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Mientras tantoDe mi diario : Semana 42 / 2018

De mi diario : Semana 42 / 2018


 

Weiß/Colonia, 14.10.

Vamos a almorzar a La Modicana, con Angie & Vincent, que mañana viajan de vacaciones a Londres. Para Angie es la primera vez, para Vincent la segunda. El hijo cicerone de la madre, el mundo al revés. Me prometen que visitarán la National Gallery para ver la Venus de Velázquez y presentarle mis respetos. Ojalá y pudiera ir yo para presentárselos de córpore insepulto.

 

Diny viene a la puerta de este cuarto para decirme que ha muerto Eduardo Arroyo. Otro amigo muerto más. Siempre lo recordaré en su estudio de París, donde nos conocimos. Y comiendo un cocido madrileño en La Bola, noviembre 1986, cuando le propuse que fuese miembro del jurado del festival de cine iberoamericano de Huelva, e hizo para el festival el mejor cartel que queda de todos los habidos y por haber, me dijo que se lo había inspirado un verso de Neruda: aunque un gracioso profesional (otra subespecie muy extendida de los idiotas) comentó al verlo que le parecía un anuncio de Simón Vidosa, la sombrerería más famosa de Huelva en esos años. Ay La última vez que nos vimos con Eduardo fue en Madrid el 26 de abril del 2012, en La Casa Encendida, donde se inauguraba una exposición dedicada a José Miguel Ullán. Pero desde hace años, en un lugar de honor, en nuestro living, cuelga el collage que me dedicó (de su puño y letra) como agradecimiento por un favor que él estimaba que le hice con una editorial alemana. No hubo tal, me limité a darle un buen consejo, pero su generosidad quedó de manifiesto con ese regalo. Descanse en paz el amigo.

 

Se reanudó esta noche la transmisión de la serie inglesa El joven Morse. Es, de lejos, la mejor serie policial inglesa en lo que va de siglo. «Lo digo y no me corro» (© by César Vallejo).

 

Weiß/Colonia, 15.10.

0:35 am : En el canal Arte dos reportajes sobre El Bosco (uno dellos monográfico, dedicado a sus “Tentaciones de san Antonio”, que en ningún momento se nos dice que se encuentra en el Museo de Arte Antigua, de Lisboa). De ellos rescato la presencia de una gente querida –Nélida Piñón– que habla de “El jardín de las delicias”, y ese  momento mágico en que Renée Fleming se inclina sobre el cuadro y entona la melodía cuya partitura está copiada en él. Y luego, en el segundo canal, una gala de voces y solistas instrumentales durante el cierre de la entrega de los premios europeos de la música clásica, entre ellos a la mejor soprano, mi Diana Damrau.

 

En el canal Arte están dedicando un ciclo a las pelis sobre la vida y la obra de grandes pintores. Hoy le tocó a la de Turner, que no conocía. Me ha parecido grandiosa la interpretación del rol protagonista, por Timothy Spall, en su primer papel protagónico, si no me equivoco, siempre ha sido uno de los segundones más característicos del cine inglés, pero aquí demuestra que su talla es harto superior a donde le tenían encasillado. Gran acierto el de Mike Leigh al elegirlo para este papel. Ahora bien, lo que más me ha gustado de toda la peli es el desenmascaramiento que hace Leigh del esteticismo de Ruskin, «vacío y por ventura pasajero», para decirlo con un verso de Machado. El hombre que no consumó su matrimonio porque en la noche de bodas descubrió que su esposa tenía un monte de Venus con bosque, o sea: no era una estatua griega, se merece no sólo el desmontaje a que lo ha sometido Leigh sino todavía mucho más ludibrio y también un no poco de compasión. A gente así, en otros tiempos, los llamaban “eruditos a la violeta”.

 

Después de leer el texto de Nexos acerca de los campos de detención en los Estados Unidos, José María me escribe desde su refugio caribe: «Cada día se suman detalles más escabrosos a mi sensación de que la especie humana merece ser exterminada; no solo por las tropelías de algunos, sino por la cobardía del resto, a la hora de combatir tanto atropello».

