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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 4 / 2010

De mi Diario : Semana 4 / 2010


Weiß/Colonia, 24.1. (1)

Se ha alborotado un poco el patio de mi estafeta virtual con el envío circular de la noticia de que «una cuadragenaria británica fue condenada el viernes en Newcastle (noreste de Inglaterra) a ocho semanas de prisión en suspenso durante un año por haber infringido la ordenanza que la obligaba a mantener a un nivel tolerable el volumen de sus relaciones sexuales. Algunos testigos denunciaron ruidos «sobrenaturales» que hacían pensar que estaban «asesinando» a alguien y que se superponían al ruido de las televisiones vecinas. En una audiencia previa, la mujer explicó que no lograba bajar el volumen de sus gritos cuando mantenía relaciones sexuales con su marido. Un sonómetro instalado en un apartamento vecino midió hasta 47 decibelios».

Pues caramba con la señora, qué pulmones

Pilar, desde Los Ángeles, me comenta que «cuadragenaria es la madre que parió al que se le ocurrió identificarla así. ¿A ti te parece que eso tiene relevancia alguna en la información? Qué gilipollas». Y Constanza, desde Bogotá, me escribe: «Por favor explícame. ¿Qué es lo que a esta mujer le toca tener en suspenso durante un año? Qué emoción. Dicen que entre más arriesgado más rico. Y: ¿Averiguaste si puede recibir visita conyugal cuando esté presa?», a lo cual le contesto que «el texto en sí es una tragedia como traducción. Sencillamente la han condenado a prisión, pero en libertad condicional, eso de «prisión en suspenso» significa haber traducido con diccionario, y además mal, como aquel candidato a un puesto en la redacción latinoamericana de la BBC, a quien le dieron en las pruebas de admisión unos textos a traducir, y uno de ellos reseñaba la exitosa reposición de la obra de O’Neill Mourning Becomes Electra [El luto le sienta bien a Electra] y él tradujo que se había repuesto con harto suceso el drama de O’Neill Mañana llega el electricista. Ahora, de lo que estoy seguro es de que si, por último, la señora va a la cárcel y le autorizan visita conyugal, el motín carcelario subsiguiente va a dejar la toma de la Bastilla a la altura de una riña en el patio de una escuela primaria».

 

Weiß/Colonia, 24.1. (2)

Betilón, legítimamente orgullosa de que yo citase la opinión de su nieta Emilia acerca de la maldad de los españoles («Eso pasó hace muchísimo tiempo. Una amiga mía fue a España y regresó sana y salva»), le pasó a varias personas el enlace con mi blog, y se encontró con esta fundamentada duda de Rosa Helia, nieta del legendario Pancho Villa:

Regresar «sano y salvo de España» ya es algo, con la de vinillos, tapas y tablaos que hay que despacharse… Besos a Emilia

 

Weiß/Colonia, 25.1.

Ha estado nevando desde ayer tarde y sigue haciéndolo. Lo que significa que los transportes públicos de Colonia serán un verdadero caos, pero ni modo, Diny y yo tenemos que ir hoy al centro, a hacer una gestión en el Banco para la cual se necesitan las dos firmas. Cuando el bus nos deja en la parada del tranvía, en Sürth, el andén se ve atestado, y el primer tranvía llega con retraso de 10 minutos y lleno hasta los topes. Lo que me indigna es que en nuestro vagón viaja un kindergarten completo, al que llevan al Museo del Chocolate, y todititas las criaturitas están repantigaditas en sus asientos, mientras que hay gente muy mayor, y hasta embarazadas, que se tienen que chupar a pie firme el trayecto. Por todos los dioses, ¿qué clase de comportamiento civil es el que enseñan hoy en las guarderías?  Me viene a la memoria la sátira de Heinrich Böll que traduje hace unos años, Cortesía en el caso de inevitable violaciones de la ley : «Pareciera ocioso alabar las formas sobrentendidas de la cortesía: cómo es que, naturalmente, (…) a un escolar cansado, que viaja estresado de regreso a casa, hay que dejarle disfrutar su asiento en el tranvía, el autobús o el tren, sin molestarlo en su bien ganado descanso, ni verbalmente ni tan siquiera focalizándolo con una mirada pedagógico-moral».

