Rodenkirchen, 3.12.
Vi de nuevo El caso 880 y me divirtió una vez más, sobre todo por la errata “Wahsington” en las falsificaciones de los billetes de un dólar. Me confirmó en mi idea de que los gringos no saben leer. Y eso ya en un tiempo donde todavía no existía la TV. Ahora ni modo, como dicen los mexicanos.
Con puntualidad de poco menos que Big Ben nos encontramos a la 1 pm en el Sleep’s con Michelle y JavierMdO, aunque en realidad debo precisar que nos encontramos en la calle, y es que la altura baloncestística de Javier resultaba inocultable en la hoy solitaria Hauptstrasse de Rodenkirchen… como tampoco habría sido ocultable en esta calle poblada a tope: no en vano Carlitos lo llamó siempre “el enano canario”; a mí, que no soy bajo, me saca bastante más que la cabeza. Como reservé mesa ayer, Tom nos ubicó en la gran mesa cuadrangular entre los dos salones grandes, con una gran ventana –techo a suelo– al jardín, y adornada con un gran árbol de Navidad luciendo todo su esplendor. A los pocos minutos se unos unieron Ulli y Carlitos. De lo manducado recuerdo el gulash con costra de Diny, el Flammkuchen con camembert de Javier, el panqueque con tocino de jamón de Carlitos, los Spätzle con cebolla frita de Michelle, mis mejillones à la Provence y de Ulli su “Cielo y tierra”, un plato típico coloniense, con tajadas de morcilla y puré de papa; y al final los postres: helado de vainilla con bayas del bosque, panqueque con helado de vainilla… y ahí se me acaban los recuerdos. Charla animadísima todo el tiempo, y eso que hubo un par de trechos donde sólo hablamos de cementerios. Momentos como este son de aquellos que se atesoran para toda la vida (corta como ya lo es para nosotros, larga todavía para Michelle y Javier) y que terminan con el deseo ferviente de que pronto se repitan.
Rodenkirchen, 4.12.
Al cabo de los años mil vuelvo a ver Meet John Doe [Juan Nadie], ya vista en un cine de verano en Huelva, yo tendría 12, 13 años, y desde entonces nunca más vista, de manera que para mí es casi un estreno absoluto. Y bueno, Capra es Capra, y Barbara Stanwyck (“la Ruby”, así la llamaba Rolando) es la Stanwyck, una de las más grandes actrices que ha dado Hollywood, y Gary Cooper es Gary Cooper que estás en los cielos… a lo cual le ayudaba notablemente su estatura. Pero yendo a la peli en sí, es casi una premonición del fake ex president, ya se presiente su posibilidad aquí. La peli es espléndida, la Ruby comestible a besos y sin embargo queda ese resquemor de que se avisó a tiempo, en 1941, pero el aviso fue desoído. Para sacarme ese mal sabor estuve viendo una de las mejores coreografías de El sombrero de tres picos, uno de mis ballets predilectos.
Nevó durante la noche. Me levanto, me asomo al balcón, y me conmueve ese rectángulo de pureza inmaculada que son los jardines del Maternus. No siquiera una paloma ha caminado por esa superficie que reverbera un poco al sol de la mañana. Es la primera nevada de este invierno. A ellas no les temo, sí al hielo en las aceras cuando la nieve desaparece. Uno debe aprender a andar como pisando huevos y aún así corre el riesgo de resbalarse y dar con sus huesos en el suelo, se vuelve uno ermitaño a la fuerza y no se mueve de su agujero.
Vamos a almorzar a Steep’s (hoy tampoco está Tom) y Diny me dice que quiere una salchicha al curry pequeña con pommes frites. Le digo que no las hay, unas salchichas pequeñas, todas son iguales, tamaño diámetro del plato. Entonces le pide al camarero la sopa del día, que es de tomate, pero doble. Yo pido mi salchicha al curry con pommes, y cuando termino me da en la nariz que Diny no se halla satisfecha. Le pregunto qué le pasa y me dice que tiene el antojo de la salchicha al curry, le digo que la pida y lo hace. Al poco se la traen, la empieza a comer y me pregunto cuando tirará la toalla. Pero es tenaz, se come la salchicha entera y no deja más que una docena de pommes. Aunque ha necesitado más de ½ hora para engullirlo todo. Laus Deo!
