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Mientras tantoDe mi diario : Semana 36 / 2018

De mi diario : Semana 36 / 2018


 

Weiß/Colonia, 3.9.

En El Eco de Weiß, la revista barrial de distribución gratuita, aparece esta vez en la portada el cartero del reparto de paquetes, a quien conozco desde hace años y mucho más desde que viven encima de nuestro piso los nuevos vecinos, adictos a las compras por internet. Así es que llegan los paquetes y no están ellos para recibirlos, pero el repartidor sabe que siempre nos los puede dejar, así es que en los últimos tiempos ni se molesta en tocar el timbre de los vecinos, timbra directamente en el nuestro. Hoy, por la entrevista que le dedica El Eco de Weiß, me entero de que se llama Erwin Schubert (¡nada menos!) y es, entre otras cosas, filatélico. ¡Hosanna en las alturas, ahora ya sé a quien darle una alegría con el abultado sobre lleno de estampillas que no sabía a quien regalárselas!

 

Donde la pedicura, me atendió de nuevo Victoria, a Suzana no le vi el pelo ni quise preguntar por ella, pero le dejé a Victoria, para que se la entregue, una hoja completa del Kölner Stadt Anzeiger con todas las direcciones latinoamericanas de Colonia, incluyendo una de contactos con chamanes, tema que al parecer tiene encandilada a Suzana. Luego, al llegar a casa, y por un email suyo, me entero de que su jefa la despidió hoy tras una borrascosa discusión. Victoria, tan discreta siempre, no me dijo una sola palabra al respecto.

 

En ReWe me asaltó de repente ese sentimiento de la fugacidad de la vida que sólo sé combatir consumiendo. Compré una botella de Single Malt y otra de Rothschild Carménère, mortadela de la mejor, rosbif y jamón de Aragón, que mismamente parecía pata negra. La filosofía que rige esa conducta es que, si me voy a morir, que sea bien comido y bien bebido.

 

Manu me avisó hace un par de días que se iba a reunir hoy con Ángeles, a las 7 de la tarde, en la cafetería del Villamagna de Madrid. De manera que llamé al hotel a las 7:45, pedí que me pasaran con la cafetería y, ya conectado, rogué a la camarera que buscara a la señora Ángeles Mastretta; me pidió que me quedase en la línea; regresó al rato y me dijo que nadie respondía a ese nombre pero de repente se interrumpió para decir que llegaba un señor y se anunciaba como el señor Mastretta. ¡Era Héctor, claro! Yo no sabía que viajaron juntos a la Toscana, con regreso vía Madrid. Estuvimos platicando un poco y me sugirió que llamase hora y ½ más tarde, que ahí ya estaría Ángeles, Y estuvo y platicamos unos 35’ al teléfono, pero no sin que desde el vamos, ya de entrada, me dijera: «¡Pero esa voz, Ricardo, esta voz tuya, tan joven! ¡Ya no vuelvo a creerte nada de lo que cuentas en tu diario de tu vejez y tus achaques!», y lo repitió un par de veces a lo largo de la media hora larga que platicamos. Al cabo de 26 años, ese testimonio de la juventud de mi voz me hizo parpadear de la pura sorpresa. Se lo expliqué remitiéndome a mis 35 años de presencia ante el micrófono. No lo admitió como argumento. Y a decir verdad, por una dolorosa experiencia sé que mi voz suena muy joven. Más en el caso de Ángeles, puesto que sólo nos hemos encontrado una vez en la vida: fue en 1992, cuando nos conocimos personalmente en Fráncfort, en la feria del libro y quedamos amiguísimos y de una completa y absoluta intimidad, también porque yo ya era amigo de su marido, Héctor Aguilar Camín (el grandísimo escritor mexicano que se presenta diciendo «Soy el marido de Ángeles Mastretta»), y porque tanto Ángeles como yo éramos íntimos de su traductora al alemán, Monika López (el apellido le quedó de su marido cubano, a quien conoció en la RDA y con quien se marchó a Cuba). La temprana muerte de Monika selló definitivamente una amistad imperecedera entre Ángeles y yo, ambos inconsolables por semejante pérdida, tan inesperada y dolorosa. Pero vernos, tan sólo aquella vez de 1992. Al despedirnos esta tarde, al teléfono, me dice que parece que no le queda otra sino venir a Alemania el año próximo. Ojalá. Iríamos juntos a dejar unas flores sobre la tumba de Monika, y los llevaría a conocer el museo de Käthe Kollwitz y el cuarto de trabajo de Heinrich Böll reproducido en la Biblioteca Central, y qué sé yo cuántas cosas más. Incluido un obligado alnuerzo en  La Modicana.

 

Weiß/Colonia, 4.9.

Hoy tenemos Carlitos y yo La Modicana para nosotros dos solos. Alguna vez hemos pensado pedirle a la signora que los martes a mediodía no abra para nadie más que nosotros, pero como es lógico no se lo vamos a pedir. Registro que por primera vez en mi vida sólo me como ⅔ de la pizza pequeña, con atún, de manera que la persianita (como la llama Carlitos) le entrega el tercio restante en el consabido “dog bag”. Y la verdad es que he comido no sólo sin apetito sino incluso sin hambre. El inmortal Carpanta me miraría con estupefacción, si se enterase.

