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De mi Diario : Semana 44 / 2023

Rodenkirchen, 29.10.

Como todos los años, Diny anda descolocada por el hecho de que su reloj y el que cuelga encima de la puerta de la cocina no están sincronizados con la hora oficial y le señalan una hora más tarde de la que es. Inútil que le muestre la esfera de mi celular y la hora en el monitor de la compu, abajo, a la derecha. Sigue sin entenderlo y a las 11 me viene a preguntar que cuándo pienso levantarme para ir a almorzar. Para ella son en ese momento las 12. Ni modo, como dicen los mexicanos. Y a las 12 almorzamos de nuevo en el Steep’s, una vez más sin Tom, aunque estaba, pero no sirviendo la sala; y la concurrencia era hoy muy numerosa y familiar, familias enteras hasta con niños de pecho. Tuvimos que esperar ½ hora para pagar la factura, la sopa de legumbres de  Diny y mis mejillones à la Provence, amén de dos copas de Grauburgunder y la gaseosa de manzana de Diny. El camarero que sustituye a Tom no está curtido en este género de batallas.

Javier me manda uno de sus breves poemas desde Barcelona: «Caro Ricardo, /leo en tu diario, que es un semanario, /de tus cuitas, tus aventuras de la vida, /de viejo corsario. /De tus noches que, a veces, /parecen un sudario. /Leo y no solo leo, sino que siento /y te recuerdo, y te mando ánimo /y, en lo que valga, mi abrazo». La verdá dura y pura es que no merezco un poema, y mucho menos de nadie menos que Javier, pero como no soy un desagradecido, se lo agradezco. «¡Qué más da! Emocionado Emocionado»

Me quedé pensando en el tema de la desaparición de mi tos al conjuro del dicho de mi querido Sirio, de que la medicina que me recetaba tenía interacción con el Pregabalin y el alcohol: la tos desapareció como por ensalmo. Me hizo recordar algo que no logré descubrir ni el viernes ni ayer, pero ahora creo que sí lo descubrí. Es el recuerdo de una de mis primeras lecturas de Stefan Zweig, de su trilogía La curación por el espíritu, en  que le dedica sendos libros a Mary Baker–Eddy, fundadora de la Ciencia Cristiana, y a Mesmer, autor de la doctrina del magnetismo animal, y a nadie menos que su venerado Freud, a quien llegó a proponer para el Nobel pero no de Medicina: de Literatura.No tengo ni la más mínima idea de si se pueden relacionar mis curaciones espontáneas con los aportes de esos tres personajes a los aspectos más enigmáticos de la conducta humana, pero lo cierto es que me hicieron recordar la trilogía de Zweig.

Rodenkirchen, 30.10.

Un lector, creo que venezolano, me escribe sobre la última entrega de mi Diario: «Recibido y leído, muy simpático». Le contesto: «El Diario donde expongo mis cavilaciones, mis tribulaciones, mis miedos, donde doy cuenta de mis desgracias e incluso la posibilidad de mi suicidio, ¿le resulta simpático? Es un adjetivo por lo menos inusitado en el contexto de mi vida actual». Me responde: «No veo un drama o temor en tu vida, o por lo menos como lo expones. Resulta que tus finanzas están bien o no tan mal como creías, van a almorzar a Steep’s y en tu anterior nota, hablaste de la suculenta comida. Perdona, creo que ni siquiera necesitas de un loquero, para mí, este diario es imaginario y muy bien escrito». Cierro el capítulo: «Gracias por lo de «bien escrito», pero lo de «imaginario» me deja con la boca abierta. Yo creía que estaba trasladando al papel, de manera verídica y comprobable, la desgracia que nos cayó encima, desdramatizándola para no caer en el patetismo. Si no doy más detalles es para no aburrir a los lectores, o porque se trata de experiencias demasiado íntimas como para exponerlas en la plaza del pueblo en la nube. En fin, encima de todo deberé vivir con el estigma de que hay lectores que piensan que este Diario es imaginario». Porca miseria! Además de cabrón, apaleao, como diría mi abuela Remedios.

