Weiß/Colonia, 23.1. (1)
Desvelado, me levanto a las 6.30 a.m. y encuentro varios mails, y entre ellos uno del buen Hernando Jiménez, en Bogotá, quien me comenta, después de leer mi diario en el blog de Fronterad: «Qué pena, pero Ingrid (sin tilde) “tiene razón y le cabe derecho”, como dirían los mamagallistas del colegio, y creo que si la pata que le dieron llevara el muslo adjunto, eso hubiera merecido ser nombrado en su libro, que todavía no he leído. En Colombia entera la pata de gallina es la pata, que escasamente tiene un cuerito comestible y las carnosidades de los dedos que son duras… pero si no hay más, bienvenidas. Lo que sube después de la pata es el muslo, que antes llamábamos pierna y que es la presa con más sabor, deseada y costosa. No para secuestrados. Y respecto del “te llevo dos novios”, la primera chica está en lo correcto. Llevarle en números algo a alguien es llevarle ganando: te llevo dos centímetros, es decir soy dos centímetros más alto que tú. No sé de dónde coño le meten regionalismo a esos decires que son universales dentro del país». El idioma, siempre el idioma. Ay…
Weiß/Colonia, 23.1. (2)
Vino a Colonia Josefa Cortés Morillo, la experta en Arte de la Fundación Vostell Malpartida, en Cáceres, a quien conocí personalmente el pasado junio, cuando se abrió la exposición Vostell en Leverkusen. [Con ella, y sin apearnos nunca del usted, mantuve los dos meses anteriores una media docena larga de pláticas telefónicas, chequeando hasta el más mínimo detalle técnico de mis traducciones para el catálogo de esa exposición]. Acompañado del curador de la misma, al que le pedí que me la presentase, ella me vio llegar desde lejos, en la terraza del restaurante del Museo donde estaba sentada, y en la decisión con que se puso en pie y acudió a recibirme, con una gran sonrisa, y en la sonrisa con que lo capté (y ella captó que yo lo había captado), los dos supimos, sin necesidad de decirlo con palabras, que nos habíamos reconocido al primer golpe de vista. Quedamos en encontrarnos en Malpartida cuando yo viajase a España en noviembre, pero mi debacle madrileña lo impidió. Ahora ha estado acá, en Düsseldorf, con una beca para hacer un curso intensivo de alemán en el Instituto Goethe, y se reunió hoy con nosotros para almorzar en la ya casi legendaria Modicana. Luego vinimos a casa a tomar el café y hemos pasado un rato delicioso. Da gusto de ver y oír a gente joven tan bien preparada y al propio tiempo tan sencilla, que no necesita ir pregonando por ahí lo tantísimo que vale. Extremeña cabal, como todas las mujeres de mi familia (de mi madre hacia atrás), sabe que el buen paño se vende en el arca. Y ya éramos conscientes los dos, desde aquel encuentro de Leverkusen, de que ese había sido «the beginning of a beautiful friendship», Rick dixit! Y siempre sin apearnos nunca del usted.
Weiß/Colonia, 24.1., primeras horas de la noche
Cada vez me gusta más Kenneth Branagh en el papel del comisario Wallander, de Henning Mankell. Cuando vi en junio de hace dos años los tres episodios de la primera serie que hizo, escribí aquí que a lo peor me equivocaba mucho, pero me parecían algo así como debieron de parecerle las novelas de Chandler a quienes estaban acostumbrados a las de Perry Mason. Era cine en formato tele, y lo policial simplemente un pretexto. Y la impresión se acrecienta a cada nuevo episodio, a cada nueva serie. Son un placer estético de primera categoría.
Weiß/Colonia, 24.1. (1)
Avalancha de mails colombianos explicándome que la pata de la gallina es la pata de la gallina, y no el muslo. Pero yo sigo en mis trece, en que se trata de un error de traducción, así es que le pido a un amigo de Ingrid Betancourt del que sé que tiene hilo directo con ella, que le pregunte. Y la respuesta no deja lugar al equívoco: «Fue un muslo. La garra no me tocó a mí». Ecco!
