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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 40 / 2023

De mi Diario : Semana 40 / 2023


Rodenkirchen, 1.10.

Fuimos a almorzar al Steep’s, donde Tom nos recibe ya como si fuésemos parte del inventario. Diny pidió lo que le sugirió Tom, un panqueque de tocino de jamón con ensalada, y yo mis mejillones à la Provence. Cuando estábamos a ½ del almuerzo llegaron los dos viejitos que ya conocemos de vernos y saludarnos en el Bistro Verde y aquí, y sentí remordimientos porque estábamos sentados a la mesa que más les gusta. Trataré de recordarlo para la próxima vez.

Óscar publicó en El Tiempo, de Bogotá, un texto sabroso, como suyo, en ocasión de la muerte y del entierro en Medellín de Fernando Botero. Le acusé recibo con un email donde le contaba que «nunca me topé con Botero en mi vida. Pero estuve bebiendo champagne (del auténtico) en su casa de París. Fue el 9 de junio de 1999. Habíamos estado Diny y yo celebrando el cumpleaños del Dr. Castaño Castillo, con Gloria Valencia, Carmen y Álvaro Mutis, amén de Martha y Juan David Botero, hermano del pintor. Comimos en un restaurante elegido expresamente por el Doctor en la cercanía de los Inválidos, y estaba la charla tan linda que Juan David nos invitó a seguirla en el lugar donde se alojaba, es decir, la casa de su hermano, en la rue du Bac. En el salón colgaban de las paredes una docena de Boteros que no sé si se han expuesto alguna vez. Con el permiso de Juan David tomé fotos de algunos. No quise abusar y fotografiarlos todos».

Leo en LJS un diálogo formidable de Faulkner con un grupo de estudiantes de un taller literario en febrero de 1957, diálogo inédito en español. Es el testimonio de un fabuloso zoom a la obra y a la persona de Faulkner, uno de mis autores predilectos desde el primer día que leì algo suyo, y eso fue en Sevilla, cuando compré en una librería de la calle de las Sierpes su novela Intruso en el polvo. Aluciné leyéndola, y luego pude leer mucho más de él en una de mis fuentes nutricias durante los cinco años que estudié Derecho en Sevilla: la biblioteca de la America House (estoy muy endeudado con los gringos). Este diálogo con los estudiantes es una joya, lo he releído ya dos veces hoy.

Rodenkirchen, 2.10.

Vamos para almorzar al Bistro Verde, donde Petra no estará durante dos semanas de vacaciones que se ha tomado. Pero Angelika nos saluda desde la oficina, cuya ventana está abierta al comedor, y el camarero, de quien todavía no conocemos el nombre, sí que conoce nuestros gustos líquidos y llega puntual y sin que se lo pidamos con la gaseosa de manzana para Diny y un primer Chardonnay para mí. Diny pide rissotto con setas del campo y yo mis Rösti con salmón en salmuera, sin ensalada. Vinimos a pie pero al regreso Diny me pide que volvamos en el bus. Es nomás una parada más allá donde está el Maternus, pero somos viejos y achacosos, y nos cansamos mucho caminando, yo más que Diny.

Terminé mi texto de este trimestre para VV.CC. sobre los idiomas y los dialectos de los pájaros, un tema que me tiene fascinado desde que lo descubrí, y me plantea una cantidad de problemas que no sé si los especialistas en ornitología tomarán en cuenta. Espero que sí. Me pregunto, por ejemplo, hasta que punto se entienden un estornino y un mirlo, para citar dos especies que conozco bien por los  47 años vividos en Weiß, en una zona campestre y al borde de uno de los bosques más extensos de Colonia. Y cuando digo hasta qué punto se entienden un estornino y un mirlo, en realidad lo que me estoy preguntando es si existen “intérpretes” que canten en ambos idiomas, o al menos sepan “traducir” lo que cantan los de la otra especie. Tengo entendido que sí por unas informaciones que encontré donde Miss Hortensia Google. Lo dicho, un tema fascinante.

Rodenkirchen, 3.10., festivo, Día de la Unidad Alemana

El sábado, comiendo en el Bistro Verde, Ulli preguntó si el martes 3, siendo festivo, estaría abierta La Modicana y le respondí que sí. Carlitos quiso saber por qué el martes 3 era festivo y le dije que es el Día de la Unidad Alemana, a lo que Carlitos repuso que si eso merecía un día festivo. Le repliqué que estaba contento de que hubiese un Día de la Unidad Alemana en vez de uno de la Reunificación de Alemania, que es la nomenclatura de los neonazis. A eso no supo qué responderme.

