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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 39 / 2023

De mi Diario : Semana 39 / 2023


Rodenkirchen, 24.9.

Celebré la llegada del otoño viendo una vez más Autumn in New York [Otoño en Nueva York] y la triste historia volvió a impactarme. Lo que no acabo de entender es por qué Winona Ryder y Richard Gere fueron nominados como la peor pareja del año a los premios Golden Rapsberry [Frambuesa de oro], considerados los “anti–Oscars”. He estado repasando la historia de esos premios y encuentro muchísima arbitrariedad en ellos. Esta, desde luego, es una.

Vino Rebeca para ayudar a Diny en ciertas tareas hogareñas y a las 12 en punto salimos para comer en Steep’s. Ellas se me adelantaron y cuando llegué encontré a Rebeca bromeando con Tom, se llevan muy bien. Para sorpresa de Diny, quien repitió su Flammkuchen con camembert y arándanos, Rebeca pidió mejillones à la manera renana (cocidos con vino blanco), me encantó que lo hiciera. Por mi parte insistí en mis mejillones à la Provence. Y charlando coordinamos encontrarnos de nuevo el miércoles, que es el cumpleaños de Rebeca y lo celebraremos juntos, y después del almuerzo, con una silla de ruedas, Rebeca llevará a Diny donde Montse y también allá habrá celebración.

Después de leer mi Diario en Fronterad, mi compadre José María me comenta desde su beatus ille a orillas del Cauca: «¿Habías escuchado o leído alguna vez el refrán «Más aburrido que un caballo en un balcón», maese? Bueno; así te veo en esos días que pasaste sin internet. Me ha pasado. Nada más «jarto», obviamente uno encuentra otras vainas para hacer, pero me imagino que tus compromisos con periódicos, revistas y nosotros, tus habituales contertulios, «te hicieron la vida a cuadritos» durante la espera. Ah, y la abstinencia forzada de tu dosis de películas debió ser infernal. Me solidarizo completamente». Lo de “Más aburrido que un caballo en un balcón” no lo conocía, se lo tengo que pasar a la Nena, de quien aprendí, cuando su pobre marido, Antonio, muerto tan temprano, salía a pescar con caña (y volvía casi siempre de vacío): «Ha ido a bañar las lombrices», y sobre alguien de la familia y muy cicatero aquello de “Se gasta menos que Andorra en espías”.

El “Bolero” de Ravel conducido por Celibidache me hace recordar la frase de Johnny Carter (quien no es otro que Charlie Parker) en “El perseguidor”: «¡Esto lo estoy tocando mañana!» ¡Qué grande Julio Cortázar en ese cuento! ¡Y qué grande Celibidache conduciendo el “Bolero” y demostrando con su gestualidad que él sí sabe que el bolero es una música que se baila!

Rodenkirchen, 25.9.

Vino Frau Lindemann, la ergoterapeuta, tan linda como siempre. Anunció que no vendrá el lunes próximo porque es puente: el martes 3 es feriado acá, el día de la Unidad Alemana, y la gente ya se pone en camino este viernes por la tarde, hasta el martes por la noche. Y las Autobahnen se poblarán a tope como en el cuento “La autopista del Sur”, otro de los maravillosos que escribió Julio Cortázar. Y es que el ser humano es el animal que nunca escarmienta

Vino Bärbel a traernos unos regalos. Como lee mi Diario y se ha enterado de que Diny dice que Tom, el camarero del Steep’s, no sabe lo que es picante en materia de comidas, a Diny le ha traído una bolsa de picante mexicano, una lata de pimientos de Sri Lanka, de esos que en el Río de la Plata se llaman gráficamente “puta–parió” (por la exclamación que le arrancan a quienes los muerden por primera vez) y una botella de vino sin alcohol. También dos libros de fotos tamaño DIN A4 sobre la Argentina y Cataluña, que ya sabemos a quienes se los regalaremos. Luego vamos con su auto al Bistro Verde ¡y encontramos un aparcamiento casi delante del mismo! Ella come una ensalada de pescado, algo pequeño, porque se tiene que ir, tiene cita impostergable con su fisioterapeuta. Por su parte Diny reincide en su fricasé de pollo y yo en mi cazuela de gambas. Y mis dos Chardonnay.

Tras de la siesta escribí mi columna para EE, recordando el nacimiento de Gershwin, del que mañana se cumplirán 125 años. Creo que me salió redondo, “como una plaza de toros”, añadiría sin duda de ninguna especie Jardiel Poncela. Hay frases suyas que las tengo tan frescas en la memoria como en el primer momento que las leí. Una de ellas es esta: «La tarde caía sin hacerse daño». Genial.

