Weiß/Colonia, 22.11.
Rolando me envía desde Austin esta cita sofisticada, aunque algo arbitraria, de John Berger: «Cada ciudad tiene su sexo y su edad. Roma es femenina. Odessa también. Londres es un chico de 13 a 19, un pilluelo, y en eso no ha cambiado desde los tiempos de Dickens. Y París, a mi parecer, es un hombre a sus veintes, enamorado de una mujer mayor que él». Le contesto: «Y Barcelona es un travesti viejo que se creía europeo porque le obligaban a hablar en castellano».
Weiß/Colonia, 23.11. (1)
Me remite alguien un supuesto cartel–anuncio de una feria del libro hispano, en Nueva York, con una composición fotográfica que ya conocía y que me gusta, pese a su rebuscamiento:
Y a su lado un partoaborto mental que dice (=rebuzna, con perdón de los asnos) lo siguiente:
QUEDA PROHIBIDO
Y yo lo distribuyo urbi et interneti con este comentario: «Jamás me gustó Neruda, pero si fuera además verdad que perpetró semejante mamarracho (supongo que no, que se trata de un apócrifo), aún menos». A lo que Lillian me contesta desde Managua: «No es más que otro caso de algún cretino desquehacerado que se vanagloria de su cretinez usando un nombre ilustre. Pero a mí sí me gusta Neruda, y mucho, aunque no todo». Y yo le replico: «Creo que hay un apartado en el artículo 213 de la Declaración de los Derechos Humanos, que te garantiza de manera expresa la posibilidad de que te guste mucho Neruda. Ese apartado se incluyó a petición así mismo expresa del gobierno chileno (uno de después de Pinochet, según tengo entendido)». Pero lo que se me queda en la ampolleta que destila datos para la memoria es el adjetivo «desquehacerado». Carajo.
Weiß/Colonia, 23.11. (2)
«He amado a algunos hombres, y muchos más me han amado, pero recién con setenta y seis años tuve mi primer orgasmo. A pesar de mis aventuras y amoríos, debí llegar a esa edad para que un joven de veinte años me enseñase que una mujer puede vivir el acto del amor de manera distinta a la sumisa». Así comienza el tercer párrafo de las memorias de Claire Goll, poetisa franco-alemana del siglo pasado. Se titulan La poursuite du vent, y se tradujeron al castellano (A la caza del viento) hace un par de años.
Weiß/Colonia, 23.11. (3)
Anoche pasaron en la tele el quinto y último capítulo de la nueva serie policial danesa, muy novedosa, que se centra en el trabajo de la policía de protección a personas relevantes o que se encuentran amenazadas (testigos de cargo, mujeres objeto [sic] de malos tratos). Hoy pasaron, al cabo de los años, el primer capítulo de la saga del inspector Lynley y la sargento Havers, donde todavía se los ve a ambos muy jóvenes, casi alevines de Scotland Yard. Y es curioso comparar estos dos capítulos, cómo difieren la investigación y el trabajo en un entorno urbano multiculti como Copenhague, y en el medio rural de una Inglaterra que, al menos en imágenes, es casi todavía la de Jane Austen. El crimen siempre es más verosímil en cualquiera de ambos escenarios, pero para ello hay que hacer una elección previa: te crees o no te crees lo que sale en la pantalla. Y el problema es grave cuando te lo crees en ambas series. Pero hay una manera de resolverlo, y es que el mundo está podrido dondequiera que poses la mirada.
Weiß/Colonia, 24.11. (1)
«Es curioso comparar […] cómo difieren la investigación y el trabajo en un entorno urbano multiculti como Copenague, y en el medio rural de una Inglaterra que, al menos en imágenes, es casi todavía la de Jane Austen. El crimen siempre es más verosímil en cualquiera de ambos escenarios, pero para ello hay que hacer una elección previa: te crees o no te crees lo que sale en la pantalla. Y el problema es grave cuando te lo crees en ambas series».
Esto lo escribí ayer, y me avergüenza de profundis tanta incapacidad para explicar lo que quise decir. Si leyese en un texto de otro la frase «el crimen siempre es más verosímil en cualquiera de ambos escenarios», dejaría automáticamente de seguir leyendo, dudando seriamente de la salud mental del autor.
Weiß/Colonia, 24.11. (2)
Me llama Willy desde Ámsterdam, donde se encuentra chequeando la traducción al neerlandés de las poesías completas de Borges. Quiere saber qué significa el verso El viento trae el alba entorpecida en el poema Calle con almacén rosado de Luna de enfrente. ¿Pero es que tiene que «significar» algo?, le pregunto. No, concede, pero ¿cómo traduciría yo ese «entorpecida»? Se lo digo. Anota. ¿Y qué significa El alba es nuestro miedo de hacer cosas distintas? ¿Pero es que tiene que “significar” algo?, le vuelvo a preguntar. No, concede, pero ¿cómo traduciría yo ese «distintas» en ese contexto? Se lo digo. Anota. Y amenaza con volver a llamarme cada vez que sienta chirridos en la traducción. Pero que no lo haga para preguntarme qué «significa» un verso, le advierto. Se ríe, y cuelga.