Escribo mi columna para EE y cito la expresión alemana “llevar lechuzas a Atenas”, que en España podría expresarse como “llevar naranjas a Valencia”. Me pregunto cómo lo expresarán en Colombia, pero pienso que en alemán es una locución culta y me acuerdo de los yarumos plateados que Héctor me mostró cuando salió a buscarme el 1.7.2008 en el aeropuerto de Medellín y me llevó a conocer sus paisajes, que me quitaron el aliento. Y entonces escribo “como llevar yarumos plateados a las montañas de Antoquia”. Pero de todos modos llamo a Teresa para saber cuál es la expresión popular y ella me dice que es “llevar leña al monte”. Después le leo el texto de mi columna, porque siempre necesito la lectura en voz alta para saber si el texto funciona. Teresa me asegura que sí funciona y se admira de que Pirandello estudiase acá, en Bonn, como lo cuento en mi columna.
Rodenkirchen, 5.12.
Anoche di fin al queso azul francés que me regaló Bärbel, estaba exquisito, si bien mi paladar está más hecho al bávaro, que es más suave. Y luego, como la escritura de la columna y la telefoneada con Teresa me han retrasado mucho, no me da tiempo para una peli, así es que decido ver La verbena de la Paloma en una versión completa, del teatro Calderón de Madrid, incluyendo la escena final que no se suele representar. Aunque a cambio omiten la réplica de Julián a la enésima admonición de la señá Rita: «¡Julián, que tiés madre!» «Ya lo sé, señá Rita, ¿quié[re]’usté un recibo?» (A mi padre le hacía mucha gracia esta réplica). Y también desaparece la poco menos que desesperada pregunta de don Hilarión al término de la refriega: «Sí, pero ¿y mis dientes?», porque se le ha caído la dentadura postiza. Pero se trata de una puesta en escena espléndida, actuada con todo el color local que el libreto exige y los solistas, la orquesta y los coros le hacen el honor que se merece a esta joya del género chico. ¿Chico? Qué más quisieran muchas obras del teatro “grande” que parecerse a esta.
Ha desaparecido la nieve pero llueve. Bajo con un cuidado extremo la rampa del garaje de ReWe al ir a reunirme con Ulli y Carlitos para ir a La Modicana: con este frío y una lluvia mojando una superficie resbaladiza y en pendiente, sube el riesgo de la formación de hielo y de un momento al otro puedes ver las estrellas desde el puto suelo donde se estrelló tu culo. Me ha pasado una sola vez, en los primeros días de mi estancia en Alemania, y no deseo repetir la experiencia 60 años después. En La Modicana otra vez bastante público. Parece haberse puesto de moda desde la pandemia. Ulli encarga una ensalada king size con naranjas, hinojo y salmón ahumado; Carlitos insiste en sus orejitas con setas del bosque, y yo en mi sopa de pescado y marisco, que hoy estaba especialmente sabrosísima, todavía me relamo: ¡esas gambas! ¡Por Dos!, como diría Álvaro.
Nos enteramos casi una semana después de que un criminal de guerra ha muerto en la cama. ¿Hubiera osado alguien denunciarlo al Tribunal Internacional de Justicia de La Haya? Recuerdo aquí cómo fracasó el intento del juez Garzón en querer extraditar al criminal Pinochet, desde Londres a Madrid. El general felón había ofrecido en 1984 los aeropuertos chilenos para que los aviones británicos tuvieran desde donde atacar a los argentinos cuando la guerra de las Malvinas; Inglaterra se limitó pues nelsonianamente a cumplir con su deber e impedir la extradición, convirtiendo el derecho internacional en papel mojado y hasta me atrevo a inferir que se trataba de un papel higiénico. Pero albergo la saludable convicción de que ese hijo de puta (por muy santa que fuese su madre) llamado Henry Kissinger entrará en la Historia por la cloaca.
Rodenkirchen, 6.12., san Nicolàs, la Nochebuena neerlandesa… creo que ya no se celebra como antes
Anoche vi Penny Serenade [Serenata nostálgica], de 1941, con Irene Dunne y Cary Grant. No es ni un melodrama ni una comedia romántica, sino todo lo contrario, y de ello se resiente. Pero quise verla por Irene Dunne, a quien había visto hace poco en Recursos de mujer y de quien no recuerdo ninguna otra peli, excepto Las blancas rocas de Dover, una imagen que se me quedó muy grabada de niño. Entiendo que la nominaran, a ID, cinco veces para el Oscar, es una de esas actrices todoterreno que nunca quedan mal sin llegar a la genialidad de una Barbara Stanwyck o, más actualmente, una Meryl Streep.
Me escribe Elena muy orgullosa, que Davinchi ha firmado su primer contrato como profesional, con el Recre, y llamo a Henri que comunicárselo y resulta que ya lo sabe porque está en contacto con Davinchi en Instagram, y es que ♫ Hoy las ciencias adelantan /que es una barbaridad ♫… como sabiamente afirma don Sebastián en La verbena de la Paloma.
