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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 37 / 2023

De mi Diario: Semana 37 / 2023


Rodenkirchen, 10.9. 

Lillian me manda el enlace con un texto de la BBC dedicado a la reciente edición de un Diccionario de Mexicanismos con el patrocinio de la Academia de la Lengua del país de Rulfo. Le doy las gracias y añado: «Yo tenía el de «mejicanismos» [sic] de Santamaría, me lo regaló Adolfo Castañón en una lejanísima feria del libro en Fráncfort, y ahora se encuentra en la Biblioteca que llevará mi nombre en el Centro cultural Antonio Machado, acá en Colonia. Curioso que en el artículo de la BBC no se lo mencione para nada, como si el de la Academia fuese el primero. Hijos de la chingada».

Vamos a almorzar al Steep’s. Hoy tiene libre Tom. Le sustituye una camarera que ya nos atendió una vez, también en un domingo libre de Tom. Se queja del calor infame que nos agobia. Le digo que soy andaluz y me vine luyendo de aquél horno. Ella se alegra al saber que soy andaluz. Siempre pasa sus vacaciones en Estepona, durante la primavera. Le encantan el lugar y la gente. Se entusiasma cuando le digo que a Málaga la llamo Buénaga. Le cuento que a eso de mis 14 años le escribí una carta a un compañero de colegio que pasaba vacaciones allí, y su dirección la puse en verso y terminaba así: «Señor cartero de Buénaga /¿qué más datos quiere usted?» Y la carta le llegó a mi amigo. A ella, uno de los lugares que más le gusta es el Tajo de Ronda, el hotel donde se alojó Rilke, la hermosa plaza de toros, la primera de España (no le mencioné la de Campofrío, para no rebajar su perfil de mi Al Andalus)Diny encargó un Flamkuchen con camembert y arándanos rojos que estaban diciendo mismamente “¡Comedme!”  Yo pedí mis mejillones à la Provence con lonchas de baguette en vez de pommes frites pa mojá en el caldo de pescado. Le dije a la camarera que felicitase al cocinero, es la tercera vez que como mejillones acá y hasta ahora no encontré ni uno solo cerrado. Menudo milagro.

Rodenkirchen, 11.9.

Pienso: Casi cada día muere un hijueputa más, puede ser uno tan  famoso como Putin o ignorado como los millones que le sobrevivan. «¿Quién habla de victoria?  Sobrevivir lo es todo»  Pues eso, joder, colega Rilke. Y este día, en una calina asfixiante, se nos ha ido como quien se desangra, diría don Segundo Sombra.

Rodenkirchen, 12.9.

Me cito con Sirio para las 12:30 en La Modicana, pero quiero llegar 20’ antes para explicarles a la signora, Minou, Gabi y Carlo las razones de que ni Ulli ni Carlitos pueden venir a comer allí hasta después del 3.10., cuando –así lo quieran los dioses– termine el tratamiento clínico de Ulli. Pero hice la cuenta sin contar con el camarero, como se dice en alemán. La KVB (a la que siempre he honrado con el dudoso elogio de ser la peor compañía de transportes públicos del país) me tuvo 30‘ esperando el bus, con el resultado de que Sirio ya me estaba esperando delante de La Modicana. En fin, hubo las explicaciones y presentaciones necesarias, y Sirio y yo comimos y platicamos rico sentados a nuestra mesa de siempre.

