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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 37 / 2010

De mi Diario : Semana 37 / 2010


Weiß/Colonia, 12.9., primera hora del día

Acabo de ver The Keeper, una coproducción británico-canadiense cuyo guión muy bien podría haber firmado Harold Pinter. Es una de las mejores interpretaciones de Dennis Hopper que recuerdo, aun cuando hay que tener siempre en cuenta que los papeles de sicópatas son muy agradecidos. Lo que es verdaderamente bueno, además de Hopper y de Asia Argento, es la banda sonora, para mí la verdadera protagonista del film. En cuanto a Asia Argento, encontré el blog de un descerebrado virtual que la calificaba de “bulto”, y que si él (o ella) fuese hija de Dario Argento, también le darían papeles en pelis como esta. Es jodido que no haya una policía virtual de buenas costumbres, para taparle la boca a tanto cretino como pulula por la red con el único objeto de dejar su rastro de baba. Y dicho sea de paso, ¿quién será Dario Argento?

 

Weiß/Colonia, 12.9.

Desayunamos oyendo los Conciertos de Brandeburgo: qué milagro la música de Bach. Y luego, después de la cena, a las 7.15 p.m., concierto de Rolando Villazón en Berlín, transmitido por el canal Arte. Me gusta casi tanto como me disgustó su programa de hace unas noches, donde se lanzaba a cantar “Júrame” y la convertía en una parodia de aria de ópera. Cuando canta ópera, como esta noche, hay que sacarse el sombrero. Se me ha quedado grabado el concierto pieza por pieza, ¡esta memoria mía!Rossini, El barbero de Sevilla; Massenet, Werther; Verdi, La forza del destino; Massenet, Le Cid; Verdi, Un ballo in maschera; Mascagni, Cavalleria rusticana (que hay gente que se las da de saber italiano y traduce como Caballería Rural en lugar de Caballerosidad campesina); Franz Lehár, Das Land des Lächelns, y de postre Sorozábal, La tabernera del puerto. Un programa regio, y que Villazón dominó de principio a fin. Bravo, en especial por el aria de Werther y el de Lehár, que no desmerecieron de las interpretaciones canónicas respectivas, las de Alfredo Kraus y Richard Tauber (o Fritz Wunderlich, para otros)..

 

Weiß/Colonia, 13.9., primeras horas del día

Seguí viendo tele a partir de las 11.20 p.m., estaba todavía en mi semana sabática. Pasaban en Arte un programa dedicado al desnudo, articulado en cuatro capítulos, cada uno presidido por un cuadro arquetípico: la “Venus” de Botticelli, “El origen del mundo” de Courbet, “Los días gigantescos” de Magritte, y una de las antropometrías que creó Ives Klein transformando en pinceles a sus modelos desnudas y embadurnadas de color, restregándose por el lienzo. Todo demasiado académico aunque espléndidamente fotografiado y revelando detalles que escapan a la vista del espectador medio y/o lego, como yo. Luego, exactamente a la medianoche, una peli titulada en inglés Shattered, en alemán Tod im Spiegel [Muerte en el espejo] y en español nada más y nada menos que La noche de los cristales rotos, como si ese no fuese un concepto con un doloroso pedigrí histórico. Menos mal que vi la película –un thriller bastante bien desarrollado, y con una música excelente– sin saber cuál era su título en español porque si no me hubiera pasado todo el tiempo nombrándole la madre e ainda mais el resto de toda la parentela a sus distribuidores en la Mamma Patria. Me hizo pensar en qué sucedería si The Three Burials of Melquiades Estrada lo hubieran titulado para su estreno en España El Vía Crucis. Vade retro!…, hubiera clamado la Conferencia Episcopal en pleno.

 

Weiß/Colonia, 13.9.

Fui con la bici a la farmacia y a la oficina postal. Despaché un paquete de libros y luego casi me arrepentí de haberlo franqueado con las estampillas que lo hice. Si es filatélico alguno de los empleados por cuyas manos pase este paquete, incluyendo al cartero del posible último reparto, mi regalo no llegará nunca a su destino. Cómo puedo ser tan boludo, carajo, franquear un envío así con sellos de colección. Con lo escasos y valiosos que se han vuelto desde que a los normales los escupe la máquina, que parecen todos ellos la oveja Dolly en formato rectangular. Porco Dío!

