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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 39 / 2014

De mi Diario: Semana 39 / 2014


 

Weiß/Colonia, 21.9.

1:10 am : Termino de ver por quinta o sexta vez Lost in Austen, añorando mucho la última, en compañía de Rolando, que no la conocía y la gozó a tope. Por fin creo haberle descubierto su fallo. Lost in Austen la cuenta en primera persona alguien que, teniendo en cuenta cómo termina la serie, vive ahora en los primeros años del siglo XIX. Es imposible de toda imposibilidad. Pero su extravagante cronología no le resta ni un ápice de su encanto. Es como si filmaran “La noche boca arriba”, de Cortázar, narrándolo en imágenes con voz en off en presente histórico.

 

En el diario, entrevista a toda plana con Sloterdijk a propósito de su nuevo libro Los terribles hijos de los nuevos tiempos. Opina Sloterdijk que como los regulativos sociales ya (casi) han desaparecido por completo, todo el mundo está hoy condenado a compararse con el resto de sus semejantes: «Eso tiene que engendrar veneno sin fin. La mayoría de los seres humanos no está hecha para compararse con los exitosos, y saber mantener la distancia. Los viejos de antes les decían a los jóvenes que de lo que se trataba es de estar contento con lo que uno tenía y con lo que uno era. Esa sabiduría vital ha sido barrida por las tendencias mediáticas. Vivimos en una sociedad de “estrellas” que aún no han sido descubiertas». Más claro, el agua.

 

Primer episodio de la 1ª temporada del DCI Barnaby con un nuevo protagonista, que es primo del anterior y también se apellida como él. No es nada como soltar gritos de júbilo, pero por lo menos es algo distinto, más à la page que el Barnaby semipendejo de las temporadas anteriores.

 

Descubrí en Twitter el siguiente trino en donde el tema eran mis paridas, respondiendo a otro en el que una tuitera se lamentaba de que no le gustasen a @bocasdeceniza:

Ni corto ni perezoso le escribí al autor del trino: «Te agradezco lo que dices acerca de mis cuentos y de mis artículos. Pero no puedo coincidir contigo en lo que se refiere a mi diario. Dices creer que abuso un poco de los lectores y que tengo que editarme. Se nota enseguida, por esa opinión, que ves mi diario con ojos de editor, y esos ojos (perdón por lo directo del rechazo) no me interesan para nada. Yo escribo mi diario nada más que para dejar la mayor cantidad de memoria mía a mis hijos y a mis nietos. Que el diario, además, se publique, es consecuencia de un momento de debilidad que tuve, cuando se fundó Fronterad, y sus fundadores, amigos míos y fans del diario, me lo pidieron como blog. Es mi única publicación gratuita, y antes de aceptar sacarlo en Fronterad puse bien en claro que no pensaba editarlo, ni autorizaba que lo hiciese la redacción, y que además no pensaba cambiar para nada el tono en que escribía. «¡Pero si eso es lo que queremos, que lo sigas escribiendo como hasta ahora!», me contestaron a coro. Ya ves. Espero, pues, que te quede claro que este diario no es nada pensado con fines de publicación tradicional. Dejará de escribirse cuando el cuero no me dé para más y quedará en el disco duro de mi compu como herencia que le dejo a mi familia. Y teniendo en cuenta que no soy sino un mercenario de la escritura y de siempre me interesó poco publicar en forma de libro, va de suyo que lo que escribo gratis lo escribo a mi aire y sacándole la lengua a la madre de la edición».

 

Weiß/Colonia, 22.9.

2:30 am : Stage Beauty [Belleza prohibida] cautiva desde el vamos. La próxima vez que vaya a Saturn me compro el DVD para verla y saborearla a mi gusto.