O sea, que este género de conducta incivil no es de hoy. Ay.

 

Weiß/Colonia, 26.1., primera hora de la madrugada

Anoche Cómo casarse con un millonario, de Jean Negulesco, comedia musical sin números cantables, que comienza con descorrerse de cortinas y ver a una orquesta tocando una obertura, los temas que se oirán durante la peli; y termina de nuevo con la orquesta, después de concluida la acción. Un módulo inusitado y que no recordaba, porque la vi cuando la estrenaron, allá por 1954, y nunca más, san Nicolás.

Y esta noche, después de haber enviado la versión definitiva de una traducción que me tuvo mártir el fin de semana, descansé gozoso con mis whiskies y mi Robert Altman, The Prairie Home Companion, su última peli, su última obra maestra. De siempre ha sido mi director favorito, y he escandalizado mucho a los amigos cinéfilos diciendo que cambiaba un Altman mediano por una docena de obras maestras de Fellini. Pero así lo he sentido siempre. Cuando a Fellini, a partir de , le dio por filmarse el ombligo, me dejó de interesar. En fin, no me he perdido ni una sola peli suya y creo que sin lugar a dudas era un gran director, sólo digo que lo que cuenta no me interesa. En cambio, Altman, con sus grandes frescos de la vida gringa, qué gozada: M.A.S.H., McCabe & Mrs. Miller, Nashville, 3 Women, Una boda, The Player, Short Cuts, Prêt-à-Porter (bueno, esta es en París, pero el sistema narrativo sigue siendo el mismo), Dr. T y las mujeres, Gosford Park uno puede verlas docenas de veces sin cansarse, mientras que un Fellini (posterior a ) casi no soporta el sopor de una segunda mirada. Y desde luego la despedida del viejo león no pudo ser mejor, con una Meryl Streep increible, cantando como si no hubiera hecho otra cosa en su vida, qué genial es también esta mujer. Cheers, maestro!

 

Weiß/Colonia, 26.1. (1)

«Después de haber enviado la versión definitiva de una traducción que me tuvo mártir el fin de semana», escribí antes de irme a dormir, anoche. Inocente de mí. No sospechaba yo que el autor del texto padece el “síndrome de Balzac”, de quien está documentado que reelaboró capítulos enteros en las cuartas, e incluso quintas, galeradas. Galeradas es la palabra antigua para las pruebas de imprenta, pero en este caso viene muy bien porque hasta el mediodía he sido un forzado a galeras, corrigiendo no menos de tres veces la versión dizque “definitiva”.

 

Weiß/Colonia, 26.1. (2)

El buen George Bernard (y hasta su apellido empieza por S pero no es Shaw) me escribe desde Campinas, en Brasil, a propósito del artículo de Andrés Ibáñez sobre “La sociedad de control”: «Big brother is watching us since 1984 O exageramos?» Y le contesto: «Sí, me parece que exageras, pero por defecto, no por exceso: Big Brother is watching us desde los “ojos y oídos del rey” en el imperio persa precristiano. Vale».
 

Weiß/Colonia, 27.1. (1)