Weiß/Colonia, 25.11.
Menudo revuelo el que se ha armado en la grey virtual que se congrega en mi parroquia, con el artículo de Pérez Reverte contra la osadía de la ignorancia y lo del «miembros y miembras», así como otros abortos verbales por el estilo, del feminismo idiomático militante. Hasta mi deuda externa, por lo general tan comedida, en este caso se desmelena, y aludiendo al título del artículo me escribe: «¿Este tipo habla de sí mismo en este título? Porque llamar «idiotez» a la violencia de género en España, que mata [a] unas cuántas minas [=mujeres] por día, es ciertamente cosa de ignorantes».
Me veo obligado a salir al paso: «Ojo, no confundir el culo con las témporas ni las churras con las merinas. A mí, Pérez Reverte me cae harto mal, y lo he dejado escrito y publicado, pero lo que arguye en este artículo es bastante sensato y hasta puede decirse que «iría a misa». Y él no está llamando «idiotez» a la violencia que asesina mujeres en sus hogares, sino a la denominación «violencia de género», cuando «violencia doméstica» es más exacto (y hasta más lindo, desde el punto de vista idiomático) porque abarca la violencia de la mujer sobre el hombre, de la que también hay casos. Mientras que «violencia de género» se ha unidimensionalizado en dirección a la del hombre contra la mujer, de la misma manera que el antisemitismo ya parece que no fuese sino lo que se siente contra los israelíes, siendo así que los árabes también son semitas. Despacito, pues, y güena letra».
Pero la réplica no se hace esperar: «La violencia de género tiene que ver con las relaciones de género, e involucra, ella sí, a todo aquello que tiene que ver con relaciones entre los sexos, que son mucho más que dos, y sin diferencia de edades, es decir, también la infancia y la vejez».
Ante semejante pugnacidad sólo me queda tirar la esponja, la toalla y hasta el taburete. Y pensar en cuánto más fácil sería, en tal caso, si resulta que en la violencia de género también entran los ancianos y los niños, hablar de violencia contra las personas, o simplemente, en según qué casos, violencia familiar. Pero si les quitas el género, las feministas rugen. En fin, por mi parte, y por joder, al escribirles a mis amigos latinos, que ignoran olímpicamente el «vosotros», siempre seguiré dirigiéndome a ellos con un «ustedas y ustedes». Contra tales memeces sólo ayuda ponerlas en ridículo.
Weiß/Colonia, 26.11. (1)
Jokers es una cadena de librerías de ocasión que también se dedica a la venta postal, y nos deleita cada trimestre con su nuevo catálogo. Está muy bien compuesto tipográficamente, de modo que en verdad incita a la compra. Y tiene como sistema el de hacer citas ad hoc en las páginas del mismo.
Así, en las correspondientes a los libros para la gente joven, Goethe: «La generación actual siempre descubre lo que la vieja ya ha olvidado». Entre los de viaje, Stendhal: «El mundo es como si fuera un libro del que nada más se ha leído la primera página, cuando sólo se conoce la propia patria». Entre los de cocina, Samuel Butler: «Un estómago sano es algo típicamente conservador. Apenas hay un radical con una digestión sana». Entre los libros sobre wellness y salud, Françoise Sagan: «Para el bienestar de una mujer, las miradas admirativas de los hombres son más importantes que las calorías y los medicamentos». Entre los libros para melómalos, Heine: «La música en los cortejos nupciales me recuerda siempre la música de los soldados que van a la guerra», y Tilmann Horch, un practicante en Jokers: «Después de cuatro años en la redacción de este catálogo, he aprendido algo. Ahora sé que el jazz es verdaderamente música». En el apartado de los CD, Jules Renard: «Todos tenemos en el corazón un organillo que no quiere enmudecer». Y en el de los DVD, Igor Strawinsky: «En Hollywood, a los entierros es difícil diferenciarlos de los estrenos de películas».
Weiß/Colonia, 26.11. (2)
Decididamente, esta es una semana de frases. Cito ahora de Nuria Amat, de una página que le dedican en el último número de Nexos: «Los amores imaginarios son, sin duda, los más reales. Se inventan y multiplican, porque no se puede vivir sin ellos».
En este último Nexos, por cierto, hay tres artículos buenísimos dedicados a Darwin, en especial uno escrito por la única novelista que ha retoñado en el árbol genealógico del patriarca.
