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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 41 / 2023

De mi Diario : Semana 41 / 2023


Rodenkirchen, 8.10.

Fuimos a almorzar al Steep’s (Diny un Flammkuchen picante, yo mis mejillones à la Provence), y a la hora de pagar se presentó el mismo problema que ayer en el Bistro Verde, sólo que esta vez la caja portátil no acusó una falsa contraseña sino un límite sobrepasado. Es decir, he descuidado tanto, pero tanto tiempo mi contabilidad doméstica, que mi cuenta corriente está en números rojos. [Tote me ha dejado un comentario al respecto en Fronterad]. Buena parte de la tarde la he dedicado, pues, a poner un primer orden en la maldita contabilidad. Sobre todo pensando que este mes me toca pagar dos facturas elevadas, la de la odontóloga y el finiquito de Hacienda para el año 2021. Unos 7.000 € de los que sólo recuperaré, como mucho, ± unos mil de la factura médica. Ya me veo venir el tiempo en que no nos podremos permitir el lujo de comer todos los días fuera del Maternus. Porca miseria!

Tote se pregunta quién inventaría la palabra “procrastinar”, «sólo el decirla quita las ganas de hacer muchas cosas». Por curiosidad la busco en EL diccionario, y ahí me remiten a otros dos verbos: diferir y aplazar. Y esa es la prueba de fuego: si EL diccionario define un verbo recurriendo a otros dos verbos, ese verbo está sobrando. Aunque no tengo nada que lo demuestre, intuyo que alguien lo debió importar de Gringolandia, y asimismo creo que es una moda que pasará.

Rodenkirchen, 9.10.

Doña Geranio, como yo la llamo, la ATS cubana, se ha reincorporado al servicio, ha estado de baja por enfermedad un largo par de meses. La echábamos mucho de menos, y cuando llegó esta mañana para duchar a Diny nos dio una gran alegría. Nos contó de su enfermedad, que le afectaba los pies, como a Ulli, y le resultaba dolorosísimo caminar. Amén de que su desempeño profesional casi todo lo lleva a cabo parada, sin sentarse sino para comer. Pero al parecer la han curado de una manera definitiva. Ojalá Ulli pueda decir pronto lo mismo.

Voy al consultorio que Sirio comparte con cuatro (¿o son cinco?) colegas, y me hace una revisión en toda regla, desde medir la presión arterial hasta tomografía de los pulmones y el corazón, también un electrocardiograma, extracción de sangreen fin, la Biblia en pasta. Me remite a mi cardiólogo: en el ECG descubrió algo que quiere que lo chequee un especialista. Luego, a la 1, nos encontramos en el Bistro Verde, que le gustó mucho la vez anterior. Él come un plato con setas del bosque, yo mis Rösti con salmón, como de costumbre. Tenemos una larga conversación sobre temas familiares bastante íntimos, en muy poco tiempo hemos consolidado una gran confianza mutua y una amistad bien cariñosa. Es una persona excelente y que sabe dónde está parado. Es alguien con quien se puede contar, y ese es el tipo humano que siento más afín a mi carácter.

Despaché después de la siesta mi columna de este viernes para EE y mi artículo trimestral para El Trujamán, la revista del Centro Virtual Cervantes. Como mi columna se publicará el viernes 13, y los viernes 13 son para los alemanes lo que los martes y 13 para los españoles, es decir, el día de la mala suerte, mi columna se la he dedicado a Borges, supersticioso. Es una deliciosa anécdota que nunca he contado, de su viaje por Alemania en el otoño de 1982. Y el artículo trujamano me lo inspiró un poema de la brasileña Ana Martins Marques, leído este domingo en el suplemento de La Jornada y titulado “Traducción”. Es un poema precioso y creo que mi artículo, “¿Qué es traducir?”, es uno de los mejores que he escrito para ese medio. Ojalá le guste a la redacción.

Rodenkirchen, 10.10., Bodas de plata de Montse & Frank

Llamamos a Montse, que sigue en Cerdeña con Frank y Henri. Queremos felicitarla en el aniversario de su boda, le pregunto que cuál es, el 23.º o el 24.º, y me replica riendo: «Papá, ¿cómo es posible que tan luego tú me hagas esa pregunta? ¡Es el 25.º, son nuestras bodas de plata!» Tableau! Pero reacciono felicitándola con mayor motivo. ¡Cierto! ¿Cómo es posible que tan luego a mí me ocurra una panne de este tamaño? Paul nació en el 97, Oskar en el 99, y Montse y Frank se casaron el año en medio de los nacimientos de sus dos hijos mayores. Henri vino once años después.

