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De mi Diario / Semana 49 / 2019

 

Weiß/Colonia, 1.12.

2:50 am : Me sorprendí a punto de quedarme dormido delante del televisor, algo que me está pasando ya con harta frecuencia. Lo que más me preocupa no es eso sino que por lo general no recuerdo por la mañana, al despertarme, qué fue lo que estuve viendo en la tele, o dónde se me perdió el hilo de la peli cuyo DVD estaba viendo. ¿Será solamente “la viejez”, como la llama Diny? Por lo demás el cerebro me sigue trabajando lúcido. Me lo quiero creer al menos hasta que mañana me levante y lea estas letras sin recordar que las escribí al filo de las 3 am.

A partir de hoy estamos sincronizados en la ceremonia de abrir una ventanita cada dìa en el Calendario de Adviento, en Huelva Mónica y Elena, Carla & David en Roma. Será pueril (no, es pueril), pero me hace mucha ilusión. Por la ventanita 1, abierta por mí recién al levantarme, veo un cristal de hielo, aunque no hay expectativas meteorológicas ad hoc, por ahora. Oremus.

Mi columna del viernes en EE ha suscitado muchos menos comentarios de los que esperaba. Otra cosa ha sido en la bandeja de entrada de mi estafeta en Gmail.com: váyase lo uno por lo otro, como hubiera recomendado aquel emperador estoico que fue Marco Aurelio. Salve!

La sopa de raíz de apio hay dos maneras de comerla, y si alguna vez alguien nos pudiera filmar a Diny y a mí comiéndola, tendría un testimonio antropológico de relevancia. Es una sopa que se comía tradicionalmente los domingos en casa de los Hansen y cuya tradición ha mantenido Diny en esta casa. El caldo se hace con carne y verduras, y una vez hecho se separan carne y verduras y se echan en la olla fideos y la raíz del apio cortada en daditos. A la hora de ponerla en la mesa, se encuentra la carne en su plato aparte, y Diny me sirve un cuenco bien medido de  caldo, mientras ella se sirve la misma medida en un plato hondo. Yo como tomando cucharadas de fideos y raíz de apio sin caldo, hasta que dejo el cuenco limpio de tropezones y me empino el cuenco y bebo el caldo. Diny, mientras tanto, va cuchareando el caldo de su plato hasta dejar sólo los fideos y la raíz de apio, una masa a la que añade luego la carne deshilachada, mostaza de Lyon, mayonesa, crema de rabanito picante, pepino en escabeche, cebollitas de Ámsterdam y algo más que de momento no caigo. Hecho lo cual mezcla todo y se lo va comiendo poco a poco, como lo hizo desde que era niña en el hogar de los Hansen y lo sigue haciendo ahora en el suyo propio. Yo mismo, al principio de conocer a Diny y desde que me llevó en octubre 1965 a conocer a sus padres, seguí el sabio consejo castellano de «Donde fueres, como vieres», de modo que también he comido así la sopa dominical, pero hubo un momento en que me resultó excesivo. Me pasa lo mismo con el cocido madrileño: tanto Diny como yo somos cocidoadictos, pero ella lo come como los aborígenes, primero el caldo en plato hondo y luego ese huracán de pringue que es el conjunto de los ingredientes. Yo me limito a pedir un cuenco de caldo y de segundo pido otra cosa: si las tienen en la carta, tortillitas de camarones o pavías. Hmmmm

Weiß/Colonia, 2.12.

1:25 am : Pasaron La hija de Ryan, que es la peli que más me gusta de David Lean, después de su Doctor Zhivago (¡y pensar que el Oscar de aquel año se lo dieron a The Sound of Music!) Me han vuelto a impactar las actuaciones de, sobre todo, Sarah Miles (sin chance en el Oscar frente a Glenda Jackson en Women in Love) y John Mills, que sí ganó muy merecidamente su Oscar al mejor actor de reparto; y me ha vuelto a impactar la música de Maurice Jarre, que ni siquiera fue nominada al Oscar, y menos mal, porque se lo concedieron a la acaramelada de Love Story. Luego pasaron un buenísimo documental sobre Robert Mitchum y a continuación un concierto de música clásica pero dirigido por Dudamel, del que quienes saben me dicen que es buenísimo pero al menos en una pantalla no lo soporto, me parece un payaso. Sin gracia, además.

