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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 38 / 2023

De mi Diario : Semana 38 / 2023


Rodenkirchen, 17.9.

Hoy de mañana me he duchado usando el jabón cuyo envoltorio lleva un diseño de nuestra sobrina Seda y que me trajeron Rebeca y Montse de su viaje a La Haya. Es un jabón biológico y artesanal, hecho con aceites etéreos de limón, pomelo, bergamota y naranja. Y yo huelo por ahora a limón, pomelo, bergamota y naranja. El sudor acabará con semejantes primores, hace un calor asfixiante. Y me da miedo pensar en ese tuit que leí hace un par de semanas: Este no es el verano más caliente de los que has vivido, sino el más frío de todos los que vendrán.

Almorzamos con Angie y Vincent en el Steep’s. Poco a poco, Tom va conociendo a toda la famulia. Diny ya encontró su plato predilecto en el Flammkuchen con camembert y arándanos, Angie pidió una ensalada thailandesa vegana, Vincent el rosbif rosado y yo mis mejillones à la Provence, con pan para mojar en el caldo de pescado. Como estamos viniendo unas dos veces por semana al Steep’s he tomado la determinación de pedir los miércoles los Reibekuchen con salmón ahumado y la otra vez mejillones mientras los haya. Salomón a mi lado es un estudiante de primer año de Derecho.

Concha Cardeñoso, la trujamana a quien le pasé el sábado la lista de los intelectuales y amigos míos a quienes Diny ama, me contesta: «¡Cuántos recuerdos guardas! Yo tengo una memoria de pez». Le respondo a mi vez: «Los amigos más cercanos me llaman Funes, y yo no sé si esta memoria mía es una bendición o una maldición. Ya habrás visto en la entrega de hoy de mi Diario, que al día siguiente de haberte escrito tuve que añadir cuatro nombres fundamentales a la lista que te pasé. Y hoy tendré que añadir el de la grandísima poeta (sobre todo poeta, pero muchas más cosas) Ana Istarú, costarricense, quien también ha pasado días en nuestra casa durante su primer embarazo. Yo he empujado el cochecito de su primera hija por las calles de París, cuando residía allí gracias a una beca Guggenheim que, según ella, le conseguí yo. Y esa niña cuyo cochecito empujé por las calles de París, el año pasado ganó en Cannes un premio por uno de sus primeros cortometrajes. Con la obra de Ana te paso el siguiente enlace. Y te adjunto una foto donde estamos en Bruselas, en la plaza Fernando Pessoa, sentados Ana y yo, y detrás de nosotros mi mujer y mi mejor amigo alemán, Carlitos, a quien quizás conoces si lees de vez en cuando mi Diario, y es también el traductor de Ana al alemán»:

Jesús, aunque es gato [para entendernos: madrileño fetén], tiene sangre andaluza y algo más que eso, y es quien me ha dado a conocer a Érika Martín, una chiquilla creo que de Villarrasa, en la provincia de Huelva, que se presentó como cantaora en un concurso a la busca de jóvenes talentos y llegó a la semifinal. Tiene una voz clara y luminosa, y sabe expresar el contenido de lo que canta, lo que no es el caso con todo el mundo. Le auguro un buen porvenir en el mundo del flamenco, con tal de que no la maleen a elogios sin críticas. Sus “Fandangos de Huelva”, en la semifinal, me nublaron los ojos. Sólo le faltó el de Pérez de Guzmán, con el que tiene que atreverse porque le sobra voz para ello.

Rodenkirchen, 18.9.

Rebeca vino a las 11 am para acompañar a Diny donde la dermatóloga, allí le sacaron los puntos de las incisiones que le hicieron en la pierna para tomarle unas muestras de piel que a la Dra. Hölker le parecieron sospechosas, pero no son cancerígenas. Rebeca la llevó en una silla de ruedas que yo había encargado previamente a las damas del Maternus porque del consultorio la transportó a la casa de Montse, quien pasó el fin de semana con migraña y una infección viral pero se encuentra bastante restablecida y en condiciones de cocinar, así que hizo un almuerzo para su madre y su hermana. En Rebeca y Montse la condición de hermanas la tengo por vocacional: son admirables en su simbiosis.

Como solo en el Bistro Verde. Mis Rösti con salmón ahumado y mis dos Chardonnay, el primero de aperitivo, el segundo para empujar el condumio. Petra me nota como muy apagado, y le confirmo que lo estoy. Hay días que mejor es que no hubieran amanecido.

