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De mi Diario : Semana 38 / 2010

Weiß/Colonia, 19.9. (1)

Etapa final de la Vuelta, con meta en la Cibeles: Veo la transmisión en vivo, íntegra, desde que el pelotón entró en la ciudad, sólo por el placer de las tomas aéreas; una vez más la alegría de volver a descubrir que Madrid es una de las capitales con más espacios verdes en Europa, no ya como Berlín (donde casi hay más verde que ciudad, y ya es decir), pero harto más que en París, por ejemplo. A cambio, el martirio auditivo de esos reporteros alemanes masacrando la fonética castellana: Guijón, Yacobeo, Gáldos, Mártines, Yímenes (por Jiménez), Yose (por José), Teyo (por el Tajo, como si Toledo estuviese en Portugal), Óros (por Oroz), y no sólo eso, sino que cuando la cámara muestra la fuente de Neptuno le informan al espectador que esa es la fuente de Cibeles. Etc. Días pasados escribí aquí que los melómanos alemanes suelen establecer así la gradación del adjetivo “dumm” (= tonto): tonto, más tonto, tenor. Por mi parte pudiera ser también así: tonto, más tonto, reportero deportivo.

 

Weiß/Colonia, 19.9. (2)

Le escribo a Rolando que acabo de ver, por quinta o sexta vez, French Kiss, y que creo que es «una de las mejores comedias de los 90, infravalorada por la crítica, pero tan buena que te tragas sin rechistar las tres canciones de los créditos al final: «La vie en rose», «La mer» y «Someone like as you»; y «La mer» («Luc, cántame otra vez esa canción de Bobby Darin», ¡oh manes de Charles Trenet!), dicho sea de paso cantada por Kevin Kline en francés. KK es un actorazo del carajo, pero la Meg está aquí en su mejor momento, a la mitad del camino entre When Sally Met Harry (¿o es al revés?) y Sleepless in Seattle, de un lado, y Yo’ve Got A Mail y Kate & Leopold, del otro, ¡qué doce años de carrera, mamma mía!, y eso que no he metido en la cuenta When A Man Loves A Woman, ni tampoco City of Angels, que no me gustan, porque a Meg no le va lo dramático, y en la segunda además interviene Nicholas Cage, con su cara de palo. Pero joder, sólo quería platicarte lo del libro de Ingrid Betancourt, y mirá vos por dónde andamos ahora Debe de ser cosa del Seven Oaks on the Rocky Mountains. Cheers again, doc, Hinojosa man!»

 

Weiß/Colonia, 20.9. (1)

No sé inglés, pero sí sé que las palabras de despedida de Helen, en inglés, son más hermosas y más dicientes que las que escribió en castellano: «To all my friends and Acquaintances: This is to let you know that as of yesterday. I have travelled ligth and I am now in the big blue. It´s great to travell without any luggage. I regret not having finished all my pending projects personally. All my best. Helen». Helen, no te me despintas del pensamiento desde ayer. Cuando regrese de Bruselas, el sábado, me pondré a buscar los fabulosos dibujos que hiciste para ilustrar mi homenaje a Christian Morgenstern y sus criaturas recreadas por mí en español: el eMefante, la sardina mensajera, la mariprosa (en cuyas alas, si bien recuerdo, pusiste palabras de Rulfo)Quiero que se publiquen, en homenaje a tu talento tan singular, mi Helen querida. Éramos muy cuates tú y yo por aquello que yo llamo, llevándole la contraria al viejo Goethe, “las afinidades selectivas”. (Los alemanes, siempre tan solícitos, pedagógicos y sobradores, cuando hablo de mis Auswahlverwantschaften me corrigen solícita, pedagógica, sobradora e invariablemente con una sonrisa exculpatoria para mi desliz de guiri irredimible:Wahlverwantschaften, Herr Bada, Wahlverwantschaften”, pero todas las veces los dejo con los calzoncillos en los meros tobillos –¿te acuerdas?– cuando les replico: “Sí, ésas son las de Goethe, las mías tienen más pedigrí”).