Rodenkirchen, 26.9.

La odontóloga, la Dra. Decking, debe haber quedado tan agotada como yo. 110’ ha durado la sesión de hoy. Sin una sola queja por mi parte. Tan solo un comentario. A mitad de la faena, la doctora se conduele conmigo por la cantidad de agua que tengo que tragar, ya que está trabajando todo el tiempo con la lima de agua a presión. Le pregunto: «¿No ha probado nunca con vino blanco?» Ella y su asistenta se ríen. Yo abro la boca para que siga la faena. Al final, queda incrustado un diente que es provisional y que será sustituido por una corona, junto con los otros dos delanteros superiores. La fecha agendada es el lunes 16, ya que el lunes 2 comienzan las obras de mantenimiento del ascensor del edificio, que durarán dos semanas, y el consultorio se encuentra en el quinto piso. Se tiene piedad y miramiento por los ancianos achacosos.

Le envié a un par de amigos copias de mi columna para EE en ocasión del 125 años del nacimiento de Gershwin. Mi deuda estherna me comentó: «No conozco tanto a Gershwin como vos, pero igual me conmovió leerte». Le contesto: «Después de ver por primera vez Un americano en París, me metí en una tienda de discos y compré todo lo que pude comprar de Gershwin. Y lo primero suyo que oí en disco fue su «Rhapsody in Blue». Oyéndola por primera vez yo creía levitar, y todavía hoy, cuando oigo una versión como esta, con esa frase inicial del clarinete, que es a la música americana lo que es «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo» a la literatura del continente ¿no levitás vos también? Y estas dos versiones geniales de «Summertime», la de Billie Holiday y la de un dúo extraordinario, Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Escuché también la de Janis Joplin, pero no me gustó, es un pelín exagerada, chillona, y en todo caso ignora que en realidad se trata de una canción de cuna. Por lo demás, recuerdo haber leído, todavía en España, esta frase de Aimé Cesaire: ”La trompeta de Louis Armstrong convocará a  los muertos el día del Juicio Final”».

Cenamos en el chino. Por dicha, como excelentemente dicen en Costa Rica, pude comer a gusto porque la anestesia desapareció sin dejar rastro, quiero decir que la faena no me dejó dolorida la mandíbula pese a las casi dos horas de ser bombardeada por la lima de agua a presión.

Rodenkirchen, 27.9., 56.º cumpleaños de Rebeca

Almuerzo en Steep’s con Rebeca y sin Tom, que hoy tiene libre. Le sustituye la que creo que es la patrona del lugar, una matrona que se mueve con la misma diligencia y eficacia que Tom. Rebeca nos muestra contentísima el reloj elegido por ella y que le hemos regalado Diny, Pia, Chico y yo, con imágenes de Frida Kahlo en la esfera y en las dos partes de la correa. Diny y ella pidieron el rosbif rosa con papa asada, y yo mis Reibekuchen con salmón ahumado.

Redacto mi nueva Carta desde Alemania para LJS, en México. Se la dedico a un librito de 134 páginas que encontré en una librería de viejo, y a ½  de precio, me enamoré de él y lo compré  ipso fuckto. Es una edición moderna de un volumen aparecido en 1876 y reeditado en 1903, con un extenso título que no tiene pierde: Richard Wagner en el espejo de la crítica: Diccionario de la descortesía, conteniendo expresiones groseras, escarnecedoras, odiosas y calumniosas que fueron usadas por enemigos y bromistas contra el maestro Richard Wagner, sus obras y sus seguidores. Coleccionadas en horas de ocio, para diversión del espíritu, por Wilhelm Tappert. Creo que va a divertir mucho a los lectores, sobre todo a quienes les cae mal la música de mi tocayo. Valga un botón de muestra: un crítico llamado Blumenthal le enjaretó esta cuarteta dedicada al libreto de Tristán e Isolda: «Schopenhauer bastante sí ha leído /pero poco y muy mal lo ha digerido, /de modo que los versos de Tristán /eructos filosóficos serán».

Rodenkirchen, 28.9.