Llama Montse para anunciarnos que murió Helmut, su suegro. Aunque después del susto que nos dio hace un par de semanas no teníamos muchas esperanzas de que se repusiera pronto, no por eso lo sentimos menos. Era un viejo amable y cariñoso, enfermo de nostalgia de su Silesia natal, de la que fue expulsado al término de la guerra. Nunca le oí decir una palabra de más, ni gritar, nunca, ni siquiera cuando discutíamos acerca del Heimat, de la patria/hogar, que para él seguía siendo Silesia al cabo de mucho más de medio siglo de ausencia, y no lograba entender que mì Heimat fuese Colonia, el de mis hijos y nietos. La muerte de Maria, su esposa, fue un golpe muy duro para él, la ha sobrellevado durante más de diez años. Descanse en paz.

Weiß/Colonia, 3.12.

A medianoche : Pasaron Las brujas de Salem, con Simone Signoret e Yves Montand, que fue una coproducción entre Francia y la RDA. La música de Hans Eissler es de un expresionismo que le iría bien al Murnau del cine mudo y al Fritz Lang de Metropolis, pero aquí, en el mundo tristemente real del Salem de 1692 y con los diálogos de Arthur Miller, está fuera de lugar. De todos modos, la peli ha envejecido y lo ha hecho mal. Pero qué bueno ver de nuevo a Simone e Yves actuando juntos. La aguanté hasta el final sólo por ellos.

En La Modicana, con Diny, quien encarga una de esas ensaladas pantagruélicas que prepara la signora, mientras Carlitos unos ravioles y yo los mejillones alla modicana + bruschetta. Comí usando como pinza las valvas de un mejillón grande y me di un festival de chupadedos como hacía mucho que no lo disfrutaba; al final estuve tentado de pedirle una cuchara a la persianita, para apurar la salsa de tomate y vino blanco, pero me dio vergüenza y me contuve a tiempo.

Toda la tarde dedicada a la escritura del artículo sobre el dinero del Nobel a Einstein. No me costó el más mínimo esfuerzo y me quedó tal como yo lo quería, casi como el guion de una comedia bienhumorada y sin moraleja. Podía haberlo terminado diciendo que divorciándose de Mileva el buen Einstein perdió a su mejor colega, perdió a sus hijos y el amor y el respeto que le tenían, y por si todo eso fuera poco, perdió los 180.000 francos suizos (de los de 1919) del premio Nobel. Y todo para casarse con una señora con la que al principio no sabía si casarse con ella o con su hija de 21 años. No hay duda de que era un genio, pero de los más distraídos.

Weiß/Colonia, 4.12.

Terminé la lectura un tanto a trancas y barrancas del quinto episodio de la saga de Charlie Bird Parker y no voy a seguir leyéndola. Los elementos sobrenaturales me cargan, y al parecer eso es lo que hace el mayor encanto para los fans de John Connolly. A mí me cargan y recargan, de manera que me dedicaré a otras búsquedas. Sea como fuere, en la caracterización de los tipos que pueblan sus relatos, y en su prosa, sigue siendo Champions League. Del quinto episodio cosecho estas perlas: «Lo llamaban Free Billy [un chulo neoyorquino] porque sostenía que sus precios eran tan bajos que ofrecía a sus putas prácticamente de balde. [] Neddo era tan resbaladizo como una anguila en un cubo de vaselina. [] Sus ojos eran azules y su piel tan pálida que los toques de colorete en sus mejillas parecían dos puestas de sol, mientras que sus labios le hubieran dado que hablar durante un mes a un simposio de freudianos. [] Tan pronto como hubiese muerto, suponía The King, Dick recurriría a los tribunales y exigiría una cuota mayor en el negocio, de modo retroactivo hasta el día en que la Virgen María se vistió de luto. [] Reid, impresionado por la carta de cervezas, encargó una británica que parecía como si hubiese sido embotellada en tiempos de Shakespeare. [] Un hombre pequeño y robusto con un traje azul marino a rayas y una corbata rosa chillón se veía parado junto a un aparador como si estuviese posando un par de décadas demasiado tarde para un fotógrafo estrella de Life. []  Con su reloj de pulsera podría pagar yo la hipoteca de mi casa durante un año. [] Comparada con la temperatura de aquello que corría por sus venas, la [gélida] noche probablemente le parecería tibia». Lo dicho, su fuerza verbal sigue siendo de lo mejor que he leído en los últimos tiempos, pero sus esoterismos no los pude soportar desde el primer episodio, lo que pasa es que estaba entusiasmado con el descubrimiento de su prosa. So long, Charlie Bird Parker!