Weiß/Colonia, 24.1. (2)
¡Cuánto se fanfarronea en las llamadas redes sociales! Ayer he tenido la prueba incontestable, siguiendo la página Twitter de una colombiana que vive en Holanda y le anunciaba coram pópulo a sus amistades «me preparo para tomarme un café con Héctor Abad F en un par de horas, aqui en Amsterdam (…) estoy feliz, es una tertulia donde hablará sobre su libro El olvido que seremos (…) leer el libro fue extraordinario, no imagino cómo será compartirlo con su autor (…) ya te contaré como fue el encuentro con Héctor aqui (…) el tiempo corre son ya las 10:26 y el encuentro es a la 1:30, me prepararé (…) fue increiblemente delicioso verlo, escucharlo, darle un abrazo, recibir un beso y tener las fotos del recuerdo (…) un saludo de Héctor Abad a todos mis amigos Twitteros!!! (..) había leido el libro El olvido que seremos, pero hoy el mismo Héctor Abad con sus palabras nos lo contó de nuevo, qué experiencia tan bella (…) siiií y estuve tan cerca de él… jajajaja pensé que algo se me podría pegar». Etc. Cuando se lo comento a Héctor me contesta lapidariamente que estuvo dando una charla en Á’dam, y «al final, ayer, le di beso a todo el mundo, a todas las mujeres, pues, pero recuerdos por Twitter a nadie le mandé». Un vídeo que consigo me confirma mi sospecha acerca de la fanfarronería twittera. Y menos mal que la joven de marras escribió “jajajaja” y no “jejeje”. Noblesse oblige: es un punto a su favor.
Weiß/Colonia, 24.1. (3)
Josefa me escribe un mail generoso hasta decir basta, evaluando las horas del domingo que pasó con nosotros. Y añade una posdata refiriéndose a mi recordatoria de las palabras de Rick al final de Casablanca: «Rick sabía tanto…» A lo que yo le contesto: «¿Y de qué le valió, si la mujer que amaba se la llevó el otro? ¿Sabía usted que el final de Casablanca es el primero donde en la imagen antes del The End aparecen dos hombres que, además, uno le dice al otro que ese puede ser el principio de una bella amistad, y que hay quienes lo interpretaron, e interpretan, como un final subliminalmente homosexual?»
Weiß/Colonia, 25.1., primeras horas del dîa
Bank Job [El gran golpe] es una esas pelis como para salir a hombros por la puerta grande en las Ventas. Para mí cuenta al lado de Rififí y de The First Great Train Robbery, y también Topkapi. La dinámica de su guión es irresistible, como un maelstrom que te agarra y no te suelta. El cine es un placer estético no comparable con ningún otro, exceptuando un gran concierto en vivo. La literatura es en el fondo tan chata, tan plana, tan unidimensional… Y la buena pintura, ay, comporta la sevicia de tener que acudir a verla en los museos. Aborrezco ir a los museos.
Weiß/Colonia, 25.1.
Almorzamos Carlitos y yo en La Modicana, como cada martes [apenas vernos llegar acudió la signora Giuseppina para anunciarnos que había lasaña de la casa, fresca, recién hecha, exquisita, y nos apuntamos todos a ella]. Esta vez nos vuelve a acompañar la profesora Volckmann, en vísperas de su viaje a Buenos Aires. Le entrego un regalo para Susana y le digo cuánto la envidio por esos días que pasará en la ciudad querida, le digo que no quisiera morirme sin haberla vuelto a ver. No sólo por ella, aunque también por ella, por su calle Florida, por su Estación Retiro, por su cortada Rivarola, por el cementerio de Chacarita, por el mercado de pulgas de San Telmo, por el Colón, hasta por Caminito a alguna hora en que no me lo anden pateando los turistas, qué sé yo, «por tantas cosas buenas que soñamos desde aquí», como en el chotis “Madrid”, de Agustín Lara. Y es que Baires, como decía Ramón Gómez de la Serna, es algo así como Madrid, sólo que nunca salís de la Gran Vía, nunca llegás a la Puerta del Sol.