Día tristón. Desganado, acudo a Steep’s de nuevo por ser el restaurante más cercano, abre a las 12 y Diny tiene sesión de ergoterapia a la 1:15 pm. Esta vez sí nos atiende Tom. A Diny le trae su gulash con costra y a mí una salchicha al curry con una porción humana de pommes frites «y una abundante ensalada», añade Tom, y al ver mi cara de susto se echó a reír, era una broma. Al regresar al Maternus, la relativa sorpresa de un email de A., mudando al miércoles su visita para desfazer los entuertos de mi compuAy Menos mal que descubrí un truco para no perder mis archivos. Ojalá funcione.

Antes de que se me olvide: llamé a Pepe Baena en Punta Umbría, porque la semana pasada me escribió esto: «El Ayuntamiento de San Juan del Puerto está interesado en disponer de un espacio dedicado a Ricardo Bada, donde se expondrían los documentos que estimes oportuno de tu legado. Para la infraestructura necesitan saber el volumen de dichos documentos, para disponer del espacio y medios necesarios. Tendríamos, como es lógico, que entrar en detalles posteriormente, pero ahora lo que importa es si tú estás de acuerdo y el volumen de lo legado. Hablaremos más adelante. Un fuerte abrazo para ti y besos a Diny  y, por favor, sigue revoloteando desde Colonia por el cielo, difícilmente azul, de la vieja Onuba». Le dije que por supuesto estaba de acuerdo y muy honrado. Lo que no le dije es que mi única relación con San Juan del Puerto es más bien avergonzante. En mis años mozos había unas seguidillas (sevillanas son las de Sevilla) cuya letra decía: ♫ Sanjuanillo del Puerto, mi vida, /qué feo eres,  /lo uniquito que valen, mi vida, /son tus mujeres ♫, y yo las he cantado en alguna ocasión. Se me ocurre que habrán desaparecido hace tiempo en aras de la correccón política. Sea.

Rodenkirchen, 31.10.

Mi columna del viernes en EE desapareció esa jornada y la han recuperado hoy, que todavia es tiempo, y un lector me deja un comentario al que le contesto lo siguiente: «Gracias por leerme y por su comentario. Y no, no olvido que hubo otros grandes, Nadie menos que Duke Ellington compuso –partitura mediante– un solo de batería que tituló «Viva Verrell!» y se lo dedicó a Ronnie Verrell, el legendario baterista de la orquesta de Ted  Heath. Busque en Google escribiendo en la ventanita de búsqueda «Ronnie Verrell Youtube», encontrará bastante documentación en video que le hará gozar del arte de un percusionista excepcional, de la escuela de Gene Krupa».

Fui con Ulli y Carlitos a La Modicana, no estaban Gabi & Carlos, que llegaron más tarde y no se sentaron a su mesa de siempre, porque había dos grandes grupos, ambos de hombres solos, y uno de ellos muy próximo a su mesa: y no hablaban en susurros. Minou me anticipó al oído que la signora tenía para mí espaguetis con pulpo y gambas, a lo que me apunté enseguida, y Carlitos de mí en pos, como decimos los clásicos. Ulli, huelga decirlo, una de sus ensaladas tridimensionales. Se ha divertido mucho con lo del lector de mi Diario que lo considera “imaginario” y por ende simpático. Ay

Diny, por dicha, se fue a dormir muy temprano y he aprovechado la oportunidad para despachar una montaña nada mágica de correspondencia atrasada, aunque más valiera llamarla, diría yo, “atascada”. Me siento Atlas, habiendo descargado un poco de la bóveda celeste, como me desasnó al respecto el gran Guillermo desde su Orquidiócesis de Antioquia, después de leer a la poeta brasileña Ana Martins Marques, quien habla de Atlas con el mundo sobre sus hombros. Ojalá fuera sólo el mundo, suspìró Atlas.