Weiß/Colonia, 5.12.

2:00 am : Estuve viendo el DVD de la primera parte de Women in Love, una serie de la BBC, basada en dos narraciones de D.H. Lawrence, El arco iris y Mujeres enamoradas. Yo he sido un lector apasionado de Lawrence, pero justamente estas dos novelas no las conozco (aunque sí la adaptación a cine de Mujeres enamoradas, con Glenda Jackson), de manera que ando un poco desorientado con la adaptación a TV. Veré en la noche de hoy la segunda parte y volveré a las dos después de una pausa y ver si me hago con las dos novelas, pero también si no. No será por falta de atención a su obra (Hijos y amantes, las tres versiones de Lady Chatterley’s Lover, La serpiente emplumada y todos sus cuentos) por lo que tendré que darme golpes de pecho.

Köln se ha ganado a pulso el honor de ser la ciudad alemana con más eventos literarios fijos a lo largo del año. Ahora comienza, por 20.ª vez, el encuentro “Un libro para la ciudad”, siendo la novela Mentirosa, de la israelí Ayelet Gundar–Goshen, el que fue elegido para la nueva cita. En el Kölner Stadt Anzeiger le dedican casi toda una página, que se abre con la afirmación de un sicólogo alemán, Jochen Jordan, estudioso e investigador del tema, según el cual todo el mundo miente o no dice la verdad ± 25 veces al día: «Las mentiras –concluye don Jochen– son nuestra tarjeta de visita». Y el artículo se cierra con una cita de Also sprach Zarathustra, de Nietzsche: «Quien no puede mentir, no sabe lo que es la verdad». E se non é vero, é ben trovato. Pero, me quedo pensando…, si no puedo mentir, aunque no sepa qué es la verdad, es verdad lo que digo. Ay Nietzsche, Nietzsche, las trampas del idioma, caemos en ellas como ratones.

Mi neumóloga, la buena Dra. Dornaika, me certifica que mis pulmones se hallan en el mismo buen estado, por lo menos satisfactorio, que la última vez que pasé por su consulta, y me cita de nuevo para el mes de mayo, «cuando hace la calor, / cuando los trigos encañan / y están los campos en flor». A este romance bellísimo le dediqué hace años, de manera iconoclasta, pero amorosa, uno de mis textos más à lo Borges.

La columna de hoy de Diego en El Colombiano es muy buena y despierta las ganas de leer la novela mexicana Una cita con la Lady, de Mateo García Elizondo, pero hay algo que no entiendo, la frase que cita acerca de que «[la muerte] no es para nada como la pintan, como algo confuso y aterrador. A mí se me hace que a uno se lo pintan así porque descansar en paz suena demasiado tentador, porque si no lo hicieran todo el mundo querría morirse». Que tan luego en México, donde se profesa un alegre culto a la muerte, un autor mexicano escriba eso, no me encaja en el esquema, pero es que además la idea más ligada –al menos more retórico – con la muerte es justamente la de descansar en paz. Me parece que el autor no expresó derechamente lo que tal vez quiso decir. Si ese texto hubiese llegado a mi mesa de redacción en la emisora, le habría pedido que lo pergeñara de nuevo porque el oyente tiene que entender a primera oída, no le queda la posibilidad de volver la vista atrás, como puede hacerlo durante la lectura.

Weiß/Colonia, 6.12.

Medianoche : Pasaban El clan, la peli argentina, y me animé a verla, pero al cabo de unos 45’ desistí, no puedo ver pelis españolas o latinoamericanas en versión sincronizada. Ni modo. Puedo ver sincronizadas pelis de cualquier idioma, menos del español. Me paso retraduciendo mentalmente al original los diálogos alemanes y eso es mero mero un suplicio de Tántalo.