 

Salgo a la oficina postal, bien empacado en mi Barbour porque se ha desatado un viento frío que me hace recordar lo que dice Arno Schmidt al comienzo de Marina con Pocahontas [“marina” en sentido pictórico, nada que ver con La Malinche]: «La mojigata Renania; hasta el viento va más de prisa cuando pasa por Colonia». En la oficina postal logro cobrar la transferencia que vía Western Union me hizo Alma Delia, mi taruguita del alma y de la delia (así la llamo), pero no sin problemas. Como el envío se hizo a nombre de Ricardo Bada Díaz, el que consta en mi pasaporte, y yo rellené el formulario escribiendo sólo Ricardo Bada, según es mi costumbre, la compu de WU y la Post se demoraron en reconocer que yo soy yo. Y mis circunstancias, sí, don José.

 

Al acudir por la tarde, en casa, a Marina con Pocahontas, para certificar que no recordaba mal lo de la lluvia y Colonia, descubro que Cabrera Infante, en 1976, llevaba 26 años de retraso con respecto a Arno Schmidt cuando incluyó en Ejercicios de esti(l)o su elocuentísima “Canción cubana”: «¡Ay, José, así no se puede! / ¡Ay, José, así no sé! / ¡Ay, José, así no! / ¡Ay, José, así! / ¡Ay, José!  / ¡Ay!» En Marina con Pocahontas, de 1950, Arno Schmidt habla de un viajero que en el tren le cuenta esta novela corta a su acompañante: «¡Oh Fritz, aquí no! ¡Oh Fritz, aquí! ¡Oh Fritz! ¡Oh!» La Habana en la cuenca del Ruhr, ¿qué tú me dices, chico?

 

Weiß/Colonia, 23.9.

En La Modicana, la camarera persa (¡increíble pensar que aún no sabemos cómo se llama!) nos recomienda como plato del día linguinis con almejas y calamares, y le digo que las almejas y los calamares los prefiero con espaguetis. «Los linguinis son como los espaguetis –me dice–, sólo que aplastados». «Sí, sí –le contesto–, y los canelonis son como los espaguetis, pero rellenos y troceados». Como fuere, la signora se aviene a hacernos espaguetis, que nos han indemnizado de la desilusión del pasado martes. Lástima grande que Claudia no nos acompañó hoy.

 

Weiß/Colonia, 24.9.

En el diario, hoy, una esquela fúnebre con una cita de Neruda: «Yo no voy a morirme. Salgo ahora / en este día lleno de volcanes / hacia la multitud, hacia la vida». Apostaría mi única corbata de Armani (¡y es un regalo de mi Rebecota!) a que la familia de la difunta, o ella misma, si ella fue quien expresó la voluntad de ese epitafio en su esquela, no conocían la poesía de Neruda sino la versión musical de ese poema que hizo Mikis Theodorakis.

 