A propósito de mi próxima columna en El Espectador, de Bogotá, sobre los 15 años de la bancarrota de Lehman Brothers (en la que perdí algunos de mis ahorros), mi compadre José María, a orillas del Cauca, en Colombia, me escribe lo siguiente: «Creo que es menos ruinoso el nunca haber tenido nada, en billetes hablando; que el perderlo todo en una jugada del «dueño del tablero» del Monopoly mundial, y más ahora que estamos a un click de cualquier desastre; de cualquier tipo». Le contesto lo que sigue: «Le explicaré mi caso con plastilina, compadre. Entre enero 1965 y septiembre 1972, como free lancer, gané miles y miles de marcos alemanes en la Deutsche Welle. La cosa era que no tenían un puesto de planta para mí, pero a toda costa querían que me quedase​, así es que me atiborraban con encargos de textos y traducciones. Cuando finalmente tuvieron un puesto de planta para mí fue en agosto 1972, pero entretanto las redacciones de la DW que tenían que ver con el idioma español convinieron en que las emisiones normales debían continuar, pero, al margen de ellas, había que fabricar, todos y cada uno de los días que duraban los Juegos Olímpicos de Múnich, un programa de una hora con los reportajes donde nuestros colegas enviados a Múnich informaban del desarrollo de la Olimpiada bávara. Y los colegas responsables coincidieron en que la persona más apta para llevar a cabo la tarea (grabación y edición  de los reportajes, coordinación del material recibido, decisión sobre lo descartable, redacción del manuscrito de la edición y eventualmente alguna glosa humorística sobre algo de lo sucedido en Múnich) era aquí tu negro. Yo acepté poniendo tres condiciones: a) que mi contrato de planta fija comenzase el  1.º de octubre; b) que durante el mes de septiembre se me pagasen dos sueldos completos; y c) que dos días después de los JJ.OO. pudiera irme de vacaciones a España, no sólo porque mi hermana había retrasado la fecha de su boda para que nuestra familia pudiese viajar a Huelva después de la Olimpiada, sino porque, además, yo estaría líteralmente en las cuerdas, como dicen los reporteros de boxeo. Me las aceptaron sin pestañear. De aquellos días me quedan dos recuerdos. Uno divertido: mi jefe había decidido ponerse una pluma en el sombrero reportando la carrera de los 100 m lisos, la estrella del atletismo, y no lo hizo mal, sólo que durante los escasos 10″ de la carrera. sólo pronunció​ una vez la palabra «segundo»; las demás veces dijo siempre «minuto»: mi director de grabaciones, el chileno Leonardo Martínez, y yo, nos miramos desolados; y ahí comenzó la feroz búsqueda de la palabra «segundo» dicha por nuestro jefe en otras grabaciones, hasta que tuvimos  la cantidad suficiente como para sustituir sus «minutos» de la carrera de 100 m lisos en los segundos de otras carreras. Leonardo y yo nos abrazamos al oír el resultado final. Nadie descubriría jamás semejante colcha de retazos. El otro recuerdo que me queda de esa Olimpiada está relacionado con el asalto a los alojamientos de la delegación israelí por un comando palestino. Leonardo, y el argentino Volkher Schmitz–Merz, quien era el locutor de la emisión especial, me agarraron en una especie de ​tenaza diciéndome que, ​por ser el  director del programa, yo debía escribir una glosa al respecto, aun cuando no fuese humorística, como fue la idea original. El problema era que yo, en el conflicto palestino–israelí, ​igual que lo haría don Quijote, no tenía ni tengo ninguna duda de por qué lado decantarme. Al final sucumbí a mi deber laboral y escribí un texto del que estaba tan avergonzado que no lo incluí en el protocolo de la emisión. Ni conservé copia del mismo. A veces uno, quieras que no, tiene que tragar sapos. Lo que no quiere decir que yo estuviera de acuerdo con el criminal atentado de que fue víctima la delegación israelí. Que conste en acta, Señoría. Y para cerrar el capítulo de mis ahorros, lo cierto es que Diny y yo somos bastante frugales y nunca tiramos manteca al techo, como gráficamente dicen en el Rio de la Plata. Nuestro único lujo han sido los viajes, pero con tan buena fortuna que en Berlín, Hamburgo, Berna, Budapest, París, ​Granada, San Sebastián, Valladolid, Madrid, Huelva, Managua, Buenos Aires y Montevideo, siempre nos hemos alojado en casa de unas amistades. es decir, nos hemos ahorrado la factura grande, la del hotel, que nos hemos gastado ​en comilonas con las amistades que nos alojaban o con la familia. ¿Te queda claro el panorama de por qué tengo algunos miles de € invertidos, y que ojalá lleguen a disfrutar mis hijos y mis nietos?

Rodenkirchen, 13.9.