 

Weiß/Colonia, 14.9. (1)

Comienzo la relectura –Lamy en ristre– de Bomarzo, a la que seguirá la de Paradiso, y vamos a ver si resuelvo la ecuación de compararlas, para mi conferencia de noviembre en San Sebastián. Los dioses todos sean conmigo. Enter.

 

Weiß/Colonia, 14.9. (2)

Leo la columna barranquillera de Alberto Salcedo, buen amigo y cronista de los de marca mayor, y le escribo que me ha emocionado especialmente el recuerdo de Roberto Cantoral –fallecido hace unos meses– «por la razón que te voy a contar: Durante cinco años (1995-1999) fui el conductor de las dos emisiones informativas en vivo para América Latina, de la Deutsche Welle, y siempre las cerraba con música, una música que aludiese a alguna efeméride del día o algún acontecimiento de calidad. Dos veces las cerré en vivo, y una de ellas fue con Rubén Blades en nuestros estudios, a mi lado, poniendo fin al programa con el comienzo de «Pedro Navaja», acompañándose como tabla con el pupitre frente al micro. La otra fue con Roberto Cantoral, que se encontraba en Berlín, en una convención internacional de derechos de autor, y después de entrevistarlo por teléfono le pedí el favor de que me cantase «El reloj», para cerrar con él mi programa. Y así lo hizo, y así se cerró el programa, uno de los más bellos cierres que tuvo, porque el reloj aludía también a la implacable pauta que imponía la programación».

 

Weiß/Colonia, 14.9. (3)

Leído en la página 182 del último # de Cuadernos Hispanoamericanos que he recibido, en la reseña de una novela de Alonso Cueto por Alfredo Bryce Echenique: «A Edgar Allan Poe (…) se ha llegado al extremo de atribuir todo su prestigio entre la crítica francesa únicamente a la gran traducción que hizo de Baudelaire al inglés». Parece mentira que un descubrimiento de semejante calibre –¡¡¡Baudelaire traducido al inglés por Poe!!!– lo haya escondido Bryce como un detalle sólo digno de ser nombrado en passant dentro de la reseña de una novela negra de un autor compatriota suyo. Modestia se llama esta figura.

 

Weiß/Colonia, 15.9. (1)

Almorzamos en La Modicana ayer, Diny, Carlitos, Julio (que me trajo una impagable edición de Cartas sobre la poesía, de Mallarmé) y yo, y comenté que el sábado, entre las necrológicas del diario, había una con una cita de Neruda. Carlitos comentó a su vez que lo que más le llamaba la atención de las páginas de esquelas es que nunca aparecía un Müller muerto, y Müller y Schmidt son entre los alemanes como García y Pérez entre los españoles. Y mira por donde, justamente esta mañana hay en el diario la esquela de un Müller muerto muy joven, a los 33 años, y no sólo eso, en el texto de la esquela se dice que la ilusión de su vida era regresar a la Argentina, volver a Buenos Aires. La familia invita a una misa el domingo en la catedral, una “Misa a [sic] Buenos Aires”, dice la esquela, sin que mi deuda estherna ni Miss Google me puedan dar norte de qué misa se trata. Sea como fuere, lo llamo a Carlitos para que no siga creyendo que los Müller son inmortales, por si acaso estaba haciéndose ilusiones al respecto.

 

Weiß/Colonia, 15.9. (2)

Leo también en el diario que Christo piensa donar sus restos mortales a la Ciencia: «¿Quién quiere pudrirse en una tumba?  Y los cementerios están llenos a rebosar. No tendré tumba ni cruz ni siquiera una losa». Es lo mismo que deseo que suceda conmigo, pero no estoy seguro de que Diny respete mi voluntad.