 

Weiß/Colonia, 20.9. (2)

Estoy siguiendo con mucho interés el tema del rescate de los mineros enterrados en el desierto de Atacama. Hoy, el diario le dedica la página de reportajes, y ahí leo testimonios que me llegan muy adentro, como el de la mujer que aguarda en Copiapó la salida de su compañero, y que se pregunta angustiada, y con razón, si la persona que saldrá del pozo será la misma que entró en la mina, si esta situación límite que está viviendo no hará de él otra persona distinta. También leo detalles surrealistas en el reportaje, como que en torno al lugar trabajan equipos de médicos, enfermeras, sicólogos, dietólogos, expertos en submarinos de la Marina, ingenieros y técnicos de comunicación. Y aunque sé que las fuerzas armadas chilenas son de lo mejor equipado que hay en América Latina, no podía imaginar que llegasen a un extremo tan sofisticado como tener submarinos de Tierra y/o de la Aviación. Joder, qué tíos. Se explica que ganaran la guerra del Pacífico y le afanasen a Bolivia su salida al mar. Con submarinos aéreos, así, cualquiera.

 

Weiß/Colonia, 20.9. (3)

Me trajo el cartero el envío del último # de la revista Nous Horitzons, de la fundación ecologista catalana del mismo nombre, que me parece magnífico y casi lo he devorado, porque mi catalán pasivo está a bastante buen nivel. «Dicho sea de paso –como le comento a Sandra Cruz, mi contacto en la fundación–, si yo fuera un presumido podría decir que desde ahora, además de al portugués, italiano, griego, ruso, francés, inglés, alemán y neerlandés, también estoy traducido al catalán [mi artículo sobre Heinrich Böll], lo cual es cierto, pero tan sólo a nivel de artículos en revistas y suplementos, así que mejor escondo esa pluma en la cola de otro pavorreal».

 

Weiß/Colonia, 21.9.

Los programadores de TV alemanes parecen haberse enterado de mi viaje a Bruselas mañana a las 7.44 a.m., lo que significa que deberé levantarme a más tardar a las 5.45 (la estación central está a una hora de mi casa) y por consiguiente deberé acostarme muy temprano. Sabedores de ello, estos boludos han programado para las 0.20 Olga, la peli brasileña que cuenta la vida de Olga Benario, la compañera de Luis Carlos Prestes, entregada por la policía de Getulio Vargas a la Gestapo a pesar de estar preñada con un hijo brasilero, lo que la convertía en intangible para la ley. Pero es que amén de Olga, a las 0.25 han programado Hard Candy, y por si faltaba poco, a la 1.05 Nueve reinas, una peli argentina que aún no conozco y me han hablado muy bien de ella. Esta programación inductora al homicidio premeditado de sus autores, me cabrea muy en  especial por no poder ver Hard Candy, que en algunos países de América Latina se tituló Dulce venganza y en otros Niña mala. Fue la consagración como actriz de Ellen Page, quien como dice Milan Paulović, mi crítico preferido, «después de hacerla ya no necesitó más  mucho bagaje al postularse para otras pelis (por ejemplo Juno, o Inception): tan sólo un DVD de Hard Candy». El que con niños se acuesta, cagado amanece, decía mi abuela Remedios, que era una sabia, y me pregunto qué es lo que hubiera dicho de alcanzar a ver Hard Candy. Lo más probable, por ser una sabia, es que habría dictaminado que quien chatea con niñas, se arriesga a que lo capen.  

 

Weiß/Colonia, 22.9.

6.35 a.m., salgo de casa siendo noche oscura. Atravieso el jardincito junto a la parada del bus sintiendo cómo el rocío se cuela por las rejillas de mi calzado deportivo y me infunde una rara sensación de comienzo de alguna aventura. En Rodenkirchen, donde la parada del tranvía, ya se asoma el alba de este miércoles, y cuando llego a la estación central es de día.