 

Weiß/Colonia, 16.10.

Almorzamos en La Modicana. Le recomiendo a Carlitos que encargue lo que Angie comió allí el domingo, ravioles con calabaza, mientras a mí me basta una pizza de diámetro humano, con jamón de Parma, gorgonzola e higos, combinación imbatible a fe mía. Tanto a la ida como a la vuelta sufrimos con el problema de las obras que tienen lugar en nuestra casa. Los ## 11a y 11b van a recibir un nuevo sistema de calefacción central, con gas en vez de fuel. Para ello, se abrió una zanja exactamente bajo la ventana de nuestro dormitorio principal, a fin de poder colocar la cañería hasta la sala central de calefacción en el sótano. Con el resultado de que no podemos salir a la izquierda y llegar al patio de garajes y a la calle en menos de 1’ (incluso yo, con mi andar desvencijado) sino que tenemos que salir a la derecha y rodear todo el edificio amén del parque de juegos infantiles, atravesar el seto y llegar ya extenuados al patio de garajes. Digo extenuados, porque el camino en derredor de la casa por el lado del 11b no está asfaltado ni empedrado sino que lo componen una serie de lajas de piedra a intervalos regulares, pero que hacen penoso el caminar sobre ellas porque no presentan un nivel parigual. Salir a buscar el diario todas las mañanas se ha convertido para Diny en una aventura, porque el repartidor ya no nos lo trae al buzón de casa sino que, ¡comodón que es el hombre!, nos lo deja en el patio de garajes. Se nos informó a su debido tiempo que las obras estarían terminadas el 12 de este mes, pero si bien la conexión al sótano ya se ha hecho, ahora queda levantar la zanja desde allì a la calle, para poder conectar con el sistema. Y lo cierto es que con la construcción de esa zanja han comenzado hoy, y según la atenta observación de Diny los obreros llegan a las 10:00 am y se van a las 3:00 pm, así es que nos espera por lo menos un mes más de azacaneo. Oremus.

 

Henri en casa, y se queda a dormir. Curiosamente parece que se curó de la fiebre por el fútbol. Lo invité dos veces a que viese conmigo el Francia vs. Alemania, y las dos veces me dijo que prefería seguir jugando sus Games en la compu de la abuela. ¿Si será que la lesión de Paul, a quien adora, le haya sacado del radar la fiebre balompédica?

 

Weiß/Colonia, 17.10.

2:15 am : Releí Rosmersholm. Otro Ibsen que no me gusta tanto. Aunque tiene tanta sabiduría dialogando que uno pasa por alto a veces lo que están diciendo los personajes, uno se embriaga con el diálogo como si estuviera fumando un porro. Y otra cosa que me planteo es por qué no se traduce el título: Rosmersholm no le dice nada a los oídos hispanoamericanos, pero en cambio sí que lo haría La casa solariega de los Rosmer. Como siempre, le pido olmas al peral.

 

Mis temores de ayer eran infundados; una vez iniciados los trabajos de la zanja hasta la calle, ya a partir de hoy se puede salir directamente de la casa a la izquierda, al patio de garajes y a la calle, sin tener que darle toda la tremenda vuelta al edificio. En lo que no anduve equivocado es en que al paso que van las obras, a lo mejor compiten en duración con las de la construcción de El Escorial. Ahorita son sólo las 2:38 pm y hace por lo menos hora y ½ que los obreros se han ido. Eso sí, han hecho un buen trabajo hasta ahora. En modo tortuga renga, pero bien hecho.

 

Weiß/Colonia, 18.10.