 

Weiß/Colonia, 15.9. (3)

Reanudo la tardía transcripción de mi diario de viaje, del mes de mayo por España, y al hacerlo encuentro en mi libreta una media docena de anotaciones “autónomas” :

1 : Apunte cultural leído en una pantalla en la estación del Metro de Colonia: «Algunos gallos creen que el sol sale porque ellos cantan» (Theodor Fontane)

2 : Alex (Vera Farmiga) a Ryan (George Clooney) en Up in the Air: «Considérame como si fuese tu vivo retrato, sólo que con vagina».

3 : Visto en la policial sueca Sista vittnet [La última testigo]: En el mueble–bar de su apartamento, el comisario Beck tiene una botella de ginebra Larios. 

4 : Leído en la obra de Miguel Hernández, preparando mi conferencia: «Tengo estos huesos hechos a las penas / y a las cavilaciones estas sienes: / pena que vas, cavilación que vienes / como el mar de la playa a las arenas». “Vas vienes... de la playa a las arenas” ¿Y qué querrá decir eso, si es que quisiera decir algo y no ser una imposición de la rima?  Pues claro que quiere decir algo, porque “el mar de la playa” no es el mismo “mar de las rocas”, pero expresado tal como lo expresa MH, induce a pensar en una tautología, sobre todo porque los verbos, ir, venir, inducen a su vez a pensar en un movimiento, nada menos que desde la playa a las arenas.

5 : Nuevos nombres de gabarras en el Rhin: Lean, Libertas, Venturosa, Vigilia.

6 : La mayor parte de la TV privada no pasa de ser, dicen los críticos alemanes, Tittitainment, que en castellano podríamos traducir como «entrete[tas]nimiento».

7 : En el último número de Nexos leo un texto sobre Onetti donde Carlos Fuentes le endilga al indefenso Borges el dicho de Discépolo: «El tango es un pensamiento triste que se baila». Aquí viene muy bien a cuento aquello del “¡Pero che!”

 

Weiß/Colonia, 16.9. (1)

Anoche transcribí de mi libreta viajera el episodio del gintonic en lo que fue Café de Platerías, en la madrileña plaza de Santa Ana, y ahora busco en mi archivo y oigo una vez más la preciosa canción “Tarde de Otoño en Platerías”, que aprendí de memoria siendo niño, oyéndola por la radio, y es mi sonsonete interior, en un ritornello constante, cuando estoy en los madriles:

 

                    La tarde clara de otoño madrileño
                    que en Platerías tomaba yo café, 
                    con tu vestido gris entrar en el salón te vi
                    y al verte tan bonita me puse junto a ti. 
                    La tarde moría en los espejos, 
                    soñaba el amor en los divanes,
                    y todo yo temblé en el momento aquel, mi bien, 
                    que todo ruboroso mi amor te declaré.

                             (Estribillo:

                    Ay tarde de otoño llena de sol de Madrid,
                    café de mis sueños donde el amor encontré, 
                    ay, 1800, qué lejos ya estás de mí,
                    todo pasó como una luz que yo apagué…
                    Ay tarde de otoño llena de sol de Madrid…

                    

                    Alfonso XII volvía de los toros,
                    Julián Gayarre cantaba en el Real, 
                    y yo en aquel café gustoso te cité, mi bien, 
                    y en sueños de ilusiones inquieto te esperé. 
                    Las luces de gas iban creciendo,
                    la noche llegaba lentamente,
                    y al no verte venir, creyéndome de amor morir,
                    me fui de Platerías pensando solo en ti.

                             (Estribillo)

 

La asincronía de la imagen y el sonido llevan a pensar que la grabación se hiciera efectivamente en el 1800, pero sería curioso que alguien que sepa leer en los labios nos explicara qué es lo que el intérprete canta en realidad. La canción, empero, sigue siendo maravillosa pese a la asincronía.