 

En el Thalys, camino de Bruselas, 22.9.

En Bruselas estamos invitados en la casa de Renate y José R., sólo que él, recién regresado de   Australia, se ha ido ya a Barcelona, y Renate nos dejará el viernes, camino de Madrid, donde se reunirá con José R. (Joserre, según mi uso, que él terminó adoptando). Bruselas, en la colección Las Ciudades, de Destino, fue el primer libro publicado por nuestro hoy invisible anfitrión. He traído conmigo el ejemplar, para cotejar impresiones. Dice la dedicatoria: «Para Dini y Ricardo con un fuerte abrazo, José Ovejero, Bruselas , 25 de Abril de 1996». Entretanto, nuestro Joserre se ha convertido en uno de los valores más sólidos de la literatura española. Todo esto se lo cuento a Chico durante la hora y 45’ del trayecto del Thalys, Colonia–Bruselas.

 

Bruselas, 22.9. (1)

Desayunamos por segunda vez, ahora con Renate, que nos esperaba con café y cruasanes. Noto alegre que Chico se siente como en casa. Dejamos el equipaje en nuestros cuartos (seis tramos de escaleras bruselesenses, el mejor entrenamiento para montañistas dispuestos a escalar el Nanga Parbat) y nos lanzamos a la calle. Larga caminata por el dédalo del centro hasta desembocar en la Gran Plaza donde el duque de Alba hizo decapitar a Egmont. Invito a Chico a un gintonic de Bombay Zephyr en La Chalupe d’Or. Cuando los encargo, el camarero quiere saber si la ración de gin ha de ser simple o doble. Doble, la duda ofende, y aún sabiendo que ese nivel doble de Bruselas apenas llegará a ser 2/3 del simple en Madrid. 39.20 € se asombra Chico cuando ve la cuenta. Y sí, le explico, es lógico que si el robo a mano armada es la institución capitalista por excelencia, no se le puede negar a un bar de la Grand Place lo que se le acepta a los financieros y directores de bancos, esto es, enriquecerse a costa del prójimo.

 

Bruselas, 22.9. (2)

De camino al Space Jacques Brel pasamos por donde el Manneken Pis, que hoy está vestido de talar universitario. Nauseabundo. Pero los turistas chinos (ya los distingo de los japoneses) lucen felices retratándose con el meón. Luego llegamos a la plazoletita donde se ha establecido la Fundación JB y tenemos la suerte de disponer para nosotros solos, durante una media hora, de todo el espacio. Cuando empiezan a afluir más visitantes ya hemos recorrido y “auscultado” la exposición íntegra, y ya Chico me ha susurrado al oído, nada más entramos en la maqueta del estudio de grabación donde pudimos ver, a solas, la filmación de “Mijn flakkeland”, la versión flamenca de “Le plat pays: «Mira, se me ha puesto la carne de gallina».

 

Bruselas, 22.9. (3)          

En el autobus 29, de regreso a casa, discusión entre dos viajeras, una joven que increpa a una vieja porque a pesar de verme caminar pesadamente y apoyado en el bastón no me quiso ceder  la mitad de un asiento en el que cabíamos cómodamente los dos. Menos mal que al fondo del bus había dos asientos vacíos, y al lado una madre con su hijo (él de la edad de Vincent), a quienes oigo hablar y me pregunto si serán ecuatorianos o colombianos. Pregunto derecho viejo y ella me dice que es ecuatoriana. La miro todo el tiempo que converso con ella, reconfortado de la dura polémica cristiano-occidental en el otro lado del bus, por su belleza madura y dulce.