En el suplemento mensual del Kölner Stadt Anzeiger dedicado a los libros, una página, como siempre, con el poema del mes. Esta vez es uno muy breve, del bávaro Moritz Hürtgen, quien lo dedica al miedo del escritor ante el bloqueo. Lo traduzco mentalmente sobre el pucho, o sea, al tiro: «Existe el miedo a la página en blanco / mas los poetas no lo sentimos / porque tres versos se escriben muy rápido / (y el cuarto viene por sí solo)». Chapeau!

Vamos en taxi al hermoso cementerio viejo de Rodenkirchen. El taxista ni siquiera sabía de su existencia, le tengo que servir de GPS. El entierro de Helmut ha sido sin misa, a diferencia del de Maria. En la pequeña capilla del cementerio, un pastor pronunció la oración fúnebre, en la que iba incluida una breve carta de despedida escrita por Frank. Cuando salimos de la capilla, los ojos de Paul, Oskar y Johannes estaban enrojecidos por el llanto. Adverti la presencia de Winfried, el hermano mayor de Norbert y Frank, y su mujer, pero se mantuvieron aparte y nadie los saludó, era evidente que acudían por un pequeño rescoldo de vergüenza, pero hace tiempo que no forman parte de la vida de la familia. Ante la tumba desfilaron Frank y Montserrat en primer lugar, luego sus tres hijos, Uta y Norbert seguidos por sus hijos, Severin y Johannes con sus respectivas novias, y le cedí la vez a Winfried y su mujer, todos ellos arrojaron una palada de tierra y un puñado de pétalos a la tumba, Diny y yo fuimos los primeros que sólo arrojamos pétalos, y siguieron los pocos invitados a la ceremonia. Del cementerio fuimos a Quetsch, el restaurante a la orilla del Rhin, como hace diez años tras el entierro de Maria. Me tocó estar en nuestra mesa al lado de un matrimonio amigo de Uta y Norbert con los que pegué la hebra muy pronto y descubrimos una gran cantidad de temas, aficiones y amistades comunes. Al irse ellos ya sabía yo que él es concejal del ayuntamiento de Colonia y me dije que ojalá el concejo se compusiera de gente tan leída y entendida como él. Me temo que sea un poco utópico pensarlo.

Weiß/Colonia, 7.12.

0:25 am : Enésima vez que veo Butch Cassidy & Sundance Kid, con esa música feliz de Burt Bacharach, ganadora del Oscar, así como la deliciosa escena de la bici con un Paul Newman acrobático y una Katharina Ross comestible a besos teniendo como música de fondo “Raindrops Keep Fallin’ On My Head”, que a su vez ganó el Oscar a la mejor canción. Es una gozada esta peli, y el final queda abierto. ¡Quién sabe si Butch y el Kid sobrevivieron a aquella balacera!

Hoy, en el Kölner Stadt Anzeiger, la esquela fúnebre de Helmut. Muy sobria. El texto dice: «Cuando se agotan las fuerzas, la redención es gracia. Todo tiene su tiempo, el tiempo del amor, la alegría y la felicidad, el tiempo de las preocupaciones y la pena. Todo se ha cumplido. El amor continúa». Firman la esquela, «en el duelo y el agradecimiento», Norbert y Uta, Frank y Montse, y los cinco nietos varones: Severin, Johannes, Paul, Oskar y Henri. Sin mención de Winfried y su mujer, ni de Yvonne, la única nieta. El horror vacui familiar, uno de los peores.

Lola Fernández Cros, a quien no conozco, me envió hace una semana un poemario suyo que se titula Antología del subsuelo. Hoy encontré el hueco para leerlo (eso es lo bueno de la poesía, que se cuela por cualquier hueco) y me dejó muy pensativo este breve poema: «Se me olvidan nocturnas las estrofas / Qué impertinente la memoria / Y qué arrogante la vida / que le da cuerda». Si lo entiendo a cabalidad, la vida es arrogante dándole cuerda a la impertinente memoria que hace que el poeta olvide las estrofas. Curiosamente yo podría hacer mío este poema pero en sentido contrario, en modo Funes: «Condenado a no olvidarme de nada / Qué impertinente la memoria / Y qué arrogante la vida / que le da cuerda». La vida dándole cuerda a la memoria es una gran imagen.

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