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De mi Diario : Semana 44 / 2022

 

Weiß/Colonia, 30.10., cambio del horario de verano al de invierno

2:05 am del horario de invierno : Estuve viendo esa maravilla de Billy Wilder que es Testigo de cargo, y luego un par de documentales, haciendo tiempo para estar levantado todavía cuando las manecillas del reloj de esta compu alcanzaron las 3:00 am, y como por arte de prestidigitación, una mano invisible devolvió la manecilla chica a las 2:00. Así es que he ganado casi una hora de vida, si bien nada más que 3.599 segundos, porque se pierde uno en la operación de recolocar la manecilla chica. Y es que no es oro todo lo que reluce, como decía mi abuela Remedios, bella y sabia.

He conseguido poner todos los relojes de la casa ± unícronos, y entremedias llamó José Luis, desde Langenbroich, y estuvimos platicando de bueyes perdidos; uno dellos fue el recuerdo común de que en nuestras respectivas casas paternas no había más reloj que un despertador. El de nuestra casa era de la tita Joaquina y hoy valdría un dineral en una tienda de antigüedades: ¿adónde habrá ido a parar?

Luego de terminar de platicar con JL estuve un rato rebobinando mis recuerdos visuales del piso en el que nací, y me parece que andando el tiempo, cuando yo vivía ya en Alemania, hubo después un reloj  grande, redondo, de pared, en la cocina. Tengo que preguntarle mañana a la Nena, me toca llamarla como cada dos lunes. Todo esto vino a cuento de que le expliqué a JL que estaba sincronizando al horario de invierno los diez relojes de nuesto apto. y a él le sorprendió que tuviésemos tantos. En realidad, son doce sumando los dos de pulsera de Diny (uno dellos es un Hundertwasser lindísimo, en edición limitada, numerada y firmada por el extravagante austríaco, que le regalé, si la memoria no me falla, en una de las cinco vacaciones de Navidad que pasamos en Sylt).

Diny hizo hoy para la cena nidos de hojaldre rellenos con ragú de ternera, que es uno de los platos que más me gustan. Los comí tibios, recalentados, porque Diny no ha interiorizado todavía el cambio del horario y los cocinó casi dos horas antes de la hora en que solemos cenar y cuando todavía no me daban ganas de comer. Ella, a cambio, comió los de su ración calentitos, recién salidos del horno.

Weiß/Colonia, 31.10.

1:30 am : Pasaron un episodio de una buena nueva serie policial inglesa, Los detectives de Chelsea, que me hizo pensar mucho en Susanita, tan querendona de su Londres de su almita que tiene que salvar. Luego despaché la última correspondencia del díaescuchando en fondo la 5.ª, ahora ya la 6.ª, de Beethoven, por la orquesta de la Ópera Estatal de Berlín, dirigida por Daniel Barenboim. Se las escuché hace unos tres años, en un concierto en la Filarmónica de acá, con la orquesta juvenil israelí–palestina fundada por él. No está a la altura de las grabaciones de Carlos Kleiber, pero son bastante buenas. Para percatarse de lo que encierra una partitura del sordo, hay que oír con atención, más bien con devoción, su versión en vivo de la 7.ª con la orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam.

Amigos que siguen mi diario, y mis propios hijos, me aconseja con respecto a Diny no contradecirla nunca, sino seguirle la corriente. Pero ellos no conviven con una persona demente, no tienen nada que ver con el enervante, agotador día a día, tener que ir constantemente detrás de ella apagando luces y desconectando la plancha eléctrica prendida a un palmo de unas cortinas de muselina que si les salta una chispa tenemos el piso en llamas, lo mismo con la cocina y la cafetera, el desorden con las horas. la comida quemada y a horas intempestivas (tema agudizado desde anoche con el cambio al horario de invierno), la puerta de acceso al piso vecino y que nunca ha existido, la pérdida diaria de alguna cosa (los audífonos, los vasos para el whisky, la tarjeta del abono para los transportes públicos, el llavero, no sigo). A veces temo perder la razón porque la situación me sobrepasa. Sin mi sentido del humor creo que me habría hundido en una depresión incurable o en un derrumbe del sistema nervioso.

Vino Rebeca para acompañar a Diny donde la Dra. Hölker, su dermatóloga, quien le detectó un lunar en el muslo izquierdo pero que no es necesario operar ya. Luego fueron a almorzar en el Palladium, de Rodenkirchen, y de compras. Dispuse del tiempo necesario para escribir mi nueva Carta desde Alemania, y se la enviaré esta noche a Luis, todavía en fecha para publicarse el 13.11. Oremus.