Debería estar acostumbrado a que Diny me ponga mala cara y me mire de manera descaradamente inamistosa, casi casi con enemistad, cuando los martes le sugiero que se haga una sopa de las muchas que tenemos en la despensa, y a renglón seguido le digo que me voy a La Modicana con Ulli y Carlitos; «Ya me las arreglaré para no morir de hambre», me dice. Menos mal que sé que cuando regrese ya se habrá olvidado hasta el próximo martes. Al salir del Maternus me di cuenta de que, sin haberme dado cuenta antes, ha llovido, y de que amenaza más lluvia. Pero Ulli llega sin demora y ponemos rumbo a La Modicana. Hoy hay bastante más comensales de lo que es habitual: contándonos a nosotros tres un total de 18. Ulli y Carlitos encargan unas pizzas con mozarella, alcachofas y un tercer elemento que no registré, y son pizzas en 3D, pero Ulli da buena cuenta de la suya, mientras que Carlitos le pide a Minou que le envuelva la ½ para llevársela a casa. En cuanto a mí, descubro para mi alegre sorpresa que la signora ha guisado hoy unos mejillones exquisitos, en salsa de tomate, que estaban de rechupete. Sólo dejé en el plato los hollejos de los tomates, porque a falta de pan per fare la scarpetta estuve cuchareando el líquido que quedó en el plato tras la goloaa degustación de los mejillones. Cuando salimos estaba lloviendo a tutiplén, corrimos al auto que por dicha lo había aparcado Ulli delante de la floristería, casi enfrente de La Modicana.

Esta mañana, después del desayuno, me tendí a reposar dos horas. Ahora, al regresar al Maternus tras el almuerzo en La Modicana, lo he hecho durante dos horas y ½. Me pregunto si no será enfermizo tanto deseo de reposo, tanto no querer hacer nada. Tengo, por ejemplo, descuidada por completo la contabilidad doméstica, y hay un montón de facturas que debo enviar a la compañía de seguros y a la subvención estatal para que me reembolsen. Pero no acierto a encontrar el hueco para otra cosa que no sean este Diario y mis artículos y columnas. De esta semana no pasa que ponga al día esa maldita contabilidad. Lo malo del caso  es que yo soy el único que la entiende. Ay.

Gracias al comentario de un lector de mi columna dedicada a Gershwin descubrí la versión Walt Disney de su “Rhapsody in Blue”. ¡Es una belleza!

Rodenkirchen, 4.10.

Como todos los miércoles, fuimos a almorzar al Steep’s. Por cubrir el expediente Tom me preguntó si quería los Reibekuchen con salmón ahumado, le respondí que sí y Diny le preguntó qué le podía recomendar a ella, Tom le sugirió un filete de ternera empanado à la vienesa y a Diny le pareció bien. Comimos en silencio, y es que nuestra convivencia transcurre en silencio porque con Diny resulta muy difícil conversar a causa de su sordera y de que no me gusta hablar a grito pelado, amén de que ella está en todo y por todo en contra de lo que digo. Imagino que no se da cuenta de ello, pero lo más probable es que me esté pasando factura por todo lo que puede echarme en cara a lo largo de 57 años de matrimonio, y que no es poco; desde las infinitas ausencias a causa de mis infinitos viajes de servicio (en promedio uno al mes durante más de 30 años) hasta los muchos cuernos y en el otoño de 1988 la posibilidad de separarnos. Con todo es curioso que se preocupe tanto por mi salud, que se me despida todas las noches con dos besos, que hable siempre bien de mí a los demás. Su enemistad, por llamarla de algún modo, sólo se manifiesta es los mano a mano.

He pasado la tarde confeccionando mi The Twiter’s Digest para este sábado en Nexos. Registré uno bien gráfico:

«Cómo conmemorar el 12 de Octubre apropiadamente:
1.- Métete en una casa ajena.
2.- Dile a sus habitantes que ahora vives ahí y que ellos serán tus sirvientes.
3.- Imponles tu propia religión y costumbres sin respeto alguno por las suyas.
4.- Si no están de acuerdo, ¡mátalos! (@erBaku)»

Rodenkirchen, 5.10.