Novedades en La Modicana: hay un cocinero en vez de la signora y una camarera nueva, una chica muy joven y que me da la impresión de que hoy debe ser su primera jornada laboral. Minou queda para el turno de la noche. Y la signora se pasea por el comedor charlando con todo el mundo y feliz de haber encontrado el personal que estuvo buscando tanto tiempo. Hoy se nos unió Claudia, y ella, Carlitos y yo pedimos mejillones en salsa de tomate, mientras Ulli encargaba una de sus ensaladas monumentales, donde por no faltar nada había hasta higos. Estando ya de sobremesa, Carlitos logró sorprendernos al expresar su deseo de beber una grappa. Claudia y Ulli ya habían salido a buscar sus autos aparcados en la plaza del mercado, cuando la signora nos sorprendió a su vez renovándole la grappa a Carlitos y escanciando una para mí. ¡Viva el lujo y quien lo trujo!, como hubiera dicho mi abuela Remedios. Bien educado que es uno, le di mis más expresivas gracias a la signora.

Arcebelle me escribe desde Toronto: «Ayer tuve el gusto de ir al teatro Queen Elizabeth donde presentaban a Diego el Cigala. Ese gitano me enloquece, su voz, su simpatía, su conexión con el público. Pude compartir con un montón de latinos lo que es un premio, todos del mismo clan, de la mismitica sangre, es espesa y vital nuestra sangre española e indígena. Lo que pasó, pasó y esto salió. Total que cuando grité «¡Gitano precioso!», fue una lástima que nadie me oyó. Tiene la edad de mi hija pero lo noté muy avejentado, muy gordo, me da dolor. Quizá la muerte de su esposa lo afectó». Le contesto: «Los gitanos que salen buenos les (nos) dan ciento  y raya a los payos. Te envidio tu vivencia de una noche gitana en Toronto, yo las he tenido en la Filarmonía de acá, llena hasta la bandera y un «Ole» a cada rato, de los que salen del alma. Sé lo que es eso. Años ha, en la Semana Santa de Huelva, cuando desfiló delante de mi palco el paso con la Esperanza de mi barrio le grité «¡Guapa!» Sí, son esas cosas que salen del alma».

Rodenkirchen, 11.10.

Diny amaneció muy acatarrada, y Doña Geranio, la cubana, cuando vino para asearla, nos contó que hay mucha gente enferma ahora en el Maternus. A Diny le di un Paracetamol y un Contramután, a ver si con nuestra medicina casera salimos adelante.

Acudo al Banco para arreglar el asunto del sobregiro de mi c/c. y la Frau Schneider  lo arregla en un periquete al tiempo que me da una mala noticia, y es que a partir del 1.12. no seguirá en esta filial del Banco en Rodenkirchen sino en la de Brühl, la pequeña ciudad residencial donde vive, entre Colonia y Bonn: «Así estaré mucho más cerca de casa», me dice. La felicito pero en realidad me apena bastante, porque ella ha sido una asesora extraordinaria durante los muchos años que nos ha conducido las finanzas. También la envidio porque Brühl es un lugar hermoso, con un palacio que fue residencia del arzobispo de Colonia y lo rodeó de unos jardines que da gloria verlos, amén de que en Brühl poseen uno de los más lindos Museos del  mundo, dedicado a la vida y la obra del más insigne hijo de la ciudad, es aquí donde nació Max Ernst, y la ciudad ha honrado su memoria con ese Museo, un lujo cultural digno de la Champions League Museal.

A las 3 pm, al levantarme de la siesta, le pregunto a Diny si se siente en disposición de acompañarme al Steep’s para comer algo. Me dice que sí y busco la página del Steep’s en Google por si acaso hacen una pausa a mediodía, como en el chino. Descubro el horario en unas palabras de bienvenida a los comensales,  y gracias a ese saludo descubro a su vez por qué este local se llama así: el saludo lo firma Tom Steep, ¡es el apellido de Tom! Pero Tom no está hoy, nos atiende la camarera entrada en carnes que es quien yo creía que fuese la patrona. Diny le pide que le recomiende algo pequeño parta comer y ella le recomienda la sopa del día, que es de legumbres, y al parecer está muy rica, Diny la encarga y luego me confirma la excelencia del plato. Yo, por mi parte, me apunto este miércoles a los mejiillones à la Provence, es algo tarde para los Reibekuchen.