 

En un reportaje sobre la pesca con caña, en el diario de hoy, se habla de que las anguilas van a desovar al este de la Florida en “der Saragossa See” [literalmente “el lago de Zaragoza”, en la grafía alemana de ese topónimo español]. Lamentable que el autor del reportaje no sepa que se trata del Mar de los Sargazos [“Sargassosee”, en alemán], pero comprensible su tropezón. En cualquier caso, y en buena hora, me ha hecho recordar el bello verso inicial de “Portrait d’une Femme”, de Ezra Pound: «Your mind and you are our Sargasso Sea». Lo cité en el cuento que escribí casi en lunfardo, en Buenos Aires, allá por mayo del 67.

 

Comienzo la relectura de Ibsen, la de sus obras “contemporáneas”, empezándola pues por Los pilares de la sociedad, título que me gusta bastante más que Las columnas de la sociedad. Por cierto que me escribió ayer Jorge Rodríguez Padrón, emocionado por la cita de El maestro de obras Sollness, que hice en mi diario la semana pasada, y llamando a Ibsen “Don Enrique”, lo que me causó un efecto raro porque para mí el único Don Enrique fue y lo sigue siendo Böll.

 

Weiß/Colonia, 5.9.

0:30 am : Pasaron  la peli Cuatro en un jeep, en el ambiente de una Viena ocupada por las tres potencias vencedoras de la 2.ª guerra mundial + la derrotada Francia, que fue aupada al carro de la victoria. Es el mismo ambiente que en El Danubio rojo y El tercer hombre. Y aunque no se puede decir que Cuatro en un jeep y El Danubio rojo sean malas (no son ni buenas ni malas sino todo lo contrario), lo que pasa es que, quieras que no, las comparas con esa obra maestra del cine que se sacó de la manga Carol Reed, con la complicidad de Graham Greene, la bella Alida Valli, Orson Welles y Anton Karas, y no hay peli que resista la comparación. Tan sólo su banda sonora vale por las otras dos pelis juntas. Y hasta por un par de ellas más. ¡Y ese final, ese final en el cementerio, sin palabras, tan sólo la cítara acompañando el paso de la Valli! ¡Ay mi Rolando querido, tantas veces que hemos visto juntos al tercer hombre en la rueda gigante y en las alcantarillas de Viena, y ahora ni siquiera saber si sigues acá y no en el valle de Josafat! Si todavía lees mi diario, que te sigue llegando cada domingo, no te lo perdono, Rolando, no te perdono tu despedida a la francesa. Y en el valle de Josafat nos veremos las caras, forastero.

 

Regresa Diny de Terborg y recuerdo un par de cosas que no anoté allí y por lo mismo no las mencioné en este diario. Una de ellas quiero rescatarla, y es la hermosura de los dos macizos de begonias en el jardín de Riet & Jan, ubicado en un patio interior de la casa. En la casa de Felipe el panorama era casi idéntico, con la sola diferencia que se trataba de un jardín japonés, para el cual Felipe fue eligiendo una a una las piedras que lo formaban y que encontraba en sus paseos por el bosque con Vasco, el buen Vasco, su perro y, tal vez, su mejor amigo. Y el recuerdo de Vasco me trae el de Tana, la hermosa perra de Esperanza, a la que conocí ya en su declive. Y la docena larga de perros que fui conociendo a lo largo de tantos años en La Chucha, con Hilde y Pepe al principio, con Hilde sola después. Y los cuatro perros recogidos de la calle por César en Sanlúcar de Barrameda. Y los tres perros de mis primeros vecinos en el 11b (en el 11a, nuestra casa, ninguno de los muchos vecinos ha tenido perro): Struppi, Max y Hatari, el gran Hatari, que Dieter nos confiaba cuando se iban de viaje. Mi neumóloga me aconsejó como terapia, la penúltima vez que estuve en su consulta, comprarme un perro. Me lo aconsejó con por lo menos diez años de retraso.

 

En el canal Arte acaban de pasar Wellcome, de Philippe Lioret. Una peli que no es mala, pero me he pasado todo el tiempo pensando en el partido que le habría podido sacar al mismo tema un Ken Loach, un Mike Leigh. Y al final he llegado a la conclusión de que Lioret no se propuso un film de denuncia, aunque la denuncia viene implícita en el desarrollo de la trama y en las conductas discriminatorias y racistas de las autoridades francesas y los habitantes de Calais. ¡Tan luego Calais! Sus heroicos seis burgueses deben revolverse avergonzados en sus tumbas.

 

Weiß/Colonia, 6.9.

0:30 am : Cada vez me convenzo más de que los guiones de la saga de Hercule Poirot con el convincente David Suchet, son mejores que las novelas y cuentos originales de Agatha Christie, usted me diculpará, doña Agatha. And : Honni soit qui mal y pense!