Nos vienen a buscar Carlitos & Co. para llevarnos al concierto en la Philarmonie, y yendo de camino me pregunta el Fantasmita si ese pintor español famoso que ha muerto recién (Eduardo Arroyo) es aquel a quien visitamos en su estudio de París algunos años ha, el pasado milenio. ¡Tate!, me dije, ya sabía yo que no fuimos Diny y yo solos con Fernando, pero no me acordaba de quiénes eran los otros que nos acompañaron. Misterio resuelto. Y ahora que lo pienso, esa debe de haber sido la vez en que Fernando nos llevó a cenar a un restaurante de ensueño, en el bosque de Saint–Cloud, a la orilla de un lago. Busco en los archivos de Miss Hortensia Google y por la pinta tuvo que ser en Le Pavillon de la Grande Cascade. Otro misterio resuelto.

 

El Cigala en la Philarmonie. Bueno, el pianista es realmente bueno, casi un virtuoso. Y Diego El Cigala tiene la voz ideal para ser un buen cantaor. La pregunta que me estuve haciendo durante todo el concierto fue por qué, entonces, me quisieron vender como flamenco una tanda de boleros de los años 40 y 50 (¡Antonio Machín!), un danzón cubano y un tango canción –“Niebla del Riachuelo”–, amén de un cuplé de los años 30, “La bien pagá”. Añádase a ello el insoportable histrionismo del cantante timándose con el público hasta hacerle sentir a uno vergüenza ajena. Pero eso sí, el público bramaba de entusiasmo. Porque para eso es público. Me fuí antes de que terminase el espectáculo, y me fui «como quien se desangra».

 

Antes de que comenzase el concierto, la sorpresa de que en nuestra misma fila se sentaron Diego, el hijo de Felipe, y su esposa (creo que dominicana o centroamericana), aunque él no me reconoció, fue ella quien se dio cuenta de que yo lo había reconocido en el acto. Y después de terminar el concierto, en el foyer de la Philarmonie, reencuentro con Cecilia Mendívil al cabo de los años y de vivir ambos los dos (© by Cantinflas) en Colonia. Enseguida quiere conocer mi opinión sobre el concierto y no pierde su sonrisa cuando se la doy, sin pelos en la lengua. Tiene madera de heroína. Igual que Rebeca, quien asistió al concierto con los padres de Angie porque Angie, al comprar las entradas como regalo de cumpleaños para Beate, se olvidó de que hoy iba a estar en Londres con Vincent. Y también Rebeca andaba entusiasmada con El Cigala. Le dije lo que había que decirle al respecto («Cultura hay que tener»), y espero que eso le haga pensar en el bochorno que significan estos mamarrachos, exitosos gracias a malentendidos.

 

Tras el concierto llegué a casa hace 10′ echando rayos y centellas y barbotando blasfemias dignas de ser homologadas en Nápoles, y de pronto en mi rostro una sonrisa lela, de necio curtido en todas las batallas de la necedad, al abrir un sobre inocentemente blanco remitido desde Berlín por un tal señor Hendrik Franke (a quien bendigan en sesión plenaria los dioses del Walhalla) conteniendo el primer ejemplar de La bufanda de Cambridge que llega a mis manos. Y al tiro le escribo a Viviana Castiblanco Casallas: «Gracias infinitas, y si fuere cierto que pasas alguna vez por Colonia, te las daré de córpore insepulto, con ágape incluido. Y si mantienes contacto con Herr Franke, gracias a él en nombre de la ONG Migueles Strogoff Sin Fronteras». Me quedo con la duda de si Viviana habrá leído a Julio Verne. 

 

Weiß/Colonia, 19.10.

A la Dra. Dornaika, mi neumóloga, la veo contenta con el estado actual de mis pulmones, pero desea que me hagan una tomografía en un centro especializado. Acepto a condición de que se haga sin inyectarme bazofia de contraste, como la última vez, que me pusieron la vena de la flexura del codo izquierdo a punto de reventar, eso sin contar el dolor intensísimo que padecí durante todo el proceso tomográfico, todo ello originado por el hecho de que me clavaron la aguja de una manera torpe, a lo mejor (a lo peor) era una enfermera principiante. La Dra. escribe «sin usar líquido de contraste» en su instrucción al centro radiológico y me consigue una cita para el lunes, a las 9:50 am.