En mi próxima columna en EE conté que Frank, mi yerno, que es especialista en inversiones, entendió mi depresión al enterarme de que la quiebra le significaba un pìcotazo a mis ahorros de toda una vida; pero me dijo a manera de miniconsuelo que los Lehman Brothers tenían engañados hasta al lucero del alba. Mi deuda externa, que conoce el texto, me escribe que le gustaría saber «qué es lo que te dijo realmente tu yerno en alemán, y que vos traducís como «el lucero del alba»». Le contesto: «”Gott und die Welt [=A Dios y al mundo]”. Eso fue lo que me dijo, pero me gusta muchísimo más como me lo hubiera dicho mi abuela Remedios. Besos desde el limes, con tormenta al fondo. Ha llovido desde las 8 pm, cuatro horas, es un alibio tan grande que sólo debería escribirse con b».

Almuerzo con Diny en Steep’s. En la mesa vecina come solo un viejo coloniense con quien pegamos la hebra hablando de Böll, a quien no conoció personalmente pero lo ha leído y le gusta mucho cómo escribía. Le hace gracia, pero al mismo tiempo lo aprecia, que yo siempre lo llamase Don Enrique. Cuando se va, a los pocos minutos le sustituye una pareja que me parece desavenida y donde la señora tiene pintadas de verde mar las uñas de los dedos de las manos y de los pies, y calza unas sandalias que se verían muy bien si fueran calzadas por la garota de Ipanemapero no por esta sexagenaria que al parecer se niega a serlo. Diny repitió su buena experiencia del domingo con un Flamkuchen con camembert y arándanos, y yo me decido por los mejillones à la provenzal. Dejaré los Reibekuchen para los meses sin “r” en su nombre: en estos, le seré fiel a los mejillones.

Rodenkirchen, 14.9.

Vamos a almorzar a Linos Weine por segunda vez, pero el camarero nos reconoce enseguida. Olvidé la vez pasada decir que se encuentra al final de un pasaje parcialmente techado entre la calle principal de Rodenkirchen y la Maternusplatz, pasaje que he usado desde diciembre 1975, al mudarnos a Weiß. Y cuando termina su trecho techado viene la tapia de un jardín que llega hasta la Plaza, y del que las enredaderas y otras plantas se enciman sobre el borde de la tapia y me hacen recordar siempre esa espléndida novela de Giorgio Bassani que es Il giardino dei Finzi Contini. Aquella primera vez, además, cruzó por delante de nuestra mesa una vistosa mujer luciendo un traje rojo sin mangas, con unas tirantas muy finas, al lado de las cuales se emparejaban las negras de su corpiño (odio palabras como sostén, sostenedor, brassiere, no digamos ya portabusto) y mi asociación mental fue inmediata con  Rojo y negro. Y me dije para mis adentros lo que ya escribí allá por 1957, 1958, en mi cuento “Macho dulce: «Significa, my dear, que estamos ¡¡podridos!! de literatura».

Rodenkirchen, 15.9., 15.º aniversario de la bancarrota de Lehman Brothers

La Dra. Kopp sustituye a la Dra. Deckling, que anda de vacaciones hasta el lunes. Es más joven que su sustituida y de una eficacia anonadante. Me ha restituido la fila completa de los dientes superiores, de manera provisional, y eso trabajando todo el tiempo con la lima de agua a presión, y lo que es más asombroso para mí: ¡sin anestesia! Al despedirnos tuvimos un pequeño diálogo porque le interesó saber qué razón había para que un andaluz se viniera a vivir a Alemania. Es en circunstancias como esta cuando más siento el peso de los años. Y más pienso en el Dr. Fausto, y más lo entiendo.

Comemos en el chino a ½ tarde. Podríamos haberlo hecho a mediodía, puesto que hoy no tuve que esperar a que pasaran los efectos de la anestesia, pero el calor era tan asfixiante que decidimos dejarlo hasta las 6 pm. Diny pidió su nasi goreng, yo mis langostinos empanados, esta vez encargué ración y ½, seis en vez de cuatro. Total, sólo se viven dos días, ¿por qué no vivirlos a gusto?