Rodenkirchen, 1.11., festivo

Considero que la mejor versión, de lejos, del “Bolero” de Ravel es la grabada en 1971, conduciendo Sergiu Celibidache la Orquesta de la Radiodifusión Nacional Danesa: Es un homenaje al baile. Celibidache baila literalmente sobre el podio, su gestualidad es la de alguien que está en éxtasis. Sólo una manchita: cuando al llegar a 12’07” se lleva el índice de la mano izquierda al pecho, y luego lo alza como diciendo que es el n.º 1 de la profesión, igual que hacía unos 30 años antes Luis Miguel Dominguín en su competencia con Manolete. Usted no tenía necesidad de eso, don Sergiu, y debería haberlo sabido, aquello de que «por sus obras los conoceréis».

Vino Montse, sola, porque Oskar está con Frank preparando su declaración a Hacienda por el año 2021, con nada menos que casi tres meses de retraso respecto del último plazo legal para hacerlo, que fue el 31.8. Salimos a almorzar al Steep’s y allá al rato se nos unió Vincent, siendo atendidos por Anna, de quien por cierto ahora sabemos que es italiana. Los tres se decantaron por los Reibekuchen con puré de manzana, y yo por una salchicha al curry con pommes frites (ración humana) porque me sentía incapaz de dar buena cuenta de los tres Reibekuchen de rigor: de hecho, Diny sólo comió dos. Ya de sobremesa, apareció Oskar, pero no para comer, sólo para tomar un refresco. Y la sobremesa transcurría tan bien que Anna me sirvió un tercer Grauburgunder, así es que al llegar al Maternus me desplomé en la cama  y no desperté hasta casi las 5 pm. Entretanto, Montse y Vincent ya se habían ido sin que me diese cuenta (Oskar se nos despidió antes, a la puerta del Steep’s).

Aprovechando la visita de Montse le pedí que hiciera fotos de los dos armanrios que contienen lo que Pepe Baena llama nada menos que mi “legado”, y me las mandara por email. Lo hizo ipso facto y se las acabo de enviar a Pepe, para que vayan haciéndose una idea de lo que es ese “legado”. En el email le[s] explico lo siguiente«El armario verde es uno de los tres cuerpos que formaban el original, en el salón, y en él se encuentran los libros dedicados personalmente por los autores y mis libros favoritos, así como algunos de gran valor, pero estos, como fácilmente lo podréis comprender, son para mis nietos, una pequeña herencia que les dejo. Alguno de ellos se cotizan bastante alto en el mercado de primeras ediciones. Y a la izquierda del armario hay un poema autógrafo de Felipe Boso, enmarcado, que incluiré en el lote. // Los armarios blancos estaban, el grande en el cuarto de huéspedes y el pequeño en el cuarto de Diny. Verás en el primero 12 archivadores que contienen mi correspondencia con gente como Cortázar, Gonzalo Rojas, Álvaro Mutis, etc., y todo lo publicado por mí en el viejo Odiel. Además hay varios cartones que contienen toda mi obra escrita en soporte papel y publicada mayormente en Diario 16, pero también los manuscritos de todas mis crónicas radiofónicas para la emisora HJCK, de Bogotá, y varios textos para prólogos, epílogos, etc. Están también los manuscritos de las dos novelas que escribí entre 1961 y 1962, mientras hacía el servicio militar en Madrid, y que jamás se publicaron, Asimismo mi archivo fotográfico, con miles de fotos más o menos clasificadas, no así los negativos, que quedarán en poder de la familia. Y hay un barullo de carpetas que a mí mismo me ha sorprendido, entre ellas encontré por ejemplo una acuarela de Hermann Hesse, firmada, que me regaló mi buen Manfred en un cumpleaños redondo, no recuerdo cuál. Y hay además, todavía sin colgar, un grabado en blanco y negro de Francisco Amighetti (ver en Google) titulado «Ricardo Bada en mi estudio», y del que sólo existen dos ejemplares en el mundo: ese mío y otro en posesión de una amiga íntima alemana, que lo heredó de su padre, mi pobre y querido Dieter, íntimo amigo mío también, muerto demasiado joven. En fin, suponiendo que haya alguna vez en un futuro (que no sabemos si existirá realmente) alguien que se interese por la obra de este escribidor, pues ahí tiene bastante materia para investigar. // Estas fotos y este texto, como es lógico, los puedes trasladar a tus contactos en San Juan del Puerto, y siempre partimos de la base que todo lo que reseño más arriba será mi legado, es decir, lo podrán retirar todo cuando yo me mude al valle de Josafat. Sería bueno saber si entre tus contactos en San Juan hay alguien que hable inglés, para facilitar la relación con mis herederos»