10:18 pm : Diny suele irse a la cama con algo para leer y las gafas puestas. Y muchas veces se queda dormida leyendo sin quitarse las gafas. Todas las noches, aprox. a esta hora, entro a su cuarto para ver si ya se ha dormido y, sobre todo, si no se quitó las gafas. En las últimas noches he comprobado que ya aprendí a quitárselas sin despertarla. ¡Qué no se aprenderá en la vida!

Rodenkirchen, 19.9.

Con Diny, la discusión de todos los martes porque no puede acompañarme a La Modicana. Pero como sé que después de la siesta la habrá olvidado, ya ni siquiera le razono. Rebeca lo hizo ayer, a petición mía, y al parecer se lo razonaron ella y Montse a la par, pero la cosa no tiene remedio. Ya hoy lo había olvidado. Y al irme me encargó que le trajese una de sus revistas favoritas, la Bunte. «Pero Diny, hoy es martes, la Bunte sale los jueves». «¡Ah, yo creía que hoy era sábado!» Y eso tras una discusión de ½ hora sobre los almuerzos de todos los martes en La Modicana.

Como a la mesa de Gabi y Carlo, quienes me preguntan enseguida por Ulli y Carlitos. Me trae Minou el plato de espaguetis con setas del bosque, riquísimos, pero casi cuando comienzo a comer llega a La Modicana la marabunta, en forma de unos veinte jóvenes, estudiantes todos, que gritan, ríen, hablan a todo volumen, Carlitos habría huido despavorido 5’ después de su llegada. Me hicieron recordar una frase genial de Corpus Barga en sus estampas madrileñas, aquella donde sustentó la hipótesis de que Madrid era «la ciudad donde se inventó el ruido». De todos modos, Gabi y Carlo me llamaron la atención acerca de una peli que se presenta en estos días en el festival de Toronto y es un biopic sobre la vida de Dalí, con un actor de un parecido asombroso con el estrafalario catalán (como el de André Brody con Manolete), pero cuyo nombre no retuve por culpa del ruido ambiental ni puedo citar porque desde las 7:35 pm estoy sin internet. Esta noche creo que me iré temprano a la cama y sin mi ración diaria de cine. Porca miseria!

Rodenkirchen, 20.9.

Porca miseria, sí, me fui a la cama sin mi ración diaria de cine y, lo que es mucho, muchísimo peor, sin Internet. Esta mañana estuve estudiando la hoja que me dio en diciembre Herr Häusler con las dos  claves para acceder a Internet desde la habitación para huéspedes donde residimos del 6 al 29 de ese mes, y descubro que la cobertura de esa conexión expiraba ayer. De inmediato llamo a Frau Wuttke y la conmino a que entre el jueves y a más tardar el viernes me conecten con Internet, aunque sea al coste de activar nuestro número de red fija. Pero creo que habrá modos y maneras de que continue desactivado, y desde luego es un número que no pienso dárselo a nadie. La estridencia de su timbre me saca de quicio, tanto así que no espero a que la dama de la casa me llame de mañana para preguntar si todo esá en orden en nuestro apartamento, sino que soy yo quien la llamo para evitarme su llamada.

Hoy en Steep’s el ruido y el furor, pero no de un cuento contado por un idiota, mis queridos Bills a ambos lados del gran charco, sino la cháchara sin sentido de una veintena de ancianos que incluso competiría sin  desdoro con la orgía de decibelios de los veinte estudiantes de ayer en La Modicana. Para sorpresa mía, Diny encargó Reibekuchen («¡Sólo dos!») con puré de manzana, pero Tom es la mejor demostración de que no hay más sordo que quien no quiere oír, y le trajo la ración canónica, que son tres, y Diny se la zampó en un santiamén, terminando su plato cuando a mí me quedaba por comer el tercero de mis Reibekuchen, amén del salmón ahumado supernumerario que Tom tiene que haber dicho en la cocina que debe estar en mi plato.