Fuimos a almorzar al Steep’s, donde Diny accedió hoy a comer Reibekuchen, si bien sólo dos y con puré de manzana. Yo los tres canónicos y bastante cantidad de salmón ahumado, se nota que Tom le da instrucciones concretas al cocinero. Pero no quiero olvidar el consignar aquí que, por fin, dediqué toda la mañana, tras el desayuno, a poner en orden las facturas que debo enviar al seguro y a la subvención estatal, y que esta semana podré dejar cancelada una rémora que me perseguía noche y día, requetcontraputeándome por mi pereza para salir a pelear con los molinos de viento de la burrocracia [no es errata].
Rodenkirchen, 7.12.
Vi anoche una peli preciosa, adaptación de una de las obras de teatro –de Thornton Wilder– que más admiré en mi juventud, Our Town [un título tan entrañable como Nuestra ciudad traducido con esa cursilada de Sinfonía de la vida], de 1940, y en cuyo guion se nota la mano maestra del autor de la obra original. Para Martha Scott fue su primera peli y una nominación para el Oscar a la mejor actriz, luego hizo carrera en la TV, aunque intervino en grandes producciones como Los diez mandamientos y Ben Hur; y a su lado un jovencísimo, casi irreconocible William Holden, pero ya cabecera del reparto. Gracias además a la inspirada música de Aaron Copland, esta peli es tan buena que no parece adaptación de una obra teatral sino fruto de un guion escrito ex profeso para el cine. Trataré de verla esta noche en la versión original.
Vamos primero al Banco, donde arreglo varias transferencias, dos de ellas de mucha importancia para mí, y de allí al Bistro Verde, que está al lado. Diny se decidió por una salchicha con carne de jabalì y un revuelto de zanahorias, y yo por mis Rösti con salmón en salmuera. Intento pagar con mi tarjeta del Banco pero no admite el pago, menos mal que llevo encima dinero para estos casos. Pero no lo entiendo, recién acabo de ver en el Banco que tengo saldo de sobra. Ay, sí, ya lo dije muchas veces: la Cibernética no es una ciencia exacta.
Envié a varias amistades el enlace con el artículo de El País acerca de los obituarios negativos, en ocasión de la muerte de Kissinger, y sorpresivamente recibo desde Huelva este email de un amigo muy querido: «Los de la izquierda facha es normal que estéis cabreados con este premio Nobel de la paz. Seguro que preferís a Ortega, Maduro y cuatro analfabetos por el estilo que andan hundiendo en la miseria a los países americanos. Un abrazo, catetoۚ». Le respondo ipso fuckto: «No te equivoques conmigo. Lo que pienso acerca de Ortega, Maduro y otros hijueputas por el estilo se puede leer en mi Diario. Y no son precisamente panegíricos. Un tuit mío de hace años lo proclama casi como invitación a magnicidios: “¡Aviso importante para los pueblos de Bielorrusia, Birmania, Corea del Norte, Cuba, Chechenia, Nicaragua, Venezuela: el 11.11. es San Martín!” Y sí, soy de izquierda, pero no tengo nada de facha. Vale, con un abrazo».
Me escribió Babette desde Suiza y le contesto: «Gracias por tu email y me alegro de todo lo que me cuentas acerca de tus hijos y de tu vida, y si no te escribo más es porque debo tener una atención continua hacia Diny, que me roba casi todo el tiempo. Tengo que estar pendiente de que no deje prendidas todo el día las luces de la cocina, del recibidor y del cuarto de baño, y de su propio cuarto a partir del momento en que se levanta (mientras duerme tiene que estar prendida la luz de su cuarto, si no no puede dormir). Tengo que estar pendiente de que no deje corriendo el agua en el lavabo del cuarto de baño ni en el fregadero de la cocina, así como tengo que estar pendiente de que no deje abierta la nevera. Y debo arregarle casi diariamente la sintonía del televisor porque ve la TV con el mando a distancia en la mano y aprieta los botones de manera caótica, de manera que se pierde la imagen del programa que estaba viendo. Y un largo etcétera, Babette. Nunca creí que tuviera tanta paciencia y no sé si mis nervios podrán superar esta prueba que se repite cada día».
Rodenkirchen, 8.12.
Anoche me cayó en la pantalla una peli criminal alemana de 1963, Die Nylonschlinge [El nudo corredizo de nailon], subtitulada en español a pesar de que nunca se estrenó en España o en Latinoamérica. Es malísima pero la dejé correr hasta el final porque me reía muchísimo con los subtítulos. Evidente es que al traductor no le dieron copia de la peli, porque al protagonista lo llaman siempre “inspectora”, al detective de Scotland Yard de apellido Masters lo llaman Maestros, y uno de los protagonistas le dice a una de las mujeres implicadas en la trama que, por culpa de ella, estuvo a punto de terminar en la silla eléctrica, una pena de muerte que jamás se aplicó en Inglaterra, donde transcurre la acción de la peli. Lo pasé pipa. Es mi mala peli obligada por cada diez buenas.