 

Bruselas, 22.9. (4)

Renate prefiere que no salgamos a cenar, hacer una cena fría en casa, con jamón de Parma y un montón de quesos (no puede saber que Chico no prueba el queso ni se que lo mande el médico), y más fiambres y Delikatessen y un excelente Carménère chileno del 2007, Santa Tierra (que la pobre Renate no puede probar, anda con antibióticos a causa de una bronquitis, váyase lo suyo por lo de Chico con el queso). Luego nos quedamos solos Chico y yo y conversamos hasta tarde en la noche, de historia, de cine y de la música en la poesía. Le digo que no sé cuánto me resta de vida, pero que estoy seguro de que alcanzaré a vivir la desmembración de Bélgica como país. El nacionalismo flamenco tiene la sartén por el mango, y además el mango. Y luego, cuando la plática nos conduce a la poesía, Chico me habla de la amiga turca que tuvo y de quien anduvo tan enamorado: ella vive ahora en Estambul y viene de vez en cuando a Colonia y se encuentran y charlan, y eso me hace recordar los poemas que él escribió cuando se separaron, alguno de los cuales recuerdo de memoria. Uno que como todos los suyos recuerda intensamente los poemas de amor de Erich Fried, que se titula “intento” y que traducido dice así:

                                             he intentado
                                             no pensar en ti.
                                             mas a cada intento 
                                             de no pensar en ti
                                             ya pensaba en ti.
                                             y lo he intentado
                                             bastantes veces.

Le digo que tiene que hablarle a ella de Nazim Hikmet y de ese hermosísimo epigrama suyo que se titula “Angina pectoris”, de cuando la Gran Marcha de Mao:

                                             Doctor, estoy enfermo,
                                             la mitad de mi corazón

                                             se halla en Pekín. 

 

Bruselas, 22.9. (5)

Al irnos a acostar le muestro a Chico mis piernas, libradas del corsé de las medias de compresión y le digo que escuche, y golpeo sobre mi tobillo derecho. «Este percutido es para mí una música comparable con una sonata de Mozart, después de meses donde mis tobillos ni siquiera podian verse, súper acolchados por la maldita hinchazón». Cuando luego se despide y se va a su cuarto, me quedo leyendo las cartas de Mallarmé acerca de la poesía. Qué traducción… de lo literal que quiere ser, termina siendo ininteligible. Ay… Por cierto que el traductor y autor del prólogo da cuenta de que descubrió ese epistolario en una librería de viejo de Bruselas. Che, pibe, mirá vos, diría Julio Cortázar, que no por nada nació aquí, en la ciudad más cronopia del mundo.

 

Bruselas, 23.9. (1)

Cama extraña, luna nueva y un dolor en la tibia derecha que me impide encontrar una postura donde dormir. Suma summarum: insomnio. Recién a eso de las 8 concilio un sueño liviano y de nomás que una hora. Así es que le pido a Chico, tras el desayuno con Renate, que salga a darse un garbeo y descubrir la ciudad por sí solo. Cuando vuelve nos ponemos en marcha (entretanto he logrado dormir unas dos horas) y tras dos transbordos de Metro subimos al tranvía 81, para hacer un recorrido por barrios polícromos y multiétnicos de Bruselas, camino de Casa Horta, pues hay una parada llamada Horta en el trayecto del 81. Pero juro por todos los dioses que tan sólo existe en el plano, no en la realidad. Cuando dejamos atrás la Gare de Midi sabemos que la rue Americaine se nos quedó muy lejos, así es que bajamos del 81 y tomamos un taxi hasta allá. Para Chico una experiencia única, esta de visitar Casa Horta, lo deja extasiado. Pienso que no es para menos. Hasta yo, tan insensible a la arquitectura y la decoración de interiores, me siento llevado por el impulso “alla Gesamtkunstwerk” del creador de este edificio.