Le pido a Diny que me acompañe a la cita que tengo con la otorrina, la Dra. Pega–Wolter, para control de mi sentido del equilibrio. Le cuento que camino muy inseguro y como pisando huevos, según se dice en España (eso la hace reír). Me explica que es un problema que se le plantea a los ancianos, casi sin excepción; me dice: «Yo todavía no lo soy, pero ya empiezo a tenerlo también». Luego, mientras concierto una nueva cita con sus asistentas, la Dra. se acerca a saludar a Diny, quien asimismo es paciente suya. Y como viene siendo costumbre, al entregarme el volante con la fecha de la nueva cita, la mayor de las dos asistentas (debe tener si acaso 30 años) me regala una galletita. Es la que me preguntó hace un par de semanas que por qué estaba o parecía tan triste y a la que le dije que porque soy una persona, si no triste, entristecida a causa de la desgracia que me cayó encima. Desde entonces siempre me despide con una galletita cuando me voy. ¡Quién tuviera 50 años menos!

Almorzamos en el Bistro Verde porque teníamos esa elección o la vinería de Lino, el tercer italiano de la Maternusplatz, y esta vez no me atraía tanto ya que dados sus precios debemos reducirnos a los platos de pasta; ni la carne ni el pescado están ahí al alcance de mi bolsillo. Y hoy no quería pasta. E hice bien, porque Petra me ofreció gambas grandes a la plancha con alioli. En la carta, además, se ofrecía hoy uno de los platos favoritos de Diny cuando estábamos en París, el Coq au Vin: de todos modos, antes de que lo encargue, y como le tienen prohibida cualquier gota de alcohol, le pregunto a Petra si estoy en lo cierto al creer que el alcohol se evapora durante la cocción, me dice que así es y le doy una alegría inesperada a Diny. Aunque para mis adentros me digo que por qué inesperada, ¿no se llama este lugar “Bistro”? Más francés que un Bistro sólo puede serlo una Brasserie. Y le meto mano a mis gambas a la plancha que estaban diciéndome “¡Comedme!”

Mi san Tribulete querido, mi Santi del alma, me escribió el lunes entre otras cosas: «No consigo averiguar en qué plataforma puede verse la Sabrina de Pollack. En cine, ninguna posibilidad. Y ya estoy en tres plataformas: Filmin, Netflix y HBO, ya está bien, caramba. En esta última te recomiendo una miniserie que es una obra de teatro larga, Ángeles en América, obra de Tony Kushner, película de Mike Nichols que sigue la obra fielmente, con un reparto sensacional.  Bueno, tal vez la conoces ya. Dedico a Ángeles en América mi quinto y último estudio (te habré enviado algún enlace de los anteriores, no sé) sobre teatro político con especial estudio de Stoppard y Kushner». Le contesto: «En cuanto a Sabrina, la buena, la de Sydney Pollack, hay una versión en castellano (el de España) que no está nada mal. Aunque desde luego, después de verla y oírla, te recomiendo verla y oírla en el original inglés. Una diferencia esencial con la versión de Billy Wilder es la atención que SP le dedica a la estancia de Sabrina en París, durante dos años: BW la despacha con dos escenas de gran guiñol hechas en el estudio de Hollywood e indignas de su talento, si acaso son 3′; Pollack en cambio le dedica  22′ y rodó en París en escenarios ideales, además de captar la atmósfera parisina de manera tan inteligente como en la escena con el grupo de la Jolie Môme. poco antes del regreso de Sabrina a Nueva York. Ya me contarás».

Rodenkirchen, 29.9.

Reincidimos en almorzar en el chino porque no perdono el pescaíto frito los viernes. Es curioso porque soy agnóstico, y eso del pescado en viernes me parece un invento de la iglesia católica, apostólica y corrupta. Pero lo llevo en el disco duro, y además en su día descubrí que en este chino de Rodenkirchen fríen el pescado como lo hacen en Huelva, crocante por fuera y jugoso por dentro. Y está incluido en la lista de los menús de mediodía, de lunes a sábado, donde por 11,90 € ofrecen un plato de pescaíto frito precedido por una taza de sopa pequinesa a comer con cucharita de porcelana. También 11,90 € costó el pedido por Diny, pechuga de pollo con legumbres y curry, que el menú caracterizaba como muy picante, pero en la relación de Diny con lo picante, lo picante pierde por varios cuerpos, se diría en un hipódromo. Y al pensarlo recuerdo el tango que Gardel cantó como nadie:Por una cabeza”, y Al Pacino lo bordó bailándolo con Gabrielle Anwar en Perfume de mujer.