Rodenkirchen, 12.10.

Me levanté a las 8:30 para desayunar, y después de hacerlo y de tomar mis medicinas, me meto de nuevo en la cama, donde me quedo hasta las 3 pm, cansado hasta el tuétano. Al mediodía tuve una  bronca con Diny porque me preguntó si no salíamos hoy a comer, le contesté que no y se empeñó en querer ir sola al chino. Le dije que no podía ir sola ni al chino ni a ninguna otra parte. ¿Y por qué no podía ir sola al chino? Me la quedé mirando desangelado dándome cuenta de que me lo preguntaba en serio, se diría que no asume su enfermedad y las limitaciones que ella le impone. Me desespero de tal forma que llamo a Rebeca, a ver si está en algún receso en su trabajo y me  contesta, para pedirle que le explique a su madre por qué no puede ir sola a ninguna parte. A Rebeca sí se lo creería, a mí no. Pero Rebeca no me contesta. Cuando me llama un par de horas más tarde, le explico la situación y me pide una vez más paciencia, como si dispusiera de reservas inagotables de la misma.

Me escribe Paul un email en el que me dice que quiere venir el sábado, con Antonia, para que almorcemos juntos en el Bistro Verde, que tanto le gusta. Le contesto: «Quedamos, pues,  el sábado 14 a las 12. Y estamos muy contentos de conocer a Antonia. Pero tengo que afeitarme extra para eso, lo cual es una empresa arriesgada en estos días de cuchillas de afeitar modernas, romas como los pensamientos de los neonazis [?]  Así que ¡hasta dentro de dos días! Pero no os sorprendáis si llego con la cara llena de tiritas».

Algo que me tiene muy inquieto es que Sirio no me haya llamado todavía con los resultados del análisis de sangre. Se lo dije a Rebeca y me contestó que probablemente se deba a que comenzó la campaña de vacunación contra la gripe, en paralelo con la de renovación de la vacuna contra el virus, que deben traer a los consultorios médicos por la calle de la amargura. Pero el caso es que necesito de todos modos hablar con Sirio, los dolores en el pie derecho han vuelto, con seguridad a causa de que Diny me puso ayer unos calcetines normales, y su elástico se clava en la carne de la pierna e impide el paso fluido de la sangre hasta el pie. Es como si a partir de la zona claramente marcada en la carne de la pierna, la sangre circulase con cuentagotas. Y como éramos pocos y la abuelita salió de noche, los dolores del pie derecho parece que son replicados ya por el otro pie. ¡‘dita sea mi suerte!

Rodenkirchen, 13.10., viernes y trece, lagarto lagarto

Había (h  ay) una canción muy divertida de Reinhard Mey, el primero de los cantautores alemanes, en  la que quien canta recibe un telegrama de su novia, Christine, donde le dice que llegará el viernes 13 a las 14, y que en el fondo alude a que los viernes 13 son el supersticioso día de la mala suerte en este país. Hice una aproximación al español, rimada como el original y siguiendo la partitura, en suma, apta para ser cantada en nuestro idioma. Llevo literalmente años buscándola, pero la archivé tan bien, todavía en tiempos del soporte papel, 1969 creo, que no la he logrado encontrar en ninguna parte. Me duele la pérdida especialmente cuando, como hoy, tenemos un viernes 13.

Le envié a mi compadre a orillas del Cauca el texto de mi columna para este viernes 13 y le pregunté si en Colombia tienen, como en España, la superstición de los martes 13. Me contesta: «Por supuesto maese; aquí, dependiendo del arúspice de turno, todo puede traerte mala suerte: el martes 13, el viernes 13, los gatos negros, pasar por detrás de una escalera, una gallina negra «guachipelada», el que no llueva torrencialmente el 3 de mayo de todos los años y hasta la sombra furtiva que ves al pasar, puede ser de mala suerte. Agüeristas y miedosos, nosotros todos. los latinoamericanos hijos de España y de los indígenas, lo somos hasta en la hora de la muerte». A mi vez le respondí ayer: «Me hiciste asomarme a EL diccionario, como yo lo llamo. Y en efecto, no hay registro de «agüerista» y aunque eso en sí no significa nada, de todos modos la palabra no sólo no me gusta sino que incluso me suena como a cosa festiva, como a bromista, y en castellano tenemos una palabra preciosa para ese género de personas: agorero. A Günter Grass, en su casa, le oí contestarle así a una periodista española que le preguntó por qué su persona era tan cuestionada en la propia Alemania: «Weil ich der Schwarzseher von Dienst bin [Porque soy el agorero de guardia]»».