Tuve que dejar fuera de la nueva columna algún material, entre el cual una cita de una entrevista publicada hace un par de semanas en el KStAnz, donde el curador de la exposición, Hans Zischler, opinaba que «La escritura actual ha adquirido una forma completamente diferente a la de hace 50 años debido a la permanente y rápida supresión, sustitución y montaje de los textos». Cierto: desde su teclado, la compu es la máquina de escribir con que el escribidor compone su texto como los jefes de linotipia en la platina de los periódicos de antaño. Confieso que me divierto mucho haciéndolo.

Weiß/ Colonia, 1.11., Todos los santos, festivo en Alemania

2:15 am : Acabo de leer el penúltimo capítulo de Revolución, mañana (es decir, por la noche) trataré de leer el último y el breve epílogo. Digo que trataré porque con la pérdida de la brújula cronológica por parte de Diny, mi agenda se ha vuelto un caos que tengo que rearmar casi a diario,

Aunque me fui a dormir a las 2:50 am, me levanto a las 9, estoy despierto desde que a las 7:15 lo hice para aliviar la vejiga y ya no consigo conciliar el sueño. ¿Qué sentido tiene seguir en la cama? Haré una siesta larga después de almorzar en La Modicana (adonde iré con Diny, porque hoy no la vienen a buscar para ir a su residencia de día, al ser uno festivo).

En La Modicana, cuando llegamos, tan sólo se encuentra la pareja asimétrica, con la que charlamos un poco antes de ocupar nuestra mesa redonda habitual. A la ½ hora de llegar nosotros, el aforo de La Modicana indica ⅔ de mesas ocupadas. Diny le encarga a Minou ravioles con trufa blanca, y yo, para seguir mi costumbre, espaguettis con gallineta y gambas. Charlamos largamente de un tema familiar común a los Hansen y a los Bada. Entre los Hansen, once hermanos + sus proles, se han producido (incluyéndonos) siete separaciones definitivas –una de nuestras sobrinas se ha divorciado dos veces– y una temporal. Entre los Bada (incluyéndonos de nuevo, y a las respectivas proles), que somos tres hermanos hijos de mi padre y cinco del tío Laureano, como si dijésemos ocho hermanos de distintos padres, las separaciones definitivas han sido nueve, amén de una temporal. «Como pa’scribir una novela, vamos», diría la abuela Remedios. Al regresar a casa, y mientras Diny duerme su siesta, abro una botella de bagaço, el orujo lusitano, que me regalaron Pepe Baena y unos amigos suyos, poetas portugueses (¡los dioses lusitanos los bendigan, los protejan y los acompañen!, como les desean los abuelos venezolanos campesinos a sus hijos y nietos); me sirvo una copa panzuda con dos hielos y es una bendición, el alcohol me seda tanto, y estoy tan exhausto, que cuando Diny se levanta y a mi vez me tiendo a dormir la siesta, caigo en un sueño mineral de dos horas largas, casi tres. Laus Deo!

Weiß/Colonia, 2.11., Los fieles difuntos, como debió titularse en español la novela de Cees Nooteboom

2:00 am : Me entretuve demasiado componiendo el texto que Nicole me pidió para el libro homenaje a Helena, y no me sentí con la mente despejada para terminar de leer Revolución, así es que me serví un whisky y estuve viendo hasta el final The Cry of the Owl [El grito de la lechuza en México: parece que en España no se ha estrenadoEl grito de]. Recalco que “hasta el final” porque la reseña en TV Movie decía que ese final era frustrante, ¿pero no lo es toda la peli, a diferencia de la novela de la Highsmith?

Hoy, hace cien años, nació Antonio di Benedetto, autor de una obra maestra, Zama, que me urge releer. Y también hoy, hace 72 años, murió Bernard Shaw, de quien también debo releer algo, por la misma razón con urgencia. Por cierto, de mi edición alemana de la obra periodística primeriza de García Márquez, recuerdo que en “La primera caída de George Bernard Shaw”, una glosa publicada  en septiembre de 1950, GM escribió: «A la edad en que la mayoría de los hombres se dedica a la aburridora tarea de convertirse en polvo, Mr. George Bernard Shaw sale a dar una vuelta por su jardín de Ayot St. Lawrence, todavía con suficiente vitalidad como para resbalar y fracturarse la cadera». Cuando Shaw murió el Día de los Muertos a consecuencia de esa caída, GM anotó: «Mr. George Bernard Shaw –¡siempre tan oportuno!– escogió para morirse el dos de noviembre que es, sin duda, el día más apropiado para hacer esa incómoda diligencia». Excelente pluma de glosista, la de GM.