Weiß/Colonia, 26.1. (2)
Leo en el diario que anteayer murió en Jamaica, a los casi 67 años, Peter Paul Zahl. Lo conocí en Managua, noviembre 1984, estaba parando en la casa de una amiga común. Acababa de salir de la prisión en Alemania, después de haber sido mantenido cuatro interminables años en una celda de castigo y seis en las de régimen normal. Nuestra amiga me dijo que tenía una casi invencible aversión al contacto con gente tan superficial como yo. A pesar de eso, le sugerí que saliésemos a pasear juntos, y le lancé un anzuelo que no supo resistir: lo invité a beber cerveza alemana en aquella Managua donde faltaba de todo. Pasamos un largo par de horas en la cantina que había descubierto sobre la carretera a Masaya, entre Pancasán y Altamira, apurando una tras otra latas de cerveza alemana que no sé de dónde las sacaban. Hablamos de su traducción de los poemas del malogrado Otto René Castillo, el poeta guatemalteco bárbaramente torturado, fusilado y quemado por las Fuerzas Armadas de su país, criminales todavía impunes. (Años después de Managua, PPZ tradujo una vez más de nuestro idioma, Siete domingos rojos, de Sender). Y de la cantina nos fuimos paseando al Supermercado del Pueblo en el barrio Centro América, donde recuerdo ahora que me hice por 100 córdobas con Las botas, de Ryszard Kapuściński: conservo el ticket de la compra, pegado a las páginas de guarda del libro y por eso puedo datar nuestro paseo: el 21.11.84. Creo que si hubiésemos tenido más tiempo de tratarnos, Peter Paul y yo habríamos llegado a ser amigos. De todos modos nos carteamos durante un año o algo así, cuando él se fue con su compañera, Deborah, a vivir en Jamaica. Allí ha muerto ahora. Releeré Der schöne Mann [El hombre guapo], su primera policial, con la que ganó el Premio Friedrich Glauser. Sé que me repito, pero es el mejor homenaje que puede hacérsele a un escritor: releerlo.
Weiß/Colonia, 26.1. (3)
Pasó el cartero y me trajo certificado un paquete con el libro de Monsiváis (incluyendo el ensayo sobre Cantinflas) que Laetitia no me pudo enviar desde el Detritus Federal, así es que lo hizo nada menos que desde San Cristóbal de Las Casas. Y aprovechando que estaba allá, me adjuntó de yapa un plegable propagandístico de Chiapas que incluye un plano de esa ciudad, y en él la lista de sus fiestas tradicionales. Me he tomado el trabajo de contarlas y son 28. Algo así como si festejasen todo el mes de febrero. Y esas son sólo las tradicionales, a las que luego supongo que deben de añadirse las oficiales, que quién sabe si “a lo mijor” no son otras tantas. Y digo yo que con tanto festejo ¿cuándo les queda tiempo libre para hacer la revolución? Ándele.
Weiß/Colonia, 27.1. (1)
Leído en la página Twitter de Alberto: «Sólo las buenas chicas escriben diarios. Las malas no tienen tiempo» (Tallulah Bankhead, una de mis diosas). OK, ¿pero qué pasa con nosotros, los chicos? Si a Diny le dijeran que soy un buen chico porque escribo un diario, tendríamos que llamar a la ambulancia e internarla en Urgencias, fulminada por un inclemente ataque de risa.