Empecé a leer la novela de Anotota y descubrí que las condiciones de este apartamento están en contra de la lectura. Así y todo, llegué a la página 152. Y en la 135 descubrí además que la novela contiene algo mío. Cada capítulo va encabezado por una cita, hasta ahora creo que sólo de poemas, y el 23 lo encabeza mi aproximación a un bello poema breve de Hermann Hesse: «Lo que amaste y perseguiste, /lo que soñaste y viviste, /¿sabes aún de cierto si dolor /o placer fue?  Sol sostenido /y la bemol, re sostenido o mi bemol, /¿puede diferenciarlos el oído?» Tendría que darle las gracias a Anotota, pero no puedo: desde ayer, ± a las 7:35 pm, estoy sin Internet.

Rodenkirchen, 21.9.

Telefoneo con Herr Häusler, el gerente del Maternus, quien me asegura que no se puede hacer nada para restaurar mi conexión a Internet hasta la semana próxima. Pero Pablo, el manitas argentino de ,la sección técnica, parece haberse enterado de mi problema porque se persona en nuestro apartamento, con un colega, y buscan donde se puede instalar un Router. Al cabo se van, pero Pablo me dice que está yendo al sótano, donde se encuentra la centralita de las líneas telefónicas, y que si encuentra la de este apartamento la va a chequear, de cara a restaurar Internet. Laus Deo!

Almorzamos en Linos Weine: Diny una ensalada con tiras de hígado de ternera a la brasa y yo ñoquis rellenos de setas del bosque cocidas en mantequilla con salvia. Descubrimiento: los baños están en el sótano, pero no se lo diré a Diny, esta escalera me inspira seguridad, lo que no es el caso ni en La Modicana, ni en el Delphi, ni en el pequeño italiano de la Matermusplatz, aquí tan cerca.

El técnico que acompañó a Pablo este mediodía viene de nuevo y se conecta con Pablo a través de un enchufe en la pared, y de inmediato observo que se pone en rojo la lamparita de la alerta en el teléfono. También él y a mi pregunta muda responde asintiendo, también en silencio, y apago el rojo, restauro el verde. Creo que sí voy a tener Internet antes de la semana próxima. Sursum corda! Habemus ad Dominum!

Terminé de leer la novela de Anotota con la sorpresa de que el capítulo 45 lo encabeza una cita de Héctor, Y encontré, encabezando el último capítulo, una cita de Reiner Kunze: «Y al final, al final de todo, el mar de los recuerdos será azul». No me suena, yo mismo he aproximado ese poema al español, y dice así, según compruebo tras chequearlo con el original: «Reman dos en un bote, / uno perito en estrellas, / el otro experto en tormentas, / uno conducirá a través de las estrellas, / el otro a través de las tormentas, / y al final, al final del todo, / el mar será azul en el recuerdo». No sé de dónde habrá tomado la cita Anotota, probablemente de una traduccón al inglés, pero no hay en el original alemán ningún “mar de los recuerdos”. Sea como fuere, no le hace, la novela se sostiene por sí sola, sin necesidad de las citas, es una lectura absorbente, me ha gustado muchísimo y es una buena demostración de lo diferente que puede ser contar un asunto si lo hace una mujer. Esta novela jamás la hubiera podido un hombre contar así.

Rodenkirchen, 22.9.

Vino Pablo con un Router en la mano y me pregunta si tenemos cables de extensión eléctrica, le digo que no creo, pero Diny me dice que busque en las gavetas del armario verde, y en efecto, allí han colocado, creo que habrá sido Chico, cantidad de material eléctrico. Pablo logra enchufar dos extensiones por debajo de mi cama, desde la puerta del cuarto al lado de la cabecera de la cama, e instalar el Router. Le digo que me tengo que ir a la dentista, me contesta que volverá dentro de dos horas y piensa que podrá restaurarme la conexión a Internet.

La odontóloga, la Dra. Decking, me anestesia la zona del labio superior para poder acabar con una infección que ha detectado en las raíces de los dos dientes que me salvó. Trabaja duro y parejo y me despide hasta el martes a la 1:00 pm, cuando va a extraerme el diente insalvable y sacar el molde para las coronas que terminarán la operación. Salgo del consultorio bastante mareado por la anestesia, pero me las apaño para caminar sin hacer eses, ni mucho menos eñes.

2:27 pm: ¡¡¡Recupero Internet!!! Hosanna in excelsis! Las normas internas del Maternus son estrictas y está rigurosamente prohibido dar propinas al personal, pero ya sé qué le voy a regalar a Pablo.