Weiß/Colonia, 26.11. (3)
Circula ahora por internet otro apócrifo más, esta vez le cargan el muerto a Vargas Llosa y es una diatriba contra el Che Guevara. Basta leer el párrafo introductorio y cuando habla de una ciudad llamada «la Havana» [sic] para darse cuenta de que no es de Mario. Mi amigo paisa José María me escribe desde Medellín que aunque no sea de Vargas Llosa hay mucho de verdad (si no todo) en ese texto, pero que el Che fue, es y será muy atractivo, como mito generado por los medios de comunicación. Yo le explico por qué a mí, crecido en el peor franquismo, nunca me gustó el Che, ya que era autoritario, enemigo de la libertad de prensa y partidario de la pena de muerte, y de eso tenía yo bastante con el general inferiocre. Amén dello, pudiera añadir que el Che predicaba internar a los homosexuales en campos de concentración, para «reeducarlos».
José María me contesta que allá, en Colombia, trascendió poco «sobre Franco y sus atrocidades (aquí muchos estamentos, empezando por la iglesia lo apoyaban)», y yo le arguyo: «Nómbreme un solo hijo de puta a quien no haya apoyado la iglesia, y me convertiré sin más al catolicismo».
Weiß/Colonia, 27.11. (1)
Juan Gabriel ha escrito para El Espectador, de Bogotá, una excelente columna sobre Camus y el traslado de sus restos mortales al Panteón, estableciendo de paso un diáfano paralelo entre Camus y Sartre. Le dejo un comentario: «Hay algo más que diferenció a Camus de Sartre, mi querido y admirado Juan Gabriel. A sus 44 años, Camus aceptó con humildad el Nobel, aun pudiendo presumir de ser el segundo autor más joven en obtenerlo (después de Kipling, quien lo recibió veinte días antes de cumplir los 42). En cambio Sartre lo rechazó, y era su buen derecho, pero no la fundamentación de su rechazo: que se lo debían de haber concedido en otro momento… léase: antes, o sea, hablando en plata, en vez de a Camus tendrían que habérselo dado a él. Y para más inri, años después, en un momento de escasez de peculio, hizo preguntar a la Academia Sueca (que no aceptó el rechazo, y lo sigue incluyendo en su lista de premios) si no podían transferirle la plata con que están dotados. Siempre fue miserable, pero ahí se superó. Vale».
Weiß/Colonia, 27.11. (2)
FronteraD en pantalla, por fin. Pienso, un poco preocupado, un poco curioso, cómo reaccionará un público internauta frente a las anotaciones de este mi dietario, más que diario. En cualquier caso tengo la firme resolución de seguir escribiéndolo exactamente igual que hasta ahora, para los amigos que lo leen desde hace meses (en algún caso años), para mis afinidades selectivas, como no dijo Goethe. Pero ahora adiós a la pantalla del ordenata, en la del televisor me espera The Naked Spur, una de las mejores pelis del binomio James Stewart/Anthony Mann. Agur.
Weiß/Colonia, 28.11. (1)
Chispea pero no llueve. Salgo con la bici para comprar la revista quincenal con el programa de la tele. Aún no es mediodía pero ya está abierta la taberna de la calle principal, entre la oficina postal y la farmacia, y van llegando a ella los primeros parroquianos (en realidad, me digo, los borrachines del pueblo, que empiezan tempranito a trasegar). Y sigo luego a casa de Margot & Uwe para que el buen Uwe me escanee la foto en la que estoy sentado bajo el toldo de un restaurante de París llamado Fandango. El nombre se lee en letras rojas, algo deslucidas por la intemperie, encima de mi cabeza. Es una foto que me ha pedido Raúl desde Guatemala, para ilustrar la edición centroamericana del libro de mis fandangos. Todo sea por la causa.
Weiß/Colonia, 28.11. (2)
Entre las coplillas de mi Cante chico, que son de 1963, hay una que dice:«San Ambrosio caviló / que pensado Dios, existe. / Para el tonto, pues, no hay Dios». Recién hoy, casi medio siglo más tarde, caigo en la cuenta de que ese Ambrosio debe de ser el de la carabina, porque el del argumento ontológico es san Anselmo. Así pues, ay, mi alzhéimer viene de larga data, tiene pedigrí.
Weiß/Colonia, 28.11. (3)
Anoche me acosté a eso de las tres de la madrugada, y hoy a las 8.30 a.m. sonó el teléfono y era Oskar, preguntando si podía pasar el fin de semana con nosotros. Ni quise decirle que no, ni tuve corazón para hacerlo, porque ya le dije que no el sábado pasado, por estar invitados esa noche a la fiesta del 75º cumpleaños de Leonardo, y se quedó muy triste. También es verdad que Oskar quizás sea el único consuelo real que tengo en la vida. Lo adoro y él a mí, no somos abuelo y nieto, sino compinches, cómplices. Y no pienso privarle de un solo minuto que quiera pasar conmigo. Con el escaso tiempo que me debe de quedar, sería de lo más irresponsable.
[Escribo esto ya entrada la noche mientras estoy haciendo tiempo para ver mi primer post en el blog Urbi et interneti de FronteraD. Parezco una primípara].