Encontré hoy en EE una columna dedicada a la situación política en Argentina y me pareció que les podía interesar a mis amistades allá. HG me la comenta escribiéndome: «Muy buena la nota, gracias, ojalá la leyeran muchos argentinos. En esa estamos Viendo como un loco peligroso votado por personas que no tienen la menor idea de lo que están votando nos puede dejar a todos, si llega a ganar las elecciones, en bolas y a los gritos como los indios. Ya pasamos por esto. Dios quiera que no se repita». Le contesto: «Aquí viene muy bien a cuento un chiste que corría por Huelva cuando me autoexilié en Alemania. Un paralítico en su silla de ruedas llega al santuario de la Virgen de la Cinta, la patrona de la ciudad, en las afueras de la misma, viniendo por el camino alto. En el santuario le pide fervorosamente a la Virgen que lo cure de su parálisis, que le haga un milagro. Y luego quiere regresar a la ciudad con el bus por el camino bajo, para lo cual debe descender la colina en cuya cumbre se encuentra el santuario, y ese descenso tiene una pendiente muy pronunciada. El caso es que a la silla de ruedas se le averían los frenos y rueda a toda pastilla cuesta abajo, mientras se oye al paralítico exclamar aterrado: «¡¡Virgencita de la Cinta, que me quede como estoy, que me quede como estoy, que me quede como estoy!!” En esa cuesta abajo se me antoja que está la paralítica Argentina».

Rodenkirchen, 30.9.

Hemos almorzado en el Bistro Verde, invitados por Ulli a cuenta de su cumpleaños, hace un par de días. Ulli pidió ensalada de pescado, Diny un arrebujo (diría mi abuela Remedios) de zanahorias y papas, Carlitos espaguetis con salmón y yo reincidí en las gambas grandes a la plancha y con alioli. Ulli nos cuenta el calvario que está pasando con sus manos y sus pies, y que los médicos no atinan con el diagnóstico. Me apena enormemente, porque bastante carga le ha caído encima con la enfermedad de Carlitos. Paul no vino hoy, me llamó alrededor de las 9 am que no se sentía bien, y por la voz entendí que andaba con resaca. Pero al final se nos unió Rebeca, que venía a echarle una mano a Diny y sólo quiso tomar un capuchino.

Apareció ayer mi columna en EE y ha tenido mucho eco entre los lectores. En especial me alegra el comentario de uno que firma, cervantinamente, como Ginés de Pasamonte: «Excelente evocadora columna, Ricardo. Al igual que usted, soy un melómano que incursioné en la música culta desde mi niñez. Fui testigo del nacimiento de la emisora de la Fundación Carvajal, aquí en Cali, mi ciudad, en 1978, cuando el suscrito era un adolescente. La 88.5 f.m. la escucho con fruición desde entonces. La música de Gershwin la descubrí con la película Manhattan de Woody Allen (1979), la cual sirve de abrebocas a la misma».

Hoy cumple C. 30 años. No sé nada de ella desde el 16 de marzo del año pasado, cuando terminó su email diciéndome: «¿Todo bien con tu salud? Cuídate, por favor: hay mucha gente que te quiere, incluso si tienen formas muy raras y silenciosas de demostrarlo. Un abbraccio forte forte, Riccardo. Spero davvero di poterti rivedere presto [Un abrazo fuerte fuerte, Ricardo. Espero de veras poder volverte a ver pronto]». En mi respuesta del 24, me despedí así de ella:.«Un gran abrazo con apapachos, un montón de besos y, ya sabes: pour la vie et pour la mort, toujours notre amitié! Aquí te dejo y me despido queriéndote mucho, nieta de mi alma. Riccardo Cuore di Pantaleone». Y desde entonces Funkstille [Silencio en las ondas], como se dice en alemán. El 10.2 de este año, D. me escribió desde Paisápolis: «Sinceramente creo que C. te tiene en sus pensamientos, pero será muy difícil que ella te escriba, porque está muy mal. Ella me dijo que vos sos como una marca que la lleva a mí y, lo intuyo, ella quiere que el viento se lleve esa marca. Lo que sí sé, es que te quiere muchísimo». Le contesté seis días después: «Me dolió mucho lo que me escribiste acerca de C., que no me quiere escribir porque eso la remite a vos. Cuando dos personas se quieren como ella y yo nos queremos, no debiera haber un tercero en discordia que impida la comunicación. Pero sea, terminaré por acostumbrarme al silencio de mi scimmietta romana. Por más que me duela, y podés creerme que sí me duele». Y me sigue doliendo. Pero esta noche beberé un Single Malt a su salud.

*******************THE END******************

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