 

He pasado una noche toledana, sacudido por una de esas toses perrunas, como las llamaba mi abuela Remedios. Me acosté alrededor de las 3, me desperté a las 5, fui al baño, regresé al catre y estuve sin pegar ojo, tosiendo y revolviéndome hasta casi las 9 de la mañana, luego tuve un sueño poblado de imágenes incomprensibles y sin relación alguna conmigo, ni con mi vida, así es que finalmente opté por levantarme y poner fin a la pesadilla. Menos mal que, lo deduzco de su silencio, no entorpecí ni interrumpí el sueño de Diny, esa era mi mayor preocupación.

 

Anache me pasa el enlace con una entrevista que le han hecho con motivo de la presentación de su primera novela, Amor en la Nube, en la feria del libro de Paisápolis, como llamo a Medellín, la capital de los paisas [=antioqueños]. Le contesto: «Gracias por dármela a conocer, es muy buena, aunque no coincida contigo en ciertas cosas. Yo sí creo que hoy en día la soledad tiene sentido, hasta más sentido que nunca, es la reducción a persona del «my home is my castle», tan necesaria para entender a cabalidad el mundo masificado en el que vivimos». Me responde casi a vuelta de correos: «Creo que la soledad no deseada es ya hoy en día un accidente debido a no conocer las técnicas, y en ese sentido no tiene razón de ser. La soledad como opción del deseo, esa sí tiene mucho sentido. Tienes toda la razón».

 

Regresa Diny de su gimnasia vespertina de los jueves y me cuenta que ha sido testigo de un ataque a mano armada al conductor del bus; dos chicos jóvenes entraron por la puerta delantera y uno de ellos se lanzó sobre el conductor enarbolando una lata de las de cerveza o refrescos, aplastada hasta dejarla con un filo cortante que el agresor dirigió contra el rostro del conductor. Y los dos chicos desaparecieron de inmediato en dirección al Rhin. La violencia sin motivo está siendo cada vez mayor, y ya ni siquiera la policía intimida, antes al contrario, los policías son uno de los blancos preferidos por estos jóvenes que no vacilo en calificar como degenerados. Me dice Diny, por si acaso la llamase la Policía como testigo, que los hechos pasaron a tal velocidad que nada más pudo retener sino que el joven agresor vestía una camisa blanca y unos pantalones oscuros, pero que en manera alguna estaría en condiciones de aportar más datos para un posible retrato–robot.

 

Weiß/Colonia, 7.9.

1:15 am : Termino de releer Casa de muñecas y me entra curiosidad por ver la versión de la RTVELa obra es tan rematadamente buena, tan milagrosamente perfecta en su estructura, que ni siquiera una mala versión le haría daño, y esta de la RTVE no es nada mala.

 

Diny se fue muy temprano a casa de Montse, donde se quedará hasta el domingo por la noche: Montse y Frank se van este fin de semana a París, donde ella quiere acudir a una feria mundial de la bisutería, de cara al negocio de su boutique. Y yo ya descarté de antemano el trasladar mi domicilio allá durante los tres días, de manera que me toca cocinar, pero hay de qué y con qué. Y de sobra. Por otra parte, con este catarro contumaz y esta tos perruna que no se me quita, capaz que contagio a mis nietos, y eso sí que no me lo perdonaría.

 

Mi columna, que tenía que publicarse hoy en El Espectador, no aparece por ninguna parte en el  caos que regularmente se organiza en esa página los fines de semana. Pero esta es la primera vez que no le reclamo nada a Fernando Araújo, ya debe estar harto de mis reclamaciones casi cada fin de semana. Sólo que si no lo reclamo, quién lo hará por mí. Lo haré el lunes, en el caso de que tampoco aparezca el sábado o el domingo.

 

Weiß/Colonia, 8.9.

Anoche, terminé a las 3:00 am la relectura de Espectros, y me fui directamente a la cama, sin pasar por la aduana de esta pantalla. Mientras me dormía me puse a darle vueltas a la peregrina idea de si en esos espectros del drama, estrenado en 1882, habría un eco lejano del espectro que en palabras de Marx y Engels recorría Europa desde 1848, desde 34 años antes. Al despertarme, con el cuerpo vapuleado por la maratón nocturna de tos, me dije que seguro andaba con fiebre anoche, cuando pensé semejante disparate. Luego sentí cómo llegaba Diny a casa, estuvo en la farmacia para comprarme Contramutan, que es el bálsamo de Fierabrás de la familia para estos casos de catarros cavernosos, y lo es desde unos tiempos ya tan lejanos que nuestros hijos eran más pequeños de lo que es ahora Henri. Aquí yo, pues, como Baroja en algunas novelas, debería insertar un intermedio lírico y cantar la loa del Contramutan. Pero resisto la tentación.

 

Pasan Los chicos están bien, una peli que está como los chicos. Siempre es un lujo ver actuar a una dupla tan buena como Annette Bening y Julianne Moore, dos de mis actrices preferidas. Y la historia está bien contada y no es banal, me distrajo bastante. Pero ya desde ayer se me viene la casa encima, Diny no regresará hasta mañana a la noche, cuando Montse & Frank vuelvan de París, y sin Diny las cuatro paredes de este apartamento son claustrofóbicas de una manera abrumadora.

***************THE END***************

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