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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 3ª / 2011

De mi Diario : Semana 3ª / 2011


Weiß/Colonia, 16.1. (1)

Como Angie se ha ido por unos días a Austria, para esquiar con un grupo de viejas amistades de su pueblo (¡qué horror si Angie leyese que ninguneo llamando pueblo a su amada Ebermannstadt, que ya en su topónimo alberga la palabra “Stadt [=ciudad]“, dejaría de considerarme “el más querido de mis suegros” y me pediría que dejara de considerarla “la más querida de mis nueras”! méritos no tan grandes si tomamos en cuenta que ella tiene un solo suegro y yo una sola nuera, pero esa es otra historia), Chico y Vincent se han quedado solos hasta el miércoles, así es que ayer llamó Vincent para preguntarle a Diny si no los invitaríamos hoy a almorzar. Y por aquí han pasado el mediodía, y comieron gulash con papas y ensalada de achicoria, todo ello como para chuparse los dedos. Por cierto que a Chico le divirtió enormemente la anécdota de nuestro Henri diciendo “bü bü bü” y confiriéndole de ese modo estatus de planchadora in aeternum a Diny. 

 

Weiß/Colonia, 16.1. (2)

Inicio la lectura de No hay silencio que no termine, de Ingrid Betancourt, y de la primera tacada llego hasta la página 200. Por lo menos pinta bien la lectura. Algo que noto enseguida es que ella escribe siempre Ingrid sin acento, y me pregunto de dónde salió ese Íngrid que he visto en los periódicos colombianos, porque yo nunca he oído que a Ingrid Bergman se la nombrase “Ingríd”. Lo mismo me sucede con la escritura del nombre de Ernesto Sabato, que yo nunca he visto con acento (Sábato) hasta hace relativamente poco, pero tampoco nunca oí pronunciado como Sabáto. Como es claro y evidente que hay lugares donde se pronuncia Óscar y otros donde se pronuncia Oscár, pero nadie nos podrá explicar jamás por qué la preferencia en cada caso. Misterios de la fonética.  

 

Weiß/Colonia, 17.1. (1)

Me llama Montse diciéndome que como el día amaneció soleado quiere salir de compras con Henri, a Rodenkirchen, que si los acompaño. Y claro que sí. Me subo al bus en que vienen de Sürth y ya en el bus empiezo a jugar con Henri, y luego, cuando bajamos ante el ayuntamiento de R’kirchen me hago cargo del cochecito, es la primera vez que voy empujándolo, y Montse reflexiona que cuando nació Paul, y hasta su primer año, rara era la semana que no pasara un día con nosotros, incluyendo la pernocta, mientras que Henri, en todo un año, tan sólo ha dormido una vez en nuestra casa. Y sí, los tiempos lo cambian todo. Cuando Paul nació yo estaba todavía activo laboralmente, y mi gran alegría era si al volver a casa me encontraba con que nos habían traído al niño aunque ello me costara tener que devolver a las estanterías todos los libros que quedaban al alcance de sus manitas. Y entonces establezco una coincidencia de lo más rara. Lo mismo que Henri ahora dice “bü bü bü” (por bügeln=planchar), para identificar a Diny por la actividad que le ve desarrollar todos los viernes, el primer sustantivo que aprendió a decir Paul con un conocimiento relacionado fue Opa=abuelo pero no señalándome a mí, sino a un libro: me identificaba con ellos. La rara coincidencia es que bügeln y Bücher (=libros) comienzan por la misma sílaba. [Posdata dos horas más tarde : La cagué. Me falló la memoria. Como tendría que haberlo escrito es así: «el primer sustantivo que aprendió a decir Paul con un conocimiento relacionado fue Buch=libro, pero no señalando a un libro sino a mí : me identificaba con ellos»].