Arcángeles subió ayer a su blog un post en el que habla de Pride & Prejudice, la serie de la BBC en 1995 y la peli del 2005, y en él encontré esta frase: «Aún estoy decidiendo cuál de las dos escenas de la primera solicitud de matrimonio me gusta más. Ahí sí creo que la peli es mejor. Pero tampoco estoy dispuesta a darme de golpes en su defensa». Después de leer esa frase tomé la decisión de volver a ver anoche la peli, algo que no suelo hacer ya que dispongo de las dos series magníficas de la BBC, 1980 y 1995, además de Lost in Austen y una muy buena peli en ambiente contemporáneo, Pride & Prejudice 2003. Pero no me importó volver a ver la versión con Keira Knightley, alguien que me cae requetebién porque se sabe reír de sí misma, tiene comentarios divertidísimos acerca de su derrière y sus glándulas mamarias, este es el último que recuerdo: «A mí no me importa salir en top less en la pantalla porque como no tengo tetas nadie me mira». De todos modos, Lizzy Bennet le vino grande, aunque no está nada mal su actuación. Y en lo que se refiere al momento de la primera declaración de Darcy, esa escena es un fracaso en toda la línea, a mi modo de ver. Y lo es porque está aquejado, como el resto de la peli, por aquello que llamo “el síndrome de Fosbury”. ¿Cómo olvidar los juegos olímpicos del 68 en México, cuando Dick Fosbury revolucionó el salto de altura haciéndolo de espaldas y no de frente?  Pues con las nuevas versiones de pelis o telefilmes exitosos sucede que sus autores intentan el salto Fosbury, haciéndolo todo distinto que en aquellos; pero lo que pasa es que suelen echar abajo el listón y el salto es inválido. Basta ver las versiones BBC 1980 y 1995 para darse cuenta de que la escena de la declaración es exactamente igual en las dos, sólo que es mejor la segunda, no sólo por la química entre los actores sino por la ambientación, cuidada al detalle (excepto el reloj en la repisa, que no avanza ni un solo minuto en los seis largos que dura la escena, ¡qué escándalo si se llega a enterar Lady Catherine de Bourg!)  Es decir, la versión del 95 no intentó el salto Fosbury respecto de la buenísima precedente, sino tan sólo darle la batalla en su propio terreno. Y le ganó por muchos puntos de ventaja. La peli con KK sí intenta el salto Fosbury respecto de la serie de la BBC 1995 y para ello recurre a una acción que, ay, le habría parado los crespos a la indefensa Miss Austen: traslada la escena al exterior, a un templete bajo la lluvia. Es directamente un sacrilegio respecto de la novela y respecto de los sentimientos de los protagonistas, que encerrados entre las cuatro paredes del cuarto de la casa rectoral están como en una caldera a presión. Afuera, y lloviendo, para más inri, no salta la chispa, pese a los 10” del final en que, de manera increíblemente absurda, parecen a punto de besarse; absurdo porque basta tener presentes las últimas y fulminantes palabras de Lizzy: «Aunque no lo conociera a usted más tiempo que sólo un mes, yo sabría que usted es el último hombre en la tierra con quien me querría casar». («Truly devastating words», dice al respecto la edición anotada que manejo de la novela ). Y hay otro salto Fosbury fallido en la peli, son las figuras de los padres, y lo creo a pesar de que Donald Sutherland y Brenda Blethyn se cuentan entre mis favoritos, pero acá los pusieron a ser la caricatura de la pareja Bennet, y eso, ni modo. Para no hablar de otro fallo garrafal, que son los racimos de mujeres espiando conversaciones detrás de las puertas: estarían muy bien en una peli de Chaplin o de los hermanos Marx, pero a doña Jane le hubieran sentado como un jarro de agua fría, cada una de ellas. 


[Se me ocurre ahora que cuando hice, años atrás, un encendido elogio de La guerra de Galio, también recurrí a un símil de los juegos olímpicos de México, dije de ella que era –entre las novelas que tratan de la relación de la prensa y la política– algo así como el salto largo de Bob Beamon, que dejó imposible la disciplina para varias generaciones de deportistas. Y me parece curioso pensando que Héctor es el esposo de Arcángeles. Todo queda en la familia].

 

Dos horas de gloria en esta casa. Diny trajo a Henri del Kindergarten a las 2 pm. y almorzamos los tres juntos, el crío despachó con hambre una respetable porción de espaguettis, y munido de una no menos respetable de chocolate se arrellanó en el sillón enfrente del televisor para ver por enésima vez una serie de cortos de Pettersson & Findus, comenzando por el que más le gusta: el del cumpleaños del gato. ¡Qué regalo nos hicieron los dioses con esta criatura!

 

Weiß/Colonia, 25.9.

Día de modorra como una cinta sinfín.

 

Ayer empezó la que se podría llamar “Semana Negra de Colonia”, con la participación de varios escritores de policiales, alemanes y extranjeros, y yo andaba tentado de salir de mi zaquizamí para acudir a la lectura de Åke Edwardson, el “padre” del detective Erik Winter. Pero resulta que no vendrá, está enfermo. A cambio me ha llegado hoy, enviada por la editorial, la última entrega de la saga de Mariana de Marco, mi juez de instrucción predilecta del mundo entero y de Jeré, como dicen los jerezanos. Mañana le meteré mano, en el mejor sentido de la expresión.

 

11:30 pm : Una policial alemana ambientada en Bretaña. Un comisario parisino desterrado allá. Los bretones: «Usted no es de aquí». «No, soy de París». «Ah, un francés». Un cuadro original y desconocido de Gauguin. Está bien armado el asunto y los paisajes son fabulosos, dan ganas de resucitar a Gauguin y preguntarle por qué se mandó mudar a perder el tiempo en la Polinesia.