Rodenkirchen, 2.11.

He pasado prácticamente toda la mañana rellenando formularios para transferencias bancarias, he empezado a desmotar la cosecha de algodón crecida de mi papelerío, y espero cerrar este capítulo la semana próxima. Fuimos a dejar las transferencias al Banco y al salir nos metimos en el Bistro Verde (están al lado) y Petra nos trajo las bebidas de siempre, sin preguntar. Diny pidió su sopa de pollo, que en realidad es un plato de pollo con algún caldo. Yo me reduje a mis Rösti, porque, como le dije a Petra, soy ictiófago y la oferta eran los Rösti con salmón en salmuera o el arenque neerlandés que llaman Matjes à la buen ama de casa, y que no es precisamente plato de mi devoción. Petra me asegura que a partir de mañana la oferta marítima será mayor. Laus Deo!

Vicente me mandó desde Huelva un texto sobre las pelis en las que «todo el mundo coincide en que han marcado un antes y un después», y me preguntó que si estoy de acuerdo. Ya las mayúsculas del titular me pusieron en guardia, y luego de repasar el texto le escribí a Vicente: «Bueno, es una lista hecha en Hollywood, o con óptica gringa y un par de hojitas de parra tercermundistas al final. Se olvida que el western lo revolucionó un film japonés, Los siete samurais. Se olvida que al cine sobre niños le dio la vuelta del calcetín un film francés, Los 400 golpes. Se olvida que al cine histórico le cambió la cara una peli italiana, Roma, città aperta. Se olvida que el montaje fue revolucionado por Eisenstein. Hasta se olvida que el musical (el género americano por antonomasia) empezó a ser distinto a partir de un film gringo, Nashville, una peli coral inolvidable de Robert Altman. ¿Responde esto a tu pregunta?» Vicente me dice que sí y añade: «Totalmente y estoy de acuerdo contigo, se han olvidado de auténticas joyas del cine europeo y de los grandes maestros japoneses. O a lo mejor es que ni los conocen». Yo: «Tu segunda hipótesis me parece que es la que corresponde a la realidad».

Desde su Belgrado, Blancanieves me manda tres chansons cantadas por Yves Montand y me pregunta por ese género. Como siempre andamos intercambiando grabaciones musicales le respondo: «Yves Montand es uno de los grandes de la chanson. Para mí los dos dioses son Jacques Brel y Georges Brassens, pero inmediatamente detrás vienen los semidioses, Montand, Charles Aznavour, Juliette Gréco, Georges Moustaki, Gilbert Becaud, Léo Ferré, y antes de todos ellos, claro está, Edith Piaf (aun cuando ella no compuso las canciones que la hicieron célebre) y Charles Trenet. Con «La mer», de Trenet, hay un diálogo divertido en French Kiss, la peli con Meg Ryan y Kevin Kline: al final se escucha en fondo «La mer» y Ryan la identifica como «Somewhere», de Bobby Darin, que fue quien la hizo célebre en los EE.UU., y ella (canadiense) y Kline (francés) discuten sobre cuál de las dos versiones fue la original. De los semidioses te copio tres entradas que espero que os gusten: «Nathalie» de Gilbert Becaud, con subtítulos en español, pero recomiendo que después la oigan sin «muletas»de Juliette Gréco “Donne–moi; y en fin, “Le métèque”, la chanson que consagró a Georges Moustaki.Y de propina una gran canción brasileña congenialmente vertida al francés por el propio Moustaki: “Aguas do março”».