 

Weiß/Colonia, 17.1. (2)

Como suele ser mi costumbre, regué urbi et interneti una ristra de los limericks heterodoxos de María Elena Walsh, arguyendo que el mejor homenaje que podíamos hacerle es leerla, releerla, no dejar de tenerla presente. Me sorprende la rapidísima reacción de mi sobrina Mónica, desde Huelva, uno de los últimos si no el último lugar de la ecúmene donde yo hubiera sospechado lectores de María Elena. Y es que además Mónica me dice: «Mira por donde me vengo a enterar de que una de las canciones preferidas de mis niños, «La tortuga Manuelita» es también de ella». Le contesto, admirándome de que la poesía de MEW haya llegado hasta Huelva, y le añado: «La muerte de María Elena es una de las que convierten a la humanidad en una especie en vías de extinción. Porque no nos engañemos, Mónica querida, la humanidad no es la suma de los habitantes del planeta, sino tan sólo una fracción muy reducida de la misma». Sólo que Mónica me responde altiro, como dicen los chilenos: «¡Oh, no! Siento decepcionarte. Puedes seguir sospechando que en Huelva no hay lectores de María Elena Walsh. Quizás no me expliqué bien. Simplemente leí los limericks, me gustaron y sentí curiosidad por saber algo de ella. Me dirigí a wikipedia y es allí donde, entre otras cosas, me enteré de lo de la canción. Como diría mi bisabuela Remedios, que era una sabia, a cada uno lo suyo». ¡Ah, esta Mónica es sobrina mía hasta la médula de los güesos! Pero me veo en el triste deber de retrucarle: «Para nada me decepcionas, sobrina del alma, todo lo contrario, ya me parecía a mí que Huelva tenía que ser el último lugar donde yo sospechase lectores de MEW, y tú me lo acabas de confirmar. ¡Viva Huelva y su fandango!»

 

Weiß/Colonia, 18.1.

Me desperté poco antes de las 6 a.m. y entendí que no iba a poder volver a conciliar el sueño, así es que me levanté, hice mis abluciones de agua helada que me despejan el cerebro de las brumas de la dormidera, me serví un largo vaso de agua con sabor a manzana y abrí mi computadora, en cuya estafeta me esperaba una docena de correos. Entre ellos uno de un amigo madrileño que lo rotulaba con las palabras «Nos comen el terreno», con un clip anexo donde se puede ver en vivo a una joven fornicando con un perro. He pasado luego todo el día güeveando, excepto el rato con Carlitos en La Modicana. Y por la tarde, después de la siesta, casi un chateo vía e-mail y a tres bandas, con Héctor y Andrés, en torno al tema de los limericks; y la continuación de la lectura del libro de Ingrid Betancourt, que es un peso pesado que puede leerse como peso mosca. Laus Deo!

 

Weiß/Colonia, 19.1. (1)

Encontré en Twitter una frase de una muchachita como de quince años a otra de su edad, en una acera de Cartagena (la de allende los mares): «No hables mucho, que yo sólo te llevo dos novios». La frase me pareció tan contradictoria que me pregunté por qué fue registrada. La gran frase hubiese sido: «No hables mucho, porque sólo me llevas dos novios». Así se lo comenté a varios amigos, y menos mal que todos ellos me quieren y se esfuerzan por desasnarme de la manera más cariñosa. Alberto, a quien tengo por uno de los mejores cronistas que ha habido en la historia del periodismo latinoamericano, y no sólo dél, me ilustra con lo siguiente: «Esa frase es un modismo costeño: usted no la va a entender porque le pone la lupa de la gramática correcta, y la frase es totalmente errónea. Cuando la muchacha le dice: «Yo sólo te llevo dos novios», lo que quiere decir es que ha sido bandida, pero la otra también lo ha sido: con dos novios más ya le igualaría». Esto de los localismos es una cruz. En el libro que sigo leyendo de Ingrid Betancourt, una vez los guerrilleros se hacen con dos gallinas y es una fiesta la comida del día, e Ingrid reseña felicísima que le tocó «la pata de una de las gallinas», donde uno no sabe de qué asombrarse más, si del masoquismo de Ingrid o del sadismo de los muchachos de las FARC, porque vamos, eso de darle a comer a uno la pata de una gallina Hasta que caigo en la cuenta que en Colombia, y no sólo ahí, llaman “pata de la gallina” a lo que nosotros llamamos, con mayor precisión anatómica, “muslo de gallina (o de pollo, o de lo que fuere)”. Lo malo va a ser para los traductores a otros idiomas y que no lo sepan, porque si traducen literalmente le dejarán al lector la doble impresión de sadismo/masoquismo que me produjo a mí al principio.