Weiß/Colonia, 27.1. (2)
Me escribe desde Santiago de Chile un señor que me pregunta cómo puede contactar a Antje, la viuda de Felipe, porque está por publicar un conjunto de ensayos poéticos en Estados Unidos y la editorial solicita documentar la autorización de todo poema que se cite en el texto. Este señor desea citar el poema “Einmal”, de Atemwende [Cambio de aliento], de Celan, en la traducción castellana de Felipe, y añade: «De más está decir que, de las traducciones de Celan al romance castellano que conozco (y que no son pocas), los textos de Boso me parecen los más jugados». Me quedo un rato largo mirando como lelo la expresión «los más jugados». Y se me ocurre que Felipe estará crujiendo los dientes dentro de su tumba y gritando: «My kingdom for a play!»
Weiß/Colonia, 27.1. (3)
Termina hoy la transmisión en el canal Arte de la serie de cuatro capítulos dedicada al Rhin, desde su fuente hasta su desembocadura. Imágenes inolvidables a vista de pájaro, majestuosas, como que fueron tomadas desde un zepelín. La que más perdura en mi retina es la de los sauces ribereños, esos árboles que a veces quedan enteramente sumergidos por la corriente, y cuando la inundación se retira siguen ahí incólumes, con toda su fronda, como si no hubiese pasado nada. ¡Qué metáfora de la vida! Como la de JRJ: «Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando»
Weiß/Colonia, 28.1. (1)
Me llegó por fin el libro de David Avery, Nunca en el cumpleaños de la Reina Victoria (Historia de las minas de Riotinto), que ya tenía en la edición primera, pero esta viene ilustrada con gran cantidad de fotos, y ellas me van a servir de mucho para la exacta ambientación de mi cuento “Primeras impresiones, o Mrs. Meredith llega al puerto de Huelva”, que tengo completamente escrito en la cabeza, sólo me falta hacerlo en la pantalla. Recuerdo haberme reído mucho, en mi lejanísma e ignara juventud (cuya ignaridad prolonga hasta hoy), al leer la anécdota de Racine, que se encontró en la calle con un amigo, y este le preguntó que cuándo habria una nueva obra suya, que llevaba ya mucho tiempo sin estrenar; a lo que Racine le contestó que ya la tenía, esa nueva obra, ya la tenía en la cabeza… sólo le faltaba escribirla. Hoy sé, una de las pocas cosas que ha aprendido en la vida, que Racine no ironizaba ni le gastaba una broma al amigo, antes al contrario, debía de estar súper angustiado, con esa preñez de algo que pujaba ya por salir a ver la luz del día. Vamos a ver cómo se desarrolla mi parto.
Weiß/Colonia, 28.1. (2)
Oskar en casa, le pidió a la abuela quedarse a pasar con nosotros el fin de semana y llegó esta noche acompañándola, cuando ella dio de mano a sus tareas de planchadora en casa de Montse. Por cierto que Oskar me cuenta que en vista del entusiasmo de Henri por esas tareas de la Oma («bü bü bü»), han terminado por comprarle una plancha de juguete, con la que está feliz como chancho. Cuando escribo estas líneas ya se han ido a dormir los dos, Diny y él, y es de las muy pocas veces que me siento bien, feliz y acompañado, en estos últimos días. Dios los bendiga.
Weiß/Colonia, 29.1.
Entretanto (juntos Pereque, Héctor y yo) hemos cubierto la meta de dedicarle al menos un limerick a cada uno de los 125 municipios antioqueños. Ahora viene la tarea de injertar aquí, podar allá, desyerbar acullá y sustituir por una plantita nueva, en fin, poner en orden el jardín antes de exhibirlo al público. Porque me temo que todo esto, que empezó como un juego, va a terminar en un libro. Sea como fuere, hoy se me ocurrió un limerick nuevo y que juega con elementos gráficos [que no sé trasladar a la pantalla, el número horizontal en vez de vertical]:
Una muchachita de Valparaíso
las posturas probó que un circunciso
leyó en el Kamasutra,
mas nada hay que la nutra
más que un 69 con Narciso.
*******************************************