Viene Sirio en visita domiciliaria para Diny y no le encuentra nada preocupante. La presión arterial, la frecuencia del pulso, el estado de los pulmones, la ausencia de fiebre, todo es positivo y mañana me podrá acompañar al Bistro Verde, donde vamos a conocer a Antonia, la novia de Paul. Pero hoy debe permanecer acá y tomar un medicamento que le receta, una pastilla de 600 unidades al día; las hay también de 200, para tomar por la mañana, al mediodía y la noche, pero Sirio opina que la de 600, con tan alta concentración, una sola vez al día, es mejor, y cubre las 24 horas. En cuanto a los resultados del análisis de mi sangre, lo ha conversado con su jefe en el consultorio, y ambos coincidieron en que si todos los demás valores están en orden, el motivo de mi cansancio enfermizo no puede ser otro que mi consumo de alcohol. Acordamos que lo voy a reducir a menos de la ½ y  que dentro de un mes hagamos otro análisis, a ver si dio resultado esta táctica.

Como solo en el chino. «¿Chardonnay?», me pregunta la camarera. Le digo que sí y que hoy vengo solo. Encargo mis langostinos empanados, y hundido en mis pensamientos, no me doy cuenta de que tras el segundo langostino me ha traído el segundo Chardonnay. Me entrego a mi destino. Y luego, al despedirme, la camarera me encarga buenos recuerdos para Diny.

Rodenkirchen, 14.10.

Me desperté a eso de las 2:15 am y no pude lograr volverme a dormir. Es otra de las plagas que me han caído encima y me hacen –¿cómo decirlo?– simpática (aunque esta no sea la palabra exacta) la idea de la muerte. ¿Cómo dice Hamlet en la modélica traducción de Tomás Segovia?: «Morir para dormir, no más, ¿y con dormirnos /decir que damos fin a la congoja /y a los mil choques naturales /de que la carne es heredera? /Es la consumación /que habría que anhelar devotamente».

Llegamos un par de minutos antes que Antonia y Paul al Bistro Verde, Antonia nunca había  estado aquí y el lugar le gusta. La primero que se advierte en los dos es que están muy enamorados. Antonia tiene la frente despejada y la mirada abierta de unos ojos donde se lee bondad, No es bonita como si saliese de un cuadro de Sandro  Botticelli, pero sus ojos de un mirar limpio y risueño la hacen parecer guapa, lo que siempre es más que serlo. Interviene resuelta en la conversación y se ríe con ganas cuando le cuento algunas de las anécdotas de la infancia de Paul, que él no le había contado todavía. Luego se produce un momento dramático cuando Diny, sin decir ¡agua va!, les asegura que quiero morir. No lo niego, y además defiendo mi posición con argumentos más o menos incontestables. Y entonces Paul vuelve la cara y deja caer la cabeza en el hombro de Antonia, quien le oculta la cara con su brazo, y yo los miro y me doy cuenta de que mi primera impresión es exacta: se quieren mucho. Les digo, sobre todo a Paul, que no quiero lágrimas, mientras contengo las mías. Después se van. Al llegar Antonia saludó a Diny con un abrazo y un beso, y luego vino hacia mí y me pareció que también quería saludarme así, pero le extendí la mano y nos las estrechamos con afecto instantáneo. Al irse sí nos abrazamos y besamos. ¿No quería yo tener una nieta? Pues ya tengo una, ¡y qué nieta, por Dios, como decía Álvaro Mutis en estos trances! Pronto,  dicho sea de paso, se cumplirán el 22.11. diez años de su muerte. ¡Mi tan querido Álvaro Mutis, que cuando estaba de buen humor me llamaba Baden Powell, pero si estaba malhumorado (por dicha pocas veces) me llamaba Baden Baden! Cómo lo echo de menos.

*******************THE END******************

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