 

Weiß/Colonia, 19.1. (2)

Me llama el Dr. Ruppert para comunicarme los resultados de mi último análisis de sangre y, según él, todos los valores del mismo son los mejores que recuerda en mucho tiempo. Con ello se refuerza mi justificado temor a morir por un exceso de salud.

 

Weiß/Colonia, 19.1. (3)

Para ahormar la tarea de 125 limericks dedicados a los otros tantos municipios de Antioquia, Héctor ha reclutado a un amigo y socio, Sergio Valencia, de quien recibo un ejemplo magistral de su destreza. Está escrito al vesre (=al revés), como si fuese el propio don Nicolás Fernández de Moratín quien lo hubiera hecho:

                                 Se goza el sexo al vesre en Necoclí,
                                 do las taspu no fingen el maxclí
                                 y el nocristia más Papa
                                 depue hacerse la japa
                                 si su javie se tafro el torisclí.

Héctor, por su parte, entreteniendo la espera en el aeropuerto, antes de volar a La Haya, insiste en que «en vez de trabajar hago limericks para mi amigo Bada», como si componer limericks no fuese tarea, ¡y harta!, y me manda varios más, alguno de perfecta ejecución:

                                  Las lesbianas del grande Montebello
                                  se motilan tan corto su cabello
                                  que su corta melena
                                  – se los digo sin pena –
                                  ya no parece pelo sino vello 
 
 

  

Weiß/Colonia, 20.1., día de san Sebastián, patrón de Huelva

Cuando yo era niño este día era fiesta local, y la tradición consistía en ir a la calle con el nombre del santo a ver su procesión y a comer palmitos. Acá en Colonia vive mi amigo Juan Reguera, sólo un poco más joven (o menos viejo) que yo, y que nació en esa calle San Sebastián, en la misma casa de vecinos donde vivía mi tía Amelia, junto a la casa del Litri, el torero. Me estoy preguntando si él, tan nostálgico de su Huelva de su alma, andará echando en falta hoy el olor a cordita en el aire (cualquier fiesta se anunciaba con cohetes) y el sabor del ponche en el paladar. No lo llamo para no martirizarlo, por si acaso.

 

Weiß/Colonia, 21.1. (1)

Me llega hoy con retraso el suplemento literario de la semana pasada de El País (el bueno, el de Montevideo), y encuentro en él un microrrelato encantador de la argentina Ana María Shua: «Cuando el profesor Kant da su paseo habitual caminando hacia atrás, hasta la leche vuelve a entrar en las ubres de las vacas». Y en el suplemento de esta semana una coletánea de poemillas epigramáticos de la oriental –uruguayos sólo son los futbolistas, Borges dixit!– Ana Larravide. Me gusta en especial el que le dedica a Campoamor –sobre quien Cernuda escribió uno de los más incisivos y justicieros de sus ensayos–: «cuando tocaste los dedos de mi mano / supe que te amaría para siempre. / reniego de mis dotes de vidente. / cuando leí tu palma vi la breve / línea, inocente y fatal me señalaba / que tu amor se me iría de repente». Es algo así como un epítome de Campoamor: humorada, dolora y pequeño poema, todo a la vez.

 

Weiß/Colonia, 21.1. (2)

No sé de dónde, porque es de culo inquieto y lo mismo me escribe desde Düsseldorf que desde Andalucía, Colombia o el sur de Suecia, lo cierto es que TL me ha enviado hoy      –sabiendo de mi afición cementeriófila– un archivo pps polaco con imágenes polícromas y loquísimas de un panteón mexicano (así los llaman allá), o por decirlo mejor: yucateco. Entre las tumbas hay una que me llama poderosamente la atención y que puede ser una broma camuflada, aunque no me lo parece. Es la de una mujer llamada Violeta Flores del Valle, que alcanzó a vivir 50 años, y en su lápida luce una reproducción en azulejos del famoso manojo de calas pintado por Frida Kahlo. Sus fechas de nacimiento y muerte están inscritas a izquierda y derecha de la cabecera de la lápida, en unas columnas paralepipédicas. Y no dicen –prosaicamente– “nació”, “murió”, sino que muy congruentes con el nombre de la finada, en ellas reza “germinó”, “marchitó”. La fecha de la germinación, por lo demás, ha sido trasladada a nueve meses después, que todo hay que decirlo, y precisamente al 10 de junio, que es el mismo día en que yo nací. Con esta, son ya dos las tumbas notables que registro, de Geminis de mi aniversario, la otra está en el cementerio de Montparnasse y muy cerca de la del Gran Cronopio. Y es la de alguien que se llamó Ricardo, así es que la considero casi mía. [Repaso la anotación e intuyo que TL me va a retar por lo de “culo inquieto”; ella diría “cola inquieta”. Sea. Inquieta y sabrosona como ella sola].