Esta mañana, al levantarme, tuve un susto de padre y muy señor mío. Eché el edredón a un lado y me senté en el borde de la cama para ponerme las pantuflas. Luego me incorporé y, como aiempre hago, agarré los extremos del lado largo del edredón para alzarlo en vilo y sacudirlo en el aire, oreándolo, antes de depositarlo sobre el rectángulo de la cama. Y ahí, cuando lo alcé en vilo, descubrí que en la sábana de abajo había una mancha oscura del tamaño de una mano de Diny. Como sé que no sufro de incontinencia, ni urinaria ni anal, me quedé muy soprendido, ya que, además, si hubiera sido una mancha excrementicia yo debería tener rastro en el calzoncillo y en los pantalones del pijama, lo que no era el caso. Aunque en las perneras del pantalón, no en el fondillo, había también unas manchas. Llamé a Diny, que todavía no se había levantado, y decidimos de común acuerdo ser empíricos y aplicar el olfato a las tres manchas. El resultado fue unánime: las manchas eran inequívocamente de chocolate fundido. Pero eso volvía mayor el misterio: ¿me fui a dormir anoche tan ebrio que me llevé chocolate a la cama y olvidé comerlo y se fundió? Nunca lo sabremos porque no hay manera de documentarlo. Diny cambió con mi ayuda la sábana de abajo y yo eché los pantalones del pijama en  el cesto de la ropa sucia y en eso quedó todo, pero el susto me sigue dando que pensar.

Anoche vi de nuevo My Man Godfrey [Al servicio de las damas], la estupenda comedia de enredo con Carole Lombard y William Powell. ¡Qué pareja tan desopilante! Y también anoche, gracias a la revista virtual HuelvaRed, que Vicente me envía a diario, me vine a enterar de que el cementerio británico de Huelva se va a convertir en un nuevo atractivo turístico de la ciudad. Creo que he sido un poco pionero en la materia. Tan pronto como a mediados y finales de los 50 hacía ya hincapié en el toque británico de Huelva. Al comienzo de mi cuento “Macho dulce”, por ejemplo, puede leerse: «La ciudad, aunque no se advirtiera de una manera consciente, estaba anglosajonizada. El té, a las cinco. Gibraltar, inglés. Y en las (dos) librerías lo más frecuente era encontrar los libros de W.S.M., G.B.S., H.G.W., G.K.Ch., amén de los ya referidos Baring, Priestley, Galsworthy & Co., sin olvidar a Agatha Christie y Graham Greene (¡y J.D. Carr!) [] La ciudad, como Londres, se asoma a un río. [] Los días de lluvia y de niebla, la ciudad se reviste de un aire que puede llegar a lo escocés; los impermeables se nos antojan macferlanes. Para colmo, muchos fumamos en pipa. Y en este ambiente se desarrolló nuestra juventud».

Hemos ido hoy a almorzar al chino en vez de mañana, porque mañana vendrá Rebeca para llevar a Diny a Sürth, donde tiene una cita en la peluquería, y almorzarán en el Marano, que es una mezcla de bistro, café y heladería, y es de unos parientes de la signora de La Modicana, amén de estar enfrente de la peluquería. En el chino, al sentarnos, llegó la camarera y preguntó con una sonrisa: «¿Un Chardonnay y gaseosa de manzana?» Asentí con otra sonrisa. Diny encargó un menú con sopa pequinesa y un guiso de de carne de res y pìmientos servido en la propia cacerola, y yo una ración y ½ de mis langostinos empanados. Y al regresar al Maternus, una siesta de tres horas. Se me va otra semana sin que arregle la contabilidad doméstica. Soy un dessatre.

Rodenkirchen, 6.10.

Vino Rebeca para acompañar a Diny a la peluquería en Sürth, pero lo hizo una hora antes con el fin de almorzar juntas en el Marano. Rebeca tiene servicio toda la semana próxima en su Residencia, de manera que no la veremos hasta pasado el domingo 15, y me he propuesto resueltamente que esa semana la voy a dedicar a la contabilidad doméstica, para que ella pueda despachar mis correos a las compañías de seguro (la de enfermedad y la de asistencia social) y al subsidio estatal. Además de que haremos cuentas de todo lo que llevo gastado en compras en las últimas semanas. Que no es poco.

Fui a la oficina postal de acá, también en la calle principal, a dos cuadras del Materrnus, para que me certificasen el pasaporte con destino a la American Express: es una exigencia de la ley contra el blanqueo de dinero. El empleado no me lo quería tramitar porque no llevaba conmigo la inscripción en el Registro, pero la funcionaria  que estaba a su lado le dijo que no era neesario y el buen hombre, turco, me llamó “hermano”. Y no sólo eso sino que me ayudó a bajar el andador los dos escalones de entrada a la oficina. Vine con el andador porque Rebeca se llevó a Diny en una silla de ruedas del Maternus y quise probar el andador en la calle. Es más complicado de lo que parece. Luego, fui al chino solo porque era la mejor solución, también desde el punto de vista de manejar el andador. Almorcé mi menú 19, con la entrada de una taza de sopa pequinesa y el pescaíto frito acompañado de salsa agridulce. Y después, la siesta.