 

Weiß/Colonia, 16.9. (2)

Rebeca, su foto en el diario, junto con el grupo de activistas de su barrio que quieren que vuelva a fluir el agua de la fuente en la Theophanoplatz (aquí vivió Javier Salinas un par de años), una extraña fuente donde un niño cabalga un pez, y a la cual la ciudad de Colonia le cerró el grifo. Con objeto de recaudar fondos con los que reactivar el suministro de agua, el grupo organizó una verbena callejera, con mercado de pulgas, tómbola, diversas rifas y atracciones. En la foto, como es costumbre suya en estos casos, Rebeca está erguida, mirando arriba y a su derecha, con una semisonrisa en los labios. Bendita criatura, de tan sabio corazón, como su abuelo, mi padre.

 

Weiß/Colonia, 17.9. (1)

¿Para qué se le ocurriría a Carlitos decir el martes que le llamaba la atención, en las páginas de esquelas del diario, que nunca aparecía un Müller muerto?  Del miércoles a hoy van tres días consecutivos en que aparecen esquelas de Müllers difuntos. Llamo a Carlitos y le pregunto antes que nada si ya hizo testamento. Como me contesta que no, le digo que no lo deje para mañana.

 

Weiß/Colonia, 17.9. ( 2)

Sobraron papas de la cena de anoche, y mientras las pico, y luego batiendo los huevos, para freír una tortilla, reconstruyo la cena del lunes. Diny regresó cansadísima de la lidia con Vincent y se dispuso a cocinar, pero argüí que por qué no hacía unas croques Madame, que se montan en un santiamén. «OK», dijo. Al rato me llamó a la mesa, y al ver mi plato pregunté «¿Qué es esto?» «No sé, lo improvisé». Tostada de pan de molde untada con aguacate en vez de mantequilla; encima rodajas de tomate + brotes de soja; luego la canónica loncha de jamón (de Westfalia) y la no menos canónica de queso (Gouda joven), y arriba el huevo frito. Las devoramos en un decir jesús. «Desde ahora la voy a llamar croque Mevrouw», bauticé y decidí.

 

Weiß/Colonia, 17.9. (3)

En el ABC, en un comic de Calderón tomado de Reforma, donde se desmantela una maraña de mitos, mentiras interesadas y verdades a medias en torno al bicentenario de la independencia de México, la tercera viñeta dice así: «La arenga original de Dolores se desconoce. No fue “¡Viva México!”»  Y la pregunta que me planteo es: si se desconoce, ¿cómo se sabe que no fue ésa?

 

Weiß/Colonia, 17.9. (4)

Un bueno y querido amigo me escribe desde el otro lado del charco grande, hablándome de la cerrilidad del independentismo vasco, y concluye: «Lo último que este mundo necesita es otro país del Tercer Mundo». Ay ay ay, cuánta razón tienePero «cuando España se independice de Euskadi…», como decía el malogrado Felipe, ¿qué otra cosa podrán esperar los vascos?

 

Weiß/Colonia, 18.9.

Abro la estafeta antes de desayunar, despacho un par de mails que dejé preparados ayer en la bandeja de salida, entre ellos el de felicitación a Faustino por su cumpleaños, y luego abro la bandeja de entrada y me encuentro mails de Rolando y de Helen. Los abro por este orden y el de Rolando es una triple pregunta: «¿Murió Helen? ¿Cómo? ¿Cuándo?» Y a las preguntas sigue la transcripción de un mail de Helen en inglés y español que dice así: «A todos mis amigos y conocidos les informo que ayer comencé mi viaje sin equipaje, es maravilloso viajar ligero, me hubiera gustado terminar personalmente mis proyectos pendientes. Agradezco su amistad y cariño. Helen». Ni siquiera miro el mail de Helen. Llorando, cliqueo la Jornada en la lista de Favoritos y allí está la noticia. Nuestra Helen ha muerto. Y ha tenido ese gesto, tan suyo, tan elegante, de dejar encargado que los amigos recibamos su mensaje de despedida. Helen querida, cuantísima ausencia dejas

[Luego, leyendo el diario de hoy mientras desayuno, descubro la esquela fúnebre de la señora  Hedda Charlotte Ulzenheimer, y en ella, encabezándola, casi como un eco de la despedida de Helen, unas palabras de la difunta: «Zu Hause war ich nur zu Besuch, das Schönste ist Reisen (En casa sólo estuve de visita, lo más bello es viajar)»]. 

 

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