Como todos los años este día, releo el libro Calaveras cantaditas, que me regaló Alma Delia. Me recuerda los días felices de mi juventud, cuando en Huelva, con Javier, inventamos la funebrería y nos dedicábamos a escribir prosa macabra. Una de las fechorías que craneamos fue la inauguraciòn de un cementerio, y sin saberlo fue como un anticipo de la inauguración del “valle de los caídos” en Cuelgamuros, de cuya existencia no teníamos la menor noticia. Si aquellos papeles hubiesen ido a parar en manos de la policía secreta lo habríamos pasado realmente mal: el franquismo duro y puro jamás habría admitido nuestra inocente diversión. Menos mal que la cosa no trascendió fuera del grupo. De las Calaveras cantaditas, la que más me gusta, por lo puro surrealista, es “La de patas de catre”, que dice ansina: «¡Cómo estrenar traje sastre / con un talle de alfeñique! / El modisto se va a pique / aunque el oficio idolatre, / porque la patas de catre / no puede aumentar de peso. / Y a decir será por eso / que no se ponga calzones, / aunque en ciertas ocasiones / traiga estola en el pescuezo».

Weiß/Colonia, 3.11.

2:00 am : Buena noche en la pantalla. Primero Match Point, que es una apabullante obra maestra entre las no pocas de Woody Allen (y de lejos la mejor prestación de Scarlett Johansson), y luego el último episodio de la temporada sexta, creo, de la serie El joven Morse, en el que lo abandona su novia: está visto que su futuro debe ligarse a la chica Thursday, la hija de su inspector y valedor. Así pues, subproducto de la libación de las abejas encima del diminutivo despectivo plural de una parte del árbol, u séase que se es: miel sobre hojuelas.

Me levanté a las 10:01 am, la primera hora capicúa doble (también lo es bocabajo) y después de leer el  KStAnz mientras desayunaba me he dedicado hasta ahora, casi las 4 pm, a la reputa contabilidad doméstica, departamento de facturas médicas, boticarias y sanitarias con un total de a) para el  seguro de enfermedad 2.648,22 €; b) para el seguro de asistencia social 5.072,52 €; y c) para la subvención estatal 3.282,74 €, lo que hace un total de 11.003,48 €. Por cierto que al consultar por teléfono acerca de las facturas por el andador y el asiento giratario en la bañera he recibido una ducha de agua fría: los gastos de la asistencia social no se asumen por el régimen de la subvención estatal. Ay cómo me duele, mamita mía. Pero veremos a ver qué es lo que sí me reintegra el seguro de asistencia social. Mañana llevaré los tres abultados sobres a la oficina postal, para enviarlos certificados, y le voy a prender in mente una vela a la Virgen del Perpetuo Socorro, que tanto amaba mi Álvaro querido.

Weiß/Colonia, 4.11.

Termino de leer Revolución, el mejor libro que me ha tocado en suerte este año. Tengo que escribir algo al respecto, para mi blog en EE, batir el tambor por un libro de Historia más apasionante que un centenar de novelas del mainstream. Y después, una vez más, Nirgendwo in Africa [En un lugar de África], que es como Out in Africa [Memorias de África] pero en mejor. Es odioso comparar pero Out in Africa no pasa de ser un excelentísimo producto Made in Hollywood: Nirgendwo in Africa es una tranche de vie africana a través de unos personajes europeos. En realidad la traducción correcta de su título sería Ningún lugar de África, con el que se estrenó en el Festival de Mar del Plata y en Brasil (Lugar Nenhum na África), así como en inglés (Nowhere in Africa) y es además el título de la novela de Stefanie Zweig en que se basa. El público no es tan necio que no entendiese el guiño de la autora.

Me levanté para ir al baño a las 7:30 am y descubrí seis habitaciones iluminadas, según Diny para que el chófer de la Diaconía que la tiene que pasar a recoger (le toca hoy de nuevo su residencia de día) sepa que está en casa, y que ya se retrasa mucho, me dice. Le hago ver que faltan hora y ½ para que llegue. Luego descubrí la persiana veneciana de mi cuarto de trabajo subida hasta la mitad, de manera que si me siento aquí así a trabajar, me parecería ser puta del barrio de las luces rojas de Ámsterdam.