[En realidad no sé si es “flexura” el término anatómicamente correcto para llamar a la parte interior del codo, pero he revuelto Roma con Santiago, y no sólo el de Compostela, también los de Cuba y Chile, sin encontrar otra solución mejor. Es en estas peleas con el idioma donde me siento por completo solidario con Flaubert, por una parte, y con Juan Ramón, por la otra, allí donde dijo «¡Intelijencia, dame / el nombre esacto de las cosas!»]

 

En la bandeja de spams encuentro uno con este ASUNTO: «Deposite 250 € y retire al menos 3.938 € después de 24 horas». Lo más jodido del caso es que la gente es tan crédula que muchos pican el anzuelo y depositan la cantidad que les piden y no la vuelven a ver más, como tampoco los casi cuatro mil euros prometidos. El escolio del asunto es que explica de sobra el origen y el predicamento de las religiones, por muy absurdas que sean, y hasta lo evidente de sus estafas.

 

Weiß/Colonia, 20.10.

Antes de ponerme a desayunalmorzar abro mi estafeta virtual para revisar el correo llegado y encuentro un email de Marjorie comunicándome que acaban de hacerse las primeras gestiones para que adapten al cine El secreto encanto de la KGB. Es una peli que me gustaría ver, el tema es apasionante y la trama de lo más entretenida. Eso sí, habría que cambiarle el título, para que nadie pensara que se trata de una parodia de la de Buñuel, que ya es en sí una autoparodia.

 

Otro email que llegó es uno de David Sierra, quien se confiesa lector asiduo mío, de este diario y mis columnas, y me anuncia que va a pasar cuatro meses en Colonia, desde este noviembre hasta febrero, con una beca de la DAAD. De su email, donde me cuenta cosas acerca de su persona, hay una frase que me emocionó: «​Por avatares del destino, en el Instituto Goethe de Salvador Bahía, me encontré con la traducción y compilación de escritos de Heinrich Böll, Don Enrique. Devoré el libro en la misma biblioteca, recuerdo que allá facilitaban unas hamacas para los usuarios, y con el calor, a la sombra de dos mangos, pude leer un par de cuentos que ahora he olvidado sus títulos, uno es sobre el recolector de silencios». Se refiere, claro, a “La colección de silencios del Dr. Murke”, tal vez la mejor sátira de Böll. Y lo que me emocionó, claro, fue pensar en un colombiano leyendo en el Brasil un libro mío (de un español en honor de un alemán) editado en Bolivia. Si eso no demuestra que este mundo es un kleenex

 

Una de mis lecturas fijas, en la edición finisemanal del diario, es la página dedicada a la crítica gastronómica. No sé si todo el mundo tiene la misma impresión que yo, pero para mí es harto evidente que quienes se dedican a ese género de crítica tienen que ser personas muy refinadas, y no sólo en lo que se refiere al paladar. De las mejores prosas castellanas que recuerdo en los últimos tiempos, la de Xavier Domingo es una; y en alemán la del irrepetible Wolfram SiebeckEn el Kölner Stadt Anzeiger, al que estamos suscritos, hace años que no tienen un crítico fijo, pero quienes desempeñan esa función gozan del favor de las musas, en especial de la ironía. Hoy, p. ej,, la reseña enfoca un restaurante japonés especializado en sushis, que le dan pie al crítico para entonar cantos de loa y panegíricos casi pindáricos. Sólo que el tono cambia cuando se llega al resto del menú que no son sushis, donde al parecer la inspiración de los cocineros se esfumó como la espuma de una cerveza floja. Basta leer lo que argumenta acerca del rape a la parrilla: «está tan duro que hasta los maestros internacionales del comer con palillos tienen que echar mano del tenedor, y las espinacas de la guarnición están tan saturadas de ajo que las bandadas de murciélagos de Colonia preferirían emigrar en masa a Düsseldorf». Si uno piensa en la bien arraigada antipatía (incluso hostilidad) mutua que se profesan Colonia y Düsseldorf, no tiene más remedio que reírse al leer esa frase. Y compadecer a los vampiros colonienses.

 

***************THE END***************

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