Rodenkirchen, 3.11.

Un día tranquilo en el que no ha pasado nada digno de mención. Ni siquiera llovió, como amenzaba el parte meteorológico. Fuimos a almorzar al chino, en nuestra mesa preferida (llegamos temprano y por eso, que si no, ni modo, según se dice en México). A Diny le llevo recomendando desde hace cuatro semanas que encargue un menú del mediodía con carne de pato, que hace meses que no come, y sé que le gusta; pero creo que por no querer aceptar mi consejo volvió a encargar un plato servido en la propia cacerola, humeante, de carne de pollo con muchas legumbres. Yo, siguiendo mi costumbre de los viernes, mi menú n.º 19, pescaíto frito y con salsa agridulce. Y trasegado con dos Chardonnay. Volvimos al Maternus, durmimos siesta, y después estuve escuchando bossa nova con los auriculares de mi compu, adoré una vez más “Aguas do março” en la versión en un estudio de la MGM, en Los Ángeles, 1974, con Elis y Tom. No hay quien la supere, es una página magistral de la música de todos los tiempos. Johnny Carter –el sosias de Charlie Parker en El perseguidor–, luego de oírla, hubiera gritado: «¡Esto lo están cantando mañana!»

Por HuelvaRed, que Vicente me envía puntualmente a diario, me entero de que la fabulosa palmera centenaria de la Plaza Quintero Báez, en Huelva, tendrá que ser talada. La han vencido el tiempo y el Bernard, el último temporal, que ha dejado un rastro de desolación en la ciudad. Es una pena que me ahorro no volviendo a ir a mi Huelva del alma, la de no ver ya ese árbol que ha sido un testigo fiel de la vida onubense desde que tengo memoria. Y es una de las muy poquitas cosas que me han hecho, siempre, siempre, levantar la vista al cielo.

Rodenkirchen, 4.11.

Vinieron Rebeca y Montse, que se llevaron a Diny al mercado de todos los sábados en la Maternusplatz, donde compraron manzanas para Diny y Rebeca compró Maultaschen (las empanaditas de la Selva Negra), recién hechas, para su cena de hoy: «Pasadas un poco por la sartén, con salsa blanca, y espolvoreadas después con parmesano», dijo. Luego se me unieron en el Bistro Verde, muy animado este mediodía. Diny encargó ensalada de papa con una salchicha de carne de ternera, Montse un revuelto de setas del bosque, Rebeca un asado con albóndigas y col lombarda («¿Te quedará sitio en el buche para las Maultaschen de esta noche?», le pregunté al ver lo que le sirvieron, que más parecía un Coq–au–vin), y yo un guiso de pescado que devolví a la cocina para que lo metieran un par de minutos en el microondas. Un tema de conversación fue si vamos a celebrar el martes el cumple de Montse, cosa casi imposible para todos en medio de la semana, y luego el sábado Montse podría cerrar la tienda pero es el 11.11. y a las 11:11 am comienza la 5.ª estación del año en la Renania, esto es, empieza la temporada del Carnaval y en Colonia estará todo manga por hombro. Vamos a ver qué se nos ocurre.

Regresé al Maternus solo porque mi gineceo se fue de compras y, entre otras cosas, me compraron unos pantalones de pijama con lazo embutido en la cintura, para poder ponérmelo ajustado: todos los pantalones de pijama que tengo se me caen y me dejan en prendas menores si me descuido, y hasta los blujeans que compré porque tenían el diámetro king size ajustado a mi cintura, también se me caen. Desde el día de la desgracia he perdido unos 15 k de peso. Haciéndole honor al humor negro que siempre me ha caracterizado, me digo que es lo único que no lamento haber perdido.

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