Voy al Banco para una transferencia y a la oficina postal de Rodenkirchen para despachar los tres abultados sobres con las facturas de la contabilidad doméstica. Después almuerzo en el  Bistro Verde, que está con lleno casi hasta la bandera, tanto que han echado mano de Angelika, la contable, para que se desempeñe como camarera. Me saluda efusiva y le encargo un Chardonnay y mi Rösti con salmón en salmuera. A mi lado se sientan dos viejos y su, presumo, hija con síndrome de Down, con quienes interacambio un par de cortesías. Al salir, voy derecho al Aldi donde compro whisky, miel del bosque, además de lomo embuchado y dos Laugebrötchen (¿pancitos alcalinos?) para la cena.

Larga charla telefónica con José Luis, con tres interrupciones intempestivas de Diny. Entre otras cosas le cuento acerca del doble origen del apellido Bada en España: en Asturias (siempre recuerdo que se llamó Bada la esposa de Recaredo, el rey godo que se convirtió al cristianismo) y en aquella repoblación de Andalucía auspiciada por Olavide, con gente de Suabia, mucha de ella de apellido Bader, una terminación “er” que suena al oído como una “a” larga y provocó su castellanización como Bada. Le envío por email fotos de la entrada y salida de Bada, la aldea asturiana escondida en un valle, y de su producto más famoso, un cabrales que gana premios como si fuese nadador gringo en los Juegos Olímpicos. ¿A qué mayor gloria aspirar que mi apellido nombrando un cabrales?

Weiß/Colonia, 5.11.

Anoche, después de la charla telefónica con José Luis, alcancé a ver el épico final de Open Range y me puse luego a zapear en la tele buscando algo que valiese la pena para redondear el día, pero lo que pasó es que me quedé traspuesto y al volver a abrir los ojos eran ya casi las 4 am. Me fuí derecho al catre diciéndome que mi reloj interno todavía no asumió el cambio al horario de invierno. Merde!

También estuve componiendo un nuevo texto para mi columna en Árbol Invertido, pergeñándolo en base a una encuesta que hice meses atrás, entre mis amigos, acerca de cuál era la primera peli vista por ellos, cómo, cuándo y dónde. Al escribir mi propia respuesta vacilé al mencionar el nombre de la calle lateral de la Alameda Sundheim donde se encontraba el cine de verano Colón. Llamé a la Nena para preguntarle y me dijo que se llama “Luis Braille”, pero estoy seguro de que se llamaba distinto.

Llamé a Marina, en Sevilla, puesto que su familia vivió largos años en la Alameda, pero tampoco ella supo decirme otro nombre que el del creador del alfabeto Braille. Le contesté que estaba seguro de que ese nombre se lo pusieron cuando la ONCE se mudó al chalet enfrente de la entrada de la calle. De todos modos, al referirse al Colón, Marina recapitula: «Seguro que ya nos conocimos, de bebés, en ese cine». Luego, al devolver el teléfono a su soporte, recuerdo que soy feliz poseedor de tres de los cuatro tomos en folio mayor de España Regional, entre ellos el que contiene los planos de las 50 capitales españolas, y armado de una lupa rastreo el de Huelva: el Barrio Reina Victoria todavía se estaba construyendo, los Jardines del Muelle no existían, ni tampoco la calle de marras, tan sólo un callejón sin nombre a la izquierda del viejo campo de fútbol del Recre, el Velódromo. Mi gozo en un pozo, como diría la abuela Remedios, bella y sabia.

Este mediodía vino Montse para acompañar a Diny hasta Rodenkirchen, donde querían hacer unas compras y, de paso, almorzar en el chino. Yo, después de escribir el texto sobre la primera peli que vi (creo que fue La señora Miniver), estuve despachando correspondencia, entre otros un email a Mónica, quien me envió un vídeo de 9’ sobre la vida en (como ella lo rotula) “el futuro”. Todo en cristal y en acero cromado, todo digitalizado, todo computadorizado. Mientras lo veía estuve todo el tiempo pensando en Nicaragua, en Bangla Desh, en Somalia, en Nueva Guinea. De manera que le escribí a Mónica: «The Future si acaso. Pero no soy tan pesimista, mi sobrina querida».

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