Una trujamana amiga me pregunta por la generosidad de Mario Benedetti, y le contesto que «sí, Mario era una persona entrañable. Siempre que íbamos a Madrid en los meses boreales de calor (los australes los pasaba en su Montevideo, y la rotación tenía su origen en el asma feroz que padecía), siempre nos encontrábamos para almorzar un día juntos, él, mi mujer y yo. Mi mujer era muy exigente en lo que a mis amistades novelistas e intelectuales se refería: ahora está semidemente, en periodo avanzado, y ya casi no recuerda mucho de aquellos años, pero a Mario lo sigue amando como entonces, e igual le pasa con Cortázar, con Héctor Abad, con Pepe Ovejero, con Guelbenzu, con Raúl Guerra Garrido, con Enrique Vila–Matas alojado en nuestra casa la primera vez que visitó Alemania, con Galeano (que se refugió con su mujer en nuestra casa, cuando escapó de Buenos Aires. amenazado de muerte por la tétrica Triple A), con las argentinas Susana Sisman y Esther Andradi y su compatriota Osvaldo Bayer, con el inolvidable chicano Rolando Hinojosa, nuestro huésped de todos los veranos, con Luis Fayad y su mujer, Charo, de quienes tantas veces hemos sido huéspedes en Berlín, y no me olvido de Ignácio de Loyola Brandão, otro entrañable, con quien pasamos horas muy felices en Berlín y París, ni de Lizandro Chávez Alfaro (de él y de su esposa mexicana, Lillian, fuimos huéspedes dos veces en su residencia como embajador nicaragüense en Budapest), seguramente olvido a alguien, pero no por mala intención sino por sobresaturación de «mis pequeñas células grises», como diría Hercule Poirot. Sea como fuere, te adjunto una foto en la que tienes que observar cómo mi mujer miraba a quienes no tragaba (mírala con el zoom a tope), y el obituario que le dediqué a Mario en la revista Nexos, de México. Ya me contarás». La foto:

No han publicado en EE mi columna dedicada a recordar los 15 años de la bancarrota de:Lehman Brothers. Hoy era la fecha de la efeméride. Qué habrá pasado.

Rodenkirchen, 16.9.

Vamos a comer al Bistro Verde con Ulli, Carlitos y PauL A Paul le llevo un ejemplar de Moabit, la novela acerca de su barrio preferido de Berlín, donde además se encuentra una prisión famosa muy cerca de donde reside el presidente federal. Y a Ulli y Carlitos les llevo los tres ejemplares del libro de poemas de Marjorie que tradujo Carlos años ha, y que recién sale publicado por obra y gracia de Amazon. Marjorie quiere una foto de la entrega de uno de los ejemplares a Carlitos, porque ella misma todavía no ha recibido un solo ejemplar de los que le corresponden. Aprovecho que Carlitos ha venido hoy con  su sombrero de paja, de manera que me encasqueto el mío y Ulli hace la foto:

Repasando las entradas anteriores antes de subir la entrega a Fronterad, al llegar a la de ayer sobre los amigos míos que ama Diny, tengo que echarme a reír por lo pelotudo que soy, me he olvidado de cuatro de los principales: Álvaro Mutis (quien la quería casi como a una hija), Gonzalo Rojas (otro de los que se ha alojado en nuestra casa). Javier Maderuelo (uno de los hombres verdaderamente sabios que he tenido la fortuna de conocer) y el entrañable Fernando Carvallo, filósofo, políglota y un periodista con toda la barba, quien nos dio a conocer París de una manera profunda y documentada, y con quien hemos compartido horas y horas de pláticas sabrosísimas, porque Fernando, amén de su cultura refinada y sus muchos saberes, es un conversador nato, habilidad tan rara hoy en día, donde las charlas suele ser sin sustancia alguna, meros bla bla bla.

Al subir estas notas a Fronterad, y por un inexplicable (para mí) salto cronológico, de repente me encontré en medio de mis entregas del año 2010 y no se imaginan ni se pueden imaginar cuál ha sido mi sorpresa al encontrarme con que una de esas entregas estaba rotulada así: «Semana 26 / 1010». Un error de mil años que se ha perpetuado durante 12 años y 37 semanas. Me ha hecho recordar el sabio consejo que me dio Felipe la primera vez que le sustituí en la traducción y la corrección de las galeradas del boletín informativo del gobierno federal, entonces en Bonn. Respecto de la traducción Felipe no me dio ningún consejo porque sabía lo que yo podía hacer, pero en lo que se refiere a las galeradas me puso en guardia: «Si se te escapa un error en el texto, ni modo, pero donde no se te puede escapar ninguno es en los títulares». ¡Cómo debe haberse reído, en su despacho del Valle de Josafat, al verme corregir, contrito, ese malhadado 1010!

*******************THE END******************

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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