 

Weiß/Colonia, 22.1., primera hora del nuevo día (1)

Laura di Salvo es la presentadora del boletín meteorólogico del primer telediario del día en la primera cadena. Las presentadoras disfrutan de un plus frente a los presentadores: a ellas no iríamos chorreantes y frustrados, con intenciones asesinas, a preguntarles si es que fueron ellas quienes anunciaron buen tiempo soleado para un fin de semana que resultó ensayo general del diluvio universal; no, no, a ellas, les llevaríamos un ramo de flores con una tarjetica donde les dijéramos: MI AMOR, DEDÍQUESE A OTRA PROFESIÓN; AZAFATA, POR EJEMPLO. Y es que por lo general suelen ser bastante buenas mozas. Hoy, Laura di Salvo compareció ante las cámaras con un pulóver cuyo generoso escote se perfilaba asimétrico respecto de la canal de sus senos, de tal manera que uno no sabía si era negligencia indumentaria o perfidia subliminal, porque cada vez que giraba el cuerpo a la derecha, para mostrar el mapa, media teta del mismo lado casi se le salía del escote. Con el resultado de que sólo me queda, pero muuuuy vagamente en la memoria, el recuerdo de que este fin de semana vamos a estar jodidos con el tiempo.

 

Weiß/Colonia, 22.1., primera hora del día (2)

El descubrimiento de un alma gemela, aunque vuele a más altura y cave galerías a una mayor profundidad y surfee donde uno sólo manotea en el agua; el descubrimiento de un alma gemela que se ría y que goce con tus mismos pálpitos delante de la palabra escrita, impresa –ella para ascenderla a un nivel lúdico impensable en el original; yo, para divertirme y, si puedo, sacarle beneficio crematístico–; el descubrimiento de un alma gemela es uno de los pocos black outs que tuvo el Taita Dios para mantenernos en la ignorancia de que los dioses somos nosotros, que nos lo inventamos, a Él, o a Ellos. Y sobre todo a Ellas. Ay, Ana, qué belleza, ya somos por lo menos dos en este bulín «Cuartito azul, / dulce morada de mi vida etc.»

 

Weiß/Colonia, 22.1. (1)

Me levanto a las 8.18 a.m., descorro las cortinas del ventanal del dormitorio antes de abrirlo para orear el cuarto, veo blancos los tejados rojos de las casas de enfrente, pienso “Escarcha”, y de repente me doy cuenta de que está nevando. He visto antes lo que está más allá que lo que tengo delante de los ojos. ¿Si seré clarividente, tal vez profeta?

 

Weiß/Colonia, 22.1. (3)

De cara a la conferencia que debo dar en Estocolmo sobre el blog como uno de los confines de la creación literaria, les mandé anteayer una circular a mis amigos blogueros urbi et interneti, para pedirles que se posicionaran frente al fenómeno y me dieran su impresión personal acerca del tema. Quince me han contestado ya, y una de las respuestas, la de Pablo, desde Manizales, me conmueve por lo que me atañe: «Cuándo iba a pensar yo que podría volverme adicto de un blog donde un señor mayor, español y radicado en Alemania, relata su día a día de una manera sencilla y coloquial; al poco tiempo se siente uno como de esa familia, conoce a todos sus miembros, puede describir la personalidad de los nietos, sabe cuáles son sus gustos, dónde estuvieron de vacaciones». ¿Si serán esos “primores de lo vulgar”, como los llamaba Ortega y Gasset, refiriéndose a la prosa de Azorín, lo que real y verdaderamente haga que algunos blogs nos atraen de una manera entrañable? Yo conozco algunos, plúmbeos, donde el autor se dedica nada más que a pontificar sobre lo que sabe, y por lo general suele saber mucho de su tema, pero ¿a quién le interesa, si no es al especialista?  En otras palabras, y ese va a ser, creo, el meollo de mi conferencia, ¿en qué deberia de consistir un blog?

 

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