 

Weiß/Colonia, 26.9.

Nuevamente modorra como una cinta sinfín. Y además, ¡ay!, colitis, para terminar de joder la marrana. Hasta las 4:44 pm prácticamente en la cama, salvo las forzosas y urgentes idas al cuarto de baño. Me acuerdo de mi buen Ernesto, de cuando me contaba anécdotas de su día–a–día de médico rural en Villanueva de los Castillejos, por ejemplo la madre que iba a consultarlo porque su niña tenía un “divení”. Traducción de Ernesto: «Diarrea. Etimología: de ir y venir (al retrete, claro)». Pues sí, Ernesto, aquí está tu viejo amigo Ricardo con un divení.

 

Mi columna de hoy en El Espectador sobre el Nobel de 1999 a Grass ha levantado polvareda. Un forista me deja este comentario «Gran escritor. Lástima la mancha negra en su pasado: perteneció a las temidas SS. A su favor se puede decir que al fin y al cabo casi todos los alemanes de esa etapa de la historia fueron nazis. ¿O no?» Le contesto lo siguiente: «Gracias por leerme, y no, no se puede decir que casi todos los alemanes de esa etapa de la historia fueron nazis. Miles y miles de alemanes murieron en campos de concentración justamente por no serlo. En cuanto a la pertenencia de Grass a las SS, es un asunto que no se puede despachar con una sola frase. Le recomiendo que active este enlace, y lea el artículo que publiqué al respecto cuando estalló el escándalo. Y comprobará que no es tan fácil sacarse el tema de encima diciendo sencillamente que Grass perteneció a las temidas SS». ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? El título de “la” novela sobre el ser humano no puede ser otro que Orgasmos y prejuicios.

 

Weiß/Colonia, 27.9.

2:30 am : “Contemplo la rutina de mi vida / y el único deseo es de morir”. Me faltan nada más doce versos para enhebrar un soneto. Pienso que todos los suicidas serios dejan un mensaje que, por lo menos, exculpa a su entorno. ¿Qué tal en forma de soneto?  (¡¿Habrá precedentes?!)

 

Deschner, en el cap. 24 de su Historia sexual del cristianismo, dedicado a la homosexualidad, el onanismo, la sodomía, el incesto y el fornicio con animales, considera típico de la cristiandad el hecho de asumir la ley judía que castigaba este último “pecado”, pero haciéndola extensiva a los propios judíos: ¡el cristiano que fornicaba con hebrea era castigado como si lo hubiera hecho con un animal! A veces también si lo hacía con turcas y sarracenas, «puesto que personas semejantes –cita Deschner–, a los ojos de la ley y nuestra santa fe, en nada se diferencian de los animales». Ah, la caridá cristiana, qué bálsamo para el alma

 

Montse y Frank se han ido a pasar el fin de semana en una playa en Holanda y le han pedido a Diny que fuera a la casa de ellos durante el día, y Rebeca por la noche se quede a dormir allí, y mañana hasta que ellos regresen. Ambas al cuidado de los niños, es decir, básicamente de Henri, porque Paul y Oskar ya campan por sus respetos. Y como es el cumpleaños de Rebeca, decidió Diny que cenásemos allá en petit comité, nosotros, ella con Uwe, y Oskar y Henri; con Paul no contamos porque supusimos que andaría con su grupo de hinchas del 1. FC Köln, lamiéndose las heridas después de la derrota a domicilio, esta tarde, contra el Bayern de Múnich, pero llegó a punto para la cena y, como él dice, «Perder contra el Bayern no es una deshonra, y menos por 2:0, y menos si uno de los goles fue un autogol». Por deseo unánime de los comensales la cena consistió en milanesas, las milagrosas milanesas que Diny aprendió a cocinar allá por 1967en mi Güeno Saire querido que yyya no volveré a ver. Y hasta Henri, hoy en un “día Demóstenes”, se comió una entera con un cuenco de arroz con curry. Y un trozo del pastel. Gargantuíta el crío.

 

***********FIN*********** 

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