En el termómetro –10 °Celsius. Esperar a un bus retrasado en una parada como la de mi pueblo son ganas de aspirar a la hibernación a cámara lenta. Pero llega el bus, finalmente, y ± ½ hora más tarde estoy entrando a la consulta de mi Dr. Ruppert, para una nueva sesión de sangría. La joven Gerwin, su asistente, al verme llegar por primera vez solo a este facsímil del Medioevo, quiere saber dónde dejé a mi esposa. Le contesto que hoy es el Día Internacional del Coraje, y sus risas me hacen bien. De paso hacia el potro del tormento, descubro una báscula (debe de ser nueva aquí, o yo demasiado despistado como para no haberla visto desde que soy paciente de Ruppert), me hago pesar ¡108! Casi me da un infarto. Pero Ruppert me asegura que es que algunas básculas suelen ser más amistosas que otras, sólo que entonces le pregunto que por qué instaló en su consulta una de las inamistosas. Más risas. Frau Gerwin me dice después, en algún momento durante la transfusión, que soy el más chistoso de sus pacientes. Le aseguro que haré todo lo posible por enfermarme muy seguido, para que se siga divirtiendo con mi particular sentido del humor. Y la verdad que subyace a ello tiene una almendra amarga: sólo soy capaz de enfrentar la vida de una manera semejante a la del comandante inglés Herbert Armstrong, que asesinó a su esposa Katherine, siendo condenado a muerte, y cuando subió al patíbulo alzó los ojos al cielo y dijo: «I am coming Katie!»

 

Weiß/Colonia, 27.1. (2)

En el diario de hoy : Bruno Kremer, profe de la Uni coloniense, estaba escribiendo un trabajo sobre el Rhin, y consultó su longitud, 1.320 km, según todas las fuentes menos una, que decía 1.230. Meticuloso como buen profe, alemán o no, hizo remedir el Rhin, y resulta que sólo tiene 1.233 km, es casi 90 más corto de lo que creíamos hasta la fecha. El profe Kremer lo atribuye a un baile de números, que luego se perpetuó como error. Y yo pienso en Eduardo Zamacois y en la perpetuación del error de que su libro Los vivos y los muertos se tradujo alguna vez al  danés. Aún hoy, las bibliografías de don Eduardo lo siguen registrando así.

 

Weiß/Colonia, 27.1. (3)

Me escribe una amiga muy querida que la modestia no va con mi personalidad, y le contesto : «He podido comprobar, a lo largo de mi vida, que la impresión que dejo es la de que soy poco modesto, y a mi manera de ver se trata de una distorsión parecida a la de la caña sumergida en el agua, cuando se refracta. Yo creo ser perfectamente normal, hablo de mí con la perfecta naturalidad de quien cree saber lo que vale, y sucede que al resto, como es político-socialmente correcto, le cuesta ser tan natural… ¡con lo que les gustaría presumir de lo que son y lo que valen!… y entonces la reacción lógica es la que se perfila en esos versos de T. S. Eliot que marcaron mi vida desde que los lei: “En un mundo de fugitivos, / el que marcha en dirección contraria / parece que huye”. Dicho de otro modo: soy mucho más modesto de lo que vos creés, pero también mucho menos de lo que piensan algunos otros».

Y ella me responde : «Hallo que tienes razón, y más aún: diría que sos tan riguroso en tus juicios, acerca de lo propio y lo ajeno, que resultas intimidante, y de allí viene en buena medida la impresión de inmodestia. Ahora bien, a mí la modestia no me parece que sea meritoria, sino apenas uno más de los tics inculcados por el judeocristianismo. Además, por lo que a mí respecta, podés ser como te dé la gana, que de todos modos estás siempre en mi corazón».

 

Weiß/Colonia, 28.1. (1)

Al concierto matinal, el Philarmonie Lunch, con Julio. Una sesión de danza/teatro, a lo Pina Bausch, montada a partir de los “Cuadros de una exposición”, de Mussorgsky, con alumnos de cuatro escuelas de Colonia. La Philarmonie con lleno hasta la bandera, ya que está presente el resto del alumnado de esas cuatro escuelas, amén del público adulto habitual. Y bueno, es una cuestión de educación: nadie les ha enseñado (ni advertido previamente a los chicos) que una puesta en escena como esta, o un concierto, no son un programa cara al público de la TV, así es que se largan a aplaudir a la menor mención de un nombre por el presentador, pero eso no es lo malo, sino que luego, durante la actuación de sus compañeros, basta con que los músicos cesen un segundo de tocar, en las pausas naturales de la partitura, para que la chiquillería aplauda con entusiasmo y un efecto devastador sobre la música de don Modesto y las prestaciones del pobre quinteto de viento. El abuelo que me habita, entiende y disculpa. El melómano que cohabita con el abuelo le retorcería el pescuezo en especial a los tres idiotas que se han sentado ante sus narices y se pasan el tiempo inclinándose adelante, atrás y entre ellos, hasta que no lo soporta y mete su cabeza entre las suyas: «Ya se me quedan callados y quietos hasta el final, OK?»  Ni mú vuelven a decir. Y quietecitos, como mandan los cánones. (No hay de qué, don Modesto).