Almorzamos en el chino, Diny un plato humeante con carne de pollo y legumbres, yo mi menú 19 (sopa pekinesa y pescaíto frito), y al llegar al Maternus me encuentro un email de Frank comunicándome que Montse está hospitalizada con el diagnóstico de una presunta pulmonía. Padecí una doble hace años, me aterra pensar en lo que sufrirá mi pobre Montse. Porco Dio!
En EE, hoy, una bella columna de Juan Carlos Botero dedicada al museo del Prado. Luego de leerla le escribo a vuelapluma: «Querido Juan Carlos, emocionante la columna que le dedicas al Prado, el mejor museo del mundo, y a mucha distancia de los demás. Curioso que se lo debamos a una dinastía, los Habsburgos, que invirtieron en pintura tanto o más que en guerras de religión, como fue la de los 80 años, contra lo que hoy son los Países Bajos. El gran Schiller, que era historiador, escribió un libro fascinante sobre esa guerra. En cuanto al Prado, tengo con él una relación personal muy estrecha. Durante mi servicio militar (18 meses en Madrid), yo tenía pase de pernocta, es decir, no dormía en el cuartel. Vivía en una pensión familiar, la Pensión Gómez, en el 50 de la actual calle de Santa Engracia, que entonces llevaba el nombre del piloto personal de Franco, un criminal de guerra que bombardeó Madrid durante la guerra civil. Mi compañero de cuarto era Alberto Vázquez, un paisano muy buen pintor que se ganaba la vida diseñando moda para Galerías Preciados, El Corte Inglés, Cortefiel, etc. Éramos muy amigos (nos conocíamos ya de antes, en Huelva) y los fines de semana, que los domingos era gratis el acceso al Prado, después de desayunar nos íbamos allí, cada vez con una finalidad: los Greco, los Goya, los Velázquez, los Zurbarán, los flamencos, los italianos (desde entonces me gusta mucho más la Gioconda del Prado que la del Louvre), etc… Y Alberto me iba explicando los cuadros con su mirada de conocedor, de manera que tuve un gran maestro en materia de pintura. Ah, y nuestra visita terminaba siempre en el cuarto especial que encerraba entonces un solo cuadro: «Las Meninas». Tengo de aquellos días un recuerdo inolvidable y agradecido a Alberto, que murió demasiado joven (36 años) cuando ya se había convertido con éxito en pintor profesional. Todos esos recuerdos me los ha despertado tu columna, gracias».
Rodenkirchen, 9.12., Día Internacional del Laicismo y la Libertad de Conciencia
Anoche vi La vida privada de Enrique VIII (1933), de Alexander Korda, con un prodigioso Charles Laughton en el papel del rey: su actuación le valió un Oscar de los más merecidos que se conocen en la historia de ese galardón.
Antonia y Paul han viajado este fin de semana a Ámsterdam, veremos lo que nos cuentan de la ciudad y de su cena en d’Vijff Vlieghen [Las cinco moscas], que es el restaurante más viejo del lugar, data del 1627.
Puntual a las 11:30 am llegó Alex y cuando sonó el timbre le pedí a Diny que abriese la puerta para que la sorpresa fuese completa. Y lo fue, con una alegría inmensa porque a Alex siempre la hemos considerado nuestro cuarto hijo, la conocimos cuando sólo tenía tres meses y la hemos criado casi tanto como sus propios padres. Me traía de vuelta el Amighetti “Ricardo Bada en mi estudio”, del que sólo existen dos ejemplares, y ese segundo se lo regalé a Dieter, en uno de sus cumpleaños redondos, lo que habla de cuan estrecha era nuestra amistad. Llevamos a Alex a comer en el Bistro Verde y el lugar y el ambiente le gustaron muchísimo. Comió unas albóndigas de Könisberg que estaban riquísimas y nos trajo de vuelta al Maternus con su auto, que tenía aparcado cerca. Una visita que me quedará en el recuerdo los pocos años que aún me queden.
Le escribo a mi San Luis: «Me pregunto por qué me molestó (no, me irritó) que un lector me escribiera que mi Diario era «imaginario» y en cambio no lo ha hecho, en ningún momento, que tú lo consideres «los capítulos de tu novela Diario», como empezaste a llamarlo hace ya bastante tiempo. Pienso que la razón debe estribar en que aquel lector suponía que lo que escribo en mi Diario lo invento, y en cambio tú, que me conoces, lo consideras una obra narrativa de no ficción. Espero no equivocarme». Repito aquí: espero no equivocarme.
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