Me acosté a dormir la siesta después de pergeñar mi entrega del nuevo The Twitter’s Digest para Nexos, y para dejar que cediese el efecto de la anestesia, y luego fuimos a comer al chino. Diny se decidió por carne de pollo asada con legumbres y brotes de soja. Yo no quise serles infiel a mis langostinos empanados y pedí ración y ½: pocas veces me han sabido tan bien, pensando que al regresar al Maternus tendré Internet en mi pantalla.

Rodenkirchen, 23.9.

Anoche me desquité de tres noches sin Internet y vi las dos versiones de Sabrina, la de Billy Wilder y la de Sydney Pollack. Es tan evidente que la segunda es mejor, que sólo unos billywilderianos ciegos, o miopes, pueden negar la evidencia. Y el vestido que luce Audrey Hepburn en la fiesta de los Larrabee está tan fuera de lugar que no me explico cómo es que BW se lo dejó lucir. Por mi parte, la sesión intensiva de cine se concretó en que hoy desperté pasadas las 9 am.

Llegamos al Bistro Verde con 5’ de retraso por culpa de la maldita KVB, de la cual los colonienses mismos afirman que es una de las peores compañías de transporte público de toda la ecúmene. Paul ya nos estaba esperando y apenas nos sentamos ya nos estaba Petra sirviendo nuestras bebidas estándar. Paul nos cuenta que esta noche irá a cenar con Montse y Frank acompañado de Antonia, le encarezco que la próxima vez que nos reunamos también nos la presente. Además le digo que como hoy es el día que comienza oficialmente el otoño, esta noche pienso programarme Autumn in New York, más que nada por volver a ver el adorable rostro de Winona Ryder. Se interesa Paul por la peli y la agenda en su iPad o como se llamen esos chismes. Y me dice que tal vez podemos ir de nuevo juntos al cine cuando estrenen el biopic sobre Salvador Dalí. Le contesto que tengo mis reservas acerca de Dalí, su visita al inferiocre, en el Pardo, no se me va del disco duro.

He estado viendo un vídeo casero donde en una fiesta familiar Arcángeles canta y baila, ¡sentada!, “Cheek to cheek”. Y pienso que con independencia de los recuerdos gratos relacionados con la familia, mi vida ha valido la pena por muy pocas, sólo un par de epifanías, como esta, y juro que puedo rebobinarlas todas en la cámara oscura de mi memoria:

Las primeras lecturas de Rilke en alemán, allá por 1964, cuando descubrí que sabía leerlo en ese idioma hasta un año atrás absolutamente desconocido para mí.

Una puesta de sol en el puerto de Huelva, un día del verano de 1968 en que pareció que el aire se volviese rubí en estado gaseoso, y la cenefa del horizonte del color que los alemanes llaman verde veneno.

La primera vez que escuché “Le plat pays”, allá por 1969, en casa de un amigo argentino cuyo mayor aprecio no era para Gardel sino por Jacques Brel.

El gol que Pelé no le coló a Banks, verano del 70 en México, visto por la televisión: el fútbol como poema, como ballet, como proeza.

Allá por 1977 la cara resplandeciente de maravillada sorpresa de mi hija Montse, a sus 7 años, en la Ópera de Colonia, al alzarse el telón durante la obertura de El holandés errante.

La primera vez que vi y oí en el sanctasanctórum de Ovidio, el sótano de su casa, a Diana Damrau, cantando en el estadio de Múnich, el aria “Glitter and be gay” de Candide, de Bernstein, cuando la inauguración del Mundial del 2006.

El día del 2017 que descubrí en Youtube esta extraordinaria grabación de Maria Callas en 1958, cantando La Traviata, en Londres.

La llegada a Venecia, un día de junio de 1981, esos primeros intensos minutos en el vaporetto, por el Canale Grande, entre la estación de ferrocarril (¡Santa Lucía!) y la parada en la Piazza de San Marco.

La lectura devoradora de La estación de fiebre, un día de octubre de 1984 en el Gran Hotel de San José de Costa Rica, mirando por la ventana la fachada del Teatro Nacional.

La primera vez que vi Pygmalion en su original inglés, con Leslie Howard y una incomparable Wendy Hiller; un día de octubre de 2002, cuando Berenice me la trajo en soporte DVD desde Nueva York.

Y muy pocas epifanías más, pero ellas pertenecen al secreto del sumario».

*******************THE END******************

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