 

Weiß/Colonia, 28.1. (3)

Ha muerto Salinger. Levantad, pues, carpinteros, las vigas del tejado, para que su alma vuele lo más lejos posible de esta puta miseria que es la vida.

 

Weiß/Colonia, 29.1.

El bueno de Juan Reguera ha montado la primera exposición de su pintura en una dependencia de Cáritas, en la otra orilla del río. Eso, que ya es grave para los impenitentes e incorregibles habitantes de la rive gauche à Cologne (quienes consideramos que Siberia comienza en la orilla opuesta del Rhin), se vuelve maldición veterotestamentaria cuando la callecita donde se ubica dicha dependencia sólo es rastreable con mecanismos de navegación de la NASA. El resultado previsible es que Carlitos y yo llegamos allá una hora más tarde de la prevista para el comienzo del vernisage. La sala está llena de un modo tal que impide la visión de los cuadros expuestos (en su mayoría copias: de Sorolla, Picasso, Hopper), pero la gente parece haber venido acá para encontrarse entre amigos y tomar una copa de vino con aceitunas o almendras garrapiñadas, qué ricas Hablando sentados detrás de una pareja joven, de repente ella se echa hacia atrás, con silla y todo, para no estar dándonos la espalda, y ahí pegamos la hebra. Cecilia se llama, es boliviana, llegó a Colonia siguiendo a su marido, alemán, y terminó sus estudios de sociología con una tesis sobre la literatura escrita por mujeres en su país. Le menciono mi artículo de este mes en Cuadernos Hispanoamericanos, y donde hablo de Gaby Vallejo, una de esas escritoras, y Carlitos, por su parte, la ficha de inmediato para la Tertulia La Ambulante. O donde menos se espera, salta la liebre (moraleja).

 

Weiß/Colonia, 30.1. (1)

Hay amigos y lectores que veladamente me reprochan el que en mi diario casi no me ocupo, a no ser al sesgo, de los acontecimientos que son noticia a nivel universal. Que la última vez que me embanderé con una causa pública fue cuando el hundimiento del edificio del Archivo Histórico de Colonia. Que pareciera como si viviese desinteresado del mundo y sus afanes. Y no sé qué contestarles sino lo que Ángeles dejó escrito este mes en su columna en Nexos:

«Suceden tantas cosas sobre las cuales quienes no tenemos respuestas contundentes preferimos callar[] Yo he considerado necesaria la recreación y la reflexión sobre la vida privada, entre otras cosas como una manera de trastocar lo público contagiándole el arrojo, la buena voluntad y los matices de los que veo capaz a la gente cuando se trata de la vida diaria. Soy una rana: atestiguo el modo en que viven los que no se hacen cargo sino de sí mismos. Y de ellos quiero hablar desde mis ojos». Ecco!

 

Weiß/Colonia, 30.1. (3)

En el canal Arte un reportaje sobre Eloísa Cartonera, la editorial alternativa en Buenos Aires. Me siento feliz al pensar en el ejemplar de Poesía peruana, publicado ayyyá y que hace poco me regaló mi deuda estherna, y que asiste mudo, desde su puesto de honor en el armario donde he colocado mis tesoros, al reportaje que habla de sus congéneres. Diríase que vibra excitado, hay como un resplandor tenue que lo destaca del resto. Él es, en ese microcosmos, el Otro.

 

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