.  

 

Weiß/Colonia, 4.9. (2)

Voy en la bici a la oficina postal y de compras. En la oficina postal dejo un paquete para Karin, que viajará a Buenos Aires el día 12 y se ofreció a llevarle un regalo mío a mi querida Susana: espero que le llegue a Karin a tiempo, porque el envío con regalos para Anacrís y Héctor que le hice el lunes a Luis Fayad, quien volaba hoy sábado a Medellín, parece que no había arribado todavía ayer a Berlín, y es lo que yo le comenté a Luis cuando me avisó: que el correo alemán no es más lo que nunca fue. Típico humor de patíbulo, como dicen los alemanes. Y luego, en el supermercado, unas manos que de manera inesperada me ayudan a encontrar lo que yo buscaba a tientas, y los ojos hambrientos de la mujer que me saca del apuro. Hubiera sido una aventura de esas de te cogí, te comí y si te vi no me acuerdo, pero esta vez paso. Un día de estos habría que escribir el Decamerón de los supermercados, que son un vivero de historias.

 

Weiß/Colonia, 4.9. (3)

Me mandó Ibsen un enlace con su blog y un post nuevo acerca de los toros y el béisbol en la historia de Venezuela y me pareció de lo más interesante, y se lo comenté citándole aquello de que «Nunca te acostarás sin aprender algo nuevo», como dicen las putas con alto sentido de la profesionalidad, y que me considerase una de ellas –y además una agradecida– a los efectos de la lectura de sus textos. Él me contesta que Rolando, a quien también le envió ese enlace, había  supuesto que el tema no me iba a interesar. De modo que le escribo directamente a mi amigo de Austin diciéndole que cuando aquí su negro era muy jovencito, y ya lector voraz, cayó en mis manos en la Biblioteca Provincial de Huelva un libro de la benemérita Austral con La vida de las hormigas, de Maurice Maeterlinck, y que en principio lo hubiera dejado de lado, porque el tema no me interesaba un carajo, pero yo no había leído aún ninguna otra cosa de MM y era todavía tan joven que creía que los premios Nobel se concedían a los mejores escritores del mundo; así es que le hinqué el diente, e hice motu propio uno de mis mayores descubrimientos: no hay temas sin interés, sino textos carentes del mismo. Me apasionó tanto ese libro de MM, que no cejé hasta leer La vida de las abejas, La vida de las termitas y La inteligencia de las flores. Cuando más tarde tuve acceso a sus obras de teatro, por las que se hizo tan famoso, no me causaron tanta impresión como sus libros (vamos a llamarlos así) científicos.

 

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