 

Bruselas, 23.9. (2)

Renate se retira a descansar, agotada, y además mañana tiene que madrugar para acudir puntual a Zaventem, el aeropuerto de Bruselas, y volar a Madrid. Cocina Chico, chile con carne, y entre los dos despachamos la segunda botella de Santa Tierra. En la sobremesa, hasta bien pasada  ya la medianoche, comenzamos conversando otra vez de cine, pero al rato fue un relato monólogo  mío, con pespuntes puntuales de Chico, acerca de la historia de nuestra familia bipolar, a partir de los abuelos Pantaleón y Manuel, de los Bada y los Zapata, de los Díaz y los Meredith…

 

Bruselas, 24.9.

Desayunamos con Renate, a quien la pasa a buscar un taxi a las 10.30. Yo no me siento nada bien (más insomnio la noche pasada, enorme pesadez en las piernas y, sobre todo un dolor harto insoportable a la altura de los riñones, cada vez que camino), así es que Chico se marcha solo al centro, a descubrir la ciudad por su cuenta y riesgo, y comprar regalos para Vincent y Angie. Posponemos la visita al Museo de África, en Tervuren, para un próximo viaje. Cuando regresa del centro salimos a recorrer el barrio pero no encontramos un solo boliche donde nos apeteciera comer, así es que compramos ricuras en un súper (cecina de León y medallones de cerdo con costra de especies, amén de papitas enanas y un Carménère distinto, La Capitana, de 2008). Vuelve a cocinar Chico y volvemos a tener una sobremesa larga y regada por ese tinto chileno bonísimo, y esta vez me somete a todo un interrogatorio en forma, acerca de mis relaciones con Pepe Luis Gómez, de quien tan devotos son mis hijos, y tanto lo quieren. Casi a punto de poner fin a la plática e irnos a dormir, le digo a Chico, advirtiéndole que no se lo tome muy en serio, cómo me recuerdan estas tres noches seguidas, de intenso diálogo con él, las casi dos semanas de diálogos no menos intensos con su abuelo, mi padre, que tuvieron lugar de manera fortuita durante un inesperado viaje mío a Huelva, y cómo al fin vino a resultar que debieron de ser una programación del destino, porque a los tres días de despedirnos en el viejo aeropuerto sevillano de San Pablo, un infarto inmisericorde lo fulminó en menos de tres minutos.

 

Bruselas, 25.9. (1)

El peso de los años se ha desplomado sobre mí como una losa, y me dejó convertido en poco menos que un inválido. El poco dormir y el excesivo paso de aviones matutinos por el cielo de este barrio de Bruselas me ganan por KO, amén de que toda la noche me ha estado martirizando un dolor tan insistente como hinchapelotas en la cadera izquierda. Chico me trae a la cama un cruasán y una botella de leche y se va para el centro, al Museo Magritte.

 

Bruselas, 25.9. (3)

Creo que es la primera vez en mi vida que veo a una joven musulmana que aún enfundada en un tropel de ropa que no deja ver sino el óvalo de su cara, va muy suelta de cuerpo, bien agarrada del brazo de su novio, riendo y con unos ojos que irradian felicidad. La suya es una cara saturada de una sana sensualidad vivida a plenitud, sabedora y gozadora del cuerpo oculto por un corán de telas.

 

Bruselas, 25.9. (4)

Café de la estación, minutos más tarde : Una adolescente quizás bangladesí, iraní, afgana, que anda pidiendo limosna, y la camarera valona del café la espanta amenazándola con llamar a la policía. La chica le replica algo que no acierto a entender, pero la valona si, porque le contesta: «Pero yo tengo un trabajo, y tú no». Como si a alguien le gustase pordiosear en vez de ganarse la vida trabajando en lo que sea. Qué mundo de mierda es este en que vivimos.

 

Colonia, 25.9. (5)

En el andén nos estaban esperando Angie y Vincent y un amiguito español de Vincent (de su mismo equipo de fútbol) y la primera noticia que me espetan es que ayer ganaron 8:3. Alabado sea el santísimo sacramento del balompié.

 

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