Mi San Tribulete del alma me escribe un email donde, entre otras cosas, me cuenta que se encontró en un acto público con KMH, conversaron, y en la conversación surgió mi nombre y, para su sorpresa, resulta que el señor H. desconocía por completo la desgracia que nos cambió la vida. Le contesto ipso fuckto: «Creía que te lo había contado: yo rompí mis relaciones con el señor H., irreversiblemente, en mayo del 2012, como secuela de su comportamiento con nosotros a raíz de mi internamiento en San Carlos. Ese día estábamos citados para almorzar con él. Diny lo llamó para cancelar la cita y contarle lo que me había pasado, la hemorragia interna y la ambulancia al San Carlos y que los médicos pronosticaban una semana o más para darme de baja. En San Carlos me visitaron varios amigos (tú entre ellos, como también lo hiciste en el 2010 y te confundí con la Muerte, ¿lo recuerdas?) y a Diny la llamaron por teléfono hasta de Buenos Aires, cuando entre los amigos se corrió la voz de mi internamiento. Del señor H. ni una sola palabra, para qué hablar de una visita, ¡un hombre taaaan ocupado! Dos semanas después, estando ya nosotros de vuelta en Colonia, me llamó para preguntarme cómo estaba y lo mandé a la mierda y le colgué no sin decirle que nos olvidase. Éramos amigos desde 1954, pero  no me costó nada romper con él. Prácticamente he roto todas mis relaciones con la gente cuyo ego es tridimensional».

Llamó Sirio respondiendo a un email mío de ayer en el que le proponía almorzar juntos hoy en La Modicana, y me dijo que hubiera sido imposible porque tenía un compromiso previo. Aproveché para hablarle del cansancio que me acosa y que ya me parece enfermizo. Quedamos en que vaya el lunes a su consultorio, a las 11:30 am, para una extracción de sangre, a ver si el análisis revela a qué se debe este cansancio, y almorzaremos luego juntos en el Bistro Verde.

Rodenkirchen, 7.10.

Anoche me pasó algo curioso. Descubrí una peli de Ernst Lubitsch, de 1941, y que desconocía, se titula That Uncertain Feeling [Lo que piensan las mujeres], con Merle Oberon y Melwyn Douglas. Empecé a verla y me di cuenta de que era una versión coloreada. Dejé de verla y busqué la versión original, en blanco y negro. La encontré y también empecé a verla, pero la copia era tan cochambrosa que a los personajes masculinos, todos más altos que los femeninos, literalmente los guillotinaba, sólo se les veía hasta el cuello, de manera que con el rabo entre las piernas regresé a la versión coloreada que, por supuesto, o como supuse, había sido restaurada antes de colorearla. Lo pasé muy bien y recordé la frase de Billy Wilder, de que en un film de Lubitsch una puerta cerrada era más erótica que una bragueta abierta. Un par de escenas de esta peli lo demuestran cumplidamente.

Vamos a almorzar al Bistro Verde. Llegó Paul solo porque Antonia está de vacaciones en el Lago Maggiore, donde su familia dispone de un “pied–à–terre”, como dicen los franceses. Hoy había más de 20 comensales, pero exceptuando dos niños pequeños, Paul fue de nuevo el más joven de todos. Le conté lo que me pasó anoche con la peli de Lubitsch y le divirtió. Prometió que la semana que sigue vendrá acompañado de Antonia. Luego a la hora de pagar, lo hice como siempre con la tarjeta del Banco, y tecleé tres veces la contraseña y todas ellas la caja portátil respondió que era falsa. Como no tenía dinero para pagar en efectivo, el camarero me dijo que me lo apuntaba y que ya lo pagaría la próxima vez que vaya, que será el lunes. Y de allì fuimos al ReWe a hacer unas compras, y al pagar no lo hice con la tarjeta de American Express, como siempre hago en el ReWe, sino con la del Banco, tecleé la contraseña y funcionó. La Inteligencia Artificial no es perfecta, gracias a los dioses.

Pasó Chico y sacó a pasear a Diny, y a tomar un helado. Luego estuvimos conversando una hora, y viendo las fotos que Montse nos ha enviado desde Cerdeña. Y apenas se fue me puse a escribir la anotación anterior y ahora me dedicaré a repasar las de toda la semana, antes de subirlas a Fronterad. Ojalá no sea grande la cosecha de teclazos falsos, me encomiendo a la Virgen de la O, santa patrona del alfabeto.

*******************THE END******